a coruña
La vista oral por el la muerte de Samuel Luiz ha entrado en su recta final y da la sensación de que lo más importante de lo que tenía que pasar, ha pasado ya. La declaración de los peritos que comparecieron este lunes, varios policías encargados del volcado de los móviles de los acusados y de las mejoras técnicas en la grabación de la cámara de tráfico que captó el linchamiento de Samuel, apenas duró una hora.
Mañana están previstas las de más técnicos así como la testifical de un amigo de los acusados, que se reunió con ellos después del crimen y quien hasta ahora había intentado evitar su comparecencia. También se visionarán las pruebas documentales. Además, la jueza de la Audiencia Provincial de A Coruña que preside el juicio ha adelantado al miércoles los interrogatorios de los tres acusados –Diego Montaña, Kaio y Amaral y Alejandro Freire– que, al contrario que Catherine Silva y Alejandro Míguez, optaron por testificar al final del juicio.
Sus abogados han asegurado que los tres están deseando contar la verdad, pero no han desvelado si contestarán a las preguntas de las representantes de las tres acusaciones –la fiscal, la abogada de la familia de Samuel y el abogado de la asociación LGTBI Alas Coruña– y del resto de las defensas. El valor probatorio de lo que digan dependerá por completo de la apreciación del jurado, ya que, como acusados, y a diferencia del resto de testigos y peritos, la ley les garantiza el derecho a mentir para no declarar en su contra.
En lo que va de vista, el tribunal ha escuchado los testimonios de Míguez y Silva además de los de los dos jóvenes que eran menores cuando Samuel fue asesinado a patadas y puñetazos en la madrugada del 3 de julio de 2021 en el paseo marítimo de A Coruña, y que ya fueron condenados. También los de decenas de testigos presenciales, incluidos sus amigos y los dos senegaleses que intentaron auxiliarlo, así como los investigadores del caso, el padre de la víctima, peritos policiales, judiciales, forenses y psicólogos, pisquiatras que evaluaron las secuelas del crimen en la salud emocional de los padres de Samuel...
Los jurados deben valorarlos todos para contestar a las alrededor de 200 preguntas que, según fuentes del caso, planea hacerles la jueza para elaborar el relato de hechos probados en el que se basará la condena o absolución de los acusados. Todos ellos se han declarado inocentes. Los miembros del jurado sólo podrán asegurar que son ciertos los hechos que puedan incriminarles en un veredicto de culpabilidad, que podría llevarles a penas de 121 años de cárcel, si tienen la certeza, más allá de cualquier duda razonable, de que lo que afirman fue lo que realmente sucedió.
No fue un sólo golpe
Los médicos forenses han dejado claro que a Samuel no lo mató un sólo golpe, sino la sucesión de los que recibió en las tres palizas consecutivas que le propinaron y en la acumulación sostenida de los daños irreparables en su sistema nervioso, que derivaron en varias paradas cardiorrespiratorias continuadas, la última de las cuales acabó con su vida. Todos los que le pegaron, por tanto, serían responsables de su muerte.
Cuatro agresores directos
Los policías que instruyeron el caso han asegurado con contundencia y convicción que han podido identificar como agresores, además de los menores ya condenados,a cuatro de los agresores: Diego Montaña, que habría iniciado la paliza; a Alejandro Freire, que la habría secundado intentando estrangularlo primero y a puñetazos después; a Kaio Amaral, que lo habría pateado, y a Alejandro Míguez, que habría estado en al menos dos de los tumultos y quien fue visto luego caminando con Montaña junto al lugar en el que cayó Samuel.
Los agentes responsables de los vídeos que se han visionado en la vista aseguran que han podido identificar sin género de duda a los cuatro citados a través de las grabaciones de la cámara de tráfico que capturó los hechos, de escasa calidad pero que fueron cotejadas fotograma a fotograma con el testimonio de los testigos presenciales, con las imágenes del pub donde se reunió parte de la pandilla, con las del comercio frente al que Samuel se desplomó y con las instaladas en las calles por donde huyeron hasta el primer parque en el que quedaron después de los hechos. Los reconocen por su vestimenta, calzado, peinado, gestualidad y complexión física.
¿Alguien jaleó el linchamiento?
La policía admite que Catherine Silva, por entonces novia de Diego Montaña, no contactó físicamente con Samuel, pero también la reconocen en las imágenes en las que se la distingue implicándose en el linchamiento. Primero intenta frenar a Diego, pero luego empuja a Lina Fernández, la amiga de Samuel que pasaba la velada con él y que intentó socorrerlo mientras Diego le pegaba patadas y Freire le inmovilizaba en el suelo.
Si eso fuera cierto, desmontaría la versión de la acusada, que afirma que cuando gritó "¡Aparta de ahí, que no pintas nada!", se lo decía a Diego, no a Lina. El hecho de que la policía afirme que el primero estaba de pie pateando a Samuel cuando ella la apartó desmonta su declaración frente al jurado, al que aseguró que a quien agarró para con intención de frenar la agresión fue a su novio.
Además, Magatte N'Diaye, la única persona que junto Ibrahima Diack y Lina intentó auxiliar a Samuel, la identificó sin alguna duda como parte de la jauría que persiguió a la víctima hasta la muerte.
¿Hubo saña y alevosía?
La Fiscalía y las acusaciones piden penas por asesinato en su grado máximo basándose en que a Samuel lo mataron con alevosía, es decir aprovechando su situación de indefensión, y ensañamiento, es decir aumentando deliberada e inhumanamente su sufrimiento.
Los forenses desvelaron que el cadáver de Samuel tenía golpes por todo el cuerpo, propinados, según las imágenes del suceso, en varias palizas masivas y ciertamente inhumanas en las que no tuvo posibilidad de defenderse. Tanto la autopsia como las pruebas de ADN demostraron que ni siquiera pudo oponer resistencia.
¿Fue un crimen homófobo?
En el caso de Diego Montaña y Catherine Silva, la acusación considera que sus penas por asesinato deben aumentarse por la agravante de discriminación por orientación sexual, con un total de 25 años de prisión para cada uno. Dos amigas de Samuel aseguraron haber escuchado a ambos gritarle a la víctima "¡maricón de mierda!", y varios testigos aseguran que el primero utilizó esos mismo términos tras el crimen. Silva ha opuesto a esa tesis que tiene a varias personas no heterosexuales entre sus mejores amistades, una de las cuales testificó a su favor durante la vista.
¿Mintieron los acusados en sus primeros interrogatorios?
La policía asegura que sí. De hecho, Alejandro Míguez, para quien se piden 22 años de reclusión, reconoció haberlo hecho en sus primeras declaraciones ante la policía porque, aseguró, tenía miedo. Su versión es que en ningún momento se acercó a la víctima, pero los investigadores que analizaron las grabaciones aseguran que se le ve entrar y salir en varias de las melés que se formaron para pegar a Samuel. También persiguiéndole cuando Ibrahima y Magatte trataban de llevárselo de allí.
Otro testigo asegura además que Míguez le dijo que en uno de los tumultos no había podido participar en la agresión porque los dos senegaleses se lo habían impedido. Las acusaciones consideran que el sólo hecho de haberse enfrentado a ellos habría impedido que la proteccion que pretendían ofrecer a la víctima frente al resto de la manada tuviera alguna oportunidad de éxito.
¿Quién robó el móvil de Samuel?
La policía cree que Kaio Amaral aprovechó uno de los tumultos para robarle el móvil a Samuel, que habría tratado de vender esa misma noche por 100 euros. Él le dijo a los investigadores que se había deshecho del teléfono tirándolo a un contenedor esa madrugada. Su exnovia, sin embargo, aseguró a la policía que lo conservó durante días.
Kaio también jura que no tocó a Samuel, pero en una de las grabaciones se le ve corriendo a la carrera varias decenas de metros con intención de patearlo mientras estaba en el suelo. Se le identifica por la chaqueta que vestía, cuya descripción habría ocultado a la policía cuando acudió voluntariamente a declarar para exculparse e implicar a sus amigos después de visitar el lugar de los hechos días después y comprobar que había cámaras.
Amaral es el acusado para el que se piden más penas, 27 años, al sumarse al de asesinato con ensañamiento y alevosía el de robo con violencia.
¿Actuaron los acusados bajo la influencia de las drogas y el alcohol?
Salvo en el caso de Catherine Silva, ellos y sus defensas afirman que sí, con la intención, al margen de la veracidad de esa afirmación, de que se pueda valorar que tenían mermadas sus facultades físicas y también las mentales para evaluar correctamente lo que hacían. Varios testigos han declarado que los otros cuatro estaban bebidos y que habían consumido cocaína, pero ninguno de ellos solicitó durante la instrucción que se realizase prueba pericial alguna para cotejarlo.
En el caso de Alejandro Freire, para quien se piden 22 años, su defensa alega que es un politoxicómano afectado además de trastorno de déficit de atención e hiperactividad, algo que tampoco pudo demostrar sin contradecirse el psiquiatra perito de parte que testificó a su favor frente al jurado, y quien sólo lo vio dos veces en la cárcel.
La única prueba de que alguien había bebido fue la analítica que mostró una presencia de alcohol en sangre equivalente a 0,63 gramos por litro de aire expirado en el cuerpo de Samuel durante su autopsia. Es decir, precisamente la víctima.
Teléfonos borrados sin registro de llamadas, Instagram ni Whatsapp
Desde el linchamiento de Samuel, en torno a las tres de la madrugada, y las nueve de la mañana del 3 de julio, los cinco acusados y los dos menores ya condenados se cruzaron decenas de llamadas telefónicas y de mensajes de audio y de texto por Whatsapp. En varios de ellos se convocaron a una reunión en un segundo parque, distinto al primero en el que se juntaron justo después de la agresión.
La policía afirma que fue para cuadrar versiones y evitar su implicación, después de que uno de ellos, Alejandro Míguez, supiera por un sanitario que Samuel había muerto. Era el mismo parque en el que la pandilla solía quedar, y en donde habían grabado un vídeo pocos meses antes para ilustrar, armados con navajas, machetes y palos, una canción de rap de contenido violento e insultante.
El video fue hallado en el terminal de Kaio Amaral. Varios de los acusados, entre ellos el propio Míguez y Catherine Silva, borraron el contenido de sus teléfonos –los registros de llamadas y mensajes y las aplicaciones de Whatsapp y de Instagram– antes de que la policía los detuviera. El primero lo cambió a los pocos días del crimen alegando que el anterior se le había roto y que desconocía por qué no se habían volcado en el nuevo todos sus datos. La segunda sostuvo que ignoraba formar parte del grupo de mensajería instantánea que compartían, ni que hubieran llegado a su móvil, como la policía demostró que sí llegaron, las alertas que se cruzaron esa noche.
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