Este artículo se publicó hace 3 años.
Desaparecidas: las matan por ser mujeres y las borran del mapa para causar más daño a sus familias
Cruz Morcillo relata en el libro 'Departamento de Homicidios' casos de presuntos asesinos machistas que ejercieron la violencia vicaria al no confesar sus crímenes ni el paradero de sus víctimas.
Madrid-
Las mataron porque eran mujeres y, como no podían causarles más daño una vez muertas, les infligieron un dolor todavía mayor a sus familias haciendo desaparecer sus cuerpos. Once años después de que se perdiese su rastro, aún no se han encontrado los cadáveres de Sonia Iglesias ni de Piedad García. Sus presuntos asesinos nunca fueron condenados y se llevaron el secreto a la tumba.
"Como no pueden dañarlas más, lo que buscan es dañar a sus familias. Es violencia vicaria, porque extienden ese daño a quienes las rodean: hijos, hermanas, padres… El dolor de sus familias es inmenso y solo piden que se encuentren sus cuerpos para llevarles flores", explica a Público Cruz Morcillo, autora de Departamento de homicidios (Libros del K.O.).
La periodista ha querido dedicarles un capítulo a las víctimas de violencia de género asesinadas por una razón, la "posesión" y el "dominio" de sus parejas, "que se creyeron con derecho a manejar la vida de ellas hasta el límite y decidieron —tras arrebatársela— aventar el dolor y no revelar su paradero, incluso teniendo que mirar a la cara a sus hijos", escribe.
El investigador de homicidios Carlos Segarra siempre sospechó que Julio Araújo fue el autor del crimen de Sonia Iglesias, desaparecida en Pontevedra en agosto de 2010. Tenía 38 años, un hijo en común y estaba a punto de dejarlo, pues vivía a su costa y llevaba una vida disoluta. Él aseguró que la había acercado en coche a la tienda donde trabajaba, pero nunca llegó.
"Araújo, un bala perdida, la mató porque ella era su medio de vida, lo único que tenía. Segarra lo pone como ejemplo de dificultad para obtener una confesión, pues nunca consiguió que le contase dónde estaba Sonia", recuerda Morcillo. Único sospechoso, murió de cáncer hace un año. "Imagínate el dolor que supone para su hijo pensar que su padre puede ser el asesino", reflexiona la periodista.
Piedad García, en cambio, ya había dejado a su pareja cuando desapareció el 12 de diciembre de 2010 en Boadilla del Monte. Como en el caso anterior, él también fue la última persona con la que la vieron. Trabajaban en el mismo supermercado y, tras asistir a la cena de navidad de la empresa y tomar unas copas, aseguró que la había llevado en coche hasta su casa. Tenían un hijo de once meses y otro, fruto de una relación anterior de Piedad, de nueve.
Javier Sánchez-Toledo fue dejando pistas falsas y enviando mensajes desde el móvil de ella para confundir a la Guardia Civil, hasta que tres días después apareció ahorcado en San Lorenzo de El Escorial. Los agentes buscaron una nota en la que podría confesar dónde se había deshecho del cuerpo de su expareja, pero en sus bolsillos solo encontraron un recibo de la ferretería en la que compró la soga.
Cruz Morcillo explica que le conmueven e interesan los casos de desaparecidas a manos de sus parejas. "Ser mujeres es la clave; dominarlas o someterlas a agresiones sexuales son puntos comunes", escribe en su libro, donde menciona otros crímenes con rasgos parecidos. "Hay otra característica frecuentísima: sus casos se archivan. Solo con indicios pocas veces hay condenas".
No se ha hecho justicia, por ejemplo, con Mari Cielo Cañavate, desaparecida en 2007 a los 36 años en Hellín (Albacete). Divorciada, salía con un hombre casado que le llevaba veinte años. Quería dejarlo porque le tenía miedo, hasta el punto de que le había pedido a su madre que cambiase la cerradura de su casa. Dos testigos la vieron en el todoterreno del sospechoso, camino de su finca en Pozohondo. Todas las pistas apuntaban a él.
En 2011 un jurado lo consideró culpable, pero el Tribunal Superior de Castilla-La Mancha anuló la condena de quince años de cárcel y la prohibición de acercarse a sus dos hijos y a su familia, que tuvo que pagar las costas del recurso. "No se podía probar que Mari Cielo Cañavate estuviera muerta y, por tanto, no había homicidio ni su amante podía ser el autor", escribe Morcillo.
"Es el caso más enquistado que tengo"
La gran asignatura pendiente del Estado, según Joaquín Palacios, son los desaparecidos. El guardia civil llega a hablar en el libro de "desidia", aunque Morcillo matiza sus palabras: "Su experiencia fue bastante nefasta, pero la situación ha mejorado mucho con la creación del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) y de la base de datos de Personas Desaparecidas (PDyRH), así como con la interlocución directa con las asociaciones".
La periodista del ABC señala que los policías han recibido una formación específica, mientras que los jueces y fiscales están más sensibilizados. "No solo se ha hecho lo humano y lo inhumano para buscar a mujeres desaparecidas, sino que se siguen buscando a otras cuyo rastro se perdió hace mucho tiempo. Lo que sucede es que en ocasiones son investigaciones calladas, porque no conviene que trasciendan", afirma Morcillo.
Segarra, que aprendió el oficio junto a la inspectora jefe Carmen Pastor y el comisario Esmeraldo Rapino, le confesó a la autora de Departamento de homicidios que la desaparición de Sonia Iglesias "es el caso más enquistado que tengo". Morcillo cree que resulta imposible ponerse en el lugar de los familiares, pero desde dentro al menos se puede intentar comprender la "devastación" que acarrea la pérdida.
"Cuando las desapariciones se alargan en el tiempo, algunos agentes establecen una relación muy cercana con la familia", añade la periodista. Un sufrimiento doble por no poder velar a los seres queridos que cala en los investigadores, testigos de cómo se desmoronan las vidas de padres, hijos, hermanos…
Como reportera, Morcillo también ha establecido ese "vínculo especial". Con el tiempo, ha vuelto a hablar con algunos familiares y a otros se los ha encontrado en los actos del Día de las Personas Desaparecidas Sin Causa Aparente. En cambio, no se esperaba el mensaje desesperado que le transmitió un taxista cuando volvía de cubrir un juicio: "Si pudiera usted ayudarnos, Cruz", le pidió aquel hombre en 2019. "Soy Jorge, el hermano de Piedad".
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