Este artículo se publicó hace 3 años.
La crisis climática y el calor extremo generarán pérdidas en empleo valoradas en 1,4 billones de euros
Una investigación publicada en 'Nature' analiza los impactos económicos del incremento de temperaturas en los empleos al aire libre y cómo el termómetro elevado menguará el rendimiento de los trabajadores.
Alejandro Tena
Madrid-Actualizado a
Los trabajos al aire libre son cada vez más difíciles de ejecutarse. La pesca, la agricultura, la ganadería y otros empleos físicos están sufriendo de lleno los efectos de la crisis climática y el calentamiento del planeta. La productividad bajo un sol que se torna año tras año más abrasador está menguando. Así lo evidencia una investigación realizada por la Universidad de Duke y publicada este martes en Nature, que estima que el calor extremo actual está generando pérdidas de entre 248.000 millones y 274.000 millones de euros anuales a escala global por la dificultad que supone desarrollar actividades laborales al aire libre.
A medida que se elevan los termómetros, las personas que trabajan al aire libre deben destinar un mayor tiempo a los descansos y la hidratación para evitar accidentes. Según la investigación, actualmente las zonas más afectadas por esta realidad son las que se ubican a latitudes más bajas, regiones en desarrollo con una mayor dependencia de la agricultura, la ganadería o la construcción, como por ejemplo India, Qatar o Indonesia, donde los campesinos ya realizan paradas de una media de entre 15 y 20 minutos cada hora para no tener consecuencias de salud. Esto termina generando pérdidas en empresas o en los propios labradores que en muchas ocasiones cobran por rendimiento.
La investigación resalta que estas estimaciones de pérdidas mil millonarias se deben a la crisis climática y advierte que el futuro será mucho más grave. En un escenario de calentamiento global de 2ºC respecto a los niveles preindustriales –algo posible según las proyecciones del IPCC– las pérdidas anuales por el calor ascenderán hasta los 1,6 billones de dólares (1,4 billones de euros) en todo el planeta. La publicación no detalla cómo se repartirán esas pérdidas ni qué países serán los más afectados, pero sí estima que la afección económica por el calor será común en todas las latitudes a medida que se caliente el planeta. No en vano, las tierras de cultivo del hemisferio sur ya empiezan a padecer estos efectos.
Es por ello que en algunos países ya se están dando algunos pasos para adaptar la producción al calor extremo. La investigación pone el ejemplo de Indonesia, donde las jornadas laborales ya se enmarcan en una climatología demasiado cálida y húmeda. Para sortear esta dificultad se están empezando a documentar cambios en los horarios de trabajo, desplazándolos hacia las primeras horas del día para evitar los picos de calor ubicados a medio día. Actualmente, según los cálculos de la Universidad de Duke se pueden recuperar entre 25 y 30 horas por persona al año si se aprovecha el mayor rendimiento proporcionado por el frío de la mañana.
Aunque esto funciona, conlleva otros problemas para los empleados relacionados con su forma de vida y con la conciliación. Por otro lado, desarrollar los trabajos al aire libre al amanecer es algo que puede funcionar en la actualidad climática, pero la investigación señala que en el futuro –con una proyección conservadora de una subida global de 2º C– las mañanas serán más cálidas que los periodos de más calor del medio día del presente.
"La mayor parte de los países y personas afectadas por las pérdidas no son responsables de la crisis climática"
"Con sólo dos grados de calentamiento, se perderá más trabajo global en la mitad más fría del día que el que se puede perder actualmente en la mitad del día más calurosa", reflexiona Luke Parsons, autor de la investigación. Concretamente, se estima que las pérdidas económicas en las mañanas de dentro de una década serán un 2% superiores a las que hay registradas hoy día en el horario tradicional de trabajo al aire libre, que abarca los momentos de más calor del día.
Las pérdidas económicas se deben a bajo rendimiento, pero también a el coste sanitario que supone atender a trabajadores que sufren golpes de calor cuando se encuentran labrando la tierra sin descanso bajo el sol. Según datos proporcionados por la organización agraria National Farm Worker Ministry, el 72% de los trabajadores que se dedican a la agricultura terminan sus jornadas con signos de deshidratación. Esto quiere decir que en muchas ocasiones los empleadores no proporcionan medidas de prevención que permitan minorizar los riesgos para la salud de sus jornaleros, lo que puede repercutir en gasto sanitario además de en posibles pérdidas humanas.
"Este trabajo demuestra que para proteger a algunas de las personas más vulnerables al cambio climático – como son los trabajadores al aire libre de muchos países de baja latitud– tenemos que limitar el calentamiento futuro. El planeta ya es más de un grado más cálido que hace un siglo, lo que está afectando a los trabajadores en el presente. Cada grado adicional de cambio climático limita la capacidad de las personas para mantenerse con seguridad a sí mismas y a sus comunidades. Además, los trabajos críticos, como las labores agrícolas y la construcción, serán casi imposibles en verano en muchos lugares", ha valorado el profesor Parsons, que recuerda la importancia del sesgo de clase que tiene la crisis climática: "Lamentablemente, muchos de los países y personas más afectados por las pérdidas de trabajo actuales y futuras no son responsables de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero".
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