Un recorrido por el pasado y presente de la industria textil barcelonesa para seguir tejiendo redes
Acció Comunitaria organiza rutas por barrios obreros como Poble Sec para visibilizar los grupos de costura existentes.
Esperanza Escribano
Barcelona--Actualizado a
"Aquí estamos muy acompañadas y en casa estamos muy solas", dice Teresa Gatell. Tiene 91 años y cada semana acude a Les Cosidores, uno de los más de 50 grupos de costura que se reúnen en toda Barcelona y que el pasado miércoles formó parte de un ruta por el pasado y presente textil de Poble-sec. Desde las fábricas textiles de finales del XIX, hoy reivindican la artesanía varios espacios del barrio, representados por una abrumadora mayoría de mujeres. El proyecto comunitario Fem Filigranes los impulsa con recorridos para que el resto de vecinas los conozcan y sigan tejiendo redes.
La ruta empezaba en los Jardines de Les Tres Xemeneies, espacio emblemático del movimiento obrero. Las antiguas chimeneas recuerdan la central eléctrica de La Canadiense, donde el 5 de febrero de 1919 la CNT comenzó la huelga más importante de la historia del país. Después de 44 días, con el 70% de la industria catalana paralizada, la empresa mejoró los salarios, readmitió a los obreros despedidos y el Estado reconoció por ley la jornada laboral de ocho horas.
Hoy en día, sigue siendo un lugar para la reivindicación cultural, como explica Natalia Durán Luna, guía de la ruta: "este espacio representa la esencia del barrio a través de los murales. Ahora, por ejemplo, pueden verse varios en apoyo a Palestina".
Caminantes, el grupo de mujeres arpilleristas de Poble Sec
La primera parada de la ruta pasaba por el Centre Cívic El Sortidor, donde cada semana se reúnen las Caminantes, un grupo intercultural al que une la creatividad y el arte textil. Las primeras reuniones del grupo son abiertas y cuando ya se ha definido el tema, se cierra
para que pueda crearse una cierta intimidad entre las participantes.
Raquel García es arteteurapeuta, técnica de acción comunitaria y coordina el grupo desde hace años. Recuerda a la artista bordadora, Elisava, que fue la primera en firmar una obra de costura, El pendón de San Otón. Hoy, su nombre es el de la Escuela Universitaria de Diseño e Ingeniería de Barcelona. La historia puede servir para reivindicar un arte que, al ser cultivado casi siempre solo por mujeres, no ocupa el lugar que merecería.
Las Caminantes han empezado a coser en una sábana dejándose inspirar por el tema de las raíces. Han elegido este formado porque les permite moverse. "Así podemos ir a visitar a otras mujeres, porque lo más importante es sentarse alrededor de una mesa, estar juntas
y charlar", explica García.
Les Cosidores, las mujeres mayores que ya no están solas
Teresa Gatell, la mujer con la que empezaba este reportaje, se junta cada semana con Les Cosidores, el grupo de personas mayores que organiza la Coordinadora d'Entitats de Poble Sec. El proyecto nació después de otro, Baixem al Carrer, que en 2012 se planteó acompañar a las personas mayores que vivían aisladas en su casa por las barreras arquitectónicas. Después de ayudarles a salir a la calle, les propusieron juntarse en el grupo.
"Son nuestra segunda familia", cuenta otra de las participantes, Teresa Andrés. A su voz se suma la de Carmen: "aquí nos valoran. Yo a veces vengo mareada y cuando me voy, me voy muy bien". Está pintando sobre una camisa que tenía una mancha y ahora va a quedar
tapada con su dibujo. Cada una destaca en una especialidad: desde las mantas de lana, al patchwork o los patucos y bolsos. Lo que cosen, lo venden en los dos mercadillos anuales que celebran y con el dinero financian salidas culturales. Lo que no se compra en el mercado, lo donan a una ONG.
Entre cosidores y participantes de la ruta se inicia una conversación. "Estos encuentros son lo que nos motiva, queremos que vecinos y espacios se conozcan porque de ahí podrán salir más actividades", cuenta Isabel Roca, técnica de Fem Filigranas. Además, como se
desprende de los distintos grupos, la costura acaba siendo lo de menos y lo importante es establecer relaciones y romper con la soledad: "Más costurillas y menos pastillas", añade Roca.
Espai Momu, aprender a coser
¿Y si no tienes ni idea de coser? Esther Muñoz, diseñadora, comparte su socia el Espai Momu, un proyecto enfocado a la costura sostenible y creativa con responsabilidad social. Organizan tanto talleres colaborativos, como formación adaptada a entidades, arreglos de ropa, asesoramiento a diseñadores jóvenes o vestuario para espectáculos.
"Enseñamos a coser con máquinas domésticas porque son las que la gente tiene en su casa", aclara Muñoz, "aunque también tenemos industriales". La sostenibilidad es el concepto básico del espacio porque, como explica la propia diseñadora, el textil es lo único
que no se puede mecanizar: "no hay máquinas que cosan por nosotras".
Con ese objetivo dan clases de costura desde los seis años hasta el final de la vida. En sus clases no hay niveles, sino que cada alumno sigue su propio ritmo. En esa enseñanza, Momu ha ido adaptándose a las necesidades y están abiertas al trueque, además de tener tarifas individualizadas.
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