El 24 de abril de 2013 el derrumbe del edificio Rana Plaza en un distrito de la capital bangladesí de Daca marcó un antes y un después para la moda textil, con la muerte de 1.134 personas, y puso en el ojo del huracán las condiciones de miseria de los trabajadores que fabrican la ropa que llega a nuestras ciudades. A partir de ese colapso, la sociedad civil comenzó a preguntarse cuánto vale realmente en vidas y en salarios la prenda que adquirimos a un precio irrisorio. La campaña ‘Ropa Limpia’ llevada a cabo por la federación SETEM calculaba que, para una prenda con un precio de 29 euros, la mayor parte se la lleva la venta al por menor (59% del total) y apenas quedan 0,18 céntimos para pagar a las trabajadoras que fabrican la ropa (0,6%). En su informe ‘Salarios Dignos’, SETEM concluye que ninguna de las 50 empresas líderes del sector paga salarios dignos a los trabajadores en las fábricas de producción.
En paralelo a las evidencias sobre la falta de derechos laborales en las fábricas del sudeste asiático, la masacre de Rana Plaza evidenció la ausencia de seguridad en los edificios donde se confecciona la ropa y logró comprometer a más de 200 empresas multinacionales en la mejora de la seguridad en el plazo de cinco años mediante el denominado Acuerdo de Bangladesh. Sin embargo, según denuncian desde ‘Ropa Limpia’, de las 1.400 fábricas que abarcaban el acuerdo únicamente 50 han corregido los fallos de seguridad de sus edificios a un año de que concluya el plazo.
Lejos de ir a un escenario más sostenible laboral y ambiental después del derrumbe del Rana Plaza, las grandes marcas "lowcost" que marcan el rumbo de la industria española aumentan vertiginosamente el volumen de producción. En una carrera frenética, Primark y H&M compiten entre sí y con la líder de ventas Inditex para arrebatarla cuota de mercado. Según informaba el portal Modaes (diario líder en información económica sobre la moda en España), los tres gigantes de la moda en nuestro país aumentaron su facturación un 7,51% en 2016, suponiendo la mayor subida de la última década. Mientras tanto, el resto del comercio textil tuvo que conformarse con un aumento de ventas de apenas un 1,52%. La evolución del sector evidencia la brecha cada vez más profunda entre Inditex, H&M y Primark, y el resto. En los últimos seis años han pasado de concentrar un 24’80% a un 35’80% de cuota de mercado.
La ropa que adquirimos dura en el armario la mitad de tiempo que hace quince años
La posición de estas empresas en el sector textil va más allá de las cifras de ventas. H&M e Inditex son responsables de lo que hoy en día se conoce como "moda rápida o fast fashion". Como indiscutible líder mundial de ventas del planeta desde hace una década, Inditex fue la pionera en poner en marcha los ahorros en costes de distribución, deslocalizando la producción al sudeste asiático, y rompiendo con las habituales colecciones de primavera-verano y otoño-invierno en las tiendas. El concepto ideado por los creativos de Inditex, basado en una rotación continua de las prendas, lo resumen a la perfección las periodistas Nazaret Castro y Laura Villadiego en el libro "Carro de combate": "Si el consumidor sabe que mañana tal vez esa prenda no esté más en la tienda, eso aumentará su tentación a la compra compulsiva".
"Lejos de mejorar hemos ido a peor y la fast fashion ha provocado que en 20 días tengan una colección completa, desde el diseño de la ropa, la fabricación y la distribución en las estanterías de las tiendas. Es una auténtica barbaridad y todos tenemos nuestra parte de responsabilidad", asevera la diputada de Podemos en el Parlamento Europeo, Lola Sánchez. Esta deriva del mundo de la moda minorista ha duplicado la producción de ropa desde que comenzara el siglo, con 100.000 millones de prendas en 2014. A su vez, ese mayor número de prendas no se ha visto traducido en una mayor longevidad y, de media, la ropa que adquirimos dura en el armario la mitad de tiempo que hace quince años, como detalla el informe de Greenpeace "Timeout for fast fashion".
Segunda industria más contaminante
El vertiginoso aumento y deslocalización de la producción a terceros países no solo va en detrimento de unas mejores condiciones laborales. Los tejidos empleados y el modelo de producción sitúan a la industria textil como la segunda más contaminante del planeta después de la industria petrolera, responsable de la emisión de 850 millones de toneladas de CO2 al año. El tejido más utilizado en la industria es el poliéster, que emite tres veces mayor cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera que el algodón, en el que se emplean 70 millones de barriles de petróleo anuales y está presente en el 60% de las prendas que copan el mercado. Si optamos por una fibra natural y menos contaminante como el algodón, este acumula el 25% de los insecticidas y el 10% de los pesticidas con el consiguiente impacto de los agroquímicos sobre el terreno y la salud humana.
Existe una alternativa, a priori menos contaminante, que se está poniendo de moda en la industria textil. Se trata de la viscosa, una fibra artificial de origen vegetal que, como explica Serlinda Vigara, portavoz de Ecologistas en Acción, tratada de manera adecuada no es contaminante. Sin embargo, "la viscosa se está obteniendo a través de un proceso químico que liberado sin control de las fábricas está contaminando los ríos y los cultivos de China e India", añade la responsable de la organización. "La viscosa se vende a veces como una alternativa buena y sostenible al algodón y los tejidos sintéticos. Para que esto sea así, la industria de la viscosa debe acometer grandes cambios en sus sistemas de producción. Las alternativas están ya ahí, ya que la viscosa podría fabricarse con muchos menos químicos tóxicos de lo que lo hace ahora y en un circuito de producción cerrado que elimine la contaminación", concluye el informe 'Moda Sucia' de Ecologistas en Acción.
Los residuos textiles "se van a terceros países y se incineran, contaminado el aire"
La huella contaminante que va dejando la industria textil se prolonga más allá de la cadena de producción y distribución. Como subraya Celia Ojeda, responsable de consumo de Greenpeace, el auge de la moda rápida está disparando la cantidad de residuos textiles que "se van a terceros países, se incineran contaminado el aire o se tiran en vertederos provocando residuos tóxicos de tintes y plásticos que van a aguas subterráneas". Las investigaciones de la organización cifran en un 80% la ropa que va a parar directamente al vertedero o a la incineradora en Europa, cuando el 95% de la ropa desechada está en óptimas condiciones para ser reutilizada.
La iniciativa legislativa que tuvo mayor impacto mediático sobre las prácticas abusivas que tienen lugar en las fábricas asiáticas se produjo en el Parlamento Europeo en el pasado mes de abril. Bajo el influjo de la eurodiputada Lola Sánchez (Podemos), el Europarlamento aprobaba una resolución para elaborar una legislación única que fuera vinculante para todas las empresas textiles. "Logramos una mayoría abrumadora de más del 83% con el apoyo del Partido Popular Europeo y los liberales. Esto fue posible gracias a la presión ciudadana que generamos en la semana de su aprobación en el pleno, que coincidía con el cuarto aniversario del Rana Plaza y se lo pusimos muy difícil para votar en contra con todos los medios recordando la masacre", detalla la eurodiputada española. Sin embargo, ocho meses después de su aprobación la pelota sigue en el tejado de la Comisión Europea: "La Comisión considera que hay que dar más tiempo a las iniciativas voluntarias de las empresas sobre la mejora de su cadena de valor. Precisamente, el objetivo del texto que presentamos va dirigido a hacer más fácil la actividad diaria de las empresas que se pierden en una maraña de códigos de conducta y no pueden acudir a una legislación única vinculante para todo el sector".
Lola Sánchez concluye que la Comisión Europea actúa con una opacidad absoluta y que está secuestrada por los lobbies de la industria. Incluso antes de la aprobación del texto, el equipo de la eurodiputada recibió cartas de empresas como Inditex en las que se la acusaba de mentir y se la invitaba a acudir a las fábricas de la empresa (en Galicia, no en Bangladesh) para conocer de primera mano sus condiciones laborales.
La moda sostenible presente en la Semana de la Moda de Madrid
La última semana de enero se producía en la capital la habitual Madrid Fashion Week y, lejos de los titulares habituales sobre los diseñadores que circulaban por la pasarela, se abría espacio para uno de los temas más controvertidos para el mundo textil: cómo conjugar moda y sostenibilidad. En una iniciativa desarrollada por Ecoembes, la directora del certamen madrileño anunciaba la creación de un comité de moda y sostenibilidad. Una de las mayores impulsoras del cambio de la moda en Madrid y en España es Paloma García López, al mando de la plataforma de encuentro de diseñadores sostenibles 'The Circular Project', que formará parte del comité que premiará al diseñador que presente sus colecciones más sostenibles en la próxima Semana de la Moda.
"Moda rápida y sostenibilidad ambiental son incompatibles"
Introducir el concepto de la moda sostenible en las pasarelas más glamurosas no resulta nada fácil ni está ajeno a quienes ven en estas acciones un gesto de cara a la galería, sin un cambio de calado en la industria textil. En los últimos tiempos, firmas como H&M e Inditex han intentado apuntarse al carro de la sostenibilidad lanzando colecciones denominadas 'H&M Conscious' o 'Zara Join Life' elaboradas con materiales orgánicos o centradas en el reciclaje. La fundadora de FairChanges Cristina Palacios, un espacio online que da cabida a los diseñadores que "producen sin esclavitud ni trabajo infantil y emplean tejidos de origen orgánico completamente sostenibles", se muestra tajante al respecto de estas campañas: "El fast fashion, sacando colecciones nuevas cada semana, no es sostenible. Y las condiciones laborales de sus fábricas en Bangladesh tampoco lo son. Además, son colecciones que no abarcan la totalidad de su producción y los tintes empleados en el resto de prendas son altamente contaminantes". En la misma línea se expresa Celia Ojeda de Greenpeace: "Moda rápida y sostenibilidad ambiental son incompatibles. Si estas marcas quisieran apostar por la moda sostenible volverían a reducir las temporadas a dos al año, harían ropa de mayor calidad y lo que primaría en la moda sería una prenda que te dura diez años".
Durante la pasada Semana de la Moda de Madrid celebrada en verano, Ecologistas en Acción decidía desplegar en la céntrica plaza del Callao una pasarela alternativa para denunciar las prácticas de firmas patrocinadoras del certamen madrileño como Inditex, bajo el lema ‘Dirty Week’. Una de sus promotoras, Serlinda Vigara, denuncia la campaña de ‘lavado verde o greenwashing’ que están realizando las grandes marcas textiles: “No nos vale una moda sostenible que solo es sostenible al final de la cadena de producción, sería apropiarse del término sostenibilidad para lavarse la cara y eludir su explotación de personas y recursos naturales”.
"Me da igual que el presidente de H&M o de Inditex se crea esto de la sostenibilidad, ellos saben que tienen que hacerlo porque si no el mercado les dará la espalda"
La fundadora de The Circular Project deja clara su intención de premiar a "una diseñadora que haya nacido con la premisa de la sostenibilidad en su ADN": "La moda sostenible no puede limitarse a un producto o una línea elaborada con un tejido orgánico, si el resto de la colección es realizada con poliéster". Frente a las críticas, Paloma García asegura que "de nada sirve que nos demos palmaditas en la espalda entre los que estamos haciéndolo bien, si no conseguimos que esto trascienda y transforme a una de las industrias más contaminantes del planeta".
Uno de los grandes defensores de que el cambio en el mundo de la moda es irremediable es José Illana, responsable de Sustainable Brands en España. Desde este espacio de encuentro tratan de conjugar sostenibilidad y negocio como dos elementos indisolubles en el mundo empresarial. "A mí me da igual que el presidente de H&M o de Inditex se crea esto de la sostenibilidad, ellos saben que tienen que hacerlo porque si no el mercado les va a dar la espalda. Las materias primas van a acabar siendo cada vez más caras, o las cuidan o van a pagar las consecuencias de su mala gestión; y el consumidor cada vez es más sensible a cuestiones de respeto medioambiental o derechos humanos. A todos nos gustaría que el cambio fuera más rápido y sería ideal que en el mundo de la moda sucediera algo similar a lo que está sucediendo con los hidrocarburos, que son las propias empresas y los fondos de capital riesgo quienes están retirando su dinero de los combustibles fósiles".
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