Este artículo se publicó hace 2 años.
Un festival ya vende entradas para verano sin haber presentado el permiso de actividades
La construcción de un recinto para festivales de música en Tavernes de la Valldigna (València) preocupa a una parte del vecindario, mientras que el Ayuntamiento asegura que el festival solo se hará si cumple todos los requisitos
Joan Canela
València-Actualizado a
El Octopus Festival ya tiene web y se anuncia en las redes. Será entre el 8 y el 11 de julio en Tavernes de la Valldigna (València) y se presenta como "el festival de hardstyle más grande de España". Espera reunir 15.000 personas y contará con grupos como Angerfist, Headhunterz y Sub Cero Project, entre las más de 70 propuestas que ofrecerá. También se pueden comprar ya las entradas por precios que oscilan entre los 60 y los 160 euros (la organización avisa que los precios pueden subir más adelante), sin contar suplementos extras para acceder a los baños premium (25 euros) o el aparcamiento (12 euros).
En la web del evento, también se avisa que "es 100% seguro que Octopus 2022 se realizará con total normalidad" y que solo variarán algunas condiciones según como esté la situación epidemiológica en aquellas fechas. Lo que no explica en la web es que Octopus Festival no tiene ningún permiso por su realización. Y es que, como confirman desde el Ayuntamiento de Tavernes de la Valldigna, ni siquiera ha presentado la solicitud.
Sí que están en conversaciones con el consistorio y este les ha hecho llegar las especificaciones necesarias para obtener los permisos, tales como las posibles afecciones ambientales, un plan de movilidad, prevención de riesgo de inundaciones y estudios sobre posibles afecciones al patrimonio y al suelo forestal.
"Si cumplen con todos los requisitos, harán el festival, y si no, no. Es así de sencillo", ha explicado a Público Josep Llàcer, primer teniente de alcalde de Tavernes de la Valldigna. En cuanto a la venta de entradas, asegura que este es un procedimiento normal, puesto que "no podrían vender todas las entradas el último día" y que el hecho que haya 15.000 personas con entradas compradas y billetes para venir a Tavernes no le supone ninguna presión en la hora de denegar los permisos "si la empresa no cumple".
Este es el miedo que manifiestan desde la plataforma Per una Vall Digna, creada precisamente a raíz de la preparación de un espacio para acoger festivales como el Octopus y otros. Lo argumentan exponiendo los casos del Festival Marenostrum en Alboraia (València) y Cabo de Plata en Barbate (Cádiz), en 2016.
"Miles de personas que vengan al festival cruzarán las dunas de la Safor para poder ir a la playa", advierten
A pesar que se querían realizar en espacios protegidos, empezaron a vender las entradas sin obtener los permisos, y cuando las autoridades quisieron evitarlo, lo que era una simple cuestión administrativa se había convertido en un importante problema político y de orden público. En el caso valenciano, consiguió negociarse un cambio de ubicación in extremis y no sin mucho conflicto. Pero en el andaluz, más de 30.000 personas acamparon en una zona natural donde estaba prohibido sin que la Junta pudiera impedirlo.
Dunas protegidas
Desde la plataforma vecinal alegan precisamente que el espacio del festival se encuentra adyacente en las Dunas de la Safor, espacio protegido por la Red Natura 2000 y declarado Zona de Especial Conservación por la Generalitat en 2020. "Miles de personas que vengan al festival cruzarán las dunas para poder ir a la playa, afectando gravemente un entorno donde nidifica el chorlitejo patinegro", explica la activista Carme Melo. Para la plataforma, estos eventos masivos "no tendrían que poderse realizar en espacios no urbanizados. Ellos venden precisamente que lo harán en espacios paradisíacos, pero esto acaba significando un abuso privado de los espacios ecosistémicos".
"Tener seis o siete macrofestivales en un solo verano tendrá un impacto enorme", denuncian
Las quejas no vienen solo por el Octopus Festival, sino que este viene acompañado de la creación de un espacio permanente para festivales, lo que temen que incremente la oferta de este tipo de ocio. "No estamos en contra de la música ni la cultura, pero es obvio que el tamaño importa y tener seis o siete macrofestivales en un solo verano tendrá un impacto enorme en muchos sentidos", continúa Melo.
Hasta el momento, Tavernes de la Valldigna es la sede de tres festivales: el Festivern, el Iboga y el Mediterránea Festival. Los dos últimos tienen que cambiar la ubicación después que una sentencia judicial diera la razón a un grupo de vecinos que denunciaron las molestias que provocaban. Un problema que el nuevo recinto solucionaría, pero a condición de sumar Octopus y otros, como el Zevra Festival, ambos producidos por la empresa Crean Fun Time SL, con sede en Cullera y responsable del Medusa Festival, donde se reúnen hasta 300.000 personas.
Desde el Ayuntamiento aseguran que el Zevra Festival está parado "hasta que no se apruebe el proyecto del Octopus", pero la web del festival ya anuncia que empezará a vender entradas a partir del 6 de febrero.
Mientras tanto, Crean Fun Time SL ya ha empezado los espacios de desbroce y allanado de los terrenos de la zona conocida como Els Marenys, donde el 2007 se aprobó un PAI que nunca se ejecutó. La mayoría de los terrenos, en manos de bancos e inmobiliarias, se han alquilado a la promotora, aunque algunos vecinos han denunciado que se ha entrado a sus terrenos sin autorización.
Una situación que desde el consistorio aseguran que se ha resuelto. "Es un terreno urbano y además muy degradado, se ha producido algún incendio muy grave", explica Llàcer para defender la idoneidad de la zona elegida para el recinto de festivales.
Desde la plataforma, en cambio, se denuncia que "se han producido daños en caminos, canaletas de riego, muros y acequias. Y las máquinas han borrado los hitos de algunos terrenos, haciendo imposible, en algunos casos, la identificación de los límites de las tierras". Piden una ubicación alternativa para los festivales y proponen el aparcamiento de la estación de tren, "lejos del casco urbano y de espacios naturales", aunque sobre todo hacen hincapié en un decrecimiento en la política de festivales, tanto en el número como en su volumen.
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