Este artículo se publicó hace 3 años.
La violencia hacia las mujeres mayores: un maltrato oculto durante años que ni las propias víctimas saben reconocer
Más de una de cada diez asesinadas por violencia de género tiene más de 61 años, pero este dato no refleja la realidad de la violencia que soportan, muchas de ellas durante más de 40 años.
Marisa Kohan
Madrid-Actualizado a
Laura Plaza de la Flor tenía 82 años cuando su marido la asesinó el 17 de enero de este año en la casa que compartían en Puente de Vallecas de Madrid. Ella fue quien inició el triste recuento de víctimas de violencia de genero de 2021. El 15 de junio el marido de Consuelo Martinez, de 81 años, la mató en su piso en el barrio de Moratalaz de Madrid. Al ser detenido dijo a la Policía que lo hizo "por celos". Luisa Amelia es una de las últimas víctimas reconocidas de violencia de género. Su marido la asesinó golpeándola con un objeto contundente en la cabeza cuando ella intentaba huir de su casa tras una discusión. Ocurrió el pasado 27 de julio. Tenía 76 años. Estas tres mujeres forman parte del 13% de mujeres mayores (de más de 61 años) que según las estadísticas oficiales son asesinadas a manos de sus maridos o parejas cada año.
Tal como explican las expertas, las violencias machistas que sufren las mujeres comprendidas en esta franja de edad son las más invisibilizadas: son las que menos buscan ayuda, las que menos denuncian, las que menos órdenes de alejamiento piden… y también las que sufren menos asesinatos. Sin embargo, esto no significa que sean las que menos violencia de género soportan, sino probablemente todo lo contrario, aunque la prevalencia de esta violencia en este grupo de edad es muy difícil de conocer. La violencia extrema que acaba en asesinatos es sólo la punta de un iceberg que oculta la violencia que soportan las mujeres mayores durante décadas y que permanece oculta.
No detectan la violencia
Uno de los principales problemas, resaltan quienes se han dedicado a estudiar la violencia de género que se ejerce contra las mujeres mayores, es que éstas en muchas ocasiones no detectan como violencia lo que viven en su día a día, por lo que los estudios y las estadísticas sobre las mujeres que la sufren son sesgados y poco fiables cuantitativamente. "Para responder si eres víctima de violencia de género, primero tienes que autoidentificarte como maltratada, pero las mujeres mayores se autoidentifican mucho menos que el resto en esa situación", afirma Mónica Ramos Toro, profesora de antropología social en la Universidad Complutense de Madrid y directora del Instituto de formación en Gerontología y Servicios Sociales.
Por este motivo, afirma, la macroencuesta de violencia contra la mujer que realizó el Ministerio de Igualdad en 2019 no sirve para entender el alcance de esta violencia. "En esa macroencuesta se plantea que al menos el 7% se podrían clasificar como mujeres maltratadas, pero sólo el 2% lo hace". Otros estudios con mujeres mayores que se han identificado a sí mismas como víctimas, son útiles para entender qué barreras afrontan y cuáles son sus necesidades, pero tampoco dan una dimensión del problema.
"Ellas tienden a pensar que no tienen una relación bonita, pero no lo identifican como maltrato"
Existen factores de socialización que explican esta baja detección de las violencias que sufren. La mayoría de ellas, sobre todo las más mayores, se casaron con un Código Civil que las obligaba a tener obediencia al marido, que además les tenían que firmar una autorizar para trabajar, abrir una cuenta bancario o realizar las tareas más básicas. Mujeres que crecieron en un orden machista y patriarcal que exigía obediencia ciega y no garantizaba sus derechos. "Ellas tienen interiorizado que la violencia es física, que te den un golpe. Pero si no les pegan, no detectan como actos violentos los insultos, el sometimiento impuesto, las vejaciones, el maltrato verbal, el control sobre el dinero, la violencia de control sobre dónde pueden o no pueden ir o que te aíslen de la familia. Tienden a pensar que no tienen una relación bonita, pero no lo identifican como maltrato", explica Ramos Toro. Una indefensión aprendida a lo largo de la vida que hace que sean el grupo de edad que menos sale de la violencia, aunque mirando sus biografías pueden haber estado sufriéndola durante 40 años.
Otro de los factores que influye en la invisibilidad de esta violencia es el edadismo, un tipo de discriminación específico que sufren las personas mayores y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como los estereotipos, prejuicios y discrimininaciones por motivos de la edad, por los cuales son excluidos, considerados diferentes, ignorados o tratados como si no existieran. En el caso de las mujeres, esta discriminación se une a toda una serie de prejuicios y estereotipos de género, por lo cual son doblemente discriminadas.
"No es sencillo llegar a este grupo de edad y trabajar la violencia que sufren y con las que se consigue, tienen necesidades que las Administraciones deberían cubrir pero pocas veces están disponibles", afirma Cristina Pérez, psicóloga que trabaja en el proyecto Hazte Visible, hazme visible acompañando a mujeres mayores víctimas de violencia de género de la Fundación Luz Casanova. Se trata del único recurso específico que existe en la Comunidad de Madrid que da atención específica para estar víctimas.
Las Administraciones están poco preparadas para atender las necesidades de estas víctimas de violencia de género
Las Administraciones están poco preparadas para atender las necesidades de las mujeres mayores víctimas de violencia de género. Éstas pueden dirigirse a solicitar las ayudas que se han puesto en marcha para las víctimas de esta violencia, pero "hay características específicas de este grupo de edad que las dejan fuera del sistema de asistencia que se ha engranado", ahonda Pérez. Por ejemplo, se trata de un grupo que suele tener grandes necesidades económicas porque aunque algunas han trabajado toda la vida, nunca han tenido contratos, o lo han hecho en negocios familiares o apoyando a los maridos. Otro factor importante a tener en cuenta según esta experta, es que "las cifras nos dicen que las mujeres mayores no suelen romper con la relación de violencia o les cuesta mucho más tomar esa decisión, por lo que muchos de los recursos que existen se les vetan, porque están pensados a que ellas rompan con el maltratador".
"No son mujeres que vayan a poder tener ingresos propios a no ser que el sistema les adjudique una pensión vital. Es complicado acompañar esto. Las acompañamos con el ideal de que puedan tener una vida libre de violencia. Cuando no quieren tomar la decisión de separarse es difícil, porque supone acompañarlas en el riesgo que representa mantener esa relación, sabiendo que a ellas también las asesinan", abunda Cristina Pérez.
"Cuando son ellos los que tienen que cuidarla por algún tipo de incapacidad, encontramos relatos perversos"
Esta psicóloga incide en que el asesinato es el último escalón de una violencia que se ha ido construyendo a lo largo de varios años o varias décadas. "Hay relatos perversos relacionados con cosas básicas de la vida, como la alimentación, el control del tiempo de las mujeres, con el descanso... Cuando son ellos los que tienen que cuidar de sus mujeres por algún tipo de incapacidad, encontramos relatos absolutamente sangrantes, perversos y horrorosos que llevan el maltrato a un punto extremo. Decidiendo qué pueden o no pueden comer, restringiéndoles los alimentos, cuánto pueden dormir, si pueden o no hablar con alguien... Forma parte de una forma más de hacer daño y este maltrato es tan contundente como un martillazo". Este tipo de maltrato supone perder la libertad hasta niveles insospechados y esto en mujeres mayores es muy frecuente.
En otros casos son ellas las que tienen que hacer de cuidadoras de quienes las han maltratado toda la vida, una forma de esclavitud que muchas asumen con resignación porque consideran que ellas lo han elegido y que no pueden pasar esa responsabilidad a los hijos.
La familia, el mayor freno o la mayor fortaleza
Tal como explican las expertas a Público, la familia puede ser uno de los mayores frenos a que las mujeres mayores salgan de una relación violenta o una de las mayores fortalezas que tienen. En la mayoría de los casos los hijos e hijas del matrimonio pueden haber sufrido la violencia y no querer involucrarse. De hecho, en muchos casos suelen ver como un problema el hecho de que sus progenitores se separen, porque tendrán que hacerse cargo de dos personas, incluso de alguna que sea dependiente. Pero si la familia directa o los hijos se involucran en el problema, puede ser uno de los apoyos más importantes que encuentren las mujeres para salir de la situación de violencia que viven.
Por eso es tan importante, afirman, entender las necesidades de estas mujeres, porque se precisan políticas públicas que tengan en cuenta todo este abanico de medidas que se deben implementar. Desde la necesidad de acercar los servicios a las mujeres y no al revés, trabajar psicológicamente con varios miembros de la familia, tener disponibles pisos adaptados por si las mujeres necesitan salir de su casa, o tener prevista la necesidad de una pensión puesto que la mayoría no tienen recursos económicos ni forma de conseguirlos.
Se mira más la biología que la biografía
Otra de las actuaciones clave debe realizarse en los centros de salud. La mayoría de estas mujeres están sobremedicadas durante años, pero nunca se ha mirado específicamente la causa de sus dolencias.
"Nosotras siempre decimos que las mujeres mayores hablan a través del cuerpo. Por tanto los servicios de salud son fundamentales. Muchas de las mujeres mayores tienen medicación psiquiátrica para la depresión o la ansiedad desde hace años y esto está provocado por la situación de violencia que viven, pero no ha habido un sistema que se ha articulado para poder apoyarlas en eso. Se pone el parche para que no se sientan mal, pero lo que origina esa ansiedad sigue ahí, afirma", Pérez.
"En el médico se atiende más a la biología que a la biografía. Si no te vas a la biografía, a lo que le está pasando a una mujer, es más sencillo darle una pastilla para que le quite los nervios y descanse, que analizar que puede estar sufriendo violencia por parte de su pareja y puede llevar aguantándola más de 40 años. Es clave que los profesionales tengan unas gafas moradas de género y otras que superen los estereotipos edadistas. Que una mujer sea mayor, no significa que haya que medicarla. Lo primero será buscar una explicación, si no sucumbimos a un estereotipo ampliamente extendido", afirma Ramos Toro.
Hace poco, justo durante la pandemia, esta antropóloga social coordinó un estudio sobre la violencia en mujeres mayores para el Ayuntamiento de Madrid. Una investigación completa que tiene como finalidad dotar de conocimiento y de una ruta de apoyo a estas mujeres en las Administraciones públicas.
"Cuando tienes los datos es más fácil diseñar las políticas. Porque de lo contrario desarrollarías las políticas en un despacho sin saber cuál es la realidad de estas mujeres, y eso es lo peor que podemos hacer. No hay mayor inversión en política que gastarse el dinero en estudios. Porque a partir de ahí sabes cuáles son las necesidades de la ciudadanía y que tienes que hacer. Si no ¿cómo lo sabes?", concluye Ramos Toro.
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