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NUEVA DELHI.- Jeff y Melissa acaban de acostar a sus gemelos Lucas y Mecy. Su primera hija, Lily, revolotea alrededor de la tableta que nos permite una conversación por Skype. Con cinco años, recuerda cuando fue a India, hace ya 15 meses, a buscar a sus hermanos. Los tres son hijos biológicos, pero los más pequeños fueron gestados en el vientre de otra mujer.
Si este matrimonio canadiense hubiese tomado la decisión de tener hijos a través de maternidad subrogada un año más tarde, ahora mismo es probable que los gemelos no existieran. El Gobierno de India anunció a finales de octubre que la posibilidad de tener hijos a través de esta técnica de reproducción quedaba "limitada sólo a matrimonios indios infértiles, y no a extranjeros".
Esta decisión es la respuesta a una petición del Tribunal Supremo que recogía una iniciativa legislativa popular presentada por la abogada Jayshree Wad. "La imagen que se tiene de India es de ser una fábrica de bebés", decía la abogada en febrero. "Se introduce un elemento comercial, y los doctores, hospitales e instituciones involucradas reciben un beneficio. Esto conlleva a una explotación de las mujeres por ganancias comerciales”, continuaba la petición.
La restricción, que aun tiene que ser aprobada por el Parlamento, es uno de los últimos intentos por regular una industria en auge que el sector sanitario indio valora en más de 138 millones de dólares (más de 128 millones de euros) y que crece cada año un 20%.
Las reacciones no se han hecho esperar y ni siquiera a las organizaciones que más han presionado para crear una regulación están de acuerdo con la prohibición. “Es una medida extrema. Si se permite a las parejas indias, ¿por qué prohibírselo a las extranjeras?”, insiste Ranjana Kumari, directora de la organización Center for Social Research (CSR) en una llamada telefónica. “Lo que pedimos es que haya una ley que proteja a las mujeres que alquilan su vientre y a los niños nacidos de la maternidad subrogada”.
No existe una ley
Y es que, aunque la maternidad subrogada comenzó a permitirse en India en 2002, no existe en el país una ley propiamente dicha. Las clínicas que practiquen estas técnicas deben seguir las directrices diseñadas por el Consejo Indio de Investigaciones Médicas (ICMR, por sus siglas en inglés), según las cuales, las mujeres que accedan a ser madres de alquiler deben tener entre 21 y 35 años, haber concebido al menos un hijo propio y contar con la aprobación de su marido y/o la familia cercana.
India es uno de los pocos países del mundo, junto con Rusia, Ucrania, y algunos estados de los Estados Unidos, donde la subrogación gestacional comercial está permitida. Si a esto se añade el hecho de que el coste por un tratamiento (que ronda entre los 16.000 y los 28.000 euros) supone entre un cuarto y la mitad de lo que cuesta en EEUU, se entiende que el país asiático se haya situado en punto clave mundial de la industria.
Unos 2.000 niños nacen cada año a través de la maternidad subrogada en India, de los cuales “el 70 u 80% de las padres son extranjeros”, según afirman desde CSR. Pero a pesar de estas cifras, el proyecto de ley de Regulación de las Técnicas de Reproducción Asistida está pendiente de aprobación por el Parlamento desde 2010 y desde entonces, el único cambio se produjo en enero de 2013, cuando el Ministro del Interior anunció la prohibición de entrar en este tipo de tratamientos a parejas homosexuales y personas individuales.
Este vacío legal es lo que empuja a las organizaciones como CSR a presionar por la creación de “un marco legal para la industria de la maternidad subrogada que tenga también como objetivo salvaguardar los intereses de todas las partes”.
¿Explotada yo?
Al entrar en la Clínica Delhi- IVF, lo primero que se ve es una sala de espera llena de gente. Casi no hay ningún sitio libre en los sofás de color blanco colocados en línea, uno tras otro. Fotografías de padres sonrientes con sus bebés en brazos junto a palabras de agradecimiento inundan las paredes. En esta clínica especializada en fecundación in vitro han nacido más de 300 bebés a través de maternidad subrogada en los últimos siete años.
Al Dr. Anoop Gupta, fundador y director, la prohibición a extranjeros le parece “una medida injusta y discriminatoria”. Recibe a Público durante una ajetreada mañana, ataviado con un batín verde de médico y con un gorro quirúrgico. Achaca la decisión a intereses internacionales. “India se ha convertido en referencia mundial: ofrecemos un buen sistema sanitario a precios más bajos que en otros países”, y sospecha que “ha tenido que ver en la decisión del gobierno indio la presión que ejercen los países católicos donde la maternidad subrogada no está permitida”. Además considera el origen de la decisión como un “conflicto entre ministros de interior”.
Tampoco está de acuerdo con las acusaciones de explotación: “Ellas vienen por su propio pie, recomendadas por otras mujeres que han sido madres subrogadas con anterioridad”.
Es el caso de Sumitra. Unas largas y anchas cejas perfectamente perfiladas y una constante sonrisa pintada con carmín son los rasgos que la caracterizan. Tiene 30 años y dos hijos de 12 y 14. No hace falta hacer muchas cuentas para percatarse de que se convirtió en esposa y madre siendo aun menor de edad.
Está en la primera fase del tratamiento, esperando a que se le asigne una pareja de padres. Quiere usar el dinero que reciba tras el parto para dar a sus dos hijos una buena educación. El único sueldo que entra en casa es el de su marido, que trabaja en la construcción, y suele conseguir unas 12.000 rupias al mes, unos 170 euros. “Con suerte hay meses que ha llegado a ganar 20.000 (280)”, cuenta.
“¿Por qué se ha de prohibir? No estamos haciendo nada malo”. Dice no sentirse explotada. “¿En qué estoy siendo explotada? Yo gano dinero al hacer esto”
Al ser preguntada sobre qué piensa de la prohibición frunce el ceño: “¿Por qué se ha de prohibir? No estamos haciendo nada malo”. Dice no sentirse explotada. “¿En qué estoy siendo explotada? Yo gano dinero al hacer esto”, explica en la consulta del Dr. Gupta, también presente en la conversación.
La respuesta a la pregunta de Sumitra está en el informe publicado por CSR “Maternidad Subrogada: ¿ética o comercial?” con el que la ONG pretende visibilizar la falta de protección a la que están expuestas estas mujeres, la mayoría de las veces sin ni siquiera ser conscientes de ello.
En el texto denuncian, por ejemplo, que las cantidades pagadas a las madres son “decididas arbitrariamente por las clínicas” variando entre las 200.000 y las 400.000 rupias (2.800 y 5.700 euros, respectivamente); que la prioridad es siempre el cuidado de la salud del bebé y no de la mujer gestante; o que la mayoría de ellas carecen de contrato donde se especifican las condiciones de la maternidad subrogada.
El Dr. Gupta asegura que Sumitra no posee el contrato porque “en él vienen escritos los datos personales de los futuros padres”, aunque acaba confirmando que ellos sí lo tienen. El contrato además está escrito en inglés, lengua que Sumitra no habla. “Nosotros se lo traducimos oralmente a hindi para que sepa las condiciones. Ellas confían en nosotros porque conocen a otras mujeres que han pasado por aquí”.
Es precisamente por este tipo de carencias por las que desde CSR insisten en la urgente necesidad de que el sector se regule. “Nuestras principales peticiones se centran en una cobertura sanitaria mayor para esas mujeres, contratos legales y la posibilidad de acudir a los tribunales o denunciar si alguno de sus derechos son violados”, dice Kumari.
Cambiar dos vidas
Por su experiencia, los canadienses Jeff y Melissa no consideran que se pueda hablar de que existe explotación de las mujeres en los tratamientos de maternidad subrogada. “Asha sabía perfectamente qué estaba haciendo y por qué: para darle una buena educación a su hijo”, cuenta Melissa. La respuesta de la mujer que llevó a los gemelos en su vientre durante 9 meses casa con la de la mayoría de las mujeres encuestadas para el informe de CSR en el que citan la pobreza y la educación para sus hijos como principales razones para convertirse en madres sustitutas.
“En nuestro caso no vimos ninguna irregularidad, pero si hay en lugares donde no se cumplen las normas, estoy de acuerdo en que se cree una regulación más fuerte”, afirma Jeff, con la pequeña Lily en sus brazos.
Canadá, el país de origen de esta familia de cinco, reconoce a los bebés nacidos por gestación por sustitución en otros países, aunque sólo permite dentro de su territorio que se realice la llamada “maternidad subrogada altruista”, con la que no se puede pagar a la gestante.
Esta pareja de maestros podría haber tenido a sus hijos sin pagar por ello porque dos mujeres cercanas se ofrecieron para llevar a sus bebés, pero aun así prefirieron hacerlo en el país asiático. “Nosotros elegimos India porque sabíamos que con el dinero ayudaríamos a cambiar la vida de la persona que estaba ayudando a cambiar la nuestra”, concluye Melissa emocionada.
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