Este artículo se publicó hace 7 años.
Jubilación"Llevo 45 años trabajando y me duele que se me diga que no me puedo jubilar cuando toca"
José Luis Mareca lleva desde los 14 años trabajando de calderero y levantando hierros en la misma fábrica de Zaragoza. "Hoy somos una cuarta parte de empleados en la fábrica de los que éramos en julio de 1972"
ALFREDO VARONA
-Actualizado a
Hoy no le bastan los recuerdos para jubilarse. Tiene 59 años y lleva trabajando de calderero, levantando hierros y arriesgando las manos en la misma empresa desde julio de 1972, "un día antes de que naciese mi hermano pequeño". Tenía entonces José Luis Mareca 14 años y jamás olvidará que aquel día en el que empezó a trabajar en la misma fábrica, en la que trabajaba su tío, "estaba muerto de miedo".
Un recuerdo en el que, pese a todo, aquel adolescente ganaba el pulso al miedo, "porque no quedaba otro remedio. Nada más terminar el colegio, no pude elegir. El dinero hacía falta en casa y yo era el mayor de los cinco hermanos. Tenía que empezar a trabajar para ayudar", insiste en el recuerdo de un mundo que ya casi ni existe. "Hoy en día, no se me ocurre imaginar a un muchacho de 14 años que empiece a trabajar. No tiene su lógica. Ni yo mismo me lo imagino y no lo desearía a nadie".
Sin embargo, hoy él es un hombre al que conviene escuchar para separar épocas, "en las que, en cualquier caso, hay que relativizarlo todo. Siempre será mejor así. Bajan las posibilidades de equivocarse y uno recuerda que no todo es blanco ni negro", explica, a los 59 años, "con 45 cotizados a la Seguridad Social lo que no tiene comparación, por ejemplo, con mi hija. A los 26 años, licenciada en periodismo, con un Máster de género, no sé los que tiene, pero ¿qué pueden ser? ¿uno, dos, tres años, a lo sumo? Es más, a su edad, recuerdo que yo me compraba mi primera casa en el barrio de Las Delicias de Zaragoza, un piso de dos habitaciones en el que hemos vivido hasta hace 16 meses cuando nos mudamos a uno más cómodo, más amplio y con ascensor.
Lo que pretendo contar con esto es que ningún joven hoy, a los 26 años, puede comprarse una casa sin hipoteca y sin deudas como hice yo en ese mundo que usted dice que ya no existe", le recuerda él al periodista.
"Lo que yo ganaba con 14 años parecía una fortuna, pues en casa hacía tanta falta…"
En realidad, son muchísimos datos los que arrancan esta conversación en la que se trata de explicar la anomalía de que "un chico de 14 años empiece a trabajar en un trabajo tan duro y que, pese a todo, entonces parecía una fortuna, pues en casa hacía tanta falta… Vivíamos en una casa de dos dormitorios en la que todos los hermanos, incluida la chica, compartíamos habitación".
Sin embargo, aquel adolescente no tuvo pena, sino algo quizá más duro que la pena: el miedo. "Luego, vino la sensación aquellos primeros inviernos en los que había que trabajar en la fábrica con las puertas abiertas y pasábamos un frío que no quiero ni recordar". Y, aunque hoy ya es distinto, "porque la maquinaria y las instalaciones ya no son las de antes", la dureza no cambió de nombre y apellidos. "Ahora, lo más duro son los veranos en los que uno suda lo que no está escrito al trabajar con hierro fundido… Pero, en fin, he llegado a una edad en la que es preferible relativizarlo todo. De alguna manera te esfuerzas por recordar que ya pasó lo peor".
Por eso es difícil escucharle acerca de la dureza de ese trabajo suyo, "en el que se pasa toda la mañana de pie, en malas posturas, cargando peso y en las que las manos son las que más sufren". Ni siquiera dramatizar ante toda esa legión de accidentes que vio en estos 45 años como aquella mañana en la que a él, a José Luis Mareca, se le enganchó "una chapa por la cintura y si no llega a ser porque me agaché y porque tuve la agilidad para darme la vuelta…, no sé lo que hubiera pasado".
Hoy, a los 59 años, volvió a levantarse como siempre en estos 45 años, "a las 5:45 de la mañana" y a desayunar "un zumo y un yogur" y a ir caminando hasta la parada del autobús que transporta a los empleados hasta la fábrica en el polígono industrial de Malpica en Zaragoza. Ayer, iba andando los tres kilómetros que separaban la casa de sus padres de la carretera de Logroño, que era donde entonces estaba la fábrica, en la que José Luis Mareca nunca ha sido ni será jefe. "No, no, porque se trata de una empresa familiar que, una vez que se jubilaron los dueños, ahora la llevan las hijas".
Ni la cuarta parte de empleados
La realidad es que ya no es como en julio de 1972, ya no llegan chavales de 14 años los veranos y él tampoco es el mismo. Tampoco pierde de vista que "este es un trabajo para gente joven" en el que es difícil que aguanten hombres de su edad. "Hasta hace bien poco creía que me iba a jubilar a los 60 años, pero ahora dicen que no se puede, y eso duele. Y duele mucho, porque creo que me lo he ganado. Creo que ya hice suficiente desde los 14 años. Pero en la empresa privada las medidas legales cada vez son más estrictas hasta que uno puede jubilarse".
"Si lo piensas fríamente, te preguntas, '¿como fue posible empezar tan pronto? ¿quién lo diría hoy?"
José Luis no sabe hasta cuando volverá a seguir levantándose a las 5:45 y a continuar en la batalla y a acompañar el recuerdo de aquel adolescente de 14 años. "Si lo piensas fríamente, te preguntas, '¿como fue posible empezar tan pronto? ¿quién lo diría hoy?' Sin embargo, hay otros momentos en los que me digo a mí mismo, '¿de qué te quejas?''¿de qué puedes quejarte?'"
El resultado tal vez figure en su mirada, en su humildad que no apasiona pero no miente. "El mundo nunca es fácil. Ayer, cuando yo empecé, tampoco lo era. Pero sí recuerdo que hoy en la fabrica no somos ni la cuarta parte de empleados de los que éramos entonces, porque hay más fábricas, más competencia".
Sin embargo, por ese mundo, ha pasado él que jamás debió "hacer una entrevista de trabajo ni mandar un currículum… Desde los 14 años me hicieron un contrato fijo. Siempre he tenido trabajo. Ha habido malas épocas en las que podía no haber faena y dejábamos de trabajar una o dos semanas, el tiempo que fuese. El año pasado, sin ir más lejos, vivimos un ERE en el que se disminuyeron las horas… Pero ¿qué es eso?", se pregunta. "¿Qué es eso si comparo con lo que le pasa a uno de mis hermanos, el que tiene 56 años…? Trabajaba en la construcción y se quedó en paro y no hay manera de que vuelva a encontrarlo. Por eso en esta vida uno ha de ser muy prudente, muy realista".
De ahí que la nostalgia ya no sea comprometida. "En la vida te haces a todo, pero hay cosas que no se te olvidan nunca. Mi primer sueldo después de la primera semana fueron 517 pesetas, lo tengo grabado en la cabeza". Porque es parte de la historia o de la banda sonora de esta historia que en las próximas generaciones tal vez sea imposible de encontrar.
Quizá porque ese mundo al que pertenece José Luis Mareca, en el que empezó a trabajar dado de alta a los 14 años y en el que suma 45 años en la misma fábrica, ya no existe. Quizá porque escapa de la inquietud de estos tiempos en los que ya no son tantos los jóvenes que empiezan de la nada. "Yo sí", recuerda él, "yo fue terminar el colegio y empezar a trabajar porque con lo que ganaba mi padre, que era fundidor, no llegaba en casa y, a partir de ahí, ¿qué se puede contar? No sé si es el orgullo o la satisfacción del deber cumplido. Pero cuando uno vuelve la vista atrás, cuando uno recuerda a ese niño, a ese primer día o a todo ese frío que hacía en invierno en la fábrica… ¿qué quieren que les diga?", remata José Luis Mareca, impecable en el recuerdo o en el esfuerzo, en ese esfuerzo que ya dura 45 años.
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