Sustituir los vuelos cortos por trenes en España equivaldría a suprimir el CO2 emitido en un año por Pamplona
La decisión de Francia de prohibir los vuelos domésticos de corta duración podría ser aplicada en España. Los expertos señalan la importancia de las conexiones en trenes de alta velocidad en el país y cómo esto podría recortar más de un millón de toneladas de CO2 al año.
Alejandro Tena
Madrid-
Francia ha dado un paso adelante en la descarbonización del transporte aéreo. Con la entrada en vigor de su Ley del Clima y Resiliencia, el país galo ha prohibido los vuelos nacionales de corta distancia que puedan ser suplidos por rutas alternativas en ferrocarril. La medida cuenta con el apoyo –con matices a la letra pequeña– de los colectivos ecologistas y marca el camino a seguir en otros países de Europa como España, donde el debate parlamentario en torno a la Ley de Movilidad Sostenible abre una oportunidad para emular a los franceses y adoptar medidas que dejen atrás para siempre los viajes en avión a escala nacional.
"El ferrocarril es seis veces más eficiente que el avión y en España tenemos la mayor red de alta velocidad de Europa. Es una buena oportunidad para llevar a cabo una reforma en ese sentido, a pesar de que el texto del proyecto de la ley de movilidad no hace referencia a ello", indica Carlos Bravo, portavoz de la organización europea Transport & Environment.
El transporte es, según los datos de la Unión Europea, el más contaminante de todos y dentro del sector es la aviación la que mayor impacto tiene en el medio ambiente y en el calentamiento acelerado del planeta. Según los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, cada pasajero a bordo emite 160 gramos de CO2 por kilómetro recorrido en el aire, mientras que el coche, la segunda modalidad más contaminante, tiene una huella por pasajero de 143 gramos de CO2 por kilómetro.
Suprimir los vuelos cortos, según los colectivos ecologistas, es una opción que permitiría rebajar la huella de carbono del sector y ayudar a combatir la crisis climática. Los vuelos cortos son, en esencia, vuelos con origen y destino nacional. Según el portal de estadísticas de Aena, cada año se registran 573.983 operaciones comerciales a escala nacional, incluidas las rutas que van hacia los territorios insulares del país.
Si se toma como referencia la propuesta legislativa francesa, en España solo se podrían suprimir los vuelos que puedan ser sustituidos por rutas alternativas en ferrocarril que duren menos de tres horas. Es decir, aquellos trayectos que puedan ser cubiertos por las líneas de tren de alta velocidad. Según los datos de Renfe, actualmente estos sólo afectaría a ocho rutas, todas ellas con salida o entrada en la capital. Estas rutas en avión representan el 11% de los trayectos peninsulares que a día de hoy se realizan en avión, según estadísticas de Aena.
Un porcentaje importante si se tiene en cuenta el impacto ambiental del conjunto de estos vuelos. Tanto es así que España ahorraría 1.047.440 de toneladas de CO2 a la atmósfera, el equivalente a la huella de carbono de 205.000 personas en un año, según los datos del Banco Mundial atribuidos al CO2 per cápita de España. Es decir, suprimir los vuelos cortos sería equivalente a eliminar de un plumazo el dióxido de carbono emitido en un año por la población de una ciudad del tamaño de Pamplona o Móstoles.
Sacar provecho a la alta velocidad
Los vuelos nacionales más comunes y contaminantes –descontando los trayectos entre la península y las islas– son los que van desde Madrid a Barcelona y desde Barcelona a Madrid. En 2022 sumaron 758.340 toneladas de CO2, el 72% de la huella de carbono generada por el conjunto de aviones sustituibles por rutas en tren de menos de tres horas.
"España ha hecho inversiones enormes en alta velocidad. Aunque no se han hecho muchas cosas bien, esto nos sitúa en una situación privilegiada para suprimir muchos trayectos en avión y destinarlos al tren", argumenta Pablo Muñoz, responsable de la campaña de Aviación de Ecologistas en Acción.
La conexión entre la capital y Barcelona es el gran ejemplo, pues suma ya cuatro operadores comerciales. Para el experto en movilidad, sin embargo, esta oportunidad debe ser un punto de arranque que sirva, además, para mejorar y potenciar otras conexiones que vayan más allá del modelo centralizado del sistema de ferrocarril español. "Habría que invertir para poder aumentar las capacidades de cada una de estas rutas, pero también para que haya nuevas conexiones que permitan sustituir más vuelos", indica.
Actualmente las conexiones que, según Renfe, durarían menos de tres horas, parten o llegan a la capital hacia o desde la citada Barcelona, València, Alacant y Sevilla. Los ecologistas ponen el foco en las conexiones que, pese a la cercanía geográfica, no cuentan con un corredor ferroviario que permita acortar los viajes. Es el caso de las rutas en el norte del país, donde un recorrido entre Galicia y Euskadi, por ejemplo, obliga a pasar por Madrid.
La Ley de Movilidad Sostenible, una oportunidad
Para el experto de Transport & Environmet, España tiene una oportunidad única: la inminente aprobación de la Ley de Movilidad Sostenible. "Es algo que se puede hacer y que viene respaldado por Europa. El Parlamento Europeo dice en su reglamento 1008/2008 que se pueden restringir los servicios aéreos por razones ambientales siempre que haya una alternativa de transporte. Es el caso", indica.
La norma, en su texto actual, no incluye ninguna mención a la supresión de los vuelos domésticos. Sin embargo, las organizaciones ecologistas ya han presentado enmiendas para hacer que el cambio sea posible. También lo ha hecho Unidas Podemos, que presentó el pasado mes de marzo una batería de propuestas entre las que destacaba la supresión de las rutas aéreas que puedan ser suplidas por viajes en tren directos con una duración de hasta cuatro horas.
Si se elevase la horquilla como pide la formación morada, se podrían incluir otras rutas que, según Renfe, duran menos de tres horas y media, como las conexiones entre Madrid y Málaga o las conexiones del mediterráneo entre Barcelona y València. Unos viajes aéreos que, de suprimirse, podrían recortar otras 40.000 toneladas de CO2 al año, según los cálculos realizados a través de los datos de Aena y la herramienta Atmosfair.
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