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MIgrantes en Chafarinas Llegar a Chafarinas en patera por Navidad: "Tuve miedo de naufragar, pero más cuando la Policía nos deslumbró"

Fatoumata llegó a Melilla el día de Navidad junto a 60 personas. Tres días más tarde, la Delegación del Gobierno puso en marcha un dispositivo de la Guardia Civil para "peinar" las islas tras la llegada de más de 600 personas desde finales de julio. Este mes se ha realizado la primera devolución en caliente a Marruecos de 2020 con el traslado de 40 migrantes llegados al archipiélago español.

Fatoumata, en la puerta del CETI de Melilla.- ROSA SOTO
Fatoumata, en la puerta del CETI de Melilla.- ROSA SOTO

"Hacía mucho frío, el mar estaba revuelto, pero después de tres días esperando la señal, sin comer y apenas dormir, no rechistamos. Nos subimos a la barca que nos dijeron, abrazando todos pequeños botes de gasolina que usaríamos para no quedarnos tirados en medio del mar", dice. "No se veía nada. La patera saltaba las olas y tenía miedo de naufragar".  Hace una pausa, baja la mirada y susurra: "Pero tuve más miedo cuando la Policía nos deslumbró en Chafarinas", admite Fatoumata (nombre ficticio), una chica de 22 años, que se lanzó al mar en Nochebuena y pisó suelo melillense la madrugada de Navidad.

Fatoumata viajaba en una patera con otras 60 personas, todas ellas mujeres con sus hijos pequeños en una noche de mar picado y temperaturas inferiores a los 6º grados. "Era de noche, no llevábamos linternas, pero vimos una zodiak con militares marroquíes cuando ya nos acercábamos a las Chafarinas. Los rodeamos sin que nos vieran y nos seguimos aproximando a las islas", recuerda.

El bote iba cargado de mujeres que con una mano se agarraban a la barca y con la otra tapaban la boca a sus hijos para que no chillaran

Se le quiebra la voz cuando habla del miedo que pasaba cada vez que se resbalaba de su asiento, a pesar de ir apretujada contra otras mujeres que con una mano se agarraban al bote y con la otra tapaban la boca a sus hijos para que no chillaran. Pensaba que una vez superada la vigilancia marroquí ya solo habría que esperar al equipo de salvamento. No contaba con la patrullera de la Guardia Civil, al fin y al cabo, era Nochebuena.

Tan pronto como pisaron suelo firme un foco les cegó. "Nos quedamos todas quietas, tiritando de miedo y de frío. Los niños chillaban porque los agentes iban armados y nos apuntaban mientras gritaban, pero no entendíamos qué nos decían porque no hablamos castellano", asegura Fatoumata. El terreno resbalaba y tampoco tenía sentido saltar de nuevo al bote. "Se nos acercaron y, cuando vieron que todos éramos mujeres y niños bajaron las armas, pero mi corazón seguía latiendo a mil por hora", confiesa.

La mujer asegura que los agentes mantuvieron en todo momento una posición intimidatoria. Recuerda que, mediante gestos, les hicieron entender que estaban esperando a la Salvamar. Mientras tanto, les fotografiaron una a una y rellenaron fichas de identificación, manteniendo en todo momento una actitud distante. "A las dos de la madrugada gritamos boza al llegar a Melilla", relata. En el puerto de la ciudad les esperaban miembros de Acnur y de la Cruz Roja con mantas térmicas, botellas de agua y galletas. Allí mismo comprobaron el estado de salud de Fatoumata y de las demás mujeres y sus hijos y, posteriormente, fueron trasladadas hasta el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, donde todavía esperan seguir adelante con los trámites para solicitar protección internacional.

Esta senegalesa es musulmana, pero sabe que la fecha en la que llegó a España es especial para la comunidad cristiana: "No saben la suerte que tienen de poder celebrar días así en familia", sostiene.

Fatoumata no quiere dar detalles de cuánto le costó el viaje, pero el presidente de la ONG Pro Derechos de la Infancia (Prodein), José Palazón, estimó que el precio por persona para subirse a una barcaza estaba en torno a los 3.000 euros cuando en agosto saltaron las alarmas del incremento de llegadas irregulares por vía marítima. Teniendo estos 3.000 euros de referencia, sale una estimación de 183.000 euros que se embolsaron los traficantes en el viaje de Fatoumata.

"Gasté los pocos ahorros que tenía en un viaje que no sé cómo acabará"

Reconoce que el peor momento de su vida fue cuando se encontró ante guardias civiles armados en la isla, tras sobrevivir al viaje en un bote que pensaba que naufragaría. Sin embargo, comparte cómo fue sobrevivir en los bosques de Nador durante tres meses.

En septiembre cogió un vuelo hacia Casablanca y allí otra conexión hasta Nador. "Gasté los pocos ahorros que tenía en un viaje que no sé cómo acabará. A veces pienso que, si hubiera sabido que iba a pasar por todo esto, me hubiera quedado en mi país", comenta con un tono triste.

El racismo marroquí

En los bosques de Nador comenzó su pesadilla. Allí permaneció escondida junto a otros ciudadanos procedentes de Mali, Guinea Ecuatorial, Gambia y Nigeria, en su mayoría mujeres con niños pequeños. "Era muy difícil sobrevivir en los bosques. Comíamos lo poco que encontrábamos en árboles y plantas, nos acercábamos a algún pueblecito para pedir algo de comida, pero los marroquíes solo nos hablaban en árabe y los pocos que nos respondían en francés muchas veces lo hacían para insultarnos por ser negros", apunta Fatoumata, quien asegura que los ataques racistas fueron una constante durante el tiempo que pasó refugiada entre arbustos y tiendas improvisadas

"Si te atrapan los marroquíes, te quitan el dinero y el móvil y te dejan en el desierto"

"Ya al caer la noche nos escondíamos para evitar ser deportados. Sabíamos que algunos vecinos de la zona avisaban a la policía y no precisamente para ayudarnos. Los gendarmes se presentaban por sorpresa entre las cinco y las seis de la madrugada para intentar cogernos mientras dormíamos", relata la mujer. "Si te atrapan, te quitan el dinero, el móvil y te dejan en el desierto", añade esta joven.

Quien comparte uno de sus peores temores: "Como la mayoría éramos mujeres, temíamos que nos violaran si nos encontraban o que nos vendieran a mafias de trata de mujeres. Da pánico pensar que puedes acabar siendo una esclava sexual cuando buscas un futuro mejor.

Más llegadas, pero menos migrantes

Fatoumata es una de las 208 personas que llegaron repartidas en ocho pateras al archipiélago español a lo largo del mes de diciembre, según los datos facilitados por la Delegación del Gobierno de Melilla. Su historia es una de los 906 migrantes que el año pasaron optaron por llegar a la Unión Europea a través de la frontera sur con la brújula puesta en este archipiélago español. En la segunda mitad del 2019, el número de llegadas por vía marítima a la ciudad autónoma se disparó.

Desde el 1 de enero al 31 de julio arribaron a las islas Chafarinas seis pateras con un total de 116 personas, cifra que representa un descenso del 68,4% respecto al 2018, cuando se registraron en ese mismo periodo de tiempo 19 barcazas con 478 migrantes.

A partir de entonces la cifra crece. De acuerdo con los informes quincenales sobre Inmigración Irregular del Ministerio del Interior, desde agosto hasta el cierre de diciembre, llegaron a Melilla 790 personas en 42 pateras. Las alarmas saltaron a finales del mes de agosto, desde entonces y hasta fin de año llegaron a la ciudad autónoma una media de siete embarcaciones con 160 personas a bordo.

Este incremento alertó al Gobierno, a pesar de que el balance anual cerró con un ligero descenso del 1,3%. Si bien en 2019 llegaron 906 personas en 48 pateras, el año anterior lo hicieron 918 en 34.

Patrullas al acecho y devoluciones en caliente

La última patera del año llegó el 26 de diciembre. Tres días después se puso en marcha un dispositivo de vigilancia del perímetro de las islas Chafarinas para evitar las llegadas de inmigrantes irregulares y tratar de cortar la actividad de las mafias en esta ruta.

El 3 de enero de este año, la ONG Caminando Fronteras denunció la devolución en caliente de 40 inmigrantes que llegaron en patera a las Chafarinas. La representante de esta ONG, Helena Maleno, alertó en Twitter de este hecho y recordó que "las devoluciones en caliente son prácticas condenadas por la ONU al vulnerar los Derechos Humanos". La Delegación del Gobierno en Melilla aseguró que Marruecos había efectuado "el rescate de unas 40 personas y los había trasladado al puerto seguro más cercano (en Marruecos), aplicando el derecho marítimo internacional, cumpliendo así, tanto España como Marruecos, con sus obligaciones de rescate".

El abogado del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) de Melilla, Diego Fernández-Maldonado, señala a este diario que, de acuerdo con la legislación vigente, si estas personas llegaron a pisar las islas Chafarinas, de soberanía española, España debió cumplir con su rescate y aplicar la Ley de Extranjería. En caso de no hacerlo, vulneraría también los Derechos Humanos. "El problema es que desconoce si llegaron a tierra española o fueron interceptados en el mar", señala.

En este último caso, el Derecho Internacional establece que los náufragos serán rescatados por la embarcación más cercana y trasladados al puerto seguro más próximo, pero surge de nuevo el interrogante de quién estaba más cerca, si la patrullera de la Benemérita o la de la gendarmería. Por otro lado, Fernández-Maldonado cuestiona el cambio de criterio repentino para definir un puerto seguro, ya que hasta ahora siempre había sido Melilla y, sin embargo, esta vez fueron trasladados a Nador.

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