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La lucha de 47 mujeres contra Bayer, a quien acusan de los daños provocados por el anticonceptivo Essure
La Asociación Española de Afectadas por Essure denuncia que tiene constancia de la existencia de más de 1.000 mujeres por todo el país que también tuvieron problemas de salud causados por este dispositivo. Sus casos están en manos de distintos abogados.
Cristina del Gallego Baraibar / Vídeo: Tania Ortega y Jaime García-Morato
Madrid--Actualizado a
Elena, Raquel y Susana rondaban los 40 años y tenían una vida feliz y tranquila. Pero su vida dio un vuelco cuando, al acudir a la Seguridad Social dispuestas a hacerse una ligadura de las trompas de Falopio, les dieron una solución alternativa que puso patas arriba sus vidas: Essure.
Essure es un sistema anticonceptivo permanente que se comenzó a comercializar en 2002 en Estados Unidos y en 2003 en Europa. Es un dispositivo con forma de muelle que se inserta en las trompas de Falopio. El objetivo es que el cuerpo de la mujer reaccione a este objeto extraño y se cree una especie de callo que obstruya las trompas.
Según ha informado el Ministerio de Sanidad a Público, aportando estimaciones de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), hay unas 80.000 mujeres implantadas con Essure en España. De todos estos casos, calculan que "de las 1.673 notificaciones registradas en la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) relativas a efectos secundarios con el dispositivo, aproximadamente en 1.020 casos se han retirado los implantes".
El 7 de agosto de 2017, el Gobierno informó a través de la AEMPS, organismo vinculado al ministerio entonces encabezado por María Luisa Carcedo, del cese de la comercialización y utilización de Essure. "La compañía tomó la decisión comercial de cesar voluntariamente la venta y distribución, ya que la demanda del producto fue disminuyendo significativamente y no parecía haber un cambio en esta tendencia", señala Bayer Hispania a este medio. La empresa asegura también que esta decisión no estuvo relacionada con ninguna cuestión de seguridad que afectara al producto. "Seguimos avalando la seguridad y eficacia de Essure", añade.
"Un ginecólogo y su enfermera me dijeron que esto era una maravilla, la panacea. Me aseguraron que esto era un método súper innovador, que no me tenía que preocupar por nada, que no hacía falta quitarlo ni revisiones ni nada, que te lo ponían y ya te olvidabas. Y que además esto era muy fácil, se ponía en la consulta sin anestesia", explica Raquel Carmona. Era el año 2011 y ella tenía entonces 38 años. Sin embargo, no lo vivió como una experiencia sencilla: "Sentí bastante dolor y fue muy incómodo".
Entonces, comenzó su calvario: "Se me caía el pelo tanto que a veces me quedaba con manojos en las manos, tenía unos dolores continuos de contracciones en los riñones, como si estuviera pariendo, dolores de tripa, óseos, un cansancio brutal…". Al año, le detectaron el virus del papiloma humano (VPH). Sus médicos se extrañaron porque, como ella misma relata, se había divorciado y no mantenía relaciones sexuales, por lo que esa no podía ser la vía de contagio.
"Yo era azafata de vuelo y en los aviones era horrible. Tenía que ponerme fajas y estaba tocándome constantemente los riñones por los grandes dolores", añade Raquel con un gesto de abatimiento. Y, en una de las revisiones del VPH, el ginecólogo, sorprendido, preguntó: "Dios mío, ¿pero ahora qué te ha pasado? Tienes parte del Essure en el útero. Vete corriendo a donde te lo han implantado". Y así hizo. En el hospital descubrieron que uno de los dispositivos había migrado de las trompas a la cavidad uterina. Y, según explica, allí le dijeron: "Vete a tu casa y vuelve en un par de meses porque no sabemos qué hacer". Cuando regresó, le quitaron el trozo que se había movido. Pero continuaron las molestias. "Pasé de una histeroscopia [procedimiento médico para examinar el útero y la entrada hacia las trompas de Falopio] a otra. Me hicieron como unas siete", añade.
En mitad de este periplo, empezó a investigar y se topó con un grupo de mujeres americanas que tenían exactamente los mismos síntomas que ella tras haberles implantado Essure. "Te sientes un poco indefensa. Porque a la ginecóloga yo le comenté todo esto e incluso que había estado en la Universidad Complutense, donde había un estudio sobre lo que era el níquel, las fibras PET, todo lo que lleva este producto… No me hizo caso, hizo un ademán evidenciando que no estaba de acuerdo. Ella no consideró que todo lo que me ocurría era provocado por el Essure". Pero Raquel así lo creía. Por suerte, ella tenía un seguro privado y allí dio con un doctor que le hizo una ecografía y le dijo que era "imposible sacarle el dispositivo".
La solución que le dieron fue extirparle el útero y las trompas, pero ella no estaba dispuesta a hacerlo y buscó una segunda opinión. Hasta que un sanitario le comentó que haría todo lo posible para conservar su útero. "Entré al quirófano y, al salir, me explicaron que uno de los implantes, pese a haber causado la obstrucción, había migrado -de ahí todos mis dolores, aquellas contracciones que intentaban expulsarlo- y me había rajado la cara posterior del útero. Me reconstruyó la zona como pudo y me lo quitó. Mejoré, pero yo no del todo. Para mí, el ponerme el Essure fue el principio de una odisea", explica la mujer, que actualmente tiene 49 años.
"Más adelante, he desarrollado un cáncer bastante agresivo: me han quitado los dos pechos y dado quimioterapia. En un principio es genético, pero algo lo tiene que disparar", explica. Un relación causa-efecto que no ha podido ser probada por los sanitarios, pero que ella sí considera probable. "Yo he sido una persona que me he cuidado mucho a nivel de salud, de higiene mental… Y la única higiene que no he tenido ha sido el Essure", explica con pena.
La historia de Elena Fernandez Castela tiene muchos paralelismos con la de Raquel. La presidenta de la Asociación Española de Afectadas por Essure acudió en 2010 a planificación familiar por la Seguridad Social porque quería hacerse una ligadura de trompas. Ya tenía dos hijos y no quería ampliar más su familia. Entonces, le dijeron que la sanidad pública no le cubría la intervención, pero que existía un método alternativo: Essure. También le aseguraron que era "fantástico, que no te ingresaban… Vamos, que ibas al centro de salud, te lo ponían y para casa", explica desde su vivienda del barrio madrileño de Barajas, donde nos recibe acompañada de Raquel y Susana. En ese momento, le pareció la mejor solución dado que así no tendría que estar en el hospital y podría cuidar de sus dos niños, que aún eran pequeños.
El día siguiente, ya comenzó a notar un malestar, pero no se podía ni imaginar que todo lo que sentía pudiera estar ocasionado por este método anticonceptivo. "Entonces, empieza el calvario, porque los síntomas empiezan a aparecer poco a poco. Se hincha el abdomen, comienzan los dolores constantes, las hemorragias, infecciones vaginales, de orina… Y unas menstruaciones que eran como un parto, con unas contracciones enormes. Y, además, en las relaciones sexuales también sientes dolor… Y notas un cansancio crónico", explica. Sus hijos le decían: "Jo, mamá, es que siempre estás cansada". Y, por desgracia, tenían razón: hasta ellos notaban que Elena no estaba bien.
En 2014, ya desesperada, comenzó a buscar por Internet y se topó también con la página de Facebook del grupo de americanas que encontró Raquel: "Ahí me doy cuenta de que todos mis problemas son por el Essure". En ese momento, comienza la segunda parte de su historia, cuando comunica a los médicos que ha descubierto el origen de sus síntomas. "Empiezan a decirme que no, que el producto está bien y que tiene que ser de otra cosa", añade. Pero ella, convencida de que el dispositivo de Bayer era el causante de sus síntomas, acudió a su seguro privado: "Y, ¿qué pasó? Que cuando en 2015 me lo quitan, a los seis meses estaba perfectamente. Así que claro que había una relación causal. Pero he tenido que operarme y perder el útero y las trompas de Falopio, unos órganos que no quería perder".
Muy similar es también el caso de Susana Sánchez. Su historia comienza en julio de 2011, cuando acudió al madrileño Hospital de Getafe para que le implanten el dispositivo Essure. Ya en un primer momento, explica, "no fue bien la cosa". Salió del centro sanitario muy mal y un par de meses después ya tuvo una primera hemorragia. Por ello, los médicos pensaron en hacerle una prueba para supervisar cómo estaba yendo todo y finalmente no pudieron realizarla porque Essure se había desplazado. Debido a ello, tuvieron que sacárselo e implantarle otro en la trompa derecha. "Pero no pudieron hacerlo. Yo salí del centro de salud fatal, estaba coja y todo", narra nerviosa de revivir otra vez esta pesadilla.
Susana fue peregrinando de un hospital a otro hasta que llegó a La Paz: "Me dijeron que había una parte buena y otra mala. Me podían quitar el Essure, que sería el primero que se retiraba en la Comunidad de Madrid, pero el problema era que no sabían cómo hacerlo". Entró a quirófano y le quitaron el dispositivo, pero años después tuvo que volver al hospital porque seguía encontrándose mal.
Susana tuvo que sufrir las consecuencias, pero en 2016 la AEMPS solucionó esta cuestión al publicar una guía de actuación destinada a los profesionales sanitarios, un documento elaborado por SEGO con la colaboración de las asociaciones de afectadas. En febrero de 2022, este organismo vinculado al ministerio que actualmente dirige Carolina Darias volvió a enviar una carta a los centros sanitarios y sociedades médicas dirigida a los profesionales de atención primaria, ginecología y obstetricia para recordarles los pasos a seguir.
"Pero, pese a la extracción, yo seguía con sangrados, con manchados, con cansancio, con dolores de cabeza, con anemias… Como la mayoría de todas nosotras, aguantando el tirón", cuenta Susana, de 51 años, que explica que al contactar con la Asociación Española de Afectadas por Essure le recomendaron que pidiera que le hicieran una radiografía. Así lo hizo y cuál fue su sorpresa cuando los médicos le dijeron que seguía teniendo restos del dispositivo. Volvió a acudir a La Paz y, tras hacerle varias pruebas más, descubrieron que, además, tenía un Essure en la trompa izquierda que, de hecho, estaba perforada. No le quedó más remedio en ese momento que volver al quirófano para que se lo retiraran de manera definitiva. Y, como colofón, le tocó perder también sus trompas de Falopio.
"Todos esos años fueron un calvario a nivel físico y a nivel personal, a nivel mental, a nivel familiar… ¿Quién nos resarce de todo esto?", pregunta con un evidente hartazgo Susana.
Un periplo judicial interminable
En un intento más de que Bayer asuma responsabilidades, ellas tres serán parte de las 47 mujeres de la Asociación Española de Afectadas por Essure que interpondrán demandas civiles ante los juzgados contra la empresa farmacéutica.
Como explica Elena Fernández, comenzaron poniendo recursos administrativos en las comunidades autónomas. Pero se los denegaron. Entonces, acudieron desde la asociación a la Audiencia Nacional para interponer una demanda penal contra Bayer, el Ministerio de Sanidad, la AEMPS y la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. La Fiscalía se opuso, alegando que no era competencia de dicho tribunal. En dicho proceso, el Juzgado de Instrucción número 27 de Madrid también inadmitió la causa, afirmando que no se podía probar el delito. Y, después de alegar ante la Audiencia Provincial de Madrid, les volvieron a tirar por tierra su reclamación.
Después de esto, optaron por una demanda de conciliación con Bayer Hispania. Hace tan solo un par de semanas, la empresa respondió con un burofax alegando que no es lo mismo Bayer Hispania que Bayer Alemania, que es de donde parte Essure, por lo que se les cerró a las mujeres un nuevo intento de negociar con la compañía.
Ante esto, no se han rendido. Ya están preparándose para interponer demandas individuales por lo civil contra Bayer Hispania y Bayer Alemania. Y lo harán a lo grande. Acompañadas de su abogado Francisco Almodóvar Navalón, 47 mujeres se dirigirán a la Justicia. Demandarán a la empresa farmacéutica por un presunto delito de responsabilidad por un defecto en Essure, así como por la supuesta lesión de los derechos fundamentales a la integridad física, moral y a la igualdad.
"No lo hemos hecho antes porque creíamos que Bayer iba a hablar con nosotras, a ver sus historias… Pero nos hemos encontrado con un obstáculo que es cada vez mayor", explica el letrado. "Estamos muy cabreados. Han utilizado el género y a todas estas mujeres para ejercer violencia. Porque esto es una violencia de género ejercida por una empresa, un maltrato que a día de hoy siguen ejerciendo al contratar a despachos de abogados súper agresivos para dilatar el proceso e intentar que se cansen. Las están obligando a pasar por un enorme peregrinaje judicial", añade muy enfadado Francisco Almodóvar. "Pero vamos a ir por todas", zanja tajante.
Ahora, cuentan con un precedente que las lleva a ser optimistas. El pasado 21 de septiembre de 2021, el Juzgado de Orihuela número 2 condenó a Bayer al considerar que el Essure implantado a una mujer se trataba de un producto defectuoso, comercializado sin la suficiente información sobre los riesgos que entrañaba y que, además, la compañía no había previsto un protocolo de extracción en caso de urgencia. Una sentencia pionera que obliga a la farmacéutica a pagar una indemnización de 220.000 euros.
"Por fin, ya hay una sentencia favorable a una afectada y se abre la puerta a la esperanza, a que se haga justicia", dice con una notable emoción en su voz y un brillo en su rostro Elena Fernández.
"Con nosotras, nadie ha asumido su responsabilidad. Aquí las responsables somos nosotras. Nos han llegado a decir que cómo nos habíamos podido poner esto. Pues confiando en nuestros ginecólogos y en el sistema", añade enfadada Elena. "Y, luego, que se hagan cargo de las consecuencias. Hay mujeres que no han podido volver a trabajar. Otras han perdido a su familia. Ha llegado el divorcio. Y todo esto Bayer lo tiene que pagar. Son años de sufrimiento, de incomprensión y de maltrato", explica apenada la presidenta de la asociación, con esa fuerza de quien ya no tiene nada que perder.
Algo con lo que coincide plenamente Raquel Carmona: "En mi caso, una cosa me ha llevado a la otra. Antes he comentado que era azafata de vuelo y ya no lo soy. Porque tengo que pasar unos controles de salud, que son necesarios, y no los paso. Las azafatas estamos por seguridad aérea y, si ocurre algo, abrir puertas, coger extintores… Y estoy yo para que me atiendan a mí, no para atender yo. Si vas a tirar del hilo y te vas al principio de esta historia, dices: ¡Caray con esta gente, todo lo que me ha hecho!".
Además, recuerda Susana Sánchez con contundencia: "Nadie nos dio información ni nos hizo ningún tipo de prueba alérgica. Simplemente nos dijeron que era algo inocuo. Pues no, tuvieron que retirar el producto. Cuando retiras un producto es porque te has equivocado". "Vamos a seguir con esta lucha e intentando que Bayer reconozca el daño que nos ha causado. Lo conseguiremos tarde o temprano", espeta combativa.
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