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Entrevista a Yolanda Sáenz de Tejada"Las mujeres tenemos que dejar de ser la silla sobre la que se sienta cualquiera a su antojo"
Yolanda Sáenz de Tejada, experta en visibilidad femenina, autora de 18 libros, quien da cursos de liderazgo y formación para que "estemos seguras de nuestra valía personal y profesional y la rentabilicemos".
Nuria Coronado Sopeña
Madrid-
Yolanda Sáenz de Tejada tiene el don de la diferencia y de la alquimia. Y los practica tanto y tan bien que ni pestañea cuando resume que su trabajo, o más bien su pasión vital, se reduce nada más y nada menos que “a fabricar alas” y a hacer que las mujeres dejemos de ser “la silla sobre la que se sienta cualquiera a su antojo”.
Y es que a esta jienense de sonrisa continua como las películas de antes y medio siglo de experiencias en su mochila, se la rifan en asociaciones empresariales, escuelas de negocios y ayuntamientos de toda España, para reeducar a las empresarias, directivas, emprendedoras… que acuden a sus formaciones a pensar en ellas, a ser visibles.
“La visibilidad tiene mucho que ver con cambiar tu posición en el espacio mental y físico de los demás. Las mujeres no estamos educadas para que nuestra visibilidad sea un hecho cotidiano. Por eso me dedico a enseñarles mediante un proceso intenso de entrenamiento, a que adquieran herramientas con las que ellas acaben siendo su mejor cliente”, dice. Y, ¿cómo lo hace? Muy sencillo. Usando en sus charlas el poder transformador de la poesía para que acaben sintiendo y entendiendo que la vida o “se la vive locas de atar, con ganas de triunfar, de ser ellas, de brillar, de ser desvergonzadas y tiernas si les da la gana”, o no la habrán vivido.
Hablamos con la autora de Poesía para directiv@s con alma pero sin tiempo, para conocer cómo reciben las empresas una propuesta tan creativa como la suya y cuán importante es apostar por la voz interior que nos recuerda a las mujeres quiénes somos de verdad.
Alas, mujeres, poesía y empresas ¿Lo suyo es una misión en mayúsculas?
Una de las cosas que he aprendido es a cambiar la palabra sueño por misión, porque lo segundo llama a ocuparse; a lucha en positivo; a diseñar estrategias para alcanzar lo que te propones y a encontrar tu sentido en el mundo. Así que has dado en el clavo. Lo mío es una misión que me mueve cada día a perseguirla. ¿Y sabes lo más hermoso? Que le da sentido a todo y es mi guía.
¿Hay algún denominador común con el que se encuentre cuando imparte charlas o formación?
Pues diría que hay tres denominadores comunes en nosotras, porque nos parecemos mucho más de lo que nos diferenciamos. Lo primero es que a las mujeres nos gusta reírnos y ayudarnos. Es un bulo eso que nos han metido en la cabeza de que las mujeres nos pisamos y nos ponemos la zancadilla. No es verdad en absoluto. A la sociedad le ha interesado tenernos escondidas en nuestras casas, criando y cuidando a los demás, porque eso nos impide crear redes tan fuertes como las que estamos construyendo y viviendo ahora. Así que lo primero que siento y veo es lo predispuesta que está la mujer a crear redes. Solo necesita que le digamos que es su momento y que pida ayuda si la necesita; que somos muchas para ayudarla y que a una palabra suya, fabricaremos aliento extra para su corazón.
Es una de las primeras cosas que hago al empezar un grupo de formación: que ellas sepan que cuentan unas con las otras. El segundo día, ya le ponen nombre al grupo y se sienten más fuertes y con el compañerismo como bandera, porque ya sabes que una mujer más otra no somos dos, sino infinito.
El segundo elemento común es el “síndrome de la tiara” y que hace referencia a la educación que hemos recibido basada en el principio de que hemos de agradar siempre a los demás y que nos lleva a la necesidad de la aprobación externa para todo. Por eso digo que la visibilidad comienza por una misma y que hasta que no nos creamos lo que valemos, no lo sabremos contar.
En cuanto al tercer factor que veo es el de la capacidad creativa que nos brota y de la que renegamos. La mayoría de las mujeres te dicen que no son creativas, pero asómate a la puerta de un colegio a ver los disfraces que hacen con sus manos; o examina las filigranas que consiguen con el presupuesto mensual. La mujer es tan creativa que me emociona. Y tienen que saberlo, porque es una de las capacidades más demandadas en el mundo de la empresa. La inteligencia creativa es uno de sus fuertes y quiero que lo sepan.
¿Por dónde se empieza a ser visibles en un mundo como el empresarial que nos hace invisibles a las mujeres?
Por una misma. Para mí ese es el único camino, porque te convierte en una persona visible, no en un personaje visible. Por eso comienzo mi entrenamiento con el proceso de “ser”. Si no sabes quién eres, qué quieres, cuáles son tus valores y dónde quieres estar, no puedes conocer tu misión y saber quién es tu público. La mujer quiere gustarle a todo el mundo y eso es frustrante. Cuando aprendes que no, que solo le puedes gustar a unos pocos y que en ellos te has de enfocar, es cuando dejas de amargarte por todo lo negativo que recibes. Cuando aprendes a decir que no a lo que no te interesa, lo que no es bueno para ti o para tu entorno, y cuando conoces tus valores para que te guíen, es cuando estás preparada emocionalmente para saber lo que vales.
¿Y el segundo paso?
Comienza en el “estar” y se basa en adquirir herramientas de protocolo profesional que te van a ayudar a avanzar, a gestionar tu tiempo, a presentar un proyecto sin miedo, a elegir las redes sociales en las que quieres estar, y en saber quiénes son tus clientes o público objetivo. Y ya, una vez preparada, entrenada, y con tu misión en la cabeza y el corazón, es cuando saltas a la tercera fase, que es la de “ejecutar”. Ahí es cuando ya entiendes y practicas el valor de lo que yo llamo networking efectivo basado en el amor profesional y que tiene como fundamento esto que tanto me gusta decir: aquí no hemos venido a llevarnos lo mejor, sino a aportar lo mejor.
Aquí es cuando preparas tu propuesta de valor y le cuentas a la gente cómo haces las cosas, más que lo que haces, porque en esa manera de hacer las cosas es en lo que reside tu diferencia. Entonces es cuando tu marca personal brillará con tus valores y serás capaz de monetizar lo que haces o lo que quieres hacer. A las mujeres nos da miedo hablar de dinero y es un error, porque no hay nada más pleno que vivir de lo que amas y si no te cotizas, no podrás hacerlo en la vida. Ya estás preparada para presentar un proyecto, hacer una reunión y defender tu objetivo dentro y fuera de las redes. Somos necesarias en la empresa y nos lo hemos de creer, porque tenemos el 80% de la decisión de compra de Europa. Somos el mercado, y no lo sabemos.
Cuando la mujer toma conciencia de quién es y lo que quiere, pero el entorno no le deja ser ¿qué aconseja hacer?
A todas nos ha sucedido eso, nos sucede y nos sucederá. Por eso es importante que sepamos que no somos las únicas y que todo no nos pasa a nosotras. Mi consejo es que se una a otras mujeres porque, a veces, en las redes de mujeres es donde encontramos la solución ya que a otra mujer le ha sucedido algo parecido.
Es importante que nos formemos mucho en herramientas y adquiramos capacidades tales como hablar en público, escribir un mail correctamente, ir sola a un evento de networking y contar qué es lo que haces de manera efectiva. A veces nos limitamos a decir que no somos capaces y nos sentimos inferiores a los hombres, por eso es tan importante el primer paso del que te hablo en el entrenamiento, el de “ser”. Por eso hemos de trabajar nuestras creencias limitantes y saber qué es lo que realmente es cierto o el boicot que nosotras mismas nos hacemos.
Además es muy importante que las mujeres que ocupan cargos de responsabilidad sepan que tienen dos obligaciones éticas: Una es la de ser visible, porque necesitamos referentes femeninos en la empresa, y si no están, ¿cómo las vamos a encontrar? Tienen mucho que contarnos y mucho que enseñarnos. Y la segunda es apoyar a otras mujeres a que lleguen, darles oportunidades.
En su trabajo aúna ternura y valores ¿es la manera de dejarles con la boca y el corazón abiertos?
¡El caso es que no sé hacerlo de otra forma! ¡Es como cuando a un cantaor de flamenco le tocan la guitarra para que vaya cogiendo tono! Pues eso es para mí la poesía y la ternura, el tono que necesito para cabalgar sobre lo que luego proyecto. Comenzar cada conferencia o entrenamiento de formación con un poema es también agradecerle a los que me escuchan su tiempo y su atención. Yo necesito que las personas se sientan bien, porque si lo están van a ser más humanistas, más productivas, y van a trabajar con más predisposición sus valores. Van a entender que esto va de aportar, no de llevarse, y que cada día hay que tener los ojos abiertos por si alguien necesita algo.
No hablo de Santa Teresa de Jesús, en absoluto, hablo de que has de tener un sentido de utilidad en el mundo, porque si no eres útil a la sociedad, no sirves para nada. Y la utilidad está relacionada con escuchar a los demás y con ayudarles a que alcancen sus objetivos, no para frenarlos. La utilidad vuelve a estar relacionada con el amor por las personas y por el medio ambiente, por la diversidad y por la igualdad.
¿Cuantas piedras, hoyos, palos hay que quitarse de encima para ser las mujeres que queremos ser?
Me gusta decir que somos tres mujeres: la que ven los demás, la que somos, y la que realmente queremos ser. Y esto al final es un lío, y sólo deberíamos ser una: la que realmente queremos ser. Y esta mujer deberíamos llevarla siempre a todos nuestros roles (madre, profesional, hija, amiga, pareja, abuela…), porque una cosa es el rol que representas y otra quiénes somos. Lo segundo tiene que ser siempre fiel a tus valores. Por eso es tan importante trabajar para conseguirlo. Esto conlleva aprender a decir “no” para alejarse de quienes te lo impiden, o de hacer todo lo que los demás te piden por miedo a lo que dirán o a no agradarles.
Es una carrera sin tregua. A mí me ha costado muchos años, pero creo que estoy en el momento más emocionante de mi vida precisamente por eso, porque soy quien me da la gana y por eso, también, es muy importante para mí contar las herramientas que me han ayudado a conseguirlo y entrenar a las mujeres con las que trabajo, de forma colectiva o individual, para que lo consigan.
¿Amar los errores es acertar?
Amar los errores se puede hacer cuando ya ha pasado tiempo. No nos vamos a pedir utopías o a aplicarnos algunas de las frases que tanto daño nos hacen, como que todo lo queramos se puede conseguir con esfuerzo. No es cierto, a veces te fallan las ganas, la vida, el equipo o el dinero pero no puedes frustrarte y has de saber si seguir o retirarte. Has de saber si ha llegado el momento de dejarlo, de cambiar de equipo, de irte a otro país o de cambiar de pareja. De pedir ayuda o de darla. Ha llegado el momento de pensar en ti y de saber que, al final, tú eres el principio.
Lo que nos pasa a las mujeres es que nos culpamos de todo. Nos boicoteamos constantemente (la culpa es mía, mira que soy tonta, si es que no tengo ni idea, no soy capaz, quién me mandaría a mí...). Nos cuesta mucho asumir que un error lo tiene cualquiera, porque somos tan autoexigentes que, o lo hacemos perfecto, no lo hacemos y claro, omitimos ese gran aprendizaje que es el ensayo error. Nos lleva, además, mucho más tiempo que a un hombre recomponernos y darle la vuelta. Ese es el verdadero arte: saber darle la vuelta a lo negativo. De esto hablo mucho en el último libro Poesía para directivos, de hecho, le dedico un capítulo sobre la positividad. Creo que es una de las habilidades que más entrenadas tengo y me apasiona retarme a extraer siempre la mejor versión de lo que sucede y reinterpretar el mundo.
¿Cuándo dio el paso de apostar por usted? ¿Recuerda su primera conferencia o formación? ¿Qué sintió?
¡Ay, esta pregunta me remueve! Cuando tenía 12 años sabía que quería ser diseñadora de moda (de hecho, es lo que estudié en Madrid). Ahí comencé a apostar por mí, pero, ¿sabes cómo lo hice? Cosiendo cada día mis diseños con una mujer que venía a mi casa a ayudar a mi madre. Somos siete hermanos, imagina el trabajo que había allí en ropa. Después, en verano y con 14 años, me apunté a clases de corte y confección con 40 grados y a las 5 de la tarde en un taller de Andújar, donde no iban niñas de mi edad, claro. Eso ha significado siempre apostar por mí, prepararme, creérmelo y formarme mucho. Demostrar que lo quería sí o sí y que era capaz (la pasión sola no sirve, necesitamos el conocimiento, la formación).
Mientras, en Madrid, para ayudar a pagar mi carrera, trabajaba de modelo y de cantante. Durante muchos años escondí los vídeos que hice de corista de Luis Miguel o de La Unión, porque cuando quise dedicarme a un mundo que mis hermanos llamaban “serio”, eso no pegaba. Ahora los enseño encantada, porque es lo que hace que me comporte delante de la televisión como si fuera mi casa. En esos años aprendí muchísimo de la comunicación.
Somos necesarias en la empresa y nos lo hemos de creer
Años después, me uní a mis hermanos y montamos una empresa que hoy es muy grande y que me dejó mucha ansiedad en el cuerpo y la sensación de que no me veía ni a mí. Me levantaba a las 6,30 de la mañana, dejaba a mi hija de un año y medio en la guardería a las 8 y volvía a las 21,30h. Fue ahí cuando llegó ese momento que cuento en mis conferencias: vendí mis acciones y compré mi vida. Lo hice llorando, sabiendo que renunciaba a mi empresa, aquello que creí que sería eterno, pero consciente de que tenía que forjar una vida nueva sobre la que tuviera yo el poder de elegir, no que me eligieran a mí.
Y monté un estudio de diseño y marketing y me ocupé de ello, pero fue tan difícil, sin las redes de ahora, desde el campo, y con dos hijas pequeñas, llegar a los clientes, así que supe que las redes sociales serían mis compañeras de trabajo y también me ocupé de formarme en ellas. Aquí, también, comencé a escribir. Mi primer libro es del 2008 y ya van 18, y a publicar en grandes editoriales, y eso me dio visibilidad, y comencé a contar en las redes lo que sentía y las herramientas que me habían ayudado a conseguir mis objetivos y surgió el mágico momento en el que comenzaron a llamarme.
Recuerdo, cada día que me subo a un escenario, ese momento en el que yo me preguntaba: ¿Yolanda, algún día te llamará alguien para contratarte…? Y mientras te lo cuento, me emociono porque somos lo que hemos vivido y las personas que nos han ayudado y jamás, jamás nos podemos olvidar de ambas cosas. Ese es nuestro verdadero poder, tener personas que hayan creído en nosotras cuando no éramos nadie.
¿Cuántas de las mujeres que viven en usted ha dejado de ser?
La madre a jornada completa, por ejemplo. De hecho, mi primer libro nació porque mi hija pequeña era muy complicada y me tenía al borde del estrés. Se llama ¡A jugar! y diría que es el que más éxito ha tenido porque se sigue vendiendo. Diseñé 46 juegos para que los niños tuvieran buenos hábitos y los hice para sobrevivir a todo lo que me pedía el corazón y el cerebro para ser una madre que aportara valores y cumplir con la misión que han de tener todos los padres, que es criar hijos que aporten a la sociedad.
No fue fácil, pero estoy muy orgullosa, porque cuando supe que era el momento, las vikingas, así llamo a mis hijas desde hace muchos años, por eso de que yo no quiero princesas, asumieron su responsabilidad y su independencia y no tengo ninguna culpabilidad cuando viajo o no puedo estar con ellas. Al revés, me siento orgullosa de poder viajar y aportar a otras mujeres lo que sé. Ahora digo que se me da cada vez mejor hacer de hija que de madre por eso de que valoro mucho que me cuide la mía.
Otra de las mujeres que dejé en el camino fue la de empresaria feroz. Ser empresaria, a veces, es como una enfermedad, ves oportunidades en todos los lugares que visitas y en la mayoría de artículos que lees. Ahora me controlo, porque lo que realmente quiero es tener tiempo libre y mucha paz. No me gusta el estrés y me aparto de las personas que lo llevan en vena. Lo mío es el debate tranquilo, pausado y con tiempo.
¿Por qué le gusta ser mujer?
Porque me apasiona tener súper poderes y las mujeres los tenemos. Somos intuitivas, visionarias, divertidas, solidarias y nos interesa el bien común, más que el particular. Las mujeres no envidiamos el poder, envidiamos la felicidad de otra mujer y por eso nos interesa tanto conseguirla. No sería hombre jamás, aunque me encanten y me haya criado con ellos, algo que me ha hecho aprender muchísimo.
¿Y feminista?
Porque es sinónimo de inteligencia. Si queremos un mundo sano, emocionalmente no entiendo que no lo es todo el mundo. Solo la igualdad nos va a permitir avanzar, porque la igualdad lucha por la diversidad que es la base de la creatividad y el desarrollo. Es más, mi lucha porque esto suceda es activa y mis entrenamientos de visibilidad femenina tienen esa misión: que la mujer sea visible en la empresa para demostrar que somos iguales y que hemos de ocupar el lugar que merecemos.
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