Este artículo se publicó hace 5 años.
El huerto de Poblenou, espacio de resistencia en el que aún florece el espíritu del 15M
Los huertos urbanos del Poblenou de Barcelona, creados tras el 15M, fueron un espacio que, durante años, utilizaron muchos vecinos del barrio para conocerse y hacer vida en común. Situados en el centro de un barrio que vive como pocos otros un proceso de especulación inmobiliaria, fueron progresivamente desalojados; todos menos uno. Esta es su historia.
Barcelona-
La imagen es peculiar. A la altura del suelo, un huerto urbano del tamaño de medio campo de fútbol; enfrente, un edificio de doce plantas en un barrio en el que pocas casas superan las cuatro. A la altura del suelo, banquetas bien delimitadas de donde asoma alguna col, lechugas, flores; enfrente, la inmensa grúa amarilla y un polvillo que no termina de disolverse en el aire. A la altura del suelo, varios vecinos- pues se trata de un huerto gestionado enteramente por vecinos- charlan, observan el estado de las obras mientras beben unas latas de cerveza: enfrente, a lo alto, en la flamante nueva cima del barrio del Poblenou de Barcelona, han colocado ya unos rótulos: Vorap rt. Es el nombre, aún incompleto, del último hotel construido en el barrio, ese que ahora les quita el sol y quién sabe si pronto les quitará también la tierra.
A mediados de junio llegó un operario. No dio explicaciones: tomo medidas y se marchó. Es de suponer que el Huerto de La Vanguardia –así se llama, pues el solar que ocupa era la antigua sede de este periódico– no debería ser desalojado por las buenas, no obstante está situado sobre suelo público destinado a zona verde y, sin embargo, sus organizadores temen que el espacio se quiera destinar, en sus palabras, a embellecer con un jardín la entradita del hotel.
“Le estamos dando una función social a un espacio que se encontraba sin uso” reivindican. Aquí cada semana se juntan hasta cien vecinos; cuidan el huerto, comen, charlan, se conocen. Y sin embargo, según ellos, su naturaleza no puede ser sino la de un espacio de resistencia. No es para menos: paralelamente al proceso de masificación turística, el Poblenou se ha ido quedando sin los huertos urbanos que proliferaron hace solo unos pocos años en la zona situada alrededor de La Rambla. De todos los que hubo, ahora solo queda este.
Barrio de huertos
Es por este motivo que la historia no empieza aquí. Tampoco en el momento en que los operarios llegaron al solar, hará año y pico. Ni siquiera en el verano de 2016, momento en el que un grupo de vecinos inauguró el Huerto La Vanguardia. Hay que ir más atrás, al año 2011, cuando tras ser desalojados del campamento del 15M de Plaza Catalunya los indignados se reagruparon en sus respectivos barrios, entre ellos, el Poblenou. La excusa del cambio de ubiucación era que al día siguiente se jugaba la final de la Champions y allí, en una de sus esquinas de la Plaza Catalunya, está la fuente Canaletas, lugar donde los hinchas del Barça celebran los títulos.
Una de las primeras iniciativas que tomaron allí fue ocupar un solar que llevaba años sin uso y convertirlo en algo que, sí, era un huerto urbano pero pretendía también ser más que eso: un proyecto social de barrio, colectivo, autogestionado y asambleario; un proyecto, en definitiva, heredero del espíritu del 15M. Se cultivó mucho, y no solo al aire libre, también en un pequeño y mañoso invernadero, pero también se organizaron exposiciones, recitales, comidas populares… Durante los siguientes años, el Hort Indignat del Poblenou fue un lugar de confluencia para vecinos de muy diferentes edades y procedencias. Fueron tantos los que mostraron interés por tener su pequeña parcela a trabajar, que se creó una lista de espera. Y cuando esta lista de espera fue lo suficientemente larga, se decidió ocupar otros solares del barrio.
Hasta cinco huertos funcionaron al mismo tiempo en el barrio, cada uno con sus propias reglas internas, sus particularidades. El movimiento de los huertos indignados nació y creció durante la peor época de la crisis económica y fue decayendo a medida que los indicadores macroeconómicos apuntaban a una recuperación. Entonces, los espacios que ocupaban; antes eran espacios fantasmales, escondidos detrás de vallas, auténticos no-lugares. Pero fueron reclamados por sus antiguos propietarios o, en la mayoría de los casos, por sus nuevos propietarios.
Barrio de industria
La historia de los huertos comienza en 2011, cierto, pero no así la de estos espacios vaciados que los hicieron posibles.
Situado frente al mar, hace trescientos años el Poblenou era una zona de marismas. Pocos indicadores mejores que el urbanismo para entender el espíritu de una época: si en la Edad Media los pueblos solían formarse en torno a una iglesia o un castillo, con la llegada de la industrialización, el núcleo de áreas como la que aquí nos atañe, prácticamente deshabitadas hasta entonces, pasa a ser la fábrica industrial. La proximidad a Barcelona, la abundancia de agua y el bajo precio del terreno, hizo que los nuevas tecnologías de mecanización tales como la máquina de vapor se implantaran en el Poblenou. Y no se trató de una implantación cualquiera: a finales del siglo XIX, llegó a ser conocido como el Manchester catalán pues tenía la mayor concentración industrial de Cataluña, textil principalmente.
Y sin embargo, la época industrial tocó a su fin en los años 60 y Poblenou, como tantos otros barrios de Europa, se llenó de solares, de antiguas fábricas abandonadas que, en algunos casos, se utilizaron como talleres de coches, desguaces o almacenes y, en otros, simplemente, se quedaron sin uso alguno. Así fue hasta que la llegada de los Juegos Olímpicos, cuando se retiró la vía del ferrocarril que pasaba frente a la playa y Poblenou se abrió al mar. Entonces el barrio cambió para siempre.
Barrio reescrito
Fue una suma de factores; entre otros: la cercanía de la Villa Olímpica, la construcción del complejo del Forum de las Culturas de 2004 –y el boom inmobiliario que se armó a su alrededor– o la implantación del distrito tecnológico 22@. Desde hace años, la geografía urbana de Poblenou y sus alrededores está siendo reescrita sin que gran parte de sus vecinos salgan beneficiados con el cambio.
Sirva como ejemplo: el Hort Indignat del Poblenou, situado en una pequeña y tranquila calle del barrio, era una fábrica de jabón. Permaneció años en desuso hasta que la propiedad fue adquirida por Caixa Catalunya, que tiró abajo el edificio con la intención de construir pisos en un jugoso enclave, a solo 5 minutos de la playa. El proyecto se paró al inicio de la crisis y el solar se convirtió en una especie de estercolero. Caixa Catalunya quebró y la propiedad pasó a manos del Sareb, el llamado banco malo. Ya durante los años en que sirvió como huerto, la propiedad fue adquirida por una gran inmobiliaria. El desalojo se realizó de manera acordada y actualmente el espacio lo ocupan casas unifamiliares con un valor de casi 1 millón de euros cada una.
Muy parecida a esta es la historia del resto de huertos; ahora casi todos se han convertido o se están convirtiendo en viviendas de rango alto en un barrio en el que, pese a que la renta per cápita es ligeramente inferior a la media de Barcelona y se mantiene estable, el metro cuadrado se ha revalorizado casi un 25% solo en los últimos 3 años. Justo al lado, el Front Marítim del Poblenou se ha convertido en el suelo más caro de la ciudad.
Barrio de resistencia
El concepto de plusvalía, creado por Marx, se define como el valor monetario que el trabajador genera por encima de su fuerza de trabajo, es decir, la apropiación sin pago de una porción del trabajo de los obreros por parte del capitalista. Pensadores como David Harvey han escrito sobre cómo en la época posindustrial, la plusvalía sale de las fábricas y se extiende a la ciudad entera. De esa manera, es la propia ciudad la que genera dicha plusvalía sustituyendo su valor de uso, que en principio le es intrínseco, por el valor de cambio, es decir, convirtiéndose ella misma en una mercancía.
La plataforma vecinal Ens Plantem lleva desde hace tiempo denunciando que el Poblenou está siendo mercantilizado; los hoteles y las oficinas proliferan, en muchos casos a costa de los vecinos; sin ir más lejos, el mencionado hotel de doce plantas es presuntamente el culpable de que los cimientos de algunas viviendas de los alrededores se hayan visto afectados, lo que hizo necesario desalojar temporalmente a sus inquilinos. Las acciones llevadas a cabo por esta plataforma se dirigen a que los vecinos habiten el espacio, es decir: lo conviertan en bien de uso o, en términos marxistas, frenen el flujo de la plusvalía. En 2016 organizaron la llamada Ocupación Popular de las Ramblas, que consistió en una gran asamblea-cena vecinal en mitad de la masificada –o cabría decir, turistificada– Rambla del Poblenou, y ese mismo año, ocuparon el solar que ahora es el Huerto de La Vanguardia. Como un gesto simbólico, varios árboles del Hort Indignat, que por entonces estaba a punto de ser desalojado, fueron replantados allí. El mensaje estaba claro: la lucha sigue.
Sus impulsores reivindican eso que, según ellos, hace tiempo que ya apenas se reivindica: la indignación. Aseguran que, pese a que los nuevos partidos de izquierdas han entrado en los parlamentos y en los ayuntamientos, la situación del barrio no ha mejorado. La especulación del espacio público sigue existiendo. “Este huerto es un espacio libre para que los vecinos se conozcan y se expresen. Cuando alguien viene y me pregunta, ¿qué puedo hacer?, yo le contesto: “Haz lo que puedas, el espacio es tuyo”.
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