MADRID
Mucho se ha hablado de la conocida como ley Celáa. Algunas cosas verdaderas y otras tantas falsas. En ese torbellino de noticias, posicionamientos y manifestaciones, no ha destacado uno de los hitos que incluye y que, si hubiera sido desarrollado en el Congreso y en otros niveles de la sociedad, el debate se tornaría diferente: la empatía. "Es una habilidad y se da como respuesta cognitiva para poder ponerse en el lugar del otro", comenta la psicóloga Mariví Vaquer Martí, una de las responsables de que este término esté dentro de la nueva ley de Educación.
Vaquer Martí, que tiene una experiencia de más de 30 años trabajando con escolares en València, apunta que de la empatía surgen respuestas afectivas como la compasión (padecer con), la solidaridad, la ayuda al otro y la conducta prosocial. "Ese proceso cognitivo-emocional-conductual enriquece la inteligencia emocional de los niños, tanto la interpersonal como intrapersonal", comenta la psicóloga valenciana, que apunta que en niños, "gracias al concepto de biofilia, su conexión emocional innata por otros seres sintientes, pueden encontrar más fácil ejercitar esa habilidad. Porque la empatía se puede entrenar, no es algo que se tenga o no se tenga".
Mariví Vaquer Martí, además de experta en el proceso de desarrollo de los niños y niñas, es presidenta de Proda (Profesionales para la Defensa Animal). Esta asociación ha estado más de seis años intentando que la empatía hacia los animales se convierta en la llave de una sociedad más pacífica desde la escuela. Concretamente, desde la II Jornada Parlamentaria de Apdda -parlamentarios y exparlamentarios en defensa de los animales-. La organización, que ha contado con miembros de todos los partidos políticos representados hasta ahora, hizo suyas las reclamaciones de Proda y las convirtió en 2018 en una propuesta no de ley firmada por la mayoría de los grupos parlamentarios y que finalmente se ha plasmado en la actual ley de Educación LOMLOE (pendiente de su ratificación en el Senado).
Desde la Apdda aseguran que son muchas los diputados y senadores que han hecho que esto haya sido posible, pero insisten en que "es de justicia destacar a los grupos que recogieron las propuestas de Proda en sus enmiendas (Más País-Equo, ERC, JxCat y BNG) y a quienes han promovido los acuerdos transaccionales que han podido concitar el apoyo mayoritario en Ponencia y Comisión: los portavoces en la Comisión de Educación y miembros de Apdda, Joan Mena (UP), Montse Bassa (ERC), Inés Sabanés (MP-Equo) y Sergi Miquel (PDECat)".
Pero, ¿por qué es tan importante la empatía y por qué hacia los animales? "Las personas que tienen problemas con la violencia, tanto las víctimas como las que la ejercen, tienen importantes carencias a nivel emocional y de autogestión", explica Victoria Lacalle, psicóloga clínica experta en violencia, con experiencia tanto con víctimas como agresores. "Esas carencias -prosigue- son las que tiene el sistema educativo actual, porque no nos enseñan a crecer como personas de forma sana. La competencia emocional más importante que existe de cara a evitar la violencia es la empatía".
De hecho, tanto Lacalle como sus compañeros tienen este concepto como herramienta fundamental para reinsertar en la sociedad a los agresores. "Si no se logra que desarrollen esta habilidad, no es un tratamiento efectivo ni se ha logrado el objetivo", concluye. Tras años de experiencia se han dado cuenta de que, sobre todo en los casos de menores víctimas, los animales son un hilo conductor perfecto para tratar estos temas. "Los animales son el pegamento del corazón, son sanadores en esencia". Asegura que los animales "son una figura de apego seguro y sano" ante las personas que sufren problemas de apego -y que por eso desarrollan conductas violentas-. "Nos quieren, nos cuidan, nos aceptan incondicionalmente y no juzgan".
De la biofilia y de cómo desarrollarla sabe mucho el maestro de Valladolid Chema Lera. Él ha logrado que sus alumnas y alumnos expresen con dibujos sus emociones con los demás animales, que empaticen y que se pongan en la piel del otro. Estos surgen después de plantearles situaciones en las que tienen que elegir qué harían con ese animal: ¿dónde estarían mejor: en una selva o en un zoo? ¿Qué hacemos si nos encontramos una araña? ¿Sufren los animales igual que las personas? "Nunca me he encontrado con un niño que diga que un pájaro está mejor en una jaula, en los tropecientos años que llevo dando clase", explica a Público en su último curso de carrera antes de jubilarse.
"Suele ser más fácil empatizar con mamíferos y aves, que los ven más, pero resulta que los delfines les generan un sentimiento especial. Los quieren ver en el mar", responde satisfecho. Y califica de "brutal" el hecho de que por primera vez se hable de los animales como una figura a respetar en una ley de educación. "Esta vez -comenta- ha habido apoyo de las fuerzas de los partidos que apoyan el Gobierno actual. No se han aprobado todas las propuestas que había sobre la mesa, pero las suficientes para generar una base para recurrir a ellas y que los desarrollos de contenidos lo reflejen".
Evolución en los valores, reflejo en la educación
Esa buena predisposición de casi todas las fuerzas políticas no es más que el reflejo de los cambios en la sociedad en su respeto por los animales. Tauromaquia, caza, zoológicos, venta de animales o colonias de gatos callejeros son solo algunos de los temas que más evolución están generando en la opinión pública. "A pesar de que nuestro país tiene por delante mucho trabajo que hacer al respecto, la empatía hacia los animales, afortunadamente, cada vez va calando más en nuestra sociedad. El trato cruel a los demás seres con capacidad de sufrir ya no es tolerado por gran parte de la población.
Por ejemplo, ciertas actitudes frente a los animales de compañía que hasta no hace mucho estaban bastante normalizadas, como tener a un perro permanentemente atado, educarlo a base de castigos físicos, abandonarlo tras haberlo adquirido como capricho, o matarlo cuando ya no resulta úti, hoy en día generan gran indignación". Así reflexiona Virginia Iniesta Orozco, veterinaria, vicepresidenta de Avatma (la asociación nacional de veterinarios abolicionistas de la tauromaquia y del maltrato animal) y futura profesora de secundaria.
Ese cambio, de investigar en la universidad a la docencia en un instituto, lo explica por su afán de llevar más allá lo que ella ha aprendido con el pensamiento científico. "Los argumentos científicos han servido para demostrar de manera objetiva, entre otros aspectos, que los animales son capaces de experimentar miedo, dolor y padecimiento psíquico. Y para refutar, por ejemplo, la hipótesis taurina de que el toro de lidia tiene una neurofisiología especial y por eso no sufre durante las corridas", comenta.
"Creo -continúa- que trabajar con los más jóvenes podría brindarme una oportunidad única y maravillosa para mostrarles, desde el conocimiento científico, las similitudes que tenemos con los demás animales a nivel anatómico, fisiológico y neurológico, y la capacidad que también tienen ellos para experimentar emociones complejas, disfrutar o incluso, como se ha revelado ya en algunas especies, manifestar empatía. Tengo la esperanza de que el dar a conocer estas realidades a los alumnos puede allanar el camino para que ellos mismos reflexionen y tengan en consideración llevar a cabo formas de convivencia más responsables y empáticas con el resto de especies".
Contenidos en los ciclos obligatorios, transversales y continuados
"Hemos logrado que se incorpore la empatía entre los objetivos de Infantil, de Primaria y, después de mucho trabajo de insistencia, también de la ESO, además de incluir los derechos de los animales entre los fines del sistema educativo, que nos parece muy relevante; toda una declaración de intenciones", comenta una de las portavoces de la Apdda y diputada por el PSOE, Sandra Guaita. Según los procesos de desarrollo, los niños y niñas aprenden a detectar sus emociones siendo bebés; entre los seis y siete años aprenden a reconocer esas emociones en otros, y es a los 14 años aproximadamente cuando somos capaces de empatizar con las emociones de otros que no conocemos de nada.
Un trabajo que si no se hace desde el hogar y desde la escuela tiene consecuencias terribles. "Si no aprendemos a conectar con la vulnerabilidad de otros, lo que hacemos es generalizar también con las personas", explica Lacalle. "Si lo que aprendemos es que alguien vale según se sitúe por encima o por debajo y no aprendemos a respetarlos, lo que te dan es el derecho implícito de poder hacer con él lo que quieras. Eso se empieza aprendiendo a hacerlo con los animales y después se generaliza con las mujeres, los niños, etc.".
Para la psicóloga, el efecto de desarrollar o no esta habilidad junto con las demás que conforman la inteligencia emocional, podemos verlo en el día a día. "La diferencia entre un adulto que ha aprendido la empatía como capacidad y otro que lo vincula como debilidad, como algo malo, es que el primero será un adulto con una autoestima más sana, una inteligencia emocional adecuada; y eso se traduce en comportamientos sociales positivos. Si has aprendido a ponerte en el lugar de los demás, tendrás conductas altruistas, prosociales, de ayuda y colaboración con los demás. El segundo, además de que le generará unas emociones negativas como la frustración, no tendrá una autogestión emocional sana, tendrá dificultad para demostrar sus emociones y eso trae consigo ira, enfado e impulsividad que llevan a conductas violencias".
Por ello, además de incorporarse en la ley el término "empatía", es necesario desarrollar. Hasta ahora, comenta Mariví Vaquer Martí, en prescolar se les habla de las necesidades de los animales y qué emociones suscita tenerlas, no tenerlas o estar amenazados. "Ellos empatizan y deciden respetarlos. Fuera de las decisiones de adultos como prohibir, entre dar una patada o una caricia a un perrito, deciden la segunda", comenta. "En la adolescencia -apunta-, existe una mayor inestabilidad emocional hablando en general, y puede ser que sea una etapa proclive a la influencia externa y no sepan diferenciar la violencia instrumental con otras formas".
Por eso, las y los expertos inciden en la importancia de educar en estos valores desde muy pequeños, pero no hubiera estado de más que la empatía estuviera también dentro de los contenidos de los ciclos no obligatorios. "Nos hubiera gustado que la empatía también se incorporara en la formación profesional y el bachillerato, pero, a pesar de esto, el campo de trabajo es inmenso, abriendo infinitas posibilidades", comenta Sandra Guaita.
"Educar en la empatía -continúa la diputada- va a dotar a las nuevas generaciones de herramientas que no solo servirán como estrategia preventiva frente al acoso escolar y a otras violencias, sino que también nos debe permitir construir una sociedad más justa y pacífica". Lo mismo opina la experta en violencia, Victoria Lacalle: "Si se empieza a incluir la empatía hacia los animales en el currículo escolar, conseguiremos que los niños y las niñas se conviertan en personas compasivas, generosas, altruistas y respetuosas con los demás, desarrollando habilidades sanas a la hora de relacionarse. La empatía y la violencia no pueden ir de la mano; si desarrollamos una, la otra desaparece".
Preguntada de qué manera deberían desarrollarse estos contenidos -pues es el gran reto de esta ley una vez que pase el procedimiento del Senado-, Lacalle cree que deberían estar de forma transversal en los contenidos que se impartan, de la misma forma que está la igualdad o los valores prosociales. "Nuestros docentes son los que saben llevarlo a contenidos y es importante que en ellos figure la práctica de situaciones que trabajen la empatía, la compasión y la solidaridad, y que sean trabajadas de forma constante, no de forma esporádica. Son habilidades que se convierten en valores", añade la presidenta de Proda.
"Sería importante -apunta la veterinaria de Avatma- que en las materias donde se aborde el tema de los animales no se enfoque este solo en el valor que tiene en función de los beneficios que reporta su especie al ser humano", comenta como algo que sí ocurre en la ciencia veterinaria. Además, explica que el reto es "dejar a un lado el punto de vista utilitarista y ampliar la visión que se tiene de los demás seres vivos en lo referente al valor que tienen sus vidas por sí mismas". "Ampliar el círculo de consideración moral hacia los no humanos les facilita ser más respetuosos también con sus congéneres", concluye Virginia Iniesta Orozco.
Desde Apdda adelantan que 2021 será un año crucial, no solo con el desarrollo de la ley educativa, si no por los temas que tiene sobre la mesa: la reforma del Código Civil para que los animales dejen de ser considerados meras propiedades, que se incluya a los animales jurídicamente como seres sintientes, la ley Marco de Bienestar Animal, o endurecer los delitos contra los animales en el Código Penal, entre otros.
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