Este artículo se publicó hace 4 años.
Crisis climáticaLa juventud climática, ante el reto de madurar tras un año de lucha desigual
Este domingo se cumple un año de la primera huelga global por el clima con la que la organización Juventud por el Clima-Fridays for Future se asentó en España. Con decenas de movilizaciones a las espaldas, el movimiento se repiensa de puertas para adentro con el objetivo de convertirse en una referencia del activismo ecologista.
Alejandro Tena
Madrid-
Hace un año, la multitud tomó las calles del mundo.
La ansiedad de un planeta roto por el cambio climático hizo que la juventud se organizara de una forma única, emulando otros grandes momentos de la historia. Al calor de una adolescente sueca, los jóvenes empezaron a multiplicar sus jornadas de protesta, para terminar desembocando en la primera huelga global por el clima de la historia, realizada el 15 de marzo de 2019 en casi todos los rincones del planeta. Estudiantes de diferentes edades salieron a las calles para exigir a los gobiernos que atendieran las demandas de la ciencia y cambiasen el rumbo de las políticas de crecimiento expansivo para mitigar los efectos del calentamiento global.
España también quedó sumergida en esa ola de nuevo ecologismo. Desde Barcelona, hasta Sevilla, pasando por Valencia, Logroño, Murcia, Bilbao y Madrid, donde miles de manifestantes sembraron la Puerta del Sol de proclamas ecologistas. Las dudas giraban en torno a la fortaleza de un movimiento verde puramente juvenil. Sin embargo, durante el último año el movimiento, que ha recibido apoyo de antiguas organizaciones ecologistas españolas, ha logrado asentarse y crear un tejido sólido.
Juventud por el Clima, no en vano, aspira todavía a crecer y adquirir una mayor presencia en las calles. Durante 2019, los jóvenes españoles hicieron frente a varios procesos electorales, se articularon junto a otras plataformas ecosociales –como Madres por el Clima o Teaches for Future– y forjaron una red extensa a nivel estatal. "Empezamos recogiendo el testigo de Greta Thunberg, a finales de febrero, con asambleas que eran emocionantes y multitudinarias", explica a Público Javier Pamplona, que ejerce de portavoz del movimiento.
"En quince días montamos la movilización de marzo. La verdad que íbamos un poco a ciegas y no teníamos grandes expectativas, más allá de encontrar a mil personas. Recuerdo salir de la estación y ver la Puerta del Sol abarrotada", agrega, para incidir que finalmente la movilización juvenil congregó a 10.000 manifestantes que terminaron frente al Congreso de los Diputados.
Desde ese día las cosas han cambiado y el movimiento que, a priori, se presentaba como anecdótico, ha crecido en experiencias y en tejido social, con apoyo cercano de otras organizaciones ecologistas históricas como Greenpeace o Ecologistas en Acción, con quien han compartido algunos actos y acciones de protesta. "No pensábamos que íbamos a llegar a dónde estamos ahora mismo; había mucha incertidumbre", expone Marta Macías, otra de las portavoces de Fridays For Future.
"La Cumbre del Clima nos ha desmovilizado mucho, pero hay que tener en cuenta que el año que llevamos a nuestras espaldas
Macías resalta que estos 365 han sido intensos, no sólo por las protestas semanales, sino por todo el "curro" asambleario y debate que hay detrás de toda organización social. No en vano, parir un movimiento se presta tan gratificante como difícil. "Ha habido momentos malos, sobre todo al comienzo. Cuando te movilizas eres consciente del problema del cambio climático, pero no de toda la gravedad que esconde. Al principio te vas dando cuenta de que el planeta está en peligro y eso genera un gran estrés, pero con apoyo lo vas solventando", argumenta la joven activista.
Todo el trabajo del movimiento juvenil culminó en dos momentos determinantes. Por un lado la segunda huelga global por el clima del 27 de septiembre, cuya convocatoria paso de las 10.000 personas de marzo a las 100.000, según las estimaciones de la organización. "Fue un momento muy emocionante porque se materializaron meses de trabajo y activismo", expresa Pamplona. Por otro lado, la Cumbre del Clima supuso el cierre de un año histórico para el movimiento y dejó en el conjunto de las organizaciones civiles un sabor agridulce. Dulce, por la correlación de fuerzas que los activistas mostraron en las calles y en las aulas, donde organizaron una cumbre paralela con cientos de actos y charlas informativas. Agrío, por los resultados de la COP25, que sellaron unos compromisos mínimo para mitigar la crisis climática desde la perspectiva de la justicia social.
"No entendemos cómo, en un año marcado por las movilizaciones juveniles, los gobiernos y las multinacionales dejaron pasar la oportunidad e hicieron fracasar la Cumbre. Ni siquiera dieron una muestra de interés para asentar ciertas bases. El resultado nos produjo, más que decepción, rabia", opina Pamplona.
En cualquier caso, la COP clausuró un año difícil para el planeta y emocionante para una juventud que acababa de despertar ante un problema transversal. "La Cumbre del Clima nos ha desmovilizado mucho, pero hay que tener en cuenta que el año que llevamos a nuestras espaldas. Hemos llevado unos ritmos cortoplacistas y ahora llevamos un parón grande", agrega Macías. Sin embargo, el silencio de las calles no quiere decir que el movimiento esté al borde del abismo, más bien lo contrario. "Estamos en un momento diferente, en el que internamente se está avanzando gracias a debates que antes no teníamos".
El reto, tras un año de movilización activa, pasa por mirarse de puertas para dentro y decidir cómo madurar.
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