Los senegaleses que auxiliaron a Samuel: "Si hubiéramos tenido papeles habríamos llamado a la Policía"
La amiga que acompañaba a la víctima la noche de su muerte confirma que dos de los acusados le llamaron "maricón de mierda" antes de atacarle.
A Coruña--Actualizado a
Cuando la jueza le dice que puede ponerse de pie para explicarse mejor, Ibrahima se levanta de la silla, extiende sus brazos y narra con voz firme ante el jurado cómo recogió a Samuel del suelo y lo arropó para resguardarlo de la lluvia de puñetazos. Al tiempo que él sostenía y protegía al chico, Magatte, a su espalda, abría los suyos en cruz, marchando hacia atrás y haciendo de escudo entre el joven y la turba que lo perseguía.
Ibrahima Diack y Magatte N'Diaye son senegaleses, llegaron a España en patera y cuando a Samuel Luiz lo mataron en A Coruña en el verano de 2021 no tenían permiso de residencia. Aquella madrugada del 3 de julio de 2021, caminaban por el paseo marítimo, cerca de su domicilio, cuando lo vieron herido e indefenso en el suelo mientras un grupo de personas lo pateaba en plena avenida junto a la playa de Riazor.
Para dos inmigrantes en situación irregular con familias a las que alimentar en su país, implicarse de noche en un altercado tan violento suponía y supone un riesgo evidente. Porque a ellos también podían pegarles, claro, pero también porque no tenían papeles, con todo lo que eso implica. Aun así, ninguno de los dos lo dudó. Fueron los únicos de entre todos los testigos de la paliza que intentaron socorrer a Samuel.
"Había seis o siete personas dándole patadas y puñetazos"
Ibrahima y Magatte declararon este viernes en el juicio contra los cinco acusados de asesinarlo que se celebra desde el miércoles en la Audiencia de A Coruña. Cuando ocurrieron los hechos tenían 37 y 36 años. Deben de medir cerca de 1,90 o más. Son fuertes, fibrosos y corpulentos. Cuesta pensar que ni siquiera ellos, con su altura y su envergadura, pudieran impedir que los agresores de Samuel acabaran a palos con su vida, y eso describe con nitidez la ferocidad y la violencia de la jauría que se ensañó con él.
"Estaba solo, tirado en el suelo, había seis o siete personas dándole patadas y puñetazos y ni siquiera podía defenderse", relató Ibrahima. Explicó que después del primer tumulto, Samuel estaba malherido, sangrando y aturdido, y que casi no podía caminar. Se lo llevaron andando, casi arrastrándolo, como pudieron, para tratar de sacarlo de allí.
Los agresores los persiguieron a empujones y saltos a su alrededor, mientras intentaban propinar a la víctima aún más patadas y manotazos, algunos de los cuales también les alcanzaron a ambos. Cuando intentaron cruzar la calle le dieron el último golpe, que desplomó a Samuel. "Entonces, los que nos perseguían escaparon", añadió.
Golpe para las defensas
El testimonio de Ibrahima y de Magatte supone también un golpe para las defensas, porque pone en duda sus versiones exculpatorias y porque entre los dos identificaron con claridad ante el jurado a todos y cada uno de lo acusados sentados en el banquillo, a quienes situaron como miembros del grupo que atacó, persiguió y dio caza y muerte a Samuel.
Ibrahima, que caminaba de espaldas a ellos sosteniéndolo en sus brazos, sólo pudo distinguir a Alejandro Freire, Yumba, a quien otros testigos han identificado como la persona que previamente había intentado estrangularlo con el brazo. Ibrahima fue contundente: "Es ese de allí", dijo, apuntando con el dedo y el brazo extendido a la esquina del banquillo en la que Yumba se sienta con su abogado. "Me quedé con su cara", aclaró.
Magatte, en cambio, los reconoció a todos. Tiene sentido esa diferencia, porque, al contrario de Ibrahima, que caminaba de frente dándoles la espalda y protegiendo a Samuel con los brazos, él sí podía verles las caras mientras les cerraba el paso, andando hacia atrás con los suyos en cruz. Magatte señaló primero a Diego Montaña, a Catherine Silva y a Kaio Amaral Silva, y acto seguido, a Alejandro Míguez y a Yumba. "Son todos los que están aquí", declaró.
Durante sus interrogatorios, las defensas pusieron de manifiesto con sus preguntas que ni Ibrahima ni Magatte habían sido tan explícitos en sus testimonios iniciales ni durante las ruedas de reconocimiento, y pidieron que se incorporaran al acta sus declaraciones ante la Policía y el Juzgado de Instrucción, que a su juicio se contradicen con la declaración del viernes.
Les asiste ese derecho, reconocido en la Ley del Jurado. El de la Audiencia de A Coruña deberá ahora valorarlas y decidir si tienen mayor valor probatorio que lo expuesto en los interrogatorios de la vista oral, algo que no suele ser la norma en los procedimientos penales.
"Si hubiéramos tenido papeles..."
Magatte e Ibrahima también explicaron por qué no habían llamado a la Policía cuando vieron por primera vez a Samuel apaleado por la jauría, ni a la ambulancia, después, cuando cayó herido de muerte y quedó de nuevo tendido en la calzada, esta vez inconsciente. "Estaba lleno de sangre, sangraba por todas partes, teníamos miedo, nunca habíamos visto nada así", justificó Ibrahima. "Si hubiéramos tenido papeles, habríamos llamado a la Policía. Pero no los teníamos", resumió.
Cuando la manada se dispersó, entonces sí, varias personas se acercaron a Samuel. Entre ellos Alexander, un joven que vio toda la persecución desde lejos y que no intervino porque tuvo miedo. La siguió a distancia, y por eso, relató, no podía identificar a nadie. Sí apuntó que alguien había reventado una botella dentro del embarullado tumulto, aunque no supo decir si fue sobre el cuerpo de Samuel o sobre el piso. "Recuerdo una mano levantada con ella y luego el ruido de la botella al romperse", señaló.
Ni Ibrahima ni Magatte escucharon o recuerdan haber escuchado eso. Tampoco a nadie llamando maricón a Samuel ni profiriendo insultos homófobos. Lo que supone cierto alivio para las defensas, sobre todo las de Catherine y Diego, sobre los que pesa la agravante de discriminación por orientación sexual en la acusación de asesinato con alevosía y ensañamiento que les imputa la Fiscalía.
"¡Maricón de mierda!"
Sí escuchó esa expresión Lina Fernández, la amiga que acompañaba a Samuel esa noche y junto a Ibrahima y Magatte, la única persona que arriesgó su vida para intentar salvar la suya. Ella fue la primera en declarar el viernes, y narró que se cruzaron por el paseo con Diego y Catherine, y que el primero amenazó de muerte a Samuel cuando creyó que le estaban grabando con el móvil cuando en realidad estaban haciendo una videollamada. Quien estaba al otro lado era Vanessa, la entonces pareja de Lina, quien también testificó ayer y que pudo ver y oír el incidente hasta que la videollamada se perdió.
Lina aseguró que Diego y Catherine, que eran entonces pareja, se dirigieron a Samuel llamándole "maricón de mierda", y que la segunda no sólo no intervino para frenar a Diego, como declaró el pasado miércoles ante el jurado, sino que la apartó y la tiró al suelo para impedir, precisamente, que socorriera a la víctima: "Me dijo: '¡Quita de ahí, que no pintas nada!'".
Una pareja la ayudó a levantarse del suelo, y entonces vio a la jauría sobre Samuel, que aún seguía vivo cuando aparecieron Ibrahima y Magatte. Ella les acompañó pero volvió al lugar de los hechos porque el propio Samuel le pidió que buscara su móvil, porque se le había caído o se lo habían quitado. Fue la última vez que lo vio consciente. La siguiente, apenas unos minutos después, yacía inerme y sin conocimiento sobre el asfalto.
Valores humanitarios
Díaz días después del suceso, el Gobierno acordó regularizar la situación de los dos ciudadanos senegaleses. Y durante la vista de este viernes, el abogado de Yumba quiso interrogar en ese sentido a Ibrahima y a Magatte, pretendiendo insinuar que ese reconocimiento a sus actos podría haber condicionado sus testimonios, aproximándolos al relato de la Fiscalía y las acusaciones.
La magistrada que preside el juicio frenó en seco al letrado, por las razones jurídicas y procesales pertinentes. Aunque desde el punto de vista moral también resulta difícil creer que esa línea tenga algún sentido. Basta con ver a Ibrahima con los brazos extendidos, de pie y ante un jurado a miles de kilómetros de su país, e imaginando todo lo que él y Magatte se jugaron por intentar salvar la vida de otra persona. No debe de haber una imagen que represente mejor el comportamiento cívico y los valores humanitarios.
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