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Violencia machista“Es muy duro decir que te ha violado un jeque y que nadie te crea por la corrupción y los intereses que envuelven mi caso”
Soraya H., la joven que hace más de una década denunció haber sido violada por Al Walled Bin Tatal, uno de los hombres árabes más ricos del mundo y amigo del rey Juan Carlos, reclama justicia.
Madrid--Actualizado a
A jirones. Así se le quedó la vida a Soraya H. cuando con 20 años, un 12 de agosto de 2008 en unas vacaciones en Ibiza, fue llevada engañada y drogada por dos conocidas desde la discoteca El Divino al Turama (un lujoso yate alquilado por 90.000 euros al día con bandera maltesa de 120 metros de eslora y 43 cabinas), para ser violada presuntamente por Al Walled Bin Tatal, un jeque árabe que se había encaprichado de ella.
Soraya había salido a divertirse con dos chicas árabes que conoció la noche anterior, y en la discoteca comenzó a sentirse mal. “Noté como todo me daba vueltas y me encontraba fatal, solo quería irme. Supe que alguien me había echado algo en la copa. Cuando les pedí a estas chicas que nos fuéramos y que me dejaran en el hotel en el que esta pasando mis vacaciones, me dijeron que sí pero en su lugar me llevaron hasta el muelle donde había un lujoso barco. Por más que dije que yo quería irme a casa por lo mal que me encontraba no me hicieron caso y me subieron al barco. Allí me encontré con una escena asquerosa que nunca olvidaré. Una orgía de unos hombres árabes vestidos junto a un montón de chicas desnudas que creo eran prostitutas. En una barra había también una orgía de drogas de todo tipo. Todo me daba vueltas, cada vez estaba peor. Fui llevada a la habitación del barco ya que el jeque me había elegido para irme a la cama con él. Yo estaba muy, muy mareada, casi inconsciente”, recuerda a Público.
Tras recobrar algo el sentido se encontró en la cama de esa habitación, con sus genitales doloridos y la certeza de que tras esa noche su vida no volvería a ser la misma. "Lo único que recuerdo es que estaba como en un sueño, como si alguien estuviera encima y me besara. A la vez sentí un fuerte dolor en mis partes íntimas y en ese momento me desperté, tendida en una cama, en una habitación oscura, solo con una pequeña luz”.
Su caso llenó páginas de diarios y minutos de telediario hace 11 años pero la vació de esperanzas de justicia por dentro. “Las conexiones del multimillonario con el rey Juan Carlos y con todos los negocios que se traían entre manos hicieron que nada se investigara y que todo quedase tapado”, explica entre la tristeza y la rabia.
Ansias de justicia
Desde aquel fatídico verano, esta modelo germano-española de 31 años, vive con la esperanza de que “algún día se haga justicia y se crea en la palabra de una víctima en lugar de la de un agresor”.
"Necesito que se haga justicia conmigo como el respirar"
Por eso mismo, más de una década después, habla de nuevo en exclusiva para Público para reclamar su #Cuéntalo particular. “Si hablo, quizá puedan aparecer más chicas a la que les pasara con él lo mismo que a mí y el caso se pueda reabrir. Necesito que se haga justicia conmigo como el respirar”, confiesa apesadumbrada en un espacio discreto de una cafetería para la entrevista.
Soraya recuerda las grandes manifestaciones de La Manada y afirma que "me gustaría que conmigo pasara igual. Somos muchas, demasiadas las mujeres que pasamos por todo esto. Necesito la solidaridad y el apoyo de la sociedad porque me he sentido y aun me siento muy sola. Es muy duro denunciar que te han violado y que nadie te crea por la corrupción y los intereses que envuelven mi caso. Necesito que la gente se conmueva conmigo igual que con la víctima de los Sanfermines”, confiesa. “No quiero ni puedo dejar que mi caso se quede como está.
"No quiero que nadie me tenga pena. Lo que quiero es justicia"
No me parece justo que por ser él quien es, nadie pueda tocarle un pelo. Esa gente debe ser juzgada igual que el resto de los mortales. No quiero que nadie me tenga pena. Lo que quiero es justicia porque seguro no he sido la única ni la última. Después de 11 años me gustaría curar la herida y sentir que he podido ayudar a otra chica o a otras chicas si esto sale de nuevo a la luz. Que juntas podamos tener más peso y por fin alguien haga algo. Que esto tenga algo de positivo. Mi madre ha luchado todos estos años para algo”.
Pero además de justicia, Soraya reconoce que volver a hablar es una manera de curarse del dolor. “Durante muchos años he pensado que todo fue por mi culpa. Por haberme ido allí de vacaciones. Pero luego pienso que si me tenía que pasar para hacerme más fuerte, esa era la razón de todo. Si sigo culpándome no voy a avanzar nunca. Intento seguir adelante, me obligo a sonreír, a hacer vida normal pero todo se me hace muy difícil. Pienso en irme fuera de España por si vienen de nuevo a por mí. Ellos tienen mucho dinero y contactos y pueden encontrarme. Pero no puedo huir siempre de ellos. Es mejor denunciarlo de nuevo y que entre todos desenmascaremos ante la justicia lo que me paso. Necesito que la gente sepa quién es el culpable y dejar de sentirme señalada”, expresa.
Una violación de libro con el rey Juan Carlos de por medio
El caso de esta joven, una agresión sexual de libro, es cuanto menos jurídicamente singular. Basta escuchar todas las preguntas que Soraya lanza al aire para darse cuenta de ello. “¿Cómo es posible que en dos ocasiones mi causa se archivara? ¿O que nadie actuara legalmente existiendo una denuncia en comisaría, la confirmación del Instituto Nacional de Toxicología de la presencia de semen en dos muestras que me tomaron y restos de fármacos en mi orina (el ansiolítico nordazepam, el antiparasitario metronidazol y cafeína) que prueban que me sirvieron una bebida en la discoteca para llevarme al barco? ¿Por qué la jueza que instruyó mi sumario no quiso analizar los restos de semen en mi ropas?”, se pregunta.
Y de esas preguntas a la modelo le nacen otras: “¿Cómo es posible que con el testimonio de varias personas que se contradicen y que estuvieron conmigo (las dos conocidas con las que salió a divertirse más un chófer que la llevó a su hotel) nadie me crea? ¿Por qué si tan inocente dice ser este jeque no aportó una muestra de saliva para cotejarla con el perfil genético obtenido del semen encontrado en mi cuerpo? ¿Cómo es posible que se negara a dar su saliva porque según él nadie está obligado a demostrar su inocencia? ¿Por qué ni siquiera me han querido devolver mis objetos personales?”, comenta.
Y de inmediato las respuestas para Soraya convergen en una sola explicación: la del perfil poderoso del presunto agresor y sus conexiones con el rey emérito don Juan Carlos. “Hubo presiones tremendas para que nada prosperara judicialmente ya que el príncipe estaba negociando el contrato del AVE del desierto para empresas españolas y presumía de tener mano en la concesión. Era todo justo cuando el caso de Corinna lo inundaba todo. Llegué a recibir amenazas de muerte si seguía adelante con la denuncia”, añade.
Tras la denuncia de la joven, Al Waleed escribió hasta en dos ocasiones al rey emérito don Juan Carlos para que intercediera por él. Este le respondió que no podía hacer nada porque la justicia en España era independiente y que lo mejor era acudir a un buen abogado. Dicho y hecho, el jeque contrató al bufete de Horacio Oliva, un despacho con sede en Marbella donde la familia saudí tiene múltiples propiedades.
En marzo de 2015, la Audiencia de Palma archivó la causa. Cuatro meses después, Juan Carlos I felicitaba al príncipe Al Walled con una carta por el archivo de la causa. Tras tres años de proceso, la justicia no creyó la versión de la joven y retiró la imputación al acusado. El auto judicial reconoce que algo sucedió en el yate pero que no hay pruebas suficientes para asegurar nada. “Lo que él hizo fue presentar fotografías de las páginas de su agenda, que se ven que esta hechas de forma torpe con Photoshop, para decir que no se encontraba en Ibiza sino en París esos días”, explica Soraya.
A esta joven de mirada profunda como el mar no solo le duele que no hayan creído que fue violada. También que lo que le sucedió a ella le haya podido pasar a más chicas y que por todas las presiones que hubo a su alrededor también hayan callado. “A mí me gustaba la figura de los reyes, creía que servían para algo, para ayudar a los ciudadanos. Pero me di cuenta de que no. Que en lugar de ayudarme cuando mi madre contactó con el antiguo rey para pedirle ayuda, nos dieron la espalda”, rememora. “Los reyes no ayudan a nadie. No sé ni para qué sirven. Los árabes llegaron a hacer campaña en Internet contra mí y me encontraba vídeos en Internet diciendo que si alguien daba conmigo podían hacerme lo que quisieran porque me había metido con el jeque árabe. Yo sé que no tenía culpa de nada, pero me sentía responsable por lo que le pudiese pasar a mi familia”, cuenta.
La familia, su gran apoyo
La madre de Soraya ha sido, junto a su padre, su novio y sus amigas, una de las personas por las que esta mujer está saliendo adelante. “En cuanto le conté por teléfono lo que me sucedió, cogió un avión a pesar de que tiene pánico a volar, y se vino a Ibiza junto a una amiga a por mí y a denunciar a la policía”, dice Soraya.
Para la progenitora, lo más difícil del viaje vital y no deseado de su hija es la indefensión infinita que ha sufrido en este proceso. “Lo más complicado es encontrarte tan indefensa entre tantos desalmados sin saber cómo saldrás y ni siquiera si saldrás con vida. Todo esto nos trae muchísima angustia. Es indescriptible. Lo peor es no saber cómo salir de un viaje de esta envergadura. Lo que le ha sucedido a Soraya no es un viaje, es un secuestro de su vida en toda regla”, explica la madre a Público.
Una vida rota por la que precisamente esta madre no piensa dejar de luchar. “No es la impunidad la que nos va a parar. Lo que nos frena es la corruptela que hay en España, el que la gente no ejerza el trabajo que les corresponde y que han deseado desempeñar cuando lo escogieron: el de jueza, de fiscal, el de jefe del Estado, el de Policía... Mienten o callan y a eso se le llama ser cómplice y ayudar al agresor. Es una vergüenza, escuchar que 'todos somos iguales ante la Ley', porque es mentira. Esta es una manada VIP. Es un grupo de personas que se aprovecharon de las circunstancias que crearon para satisfacer sus repugnantes mentes e instintos y no han pagado por ello. Todo es muy lamentable por decirlo con buena educación”, afirma.
Cuando preguntamos a la madre cómo se siente como víctima colateral de lo sucedido, responde con un río de palabras y sentimientos. “Me siento muy maltratada, triste, desgarrada por dentro, con mucha rabia y con ganas de decirle muchas cosas a todos estos políticos e individuos con poder que tenemos en España. Todas estas personas nos han dejado solas y en total indefensión. Dan bastante vergüenza. Son muy hipócritas e incompetentes”.
El mensaje de esta madre tiene, también, otros destinatarios: los medios de comunicación. “En su momento nos hicieron mucho caso difundiendo lo ocurrido, unos mejor que otros, y después se olvidaron de seguir ayudándonos. Ni se volvieron a preocupar”. Y es que cuando todo salió a la luz hubo una parte del trabajo periodístico que, tanto Soraya como su madre, reconocen que las hundió mucho porque no fue realizado ni con ética periodística ni mucho menos con perspectiva de género. “Me dolió mucho que los periodistas no respetaran el anonimato y que sacaran a la luz mi nombre completo y mis fotos. Podían haber usado las iniciales o pixelar mi cara y sin embargo me expusieron y revictimizaron. Era ser fácil ser localizada por el príncipe y su gente y estaba muerta de miedo”, dice. Soraya recuerda la llamada al periodista del periódico de Mallorca que lanzó así la información y todavía se enfada. “Le llamé y me dijo que no me pusiera así, que no era para tanto. Yo le dije si había pensado por un momento en lo que todo eso significaba para una víctima, y que si en lugar de ser yo hubiese sido su hija qué habría hecho. Sin embargo, el daño ya estaba hecho”, recalca.
La vida que no sigue
El paso de los años le ha servido a Soraya para convivir con su trauma, pero poco más. “Me he acostumbrado a vivir con él como mi sombra. Está ahí mientras que trato de seguir hacia adelante”. También confiesa que su vida es una montaña rusa de emociones “Hay días que todo es mejor pero no estoy bien del todo. Me doy cuenta de ello porque reacciono de una manera que no es natural, las cosas de la vida no me encajan. Vivo con el miedo en el cuerpo, con ansiedad. Se que no estoy bien, pero intento obligarme a sonreír, a salir, a ver amigos. Eso me ayuda. Mi novio también es mi gran ayuda, pero sé que no estoy bien”, confiesa triste.
Ese no estar bien no solo significa que de repente pueda sufrir ataques de ansiedad y desmayos o que se quede sin voz y siente que se ahoga. También es volver atrás y recordar la cantidad de meses que al principio pasó durmiendo en el suelo porque era el único lugar en el que se sentía segura. “Estar sobre la cama era sentirme muy mal. Revivía todo. Era imposible quitarme los nervios de lo que significaba recordar su cuerpo sobre mí y mis partes doloridas. Mi madre me veía allí e intentaba por todos los medios que me levantase del suelo, pero era imposible”, recuerda.
“Yo en aquel entonces ya era una modelo conocida y todo esto me ha perjudicado"
Cuando le preguntamos sobre las informaciones que en su día decían que ella salía en los medios para hacerse famosa, responde directa y triste: “Yo en aquel entonces ya era una modelo conocida y todo esto me ha perjudicado. Mi propia agencia me dijo que era una mentirosa y que cómo me había atrevido a denunciar lo sucedido. Una agencia cuya propietaria casualmente pertenecía a la familia real española. De inmediato les mandé un burofax y rompí el contrato. A partir de ahí, ninguna agencia quiso representarme. Usar algo tan grave para hacerse famosa no se lo deseo a nadie”, remarca.
Soraya también tiene un mensaje hacía todas aquellas personas que la juzgaron o que aun la juzgan por continuar con su lucha. “Les diría que se metiesen en mi piel. Que no se puede seguir adelante cuando te han violado. Vas a terapia para intentar seguir con tu vida, pero es como que se para. No se puede volver a la normalidad. Dejas de relacionarte de forma normal, de pensar en tener una pareja por si te toca que no te recuerde a lo que pasaste. Les diría que uno tiene que dejar de juzgar por algo tan trágico que le ha pasado. No me parece justo”, cuenta.
Una injusticia que no dejará de combatir porque lo que aquella noche le robaron en el yate no tiene precio alguno. “Me quitaron la inocencia. Yo tenía ganas de vivir, de reír, de disfrutar, tenía incluso amigas que grababan mis risas por la alegría que les daba. Antes de todo aquello era una niña feliz. Hoy intento volver a serlo, pero esa inocencia se la llevaron para siempre. Me gustaría que la gente sepa que podré superarlo y convivir con ello, pero mi inocencia no me la van a devolver nunca. Soy una persona nueva. No puedo volver a reír de esa manera. Por eso de nuevo solo le pido a la gente que no juzgue a las víctimas y piense en los verdaderos culpables. Ninguna mujer se merece que le pase algo así”, concluye.
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