alcalá de henares (madrid)
Una puerta de madera carcomida por el paso del tiempo servía de entrada al refugio. Pronto comienzan los 19 peldaños que llevan a más de 3,5 metros de profundidad bajo el suelo. Menos de un metro separan a una pared de otra, y la altura alcanza los 1,88 metros. Sus pasillos giran bruscamente, siempre para evitar que el posible impacto de metralla pudiera alcanzar a las personas guarecidas en el zulo. En total, 13,5 metros de angosto recorrido para llegar al habitáculo final.
Dentro, con una superficie útil de 20 metros cuadrados, se escondió la familia de Sergio Real durante los bombardeos de los sublevados que en 1937 y 1938 asolaron Alcalá de Henares. Nada más levantar la trampilla, un cable que abastecía de electricidad al zulo acompaña durante todo el recorrido. Bombillas y casquillos destartalados son la tónica general, así como interruptores desfasados, hasta llegar a la habitación. En ella, todavía pervive una gran tinaja y el respiradero, protegido con unas rejas ahora cegadas de piedras.
Estamos en el número 28 de la calle Daoiz y Velarde, lo que fue la propia vivienda del mencionado empresario, poseedor de la central eléctrica adyacente, y que tiempos antes perteneció a la familia Azaña, y de la conocida como fábrica de harinas La Esperanza, hoy considerada Bien de Interés Cultural (BIC).
Fundada en 1916, en el momento del golpe de Estado franquista la fábrica de harinas era capaz de molturar 20.000 kilos al día. "En un contexto de guerra, en el que además hay que alimentar a un Madrid sitiado, tener esta factoría era muy importante", introduce Vicente Pérez, concejal de Patrimonio Histórico de la ciudad complutense.
La fábrica de harinas La Esperanza es considerada Bien de Interés Cultural
Además, apenas 50 metros más allá, decenas de tanques se agrupaban en el parque O'Donnell, por lo que la zona era un claro blanco desde 1936 para la aviación que facilitó la victoria de los alzados tres años después. "Inicialmente lo construyó la Familia Real, aunque algunos dicen que el Ayuntamiento intervino para facilitar el proceso", relata Pérez. Se trata de una historia en la que prevalece la memoria oral, pues apenas hay rastro de la construcción del refugio. En cambio, los arqueólogos que comandaron su estudio en 2018, Pedro Rodríguez Simón y Luis A. Ruiz Casero, sí hallaron referencias del mismo en las actas de algunos plenos municipales celebrados por aquellas fechas.
Pocas referencias sobre su construcción
Según relatan en su expediente, "la fábrica de harinas La Esperanza había sido incautada, pero en su dirección continuó uno de los hijos de Sergio Real. En un primer momento, la única defensa contra los bombardeos que contaron los trabajadores fueron unas zanjas excavadas en la parte trasera de la fábrica, pero el bombardeo que afectó a los silos fue determinante para que se tomase la decisión de construir un auténtico refugio subterráneo".
Así pues, del acta de la sesión plenaria celebrada el 31 de octubre de 1937 en el consistorio complutense se pueden extraer varias conclusiones, tal y como destacan los dos arqueólogos. Se constata que el refugio se construyó por iniciativa particular, bien de la Familia Real, según estos expertos la opción más probable, o bien por la del comité que dirigía la fábrica. Además, el refugio se encontraba en construcción a finales de octubre de 1937, y las obras debieron comenzar bastante antes, en una fecha que "no podemos determinar por la vaguedad de los datos del alcalde".
El refugio se construyó con materiales de derribo tras los bombadeos
A todo ello se suma que "los obreros fueron vistos escafilando ladrillos, lo que indica que el refugio se construyó con materiales de derribo, probablemente procedentes de los solares que habían dejado los bombardeos que habían tenido lugar hasta la fecha". En otro pasaje del Libro de Actas se hace mención a las pilas de escombros que jalonaban las calles de Alcalá en aquellos momentos, pues no había medios para recogerlos.
A tenor de lo expresado por Rodríguez y Ruiz en su informe, también se deduce el interés del Ayuntamiento en las obras, y no puede descartarse algún tipo de intervención o supervisión municipal sobre las mismas tras esa fecha. "No tenemos noticias de esta, pero sí de que la comisión de Obras del Ayuntamiento intervino en el reforzamiento de otros refugios particulares, como los de la calle Talamanca", concluyen.
Prohibida la entrada para los más pequeños
En este caso, la memoria oral, tan frágil como imprescindible, se convierte en una manera más de conocer qué fue del refugio. Javier García Lledó, descendiente de Sergio Real, rememora que el tío de su madre vivía en ese inmueble y que la habitación por la que se accede al zulo era utilizada como despensa. "Siempre supimos que estaba ahí porque se veía la trampilla, pero a nosotros, que éramos niños pequeños, no nos dejaban entrar. Creo recordar que una vez bajé con él y tenía cosas de trabajar con miel".
García Lledó: "A nosotros, que éramos niños pequeños, no nos dejaban entrar"
Pilar Lledó, prima de Javier y bisnieta de Sergio Real, afirma que la familia huyó de la vivienda a otro inmueble situado en la calle Mayor, arteria principal de Alcalá, en 1937. "Cuando se termina la fase de los bombardeos intensificados, que continúan a lo largo de la guerra, pero más espaciados, vuelven a la casa y deciden hacer ese refugio", comenta. Serían dos tíos abuelos suyos, ingenieros industriales, quienes diseñarían y dirigirían su construcción, agrega esta historiadora local.
Ella también atesora algún que otro recuerdo de su infancia en la casa. "Cuando jugábamos en la fábrica, luego íbamos a beber algo a casa de este tío abuelo mío soltero que seguía viviendo allí, y siempre nos tenía prohibida la entrada a una habitación. La habitación por la que se accede al refugio era una especie de alacena, un almacén de alimentos", desarrolla Pilar.
Culmen y ocaso de La Esperanza
Pérez, el concejal de Patrimonio, apunta que este refugio protegía a la familia, al igual que a parte del vecindario. "Quizá a los trabajadores de la fábrica también, pero tenían que entrar por la vivienda familiar", añade. Al fin y al cabo, la empresa estaba colectivizada. La Familia Real perdió su control, excepto el hijo mayor, Sergio, el único sin estudios universitarios de los demás hermanos al que sí se le consideró proletario: "El primogénito sí que pudo continuar trabajando ahí, principalmente porque era el único que sabía manejar la fábrica", explicita el edil.
Los bombardeos ejecutados por los sublevados en esa zona llegaron a afectar a uno de los silos de la factoría, pero poco más se sabe. La Familia Real, al final, acabó siendo propietaria de toda la manzana, en donde añadieron algunos corrales, y un horno y despacho de pan, según explica Pérez.
La fábrica de harinas La Esperanza jugó un papel determinante durante la Guerra Civil, un momento en el que la harina y el trigo estaban racionados y Madrid sufría un hambre inusitada. Así las cosas, su declive llegó a mediados de los años 80, cuando quedó asfixiada por el crecimiento natural de la ciudad complutense. Por ejemplo, cada vez que entraba un camión a la factoría, había que cortar una de las principales carreteras que transitaba por el centro de la localidad. "Hablamos de una fábrica que seguía produciendo en los años 70 y 80 con patentes procedentes de finales del siglo XIX, por lo que su producción era mucho menor que otras que utilizaban tecnología del siglo XX", comenta Pérez.
En defensa del patrimonio industrial
En los años 90, el Ayuntamiento de Alcalá compró la fábrica de harinas. Mucho más tarde, en torno a 2016, se dio inicio a una serie de visitas al enclave. Fue en ese momento cuando el actual concejal de Patrimonio contactó con José María Lledó Real, el padre de la ya mencionada Pilar, quien señaló la ubicación exacta de este refugio que no está abierto al público, a diferencia de lo que se pretende hacer con el descubierto hace unos meses en la plaza de Cervantes, epicentro de la vida alcalaína.
Pérez: "Es el único caso de conservación de maquinaria, de tecnología de madera del siglo XIX perfectamente conservada"
Además, la fábrica de harinas La Esperanza fue declarada BIC el último día del año 2022. "Siempre he entendido que tenía un valor excepcional. Es el único caso de conservación de maquinaria, de tecnología de madera del siglo XIX perfectamente conservada en el siglo XXI, e instalada en el siglo XX", dice al respecto Pérez.
Desde su punto de vista, esta es la única forma de conocer el funcionamiento de la industria de finales del XIX, momento en el que se dio el primer proceso de industrialización en España. "No hay nada parecido en Madrid, por eso fue el primer BIC de patrimonio industrial declarado como tal. Además, está incluido a nivel estatal en el Plan Nacional de Patrimonio Industrial", finaliza.
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