La oscura realidad en las aulas españolas: uno de cada cuatro jóvenes LGTBI+ sufre violencia ante la inacción de los centros
Según la investigación 'Estado de la educación LGTBI+ 2024', un 23% de la población LGTBI+ ha sufrido actos de odio en la escuela, cifra que se eleva a una de cada cuatro personas (25%) en la franja de edad de entre 18 y 24 años (Generación Z).
María Martínez Collado
Madrid--Actualizado a
Pablo tiene 24 años y tan solo hace cinco que "salió del armario". Durante mucho tiempo vivió fingiendo ser alguien que no era, "un hombre hecho y derecho". Los motivos fueron varios: homofobia y misoginia interiorizada, miedo a sentirse rechazado por su familia, a no encajar en un grupo de amigos en esas edades en las que la amistad lo es casi todo. En general, para evitar sufrir la violencia disciplinante que sabía que se ejerce contra aquellos que "tienen pluma, más amigas que amigos o que deciden no jugar a fútbol en el patio". Limitando y midiendo cada palabra, cada comentario, vivió llevando prácticamente una segunda vida, cohibido. Claro que sus primeras interacciones sexoafectivas fueron con otros hombres, pero siempre bajo el silencio de quien está dispuesto a llevarse un secreto a la tumba con tal de no pasar el dolor de ser señalado, marginado y herido. Quizá por eso trataba de desviar la mirada y que el juicio se posara sobre otro.
Pablo reconoce que sufrió, que se arrepiente de no "haberse aceptado antes", pero sobre todo de haber participado de los comentarios y del clima de violencia que sí tenían que soportar aquellos que no querían esconderse o, peor, a quienes "se les notaba" y "les habían descubierto". Se acuerda mucho de un chico, Alejandro (nombre ficticio), al que hizo bullying durante toda la ESO. Pablo no era un estudiante de esos populares, que tienen muchos colegas e intervienen habitualmente en clase. Todo lo contrario. Cuenta que siempre se metieron con él por su cuerpo, por su peso, por llevar gafas, por no encajar en la norma.
Cuando entró a la universidad por fin pudo empezar a reconocerse. No fue un camino fácil, asumir que era bisexual suponía reconocer una vulnerabilidad más, otro motivo para ser insultado. Entonces empezó a pensar en todos aquellos excompañeros y excompañeras LGTBI+, en sus infancias y adolescencias, en Alejandro, de quien tantas veces se había burlado. ¿Cómo se sentiría? ¿Qué recuerdo tendría de él, su acosador?
Más del 14% de los actos de odio contra estudiantes LGTBI+ corresponden a acoso, seguidos de cerca por discriminación y violencia física
Pablo había volcado sobre su persona todas sus inseguridades y miedos, incluso el odio a sí mismo. Hace no mucho, le escribió para disculparse. "Le mandé un mensaje para decirle que fui injusto, que fue porque me costó muchísimo reconocer lo que me pasaba a mí", explica a Público. A día de hoy, ni la madre ni el hermano de Pablo ven con buenos ojos que también le gusten los hombres y convive con el rechazo familiar que tanto temía. Por supuesto, el instituto nunca hizo nada, nadie evitaba los comentarios homófobos, eran cosas de críos y, entre tanto, la violencia seguía actuando impunemente.
Como Alejandro, que sufrió acoso escolar por ser gay, han vivido una de cada cuatro personas LGTBI+ de la Generación Z. Un dato desgarrador, revelado en el informe Estado de la educación LGTBI+ 2024 de la Federación Estatal LGTBI+, que ilustra la oscura realidad en las aulas españolas, donde la violencia y la discriminación parecen haber encontrado un espacio seguro, mientras que la respuesta institucional sigue siendo insuficiente.
El 70% de los centros no hacen nada para detener el acoso
Puede que el dato más alarmante no sea el alto porcentaje de jóvenes afectados, sino la inacción de los centros educativos: en casi siete de cada diez casos los centros no hicieron nada para detener el acoso. Y no será porque las cifras no son suficientemente demoledoras. Más del 14% de los actos de odio contra estudiantes LGTBI+ corresponden a acoso, seguidos de cerca por discriminación y violencia física. Este tipo de agresiones son especialmente comunes durante la etapa de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), destacando 3º y 4º como los años más críticos, apunta el informe realizado a partir de datos inéditos de la agencia 40db.
Cuando las escuelas actúan, además, muchas veces suele ser ya tarde, después de meses e incluso años de victimización. O eso fue, al menos, lo que le pasó a Rodrigo (pseudónimo), que estuvo desde la guardería hasta la ESO en el mismo colegio concertado. "Tengo experiencias grabadas a fuego en la cabeza, que no se me van por el nivel de ansiedad que sufría", expresa. Rodrigo piensa en los gestos que hacían para incomodarle, "como imitar la forma de un culo con las manos y meter la lengua en medio" para ridiculizar el sexo anal. Lo que más le extraña es que por aquel entonces tenía solo seis años, ¿qué habrían visto en él para acosarle de esa manera?, se pregunta, "si no tenía ni idea de nada" sobre su sexualidad.
Cristina (maestra): "Lo que se hace es poner parches una vez que aparece el problema en vez de hacer que los alumnos se sientan respetados desde el principio"
Los comentarios y la presión mental un día cruzaron la frontera hacia la violencia física. Unas niñas le acorralaron y empezaron a empujarle, a darle manotazos, mientras le gritaban: "Tú eres maricón. Eres maricón, eh, tienes que saberlo". Rodrigo cree que justo después le dio uno de sus primeros ataques de ansiedad. Corrió al despacho de un profesor con el que tenía confianza, lo contó todo y expulsaron a las niñas que le habían agredido "dos o tres días". La cuestión es que el daño ya estaba hecho. Es más, el joven, que tiene ahora 25 años, se sigue acordando de las "pesadillas que tenía" con que le esperaban "para amenazarle y pegarle".
Cristina, maestra de Educación Primaria, lamenta que "solo se active el protocolo LGTBI+ cuando se detecta un caso de acoso o bullying muy exagerado, cuando lo que se debería hacer son campañas de prevención y concienciación en todos los centros". "Lo ideal sería que no fuese un tema del que solo se habla en días especiales, sino que estuviese presente siempre en las aulas", critica. La profesora sospecha que muchos colegios e institutos intentan que estos casos "no salgan a la luz o no darle mucha importancia" porque "anunciar que tienes un problema de acoso en tu centro por temas LGTBI+ le da muy mala publicidad".
"Lo más importante es que las maestras seamos conscientes de estos datos, de cómo afecta a nuestros alumnos y alumnas, y a su rendimiento escolar. Al final lo que se hace en los centros con estos temas es poner parches una vez que aparece el problema, en vez de hacer que todos los alumnos se sientan respetados y escuchados desde el principio. Para esto, es esencial trabajar para generar una red de apoyo y que todo el mundo se sienta cómodo y en confianza para expresarse", asevera la docente madrileña.
Falta de referentes
A través de ese tipo de campañas, los propios alumnos podrían conocer referentes, algo que Ana, otra joven lesbiana de 24 años, lamenta no haber tenido. Ella explica que hay muchas cosas de la infancia de las que no se acuerda porque "no lo pasó bien". Cuando iba a 1º o a 2º de primaria, empezó a ser consciente de que le gustaban las chicas y, aunque no ha sido víctima de violencia física, sí que habla de la desorientación que sentía por saber que no encajaba en lo normativo: "Me di cuenta de que me gustaba mi amiga Paula, pero enseguida lo descarté porque no concebía un mundo en el que te podían gustar las mujeres". Es una sensación de extrañeza que le ha acompañado durante mucho tiempo, hasta la universidad, como a Pablo.
Ya a partir de 5º o 6º de primaria todo empezaba a evidenciarse más. A Ana no le gustaba vestirse "especialmente femenina, no llevaba faldas". Ella no le daba más importancia, pero "el resto de la gente sí que se la daba". En la ESO, etapa donde la sexualidad empieza a ganar terreno, empezó a sentir "mucha ansiedad" porque sabía que el ser lesbiana "era algo que no podía decir, veía que no tenía futuro", se sentía "sola". Con 14 o 15 años su gran obsesión era encontrar representaciones en el plano de la ficción, en revistas o películas. El feminismo de la cuarta ola fue su vía de escape. Comentar cuestiones sobre la identidad sexual con total normalidad fue un alivio, eso sí, siempre fuera de las aulas.
Un 19% de los jóvenes LGTBI+ abandona los estudios
Estudiar bajo esta hostilidad no es tarea sencilla. El documento, presentado por la Federación Estatal LGTBI+, confirma que el abandono escolar temprano es un claro síntoma de este problema. El informe señala que casi un 19% de los jóvenes LGTBI+ entre 18 y 24 años abandonan los estudios antes de finalizar secundaria, una cifra alarmantemente superior al 13% del resto de la población.
El 27% de los hombres de la Generación Z reconoce sentirse incómodo al ver a una pareja del mismo sexo
No solo preocupa la violencia directa, sino también la creciente presencia de prejuicios entre los propios jóvenes. El reciente estudio muestra que los prejuicios contra la comunidad LGTBI+ se han disparado en los últimos tres años, con un aumento particularmente notable entre los hombres jóvenes. En este contexto, el 27% de los hombres de la Generación Z reconoce sentirse incómodo al ver a una pareja del mismo sexo, una diferencia significativa con respecto a generaciones anteriores.
Las soluciones no pueden esperar. Por eso, desde la Federación, se exige la creación de una Comisión Nacional Educativa en materia LGTBI+ que vele por el cumplimiento de los planes de igualdad en los centros educativos. También se pone el foco en la necesidad urgente de aplicar la Ley Estatal LGTBI+ para garantizar la formación en diversidad de género y afectivo-sexual a los docentes, y la implementación efectiva de medidas de prevención contra el acoso.
Mientras la educación en diversidad siga siendo una asignatura pendiente, los jóvenes LGTBI+ continuarán enfrentándose a un sistema que, lejos de protegerles, mira hacia otro lado. Las cifras gritan por un cambio, ahora la sociedad y los responsables políticos deberán decidir si siguen en silencio.
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