Día de Andalucía: otro 28F para luchar contra la discriminación del acento andaluz
El andaluz sigue siendo objeto de burla. Algunos expertos han denominado glotofobia a este tipo de discriminación hacia el acento, que se ha ido alimentando a lo largo de los años en los medios de comunicación y el sector audiovisual.
Lola Flores nació el 21 de enero de 1923. La faraona habría cumplido 98 años el pasado mes de enero y, como conmemoración, la cerveza Cruzcampo lanzó hace ya un par de años un spot donde podíamos volver a verla en la pantalla. “¿Tú sabes por qué a mí se me entendió en todo el mundo? Por el acento. Y no solo me refiero a la forma de hablar…”, comenzaba diciendo una Lola recreada mediante técnicas de inteligencia artificial.
La campaña publicitaria conseguía poner patas arriba los estereotipos, tratando de combatir los estigmas que siguen rodeando al acento propio de Andalucía. En el momento en que se lanzó el anuncio, el andaluz llevaba un tiempo siendo protagonista de grandes polémicas en los medios de comunicación.
En mayo de 2020, Pablo Motos entrevistó a Roberto Leal, que había sido fichado entonces para presentar Pasapalabra. El presentador de El Hormiguero aprovechó para sacar a la palestra el estigma lingüístico de los andaluces: “Lo del acento andaluz, ¿qué vas a hacer? ¿Lo vas a suavizar o lo vas a dejar?”. Leal, con un tono elegante, contestó: “Creo que no tiene nada que ver el acento con la pronunciación o con la dicción”. Otra cagada más que Motos se colgaba a las espaldas.
Pero lo del programa de las hormigas no fue el único ataque. La otra gran diana sobre la que cargaron fue la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien fue encargada de defender los Presupuestos Generales del Estado en 2020. Su acento andaluz se convirtió rápidamente en objeto de crítica para la oposición y los medios afines. “La forma de hablar de los andaluces expresa la riqueza, la pluralidad de nuestra tierra y creo que el que cada uno de los ministros y ministras hablemos en nuestro acento, pone de manifiesto lo rica que es España”, defendió la ministra en una entrevista a la cadena SER.
Tampoco es que haga falta irnos tan lejos en la hemeroteca para encontrar ejemplos. En enero de este año, la elección de Cádiz como sede del IX Congreso Internacional de la Lengua Española fue una decisión que no sentó bien a todos. Ni Ricardo Rivero, rector de la Universidad de Salamanca, ni Carlos García Corbayo, alcalde de la ciudad, se mostraron especialmente contentos al conocer que una ciudad andaluza acogería tal evento (Salamanca también se había postulado como sede candidata). Rivero alegó en declaraciones a La Gaceta que la elección de Cádiz fue "una decisión puramente política". García Corbayo fue más tajante: "Sin desmerecer a nadie, Salamanca es el corazón de la industria del español”.
El andaluz en la cultura audiovisual
Todo este revuelo con el andaluz no solo ha estado presente en los medios de comunicación, sino que históricamente ha estado ligado directamente al mundo de la cultura y lo audiovisual. ¿Qué papel ha tenido el cine y la televisión en el estigma hacia el acento de Andalucía?
En la película Adiós, el gallego Mario Casas se transformó en un expresidiario con acento andaluz que buscaba que un grupo de criminales respondiera por la muerte de su hija. En La niña de tus ojos, la madrileña Penélope Cruz también se convirtió en “andaluza por un día”. Con estos ejemplos, que no son casos aislados, vale la pena preguntarse: ¿no había actores andaluces que pudieran haber hecho esos papeles?
“Los medios de comunicación y cinematográficos deben buscar asesoramiento a la hora de fabricar sus contenidos. Igual que precisan rigor histórico o documental, por ejemplo, para determinados contenidos, necesitan asesorarse en determinadas cuestiones como esta: de qué modo una serie o película contribuye a la andalufobia”, explica Ígor Rodríguez-Iglesias, profesor de Lingüística General de la Universidad Autónoma de Madrid y coordinador de la Comisión Discurso y Justicia Social de EDiSo (Estudios de Discurso y Sociedad), galardonado con el primer premio Tesis Doctoral de Andalucía por su estudio sobre el racismo lingüístico hacia el andaluz.
El profesor Rodríguez-Iglesias ejemplifica el problema de la andalufobia en lo audiovisual recordando la polémica de Si lo hubiera sabido, una serie de Netflix rodada en Sevilla en la que los protagonistas no hablan en andaluz. “Se localiza en Andalucía pero nadie en la serie habla andaluz, solo los delincuentes. ¿Quién hay al volante?”, reflexiona. Y añade: “¿Cuál es el hilo común de todas las series localizadas en Andalucía? Que siempre hay un personaje protagonista del centro y norte peninsular. Al revés, no sucede. Es decir, que los andaluces consumimos productos cien por cien castellanizados, como si de algo deslocalizado se tratase, y lo andaluz es tratado como totalmente local y, peor aún, socialmente situado en la forma en que el director, guionistas, productor o quien sea, ha querido desde su andalufobia”.
Podemos ver la luz gracias a declaraciones como las de la actriz Aixa Villagrán, quien en el programa de La Script defendió que trata de utilizar su acento andaluz siempre que el papel no especifique lo contrario. Aunque, desgraciadamente, esta no es la tónica más recurrente.
Personajes estereotipados
El investigador Manuel Rodríguez Illana compartía con este medio cómo los estereotipos que rodean a los personajes andaluces en lo audiovisual son otro ejemplo más de andalufobia. "¿Ve usted los Simpsons? Pues cuando salen personajes marginales y paletos son doblados en andaluz. Hay una andalofobia de partida. Y esto viene de muy largo", afirmaba entonces.
Esta relación andaluz-marginalidad no solo ocurre en los Simpsons. La actriz onubense Aurora Sánchez interpretaba a Manuela, la cocinera de la familia de Ana y los Siete; la única andaluza de la serie se dedicaba a las tareas del hogar. Interpretado por Fernando Tejero, Emilio era el portero de la comunidad de vecinos de Aquí no hay quien viva; un cordobés que se caracterizaba por su poca cultura y formación. La gaditana Paz Padilla dio vida a La Chusa, una toxicómana, agresiva y analfabeta en La que se avecina.
La cosa continúa con personajes de Disney como Timón y Pumba en el musical del Rey León o el personaje de Buzz Lightyear en la película Toy Story 3. En un momento del film el amigo espacial de Woody se estropea y le cambia el acento. De repente se vuelve andaluz y todos los muñecos se ponen nerviosos. ¡Hay que arreglar a Buzz antes de que siga hablando así!
“El original es de Estados Unidos y todo transcurre en el inglés de los blancos y la avería se produce cuando el personaje en cuestión habla español y se comporta como lo que allí se considera latino: flamenco, salsa y tango", recuerda Rodríguez-Iglesias. “El muñeco está averiado, lo que expresa y cómo lo expresa es raro, nadie escucha realmente lo que dice y solo se reconocen como legítimas las formas lingüísticas propias, que en la versión española serían las no andaluzas y centronorteñas”.
El castellano “bien hablado”
El andaluz siempre se ha enfrentado a la idea colectiva del castellano “bien hablado”, ese en el que se pronuncian todas las letras (¡también las ‘s’ finales!). Rodríguez-Iglesias desmonta esta idea desde el punto de vista lingüístico: “No existe lingüísticamente eso de castellano ‘bien hablado’. Es una johnnybravuconería o, si se quiere decir de otro, un johnnybravocentrismo. Johnny Bravo es un personaje de dibujos animados machirulo, que se mira al espejo y dice ser el más guapo frente a los otros modos de existencia. El castellanocentrismo lingüístico se comporta así: ‘somos los que mejor hablamos’, ‘tenemos el mejor español’, ‘somos la capital del español’, ‘hablamos el estándar’ y cuestiones por el estilo acientíficas, es decir, sin base, que contradicen lo que la Lingüística ha demostrado: todas las variedades son iguales”, sostiene el profesor.
Sin embargo, la demanda de ese castellano “sin taras” es el pan de cada día para muchos que dejan Andalucía. “Cuando llegué a Madrid me di cuenta de que hasta mis amigos andaluces habían perdido el acento. Luego entré en una escuela de teatro donde me pidieron que hablara más neutro para que pudieran entenderme mejor. Empecé a entenderlo todo”, recuerda Sofía, de 25 años.
“Se le pide a alguien que pierda su acento, como si al hacerlo dejara de tener un acento, porque el centronorteño cree falazmente que no tiene acento y sí tiene, el del centronorte peninsular y su grupo social. Es decir, que lo que se le pide a un andaluz es que deje su acento de Algeciras o Bujalance y abra los brazos al acento centronorteño, como si este fuera una luz salvadora”, explica Rodríguez-Iglesias.
Glotofobia y racismo lingüístico
“Fuera de Andalucía [el andaluz] se desprecia porque es la lengua del territorio inculto, la del gracioso. ¿Por qué si un catalán dice 'can Jordi' para referirse a ‘casa de’ es culto, habla una lengua respetada y con historia, y causa risa si un andaluz dice 'ca Paco'?”, reflexionaba el escritor Tomás Gutier en una entrevista a este medio.
Las discriminaciones con respecto al acento son el pan de cada día para muchos andaluces, especialmente para aquellos que dejan Andalucía y marchan a otras comunidades. Son ejemplos de lo que se ha bautizado como glotofobia, que es la discriminación ligada al acento. El término fue acuñado por Philippe Blanchet, profesor de sociolingüística y didáctica de lenguas en Francia.
No obstante, para que una actitud sea considerada como glotofobia debe darse una condición: la ausencia de privilegios lingüísticos.“No existe glotofobia contra las personas castellanas o madrileñas por parte de andaluzas, de igual modo que no existe racismo antiblanco, porque el blanco y la blanca no dejan de ostentar privilegios”, explica Rodríguez-Iglesias.
El profesor de Lingüística General expone que esta discrminación surge tras la conquista contra Andalucía y su posterior colonización castellana. “El origen de la andalufobia está en las prácticas de violencia y expropiación de la conquista del Valle del Guadalquivir, desde el siglo XIII, hasta la culminación con la entrega de Granada. En el siglo XVI, están plenamente consolidados los discursos glotofóbicos contra andaluces tras un suceso que explicita la violencia y la expropiación: la quema de los libros de Granada por parte del Cardenal Cisneros”, sostiene Rodríguez-Iglesias. “El andaluz es desde entonces un desheredado, al que se le niega la legitimidad en algo tan humano como es hablar y expresar su pensamiento y sentimientos”, añade.
Consecuencias
Lo sorprendente es que todo este entramado contra el acento en ocasiones es también ejecutado por los propios andaluces y las instituciones andaluzas. Recordemos el vídeo promocional de la Junta de Andalucía que hace apenas una semana el Gobierno autonómico compartió en redes. La voz que locuta el anuncio dista mucho del acento propio de esta tierra. “Nuestro acento ya ha sufrido bastante como para que nosotros mismos hagamos algo así”, compartía una usuario en Twitter. “Dejad de poner a gente de Madrid a doblar cosas de Andalucía os lo pido por favor”, añadía otra.
“A mí mismo, siendo profesor universitario de Lingüística en una universidad madrileña, se me ha llegado a decir que si a los andaluces se nos da formación aprenderemos a hablar, lo que supone que yo al hablar andaluz soy o como el BuzzLightyear ‘estropeao’ o alguien maleducado que se comporta en esta ópera como si estuviera en una feria. Ese imaginario existe y es real. Es vivido por muchas personas. Negarlo forma parte de estas lógicas, como en el resto de opresiones”, defiende Rodríguez-Iglesias.
El problema de todas las actitudes de discriminación hacia el acento es que estas tienen consecuencias negativas en la vida de las personas. Así lo explica el profesor de Lingüística General: “Hay muchas personas que han dejado de obtener un trabajo porque no hablan la variedad privilegiada. Hay muchas otras que son objeto de burlas porque no hablan la variedad privilegiada. Otras no son pensadas como intelectuales porque no hablan la variedad privilegiada, aunque quien la hable cuando hable, parezca que está diciendo algo interesante y realmente no esté diciendo nada. Todo esto tiene repercusiones tanto económicas como psicológicas”.