SEVILLA
Actualizado:La hermana Cristina es la monja española más joven de la congregación de Santa Ana. Tiene 25 años, apoya las reivindicaciones feministas y este jueves secundará la manifestación del 8 de marzo. “Antes que monja, soy mujer”, dice. Parece sorprendida de que los medios de comunicación se sorprendan con que una mujer de la Iglesia Católica se alinee con el feminismo y alce la voz para protestar. No debería ser extraño, no soy la única monja que apoya el feminismo”, advierte, “quizá es raro porque no solemos hablar de esto en público y eso ha contribuido a dar una imagen falsa de una Iglesia homogénea y uniforme. El movimiento feminista está despertando y es importante que haya voces de dentro de la Iglesia que participen en esto. Sé que tiene más fuerza que yo lo haga públicamente”.
¿Usted es feminista? La joven hace una pausa larga y finalmente responde como quien vacía todo el aire de los pulmones: “Pero, ¿cómo no voy a ser feminista? Desde una perspectiva teológica, no sólo el hombre fue creado a imagen de Dios, también la mujer”.
Cristina Pascual nació en Monzón, provincia de Huesca, estudia Teología en el seminario y pertenece a las Hermanas de la Caridad de Santa Ana de Zaragoza. Empezó su formación como monja con apenas 20 años y ahora se encuentra en una etapa avanzada, conocida como juniorado, en la que debe profundizar en su vida religiosa. El feminismo le llega de sus estudios teológicos, pero sobre todo de haber convivido con mujeres subordinadas por la sociedad, como parte de su labor en la obra social de Santa Ana. “Mi comunidad me ha destinado a casas de acogida donde conviví con muchas mujeres que venían de una situación muy hostil: prostitutas, drogadictas, personas sin recursos, con enfermedades mentales… Cada historia era distinta, pero en todas la condición de mujer había sido un obstáculo más para ellas”, recuerda.
La vocación religiosa es una carrera larga que se subdivide en etapas, está en constante revisión y se prolonga entre 10 y 12 años, hasta que se profesan los votos perpetuos. La primera fase se llama aspirantado y sirve para clarificar la vocación. Desde ahí se solicita la entrada al postulantado, para fortalecer la vida cristiana, y luego se inicia el noviciado, que son dos años de formación exclusiva dentro de la comunidad religiosa para madurar la opción vocacional. Cristina está en el primero de los seis años que dura el juniorado, ya plenamente integrada en la congregación como una hermana más, aunque sus votos aún son temporales, y debe renovarlos cada año ante su superiora.
Este 8 de marzo, Día de la Mujer, arrastra un movimiento de protesta y reivindicación internacional mucho más fuerte que en años anteriores. Como si fuera un punto de inflexión en la Historia, un enorme grito de basta a la discriminación laboral y salarial, al maltrato y la violencia machista, a los abusos sexuales y al acoso en la oficina y en las calles, al techo de cristal… La hermana Cristina no hará huelga, pero se mezclará con el resto de mujeres en la manifestación que está convocada en el centro de Zaragoza, como en otras muchas ciudades. “Yo voy a la protesta como una más, no estoy ahí como monja, ni siquiera visto el hábito por voluntad propia. El movimiento feminista también nos advierte de que nuestro propio lenguaje es machista y está contaminado por una visión uniforme de la realidad, la masculina. En teología ocurre lo mismo: No existen dos mundos, el de la Iglesia y el de la calle. Para mí es el mismo. En la Iglesia hay pluralidad, no todos piensan igual, hay quienes somos feministas y hay quienes no lo son”, explica.
La semana pasada, la revista mensual Donne, Chiesa, mondo, del diario vaticano L’Osservatore Romano, denunció en un reportaje el trabajo de “siervas”, “casi gratuito” que hacen las monjas para la alta jerarquía de la Iglesia Católica. “Están al servicio del hombre de la Iglesia, se levantan al alba para preparar el desayuno y se van a dormir una vez que la cena ha sido servida, la casa ordenada y la colada lavada y planchada. En este tipo de servicio, las religiosas no tienen un horario preciso y regulado, como los laicos, y su retribución es aleatoria y muy modesta. Además las monjas raramente son invitadas a sentarse a la mesa en la que sirven”, dice el testimonio de una religiosa que aparece en el artículo.
El texto ha removido conciencias dentro de la Iglesia. La hermana Cristina menciona el reportaje cuando se le pregunta si hay razones concretas para que las monjas se unan al movimiento feminista, aunque aclara que ella nunca ha vivido una experiencia similar en su congregación. En el reportaje aparecen religiosas con doctorados en Teología que son encomendadas a limpiar los dormitorios de los obispos y a cocinar para los cardenales. “Ya era hora que el periódico del Vaticano levantara la voz, porque es importante tener un megáfono dentro para denunciar estas prácticas”, explica. La joven cree que “comparativamente no hay más machismo en el seno de la Iglesia que en el resto de la sociedad”, donde los puestos de dirección de las grandes empresas están copados por hombres. “Puede que en la Iglesia exista más autocensura que censura, porque cualquier discrepancia dentro se politiza mucho. Pero en general hay margen para discrepar y decir lo que piensas”, advierte.
Esta semana ha tenido mucha resonancia mediática la alocución del obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, en Radio María, donde ha criticado la huelga del 8 de marzo y vinculado a las feministas con el demonio. “Por qué el feminismo radical o el feminismo de género tiene como víctima a la propia mujer y tiene como víctima a la verdadera causa femenina, eh”, dice el obispo en su programa, “es curioso cómo el demonio puede hacer que la... meter un gol desde las propias filas porque hay que decir que el feminismo al haber asumido la ideología de género se ha hecho una especie de Harakiri”. La hermana Cristina no se siente un demonio por sumarse a la manifestación. No le han gustado las palabras de Munilla, dice que no es la primera vez que se expresa en estos términos y que otros obispos ya han salido a desautorizarle. Pero también se queja de que tenga más espacio mediático este comentario que otra corriente de opinión que existe dentro de la Iglesia y que respalda la huelga.
La Asociación de Teólogas Españolas (ATE) ha publicado estos días un manifiesto con varios capítulos, bajo el título Razones para hacer huelga en la Iglesia. El texto se apropia de versículos de la Biblia que sirven de maravillosas parábolas al movimiento feminista, como ésta: Lucas (19:40): Y Jesús les dijo a los fariseos: Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras”. La autora del manifiesto, Dolores Alexaindre, es más explícita: “Ojalá nuestra ausencia de un día sirva para que dé gritos en la Iglesia esa otra ausencia nuestra, tan crónica ya y tan muda. Porque además ese cordero del que solemos encargarnos (vete a comprarlo, carga con él, alíñalo, ásalo, que no te quede crudo, sírvelo, friega después el horno…), está empezado a enfriarse”.
El colectivo de mujeres cristianas que representa a la ATE, donde se alinean muchas monjas, denuncia que “la exclusión de las mujeres en la Iglesia no beneficia a nadie y que la tarea del Reino no sale ganando con ella, sino que queda incompleta y distorsionada”. “Estamos convencidas de que los grandes perdedores en este sistema son los propios hombres porque no hay peor engaño que creerse autosuficientes y superiores, no hay suerte más triste que la de ejercer la fuerza como dominio o como manipulación, no hay pérdida más empobrecedora que la de privarse de la aportación de lo diferente”, reza el manifiesto.
Esta es la línea de pensamiento de la hermana Cristina, la más joven de su congregación en España, que este 8 de marzo se unirá a las demás mujeres para manifestarse. “Dicen que estamos en la cuarta ola del feminismo, quizá las redes sociales han ayudado a extender este movimiento. Pero el origen es el mismo: las mujeres sufrimos exclusión, marginación y discriminación en todos los ámbitos. Y estamos pidiendo igualdad. ¿Por qué íbamos a quedarnos las religiosas fuera del debate feminista?”, se pregunta.
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