Este artículo se publicó hace 4 años.
COVID-19Coronavirus: por qué mi padre no me deja ir de viaje escolar a Italia
Andrea deseaba disfrutar con sus amigas de la excursión de fin de curso a Roma, pero el COVID-19 provocó que su familia prefiriese cancelarla. Consciente de su preocupación, la estudiante de Bachillerato aceptó quedarse en casa, al igual que seis compañeros.
Madrid--Actualizado a
¿Qué haría usted si su hijo tuviese preparada la maleta para ir de viaje de fin de curso a Italia? A Xosé María Arán le dio pena ver cómo Andrea no podría cumplir su deseo de visitar Roma con sus amigas, pero entendía que lo más conveniente era que se quedase en casa después de los casos de coronavirus registrados en el norte del país transalpino. "Ahora sé que seguramente no le pasaría nada, aunque como padre no podía permitir que se fuese. Soy responsable de ella, es lo que más quiero y antepongo la prevención al disfrute".
La decisión tuvo que tomarla de urgencia el domingo. Los responsables del instituto donde la joven estudia primero de Bachillerato convocaron a los progenitores la noche antes de la partida para comunicarles que la excursión escolar dependía de ellos. No podía ser aplazada y, en caso de cancelación, la agencia tampoco les devolvería el dinero. Arán y su mujer tenían claro que lo mejor era que no fuese, pero decidieron consultarlo con ella al regresar a su domicilio para que diese su opinión.
Debían decidirlo con rapidez y confirmarle a los organizadores su postura. Siete estudiantes del instituto Monte Neme de Carballo optaron por no viajar, mientras que cincuenta y dos volaban horas después hacia la capital italiana. "En ese momento, no sabíamos cómo iba a evolucionar el coronavirus durante los siguientes siete días, el tiempo que echarían en Roma, por lo que lo consensuamos entre todos", explica Arán, consciente de que a cualquier adolescente el cuerpo le habría pedido viajar con sus compañeras.
Todavía faltaban dos días para que el ministro de Sanidad, Salvador Illa, recomendase no viajar a las regiones norteñas de Emilia Romaña, Lombardía, Véneto y Piamonte. No incluía a Roma entre las zonas de riesgo, pero su advertencia no llegaría hasta el martes, un dato que la familia coruñesa obviamente desconocía. "Con nuestra negativa no pretendemos contribuir al alarmismo, porque estamos informados y no somos unos paranoicos", advierte Arán, vicepresidente de la asociación antidroga Vieiro.
"Sería una incongruencia dejar ir de viaje a mi hija cuando trabajo en prevención", añade el padre de Andrea, a quien le pudo la "incertidumbre" y el convencimiento de que el "sacrificio" debía anteponerse a su ilusión. "Hay que tener en cuenta que el domingo carecíamos de la información actual y a ese desconocimiento se sumaron otros factores. Moralmente, si veo que hay un problema, prima la seguridad. Sé que la posibilidad de que se contagiase es remota, pero nunca me perdonaría que le pasase algo, aunque me gustaría dejar constancia de que los padres que lo permitieron quieren tanto a sus hijos como yo a la mía".
Además había otra razón: por muy improbable que fuese, si resultase contagiada podría importar el coronavirus a España, se dijo. "Hay que ser solidario y pensar en todos, no contribuir a propagar la epidemia. Nuestra negativa no fue una decisión cómoda ni un capricho paterno, sino que responde a una filosofía de vida", explica Arán, quien subraya que tanto él como su esposa le dieron a Andrea la opción de que opinase. "Charlamos y nos vio tan preocupados que optó por quedarse. Me quedé sorprendido con una respuesta tan madura, porque estaba siendo responsable, pero también dejando a sus amigas de lado".
Ya le han escrito desde Roma y todo va bien, por lo que sería cruel preguntarle si sus colegas están disfrutando del viaje. "Me ha dado pena no poder ir con ellas y, de hecho, al principio me lo tomé bastante mal. Sin embargo, ante la situación que se vivía en el norte de Italia preferí no ir", explica Andrea, quien confiesa que días antes de la partida deseaba viajar pese a que ya se habían registrado casos de personas que habían contraído la enfermedad COVID-19. "La víspera del vuelo, en cambio, la situación empeoró e incluso yo empecé a tener miedo, por lo que creí que lo correcto era quedarme en casa".
Y si hubiese decidido viajar, ¿cómo reaccionaría su padre? "Si ella lo tuviese todo claro y fuese consciente de nuestra preocupación, la dejaría ir. No obstante, en aquel momento la pregunta no habría tenido respuesta, ya que fue suficiente una conversación para que lo comprendiese", recuerda Xosé María Arán. "Puedo conocer Roma en el futuro, aunque me da rabia no haber compartido este viaje con mis compañeros de curso", se sincera Andrea, a quien no le cabe duda alguna de que la precaución de sus padres responde al cariño que le profesan.
"Eran dos sentimientos encontrados y optó por el menos cómodo: quedarse aquí y no ir con sus amigos, que era lo que en realidad deseaba", comenta su padre, quien reconoce que en su caso viajaría a la capital italiana sin ningún problema. "Esa hipotética situación ya me la ha planteado alguna persona, si bien es totalmente diferente. Yo iría porque soy un adulto que toma una decisión y asume las consecuencias, pero no estoy dispuesto a arriesgar la vida de mis seres queridos", razona Arán, quien rebaja la gravedad de algunas palabras como "peligro" o "riesgo" porque su intención no es dramatizar, ni mucho menos extender el alarmismo con el COVID-19.
Tampoco quiere ser ejemplo de nada, por lo que aclara que lo único que ha hecho es actuar en conciencia, explicándole a su hija la situación y cediéndole la palabra. "Me quedé muy satisfecho y agradecido con su contestación", concluye el padre de Andrea, quien apeló a la responsabilidad para sopesar una decisión que hizo sentirse orgullosa a su familia. "Al final, lo decidimos entre todos, pero en mi elección pesó que ellos quisiesen que me quedara". No hay sacrificio sin recompensa, cree Arán, quien considera que en el futuro disfrutará de muchos viajes porque, con diecisiete años, su vida no ha hecho más que despegar.
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