Europa destina una superficie equivalente a Irlanda para producir biocombustibles que contaminan más que el diésel y la gasolina
Un informe del Instituto de Investigación Energética y Medioambiental de Heidelberg cuantifica por primera vez el impacto en los usos del suelo de las políticas europeas que impulsan la producción de carburantes 'bio'.
Alejandro Tena
Madrid-Actualizado a
Europa está empleando una ingente cantidad de tierras a la producción de biocombustibles. Al menos 9,6 millones de hectáreas están ocupadas por macroplantaciones destinadas a generar este tipo de carburantes que, pese a la etiqueta bio, tienen un elevado impacto ambiental, tal y como revela una investigación publicada este jueves por el Institut für Energía und Umweltforschung (Instituto de Investigación Energética y Medioambiental) bajo encargo de Transport and Environment. Las dimensiones de estas tierras, en suma, superan las del área geográfica de la Isla de Irlanda, de 8,4 millones de hectáreas.
Europa apostó en 2009, tras la aprobación de la Directiva de Renovables, por el fomento de los biocombustibles como alternativa al diésel y a la gasolina. Este compuesto químico requiere de materias primas agrarias, la mayoría sacadas de extensas plantaciones de soja, colza, maíz, girasol o palma, entre otras. Al promover este tipo de sustancias, la UE no tuvo en cuenta el impacto que tendría en los usos de la tierra, tanto dentro del continente como fuera, ya que gran parte de la producción quedó externalizada en países del sur global.
Tampoco recabó demasiada información sobre las emisiones de efecto invernadero de estos carburantes ecológicos. Algo que más tarde, en 2016, terminó saliendo a la luz. La Comisión Europea publicó una investigación que acreditaba que, agregando las emisiones indirectas –las generadas en el proceso de plantación y producción de las materias primas–, los biocombustibles computaban mayores emisiones de CO2 que el diésel y la gasolina convencionales.
Ahora, esta nueva publicación cuantifica por primera la extensión de tierras afectadas por estas políticas de transición europeas. Los datos aportados revelan que el viejo continente podría haber ahorrado más emisiones si hubiera optado por dedicar ese dinero a energías renovables para la carga de vehículos eléctricos. De hecho, para alimentar un vehículo con energía solar se requeriría de 40 veces menos terreno que el que se utiliza para plantar biocombustibles que alimenten el motor de un coche de combustión.
Las plantaciones de biocombustibles europeas –incluidas las que se externalizan fuera del continente– suponen el 9,2% de sus tierras de cultivo. Si se tiene en cuenta que parte de los cultivos generados en esas tierras se destinan para fabricar piensos, la superficie total bajaría hasta el 5,1% y abarcaría 5,3 millones de hectáreas, es decir, una superficie superior a lo que abarca Dinamarca en el mapa.
Transport&Environment, en la difusión del informe, ha considerado remarcar la importancia de destinar esas tierras a otros usos. La renaturalización de estos espacios podría dejar nuevos sumideros de carbono que, a través de la vegetación, retiren 64,7 millones de toneladas de CO2 al año. La reconversión de estos monocultivos a plantaciones de alimentos también parece, según la organización europea, una opción viable para crear cosechas suplementarias destinadas a combatir la crisis alimentaria global.
"Ahora mismo, hipotecamos vastas extensiones de tierra en cultivos que acabamos quemando en nuestros depósitos. Es un despilfarro escandaloso. Esa misa superficie podría servir para alimentar a millones de personas", sostiene Carlos Rico, portavoz de Transport&Environment. "Los biocombustibles son un experimento fallido dentro de la Directiva de Energías Renovables. Seguir quemando alimentos como combustible mientras nos enfrentamos a una crisis alimentaria mundial es una barbaridad", ha apuntado Lucía Rúa, portavoz de ECODES.
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