Ernest Cañada: "Cuando la izquierda está en el poder no tiene una propuesta para transformar el turismo"
Con un turismo de masas que genera crecientes impactos y que acumula conflictos en todo el planeta, varios académicos trazan una amplia mirada crítica y las posibles alternativas en 'El malestar en la turistificación' (Icaria editorial). Hablamos con el coordinador de Alba Sud, Ernest Cañada, uno de los editores del título.
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2023 fue un año de récord a nivel turístico en el Estado español y en
Catalunya, con unas cifras históricas de visitantes internacionales —85,1 y 18 millones, respectivamente— que permitían al sector superar
los datos de 2019 y, por lo tanto, dejar atrás el retroceso de la pandemia
de Covid-19.
Ahora bien, en el último lustro los impactos negativos provocados por el turismo de masas —encarecimiento de la vivienda, monocultivo comercial, precariedad laboral, privatización de espacios, huella ecológica, incremento de la contaminación, uso desaforado de recursos limitados...— han ido claramente a más, en una dinámica que es global. ¿Si a esto se le añade las evidencias de crisis que se encadenan, como la climática y la energética, tiene futuro el actual modelo turístico?
Con la voluntad de realizar un profundo análisis crítico del fenómeno y plantear alternativas para su transformación, más de una veintena de
académicos han contribuido a El malestar en la turistificación. Pensamiento crítico para una transformación del turismo, que acaba de publicar Icaria editorial.
El volumen pretende fortalecer los estudios críticos sobre turismo a partir de la adaptación del pensamiento de varios pensadores contemporáneos críticos con el capitalismo. Coordinado por Ivan Murray, Clément Marie dit Chirot y Ernest Cañada, hablamos justamente con este último sobre el libro y el presente y el futuro del turismo.
De entrada, los editores definen la turistificación como "el proceso de
transformación socioespacial como consecuencia de un crecimiento tal de las actividades turísticas, bajo la hegemonía del capital, que hace que toda la vida económica y social se vea subordinada a ellas, desplazando otras necesidades y usos".
Así mismo, recalcan que la turistificación de ciudades y territorios "ha dado lugar a un creciente malestar social que concentra en el turismo la percepción de pérdida de derechos y de posibilidades de una vida digna". También recuerdan que la crisis financiera global iniciada en 2007-2008 provocó una "fuerte expansión turística" y, consecuentemente, "aceleró procesos de turistificación en todo el mundo".
Investigador posdoctoral de la Universitat de les Illes Balears (UIB) y
miembro fundador del colectivo Alba Sud, Cañada comenta que "a pesar de lo que nos pueda parecer ahora, con una reacción de crecimiento después de la pandemia y nuevos récords, hay una
policrisis que pone en cuestión la dinámica del turismo de las últimas
décadas". En este sentido, el experto habla de la crisis climática y la crisis energética, pero también de crisis geopolítica o social que justamente hacen tambalear el modelo turístico hegemónico desde hace un buen puñado de años.
Para el investigador hay tres opciones para afrontar esta situación. "Una es decir que no pasa nada e intentar continuar haciendo crecer el número de visitantes", mientras que la segunda es "ir hacia una estratégica de elitización, que se ha activado sobre todo después de la pandemia".
¿Y en qué consiste? Cañada apunta que comporta una "competencia entre ciudades y territorios, que buscan atraer a los turistas de más poder adquisitivo, los que gastan más. Es una estrategia que aplican muchas ciudades, como Barcelona, Palma, Ámsterdam, Málaga... y tiene implicaciones, porque comporta hacer un enorme gasto público al servicio de esta estrategia para dedicarlos a infraestructuras o macroacontecimientos".
El editor de El malestar en la turistificación, pero, deja claro que es una
apuesta que "tiene problemas y es que no hay ricos para todo el mundo. Se trata de un mercado mucho más pequeño que el de clases medias y
trabajadoras, que han conformado el crecimiento del turismo las últimas décadas. No todo el mundo podrá llevarse estos sectores y entretanto tenemos que gastar mucho dinero para competir por este mercado, de forma que perdemos tiempo y dinero para hacer la transición socioecológica del sector".
Además, Cañada critica esta estrategia porque si bien "los ricos gastan más, también consumen muchos más recursos y, por lo tanto, tienen un mayor impacto ambiental" y, además, "que alguien gaste mucho no significa que población del territorio viva mejor, no redistribuye mejor".
A su parecer ahora estamos un momento en que se combinan la primera estrategia, es decir intentar hacer crecer en volumen el sector, con la segunda que busca reorientar la actividad hacia esta dinámica de elitización y a la cual se abocan "cada vez más recursos públicos" a través de grandes acontecimientos y la construcción o ampliación de infraestructuras.
Pero, para él, hay que ir hacia una "tercera opción". Es la que implica un
"necesario decrecimiento de la actividad, acompañado de la transformación del sector para ponerlo al servicio de los intereses de la mayoría y de sus necesidades".
La necesidad de tener una política propia
El libro también lamenta que la izquierda no haya planteado una alternativa sólida al actual modelo turístico. En este sentido, Cañada expone que "la izquierda ha pensado el turismo como un tema menor, cuando en 2023 España recibió 85 millones de turistas, es decir, es un tema que estructura la economía y la sociedad en muchos territorios".
Y añade que esta "cierta pereza en el pensamiento de la izquierda tiene como problema que no tenemos políticas con que intervenir, cuando tiene cierto poder la izquierda no tiene una propuesta propia para transformar el turismo y se limita a intentar paliar los impactos más negativos".
Con el trasfondo de Barcelona y los dos mandatos de alcaldía de Ada Colau, el investigador admite que "se intenta regular y que no siga una dinámica enloquecida por ejemplo en las viviendas turísticas, pero a la vez también se intenta que no estalle el conflicto turístico".
En este sentido, ve imprescindible "resistir" al turismo y, por lo tanto, movilizarse contra sus impactos y regularlo, pero a la vez también defiende "que debemos tener una política propia de qué hacemos con el turismo, el ocio o la recreación, es decir, articular de contenido derechos y necesidades que tiene la mayoría de la población y definir qué turismo queremos para ella".
Deja claro, pero, que en el "marco de un planeta finito y con recursos limitado, muy probablemente tendrá que estar basado en la proximidad". Siguiendo con el caso de la capital catalana, Cañada cita Barcelona Turisme como ejemplo "de organismo en que el sector público pone los recursos y el sector privado toma las decisiones y se basa en políticas de promoción, que nos afectan a la mayoría [de los vecinos]".
En este sentido, defiende la necesidad de imponer "medidas de contención y transformación", como por ejemplo "limitar el funcionamiento y los recursos a consorcios como este; no seguir ampliando infraestructuras como puertos y aeropuertos; acabar con
la dinámica de grandes acontecimientos para ricos como la Copa
América...".
De hecho, subraya que "si no imponemos medidas de decrecimiento en territorios muy turistificados el malestar irá a más". Como conclusión, el miembro de Alba Sud defiende que "necesitamos construir horizontes que nos permitan reorientar la actividad turística" y apuesta por una "planificación" que implique poner límites "que no sean impuestos por el mercado, de forma que, por ejemplo, organicemos la
movilidad internacional en base de criterios que no sean quién puede pagar y quién no para evitar una elitización del turismo". Admite que esto "está lejos" de ser una realidad, pero que hay que "avanzar hacia aquí".
Y lo remata subrayando que el libro tiene una "clara voluntad de incidencia política" y que busca "fortalecer la capacidad de análisis sobre cómo funciona una actividad como el turismo para avanzar en su transformación".
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