Este artículo se publicó hace 4 años.
La pandemia deja a los bancos de alimentos en una situación crítica
La demanda de comida ha aumentado en torno a un 30% para unas organizaciones que, además, han perdido a buena parte de su voluntariado, jubilados que deben permanecer en casa como población de riesgo.
Sevilla-
El aumento de la pobreza a causa del cierre de la actividad económica por la covid-19 se está notando con fuerza en la red de 55 bancos de alimentos de España que suministran la única comida que entra en miles de hogares de este país. La demanda de alimentos de las más de 7.000 entidades sociales que asisten a esas personas en toda España ha subido entre un 30 y un 35% desde el comienzo del estado de alarma. Y lo peor es que aún parece bastante lejano el momento en que se alcanzará el pico de la curva de esta crisis económica.
Los bancos de alimentos constituyen la principal red mayorista de suministro a las organizaciones sociales (comedores, entidades benéficas y de emergencia) que atienden a la población más necesitada, la que no tiene dinero ni para meter algo de comida en la nevera. El año pasado, esta red distribuyó 145 millones de kilos de alimentos entre 7.216 entidades sociales que atendieron a 1,1 millones de personas. Ahora, la Federación Española de estas organizaciones no gubernamentales, Fesbal, calcula que con la crisis desatada por la pandemia podrían tener que abastecer como mínimo a 1,7 millones.
“La pandemia ha llevado a los bancos de alimentos a una situación límite”, advierte el director general de Fesbal, Miguel Fernández. La “avalancha” de peticiones de ayuda, de nuevas entidades sociales que han recurrido ahora a ellos para atender a la población de su entorno se ha sumado a las dificultades que entraña para cualquier actividad el estado de alarma y, sobre todo, a la pérdida de un gran número de efectivos de estas organizaciones, constituidas en su mayoría por personas mayores jubiladas voluntarias, una población de riesgo que ahora debe permanecer en casa.
En Madrid, una de las comunidades más castigadas por la pandemia y la crisis económica consecuente, el banco de alimentos ha pasado de repartir unos 150.000 kilos diarios de comida a cerca de 200.000, un incremento del 33% que ha puesto a prueba la resistencia de esta organización humanitaria con muchos de sus 400 voluntarios con más de 65 años y sin posibilidad de hacer la recogida habitual de alimentos en la Operación Kilo que por estas fechas se suele organizar en los supermercados. “Nos hemos tenido que reinventar”, dice Elena Doria, portavoz de una organización que teme que todo vaya a peor a medida que transcurran las semanas y las consecuencias del cierre de la actividad económica se acentúen.
La necesidad y el hambre aprietan en miles de hogares madrileños y eso se deja notar en las 400 llamadas diarias que recibe el banco de alimentos de esta comunidad pidiendo ayuda, sobre todo de los municipios del sur como Móstoles, Fuenlabrada o Leganés, y de los distritos de Vallecas, Usera, Carabanchel o La Latina en la capital. Antes de que se declarara el estado de alarma, este banco disponía de alimentos para tres meses, pero el gran incremento de la demanda desde mediados de marzo les ha dejado con existencias para resistir sólo uno más. “Es una situación crítica”, subraya Elena Doria.
En Barcelona también están sufriendo con dureza los embates de la nueva crisis. En estas primeras semanas, la demanda ha aumentado con 38 nuevas entidades sociales que han pedido suministro de comida para 8.400 personas más, que se suman a las cerca de 115.000 a las que ya venía atendiendo el banco de alimentos de la capital catalana. Desde la declaración del estado de alarma, esta organización ya ha repartido 2,3 millones de kilos, en torno a un 35% más que en el mismo periodo del año pasado.
“Tenemos unas necesidades mayores que nunca”, señala Lluis Fatjó-Vilas, director del Banco de Alimentos de Barcelona, que dispone de tres almacenes en la ciudad. Para atender toda la demanda, han abierto un servicio de atención telefónica en el que reciben sólo por la mañana unas 40 llamadas diarias de personas a las que informan de los recursos sociales existentes en su entorno para conseguir alimentos. Y también han puesto en marcha un servicio de entrega de comida preparada, en colaboración con el proyecto solidario del chef José Andrés, con el que ya han distribuido en un mes más de 50.000 platos, fundamentalmente entre los comedores sociales.
“Repunte excepcional” en Cádiz
En Cádiz anda igual de atareado el voluntariado que se encarga del banco de alimentos de la provincia con las mayores tasas de paro de España, ahora agravadas aún más con los efectos económicos de la pandemia. Su secretaria, Isabel Gomis, dice que en las dos primeras semanas del estado de alarma no notaron mucho el cambio, pero en las dos siguientes tuvieron un “repunte excepcional” de familias que se han ido quedando sin ingresos. Pasaron así en unas semanas de repartir comida para 22.000 personas a hacerlo para cerca de 30.000 de toda la provincia salvo el Campo de Gibraltar, que cuenta con un banco de alimentos propio.
Este notable incremento de la demanda ha dejado tiritando el almacén del banco gaditano, al que le quedan alimentos para apenas dos semanas más, pero con un crecimiento diario del número de personas que demandan ayuda para llevar comida a sus casas que hará más difícil la resistencia. “Estamos a verlas venir”, se lamenta Gomis.
Los bancos de alimentos de otras provincias con una menor población, como Guadalajara, también le han visto las orejas al lobo de la pobreza que se ha acentuado con una mayor intensidad con el estado de alarma, personas que estaban en la economía sumergida, autónomos que vivían casi al día, empleadas del hogar sin contratos, mucha gente que se ha quedado de pronto sin ingresos y sin prestaciones y que antes no estaba registrada en los servicios sociales como demandante de ayudas públicas. Y aunque de momento pueden hacer frente a toda la demanda, su directora, Carmen Hombrados, reconoce que han tenido “un repunte tremendo de la demanda”.
En La Rioja también han experimentado un incremento de la demanda por la suma de los habituales beneficiarios y de los que se han agregado a causa de la pandemia, a quienes hacen llegar los alimentos a través de la Cruz Roja, según su portavoz, Antonio Egido, quien advierte de que la paralización de la recogida que hacían de alimentos en supermercados y otras superficies comerciales debido a las medidas del estado de alarma está mermando sus existencias.
Para paliar esa paralización, los bancos de alimentos de toda España han tenido que improvisar una Operación Kilo virtual a través de internet, a fin de captar donativos de particulares que les permitan adquirir la comida que empieza a escasear en sus almacenes. En su ayuda ha salido también un gran número de empresas, en su mayoría de la industria alimentaria, que han empezado a enviarles toneladas de productos de todo tipo. “Con una aportación de tan solo dos euros, los bancos de alimentos pueden proporcionar la comida diaria de una persona y con veinte, se puede mantener a una familia durante una semana”, asegura Fesbal.
Y no sólo necesitan dinero. También requieren voluntariado. Muchos estudiantes y otras personas solidarias han tenido que sustituir a una buena parte de los 3.000 voluntarios jubilados que colaboran habitualmente en estas organizaciones y que, por su edad, han debido quedarse en casa. A esta labor solidaria se han sumado igualmente efectivos de la UME, de Cruz Roja y otras instituciones que han arrimado el hombro para que la comida no falte en ningún hogar.
La red de organizaciones que elabora el informe sobre el Estado de la Pobreza en España (EAPN) ha subrayado que, entre las medidas necesarias para paliar de forma inmediata los efectos socioeconómicos de la pandemia, se debe garantizar el suministro de alimentos a todos aquellos hogares que dependían de los servicios sociales, centros educativos o de instituciones públicas o privadas para su manutención, así como establecer un sistema para distribuir comida elaborada a quienes no pueden ir a recogerla a los comedores comunitarios y ampliar la distribución de los bancos de alimentos.
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