España envejece con medio millón más de mayores de 65 años que menores de 20
El país elude afrontar su declive demográfico cuando el envejecimiento poblacional se intensifica, con más de uno de cada cinco residentes por encima de la antigua edad de jubilación.
Zaragoza--Actualizado a
La sociedad española envejece en un fenómeno más intenso entre los españoles que en el conjunto de la población, más acusado en la cornisa cantábrica y la meseta que en el resto del país y que plantea desafíos de carácter demográfico, social y económico.
No obstante, vistos los debates y los planteamientos con los que el país ha sido bombardeado en las últimas semanas, no parece encontrarse entre las principales preocupaciones y/o retos de quienes gobiernan ni de quienes aspiran a hacerlo.
La población de más de 65 años ha pasado a superar a la de menos de veinte
En la España de la postpandemia se ha producido un hito demográfico de calado: la población de más de 65 años ha pasado a superar a la de menos de veinte tras haber rebasado la barrera del 20% del censo.
Es decir, uno de cada cinco residentes supera la antigua edad de jubilación y esas cohortes de edad ya tienen más miembros que las que agrupan a niños, adolescentes y jóvenes que no llegan a veinteañeros.
Los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) revelan que ese proceso es más intenso entre la población de nacionalidad española que en el conjunto del país, o, leído ese mismo dato por pasiva, que solo las migraciones están atenuando ese vertiginoso envejecimiento.
De los 48,05 millones de residentes que el INE contabilizaba a 1 de enero de este año, 9,11 no habían cumplido los veinte años y 9,68 superaban los 65, lo que indica que los segundos son 570.000 más que los primeros y que les sacan algo más de un punto porcentual (18,95% por 20,14%) en cuanto a peso demográfico.
Hace quince años la diferencia era de un millón y medio (9 por 7,5) y la ventaja se daba en sentido inverso, un dato que ayuda a hacerse una idea de la velocidad a la que se están produciendo estos cambios.
Además, esas brechas se amplían cuando la observación se centra en la población de nacionalidad española, en la que la diferencia es de 1,25 millones y de casi tres puntos, con un 18,96% de jóvenes y un 21,93% de mayores.
Y no hay que olvidar que el peso de ambos grupos, tanto el de los mayores como el de los menores, se ve reducido por el hecho de que la práctica totalidad de los casi 136.000 extranjeros que cada año obtienen la nacionalidad española, más de 1,22 millones entre 2013 y 2021, se ubican en el bloque intermedio.
¿Se trata de un proceso de carácter negativo? No necesariamente. "El envejecimiento es un éxito de nuestra época. A cualquiera que le preguntes si quiere vivir más, obviamente viviendo bien, te va a decir que sí", indica María Zúñiga, profesora titular del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza.
"Hay que tener cuidado con esa visión negativa que se suele tener del reto demográfico del envejecimiento, porque en realidad que la gente viva más es una buena noticia", añade.
El proceso de envejecimiento plantea retos por los cambios que supone en as estructuras social y económica
No obstante, ese proceso de envejecimiento sí plantea algunos retos por los cambios que supone en ámbitos como las estructuras social y económica del país y, también, a la hora de abordarlos siempre que una de las premisas sea no alterar la cohesión social.
"El Estado de bienestar tiene que ser generacionalmente justo, no se puede beneficiar a unas generaciones sobre otras. La cohesión generacional es parte de la cohesión social", plantea Elisa Chuliá, profesora de Sociología de la Uned e investigadora de Funcas, el centro de estudios de las antiguas cajas de ahorro, donde dirige el área de Estudios Sociales.
Las presiones sobre el Estado de bienestar y la economía
"El Estado de bienestar está sometido a una presión de gasto creciente muy intensa solo por la evolución de la población. Se va produciendo una desproporción que no es algo deliberado, sino consecuencia de un Estado de bienestar que atiende a una población que envejece", añade la socióloga.
Coincide con Zúñiga, quien divide esas consecuencias del envejecimiento de la población en tres grandes grupos: "Una afecta a los recursos, directos con las pensiones e indirectos con la prestación de servicios; otra a la salud, porque las poblaciones envejecidas tienen mayores problemas de salud y un gasto médico y una necesidad de cuidados más altos, y una tercera de cambios en el modo de vida, en aspectos como la vivienda, la estructura del hogar y su número y en la estructura social".
El ajuste del sistema de pensiones y la mejora de la atención primaria son dos de los retos pendientes para afrontar el envejecimiento
En este sentido, ambas coinciden en situar el ajuste del sistema de pensiones entre las necesidades prioritarias. "Se creó en una situación demográfica diferente. Parece que no nos queremos dar cuenta de que ha cambiado, pero la pirámide demográfica lleva avisando mucho tiempo, llevamos treinta años viéndolo venir", anota Zúñiga.
La geógrafa incluye entre los retos pendientes para afrontar la evolución de la demografía la mejora de una "atención primaria que atienda a esa población más envejecida" y el cuidado de la estructura social de la misma.
Este último aspecto incluye facilitar medios para el cultivo de las relaciones personales y asegurar el funcionamiento de conceptos como la ciudad de los quince minutos, "porque de ella depende que los mayores tengan una mejor calidad de vida".
Chuliá, por su parte, pone el acento en otras dos derivadas de carácter económico. "No basta con que crezca la población ocupada, para asegurar que el sistema sea sostenible es necesario que crezcan también las cotizaciones", señala, al tiempo que advierte de cómo los efectos de ese proceso se proyectan también sobre el volumen de la demanda.
En la estructura económica de España ese factor resulta fundamental, ya que el 60% de la demanda procede del consumo de los hogares, y nada apunta a que eso vaya cambiar mientras no se produzca el manido cambio de modelo productivo en un país que lleva décadas insistiendo en depender de la construcción y el turismo mientas languidecen sectores cuya creación de valor añadido es más intensa, como una industria cuya languidez quedó al desnudo con la pandemia.
El envejecimiento "puede cambiar la estructura económica de un país", advierte la socióloga, quien recuerda cómo "los jóvenes generan una mayor demanda que los mayores, que tienen un gasto relativamente escaso en bienes de consumo", al tiempo que estos últimos realizan "consumos específicos, no tanto de bienes pero sí de servicios, que tienen una gran utilidad social pero bajan productividad".
Las 'dos Españas': envejecimiento en el norte, reposición en el sur
Asturias, Galicia y Castilla y León son las tres únicas CCAA donde los mayores de 65 son más de la cuarta parte del censo
Esos procesos de envejecimiento no se están dando de una manera homogénea en el territorio estatal, sino que tienen incidencias diferenciadas, de manera acusada en algunos casos, en las distintas comunidades, aunque sí se perciben algunos patrones.
En este sentido, las mayores brechas se concentran en la cornisa cantábrica, especialmente en Asturias, donde los mayores de 65 ya son más de la cuarta parte de la población y prácticamente doblan en número a los menores de veinte, y también en Galicia, donde la diferencia se acerca a los once puntos.
Son, junto con Castilla y León, donde la brecha supera los diez puntos, de las tres únicas comunidades en las que los mayores de 65 años ya son más de la cuarta parte del censo. Un nivel al que se acercan Cantabria (23,3%, 6,1% de brecha) y Euskadi (23,4%, 5,6%) y, en menor medida, Aragón (22%, 3,6%), Extremadura (21,8%, 4%), La Rioja (21,7%, 2,8%) y Navarra (20,4%, 0,15%).
Esas tasas, estimadas a partir de los datos del INE, dibujan otro esquema de dos Españas, con la más envejecida concentrada en la mitad norte, aunque con la excepción de las mediterráneas Catalunya y País Valencià y con el añadido de Extremadura.
Tampoco se trata de un fenómeno exclusivo de España, ni mucho menos. "No estamos solos, esto está ocurriendo en varios países europeos", como Alemania, Italia o Portugal, explica Chuliá.
"En algunos países como Italia hay una tendencia similar a la de España. Sin embargo, hay otros países que tienen unas políticas más activas y una concepción social distinta de la natalidad y de la familia, como Francia o Alemania, donde la situación no es tan parecida", anota Zúñiga.
La geógrafa destaca cómo "en Francia ha bajado la población de menos de veinte años pero la diferencia no es tan acusada, y en Alemania incluso han aumentado los jóvenes", aunque, matiza, "esto puede depender también de las migraciones que han recibido, y no solo de la dinámica natural. Sus tasas de reemplazo en principio son mejores".
"No nacen suficientes niños para reemplazar a los mayores"
¿Y qué es eso de la "tasa de reposición"? Es uno de los conceptos clave en materia de demografía: "Hablamos de tasa de reemplazo, de que las personas menores de veinte años no son tantas como las mayores de 65, y eso nos habla de la perspectiva de futuro. Es decir, de qué capacidad de regenerarse ella misma tiene la sociedad por su propia dinámica natural o por la migratoria. Y estas tasas nos hablan de muy poca capacidad de reemplazo" en el caso de España, describe María Zúñiga.
"No se espera que la natalidad o la mortalidad vayan a cambiar, con lo que la población española estará cada vez más desproporcionada", dice María Zúñiga
Paralelamente, añade, "el envejecimiento consiste en un proceso en el que aumenta la proporción de gente de más edad en una sociedad, pero eso puede venir de dos direcciones: que realmente crezca la población envejecida, como ocurre en algunas zonas del litoral mediterráneo con la migración de origen europeo, o que, como ocurre en España, cada vez nacen menos niños y por lo tanto los grupos de edad más jóvenes son más pequeños".
"Es un proceso de envejecimiento, pero no porque haya más mayores, sino porque su proporción es mayor en relación con el resto de la sociedad debido a que no están naciendo suficientes niños para reemplazar a esas personas mayores" que, por motivos meramente biológicos, van a ir desapareciendo, concluye.
Esas tendencias tienen su origen en el elevado número de nacimientos de los años 60 y 70 y en su reducción a partir de los 90. Y sitúan en realidad al país ante un desafío de calado, ya que "no se espera que la natalidad o la mortalidad vayan a cambiar, con lo que la población española estará cada vez más desproporcionada".
Mientras tanto, expone Elisa Chuliá, no sabemos "cómo va a evolucionar" el tercer factor demográfico, que son las migraciones.
"La natalidad no es solo una cuestión cultural"
Pero las migraciones, origen de más de la sexta parte de los ocupados (3,57 millones de 20,45) este mismo año en España, no resultan ser un ente autónomo, sino que obedecen a causas y pueden verse moduladas por distintos factores.
"Se piensa que la migración va a ir resolviendo los problemas por sí sola, pero la migración hay que gestionarla. Y eso no se puede improvisar", advierte Chuliá.
"Los migrantes vendrán en la medida en la que se puedan emplear y en la medida en que la sociedad española les pueda ofrecer condiciones mejores que otras sociedades", añade.
"Se piensa que la migración va a ir resolviendo los problemas por sí sola, pero la migración hay que gestionarla", señala Elisa Chuliá
En este sentido, la socióloga recuerda que "debe haber una política de migración muy orientada a las necesidades del mercado de trabajo. Tenemos una reserva [de personas empleables] en el desempleo, pero vamos a necesitar migrantes con unas capacidades y formación determinadas".
Sin embargo, esa perspectiva práctica y de largo plazo no resulta ser la predominante en los debates públicos y mediáticos sobre la migración en España. "Se trata de procesos de ajuste que deberían irse produciendo poco a poco", anota, aunque "a veces la espuma del debate político nos impide ver que hay problemas graves que a veces tienen un origen sencillamente demográfico".
Otra cosa es que el acierto de las políticas migratorias vaya a ser suficiente para resolverlos, ya que las pautas de natalidad de la población migrante "se adaptan rápidamente a las del país que los acoge y se va reduciendo su fecundidad. Por eso resultan claves los incentivos en los países de destino. La natalidad no es solo una cuestión cultural", concluye.
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