río de janeiro
Las primeras veinticinco víctimas fatales que el Covid-19 ha dejado en Brasil han despertado de golpe a la clase política y han comenzado a dejar desiertos algunos rincones de las principales capitales.
El desafío es mayúsculo. Con una curva de contagia a la italiana, conseguir llevar al día las prácticas mínimas imprescindibles de higiene en barrios sin servicios fiables de abastecimiento de agua ni recogida de residuos, suena a quimera. Tratar de evitar las aglomeraciones en las favelas, que son la exacta definición de aglomeración, se antoja un esfuerzo inútil. En ellas viven más de doce millones de brasileños.
Alrededor de estas premisas se ha creado la iniciativa nacional #Covid19NasFavelas, para recaudar fondos que ayuden en la compra de agua, jabón y gel desinfectante, y para informar y concienciar a la población. Las organizaciones que lanzaron el plan –primero con una unión entre los estados de Río de Janeiro y São Paulo, luego incluyendo a Minas Gerais, y después saltando al resto del país– han tenido sumo cuidado en que la campaña sea "totalmente favelada", cuenta Buba Aguiar (del Colectivo Fala Akari) a este periódico.
Una misión "pensada en nuestra propia lengua", señala la activista, para que las personas "puedan entender la gravedad". A ser posible, "sin pánico". Se dieron cuenta Buba Aguiar y sus compañeros de que en la televisión, que es el medio consumido por la mayoría de vecinos, "los entrevistados, como son profesionales del área, usan terminología técnica y la población puede acabar no entendiéndoles".
Se ha creado la iniciativa nacional #Covid19NasFavelas, para recaudar fondos que ayuden en la compra de agua, jabón y gel desinfectante
No olvidan, desde luego, la presión política. Hay que ejercerla. Se pasan la vida ejerciéndola. "Queremos demostrar que estamos atentos y vamos a ser exigentes. Porque de nada vale decir a la gente que necesita cuidar su higiene, evitar esto y lo otro, si muchas veces estamos sin agua en casa".
En el Complexo do Alemão, hervidero popular de la zona norte de Río de Janeiro, como nadie les avisaba de nada, decidieron montar hace unos días "un gabinete de crisis con todas las organizaciones del barrio", explica para Público una de las coordinadoras del Colectivo Papo Reto, Renata Trajano. Lo primero, trasladar a las familias mensajes claros, sencillos y directos. Gracias a las primeras cantidades recaudadas han conseguido elaborar "cinco pancartas explicativas para colocar en las principales entradas de las favelas".
Iglesias neopentecostales y trabajadoras sin contrato
Las labores de concienciación en las favelas brasileñas recurren incluso al puerta a puerta entre los vecinos. Mil trípticos distribuirán en esta primera fase desde el Colectivo Papo Reto en el Complexo do Alemão. Algunos de esos vecinos, y eso se ha convertido en otro gran obstáculo, no se lo cree. Desconfían de la voracidad del Covid-19, en medio de un paisaje de desinformación. Esa incredulidad está apuntalada por las iglesias neopentecostales, cada vez con más fuerza en los barrios marginados.
Los pastores de las iglesias evangélicas, temerosos de quedarse sin ingresos si los fieles dejan vacíos sus cultos, han abogado por continuar organizando las multitudinarias reuniones a pesar de todas las advertencias. El pastor Silas Malafaia, uno de los más influyentes de Brasil, presidente de la iglesia neopentecostal Assembleia de Deus Vitória em Cristo, está siendo uno de los más radicales y beligerantes. Una orden judicial ha terminado por suspender su actividad para evitar contagios en masa.
A base de "trabajadores informales", que no tienen contrato, ni están dados de alta en la seguridad social, se construye la mano de obra mayoritaria en las favelas brasileñas
El oxígeno económico de estos barrios estas semanas se estremece. El programa "Bolsa Familia", creado por el Partido de los Trabajadores durante el primer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva para apaciguar el día a día de centenares de miles de familias por debajo del umbral de la pobreza y la extrema pobreza, será ampliado con urgencia en los próximos meses por el Gobierno Federal.
A base de "trabajadores informales", aquellos que no tienen contrato, ni están dados de alta en la seguridad social, se construye la mano de obra mayoritaria en las favelas brasileñas. Son los que no entienden de ERE ni ERTE, los que no necesitan que les cancelen ningún contrato: se han quedado sin nada desde el minuto cero, y no saben hasta cuándo. Suponen el 41% de la masa laboral brasileña, 38 millones de personas. A estos trabajadores autónomos desamparados, el ministro de economía, Paulo Guedes, el mismo que creó la nueva reforma de las pensiones –cada cual capitaliza lo que va generando–, les ha adjudicado 200 reales (unos 40 euros) al mes durante tres meses –o hasta el fin del estado de emergencia–, a modo de "mantenimiento básico". Sin embargo, calculan un número de beneficiarios entre 15 y 20 millones de personas. No es suficiente.
Bolsonaro, enfrentado con los gobernadores
Para cuando el Covid-19 entre arrasando en las favelas –poca gente duda que lo hará– se están estudiando varias opciones de aislamiento. La organización no gubernamental Central Única das Favelas (CUFA) ha propuesto a la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro utilizar hoteles, hostales y posadas para trasladar a todos aquellos vecinos que pertenezcan a los grupos de riesgo. El ministerio de sanidad, en las zonas costeras, prefiere el empleo de barcos.
Como espectador privilegiado de toda esta crisis, y siempre infravalorando el daño de la pandemia, aparece el presidente Jair Bolsonaro. El líder de la extrema derecha brasileña lleva en posición de fuera de juego desde el comienzo de la cuesta arriba, a remolque de los gobernadores que tomaron las primeras medidas en los estados más golpeados.
Bolsonaro ha calificado como "lunático" al gobernador del estado de São Paulo, João Doria, pionero del confinamiento en Brasil
El presidente, sin desplazarse ni un centímetro de la línea dura y de agravios que tan buenos resultados le ha dado en los últimos tiempos, ha calificado como "lunático" al gobernador del estado de São Paulo, João Doria, pionero del confinamiento en Brasil. Al lado de Bolsonaro, hasta el gobernador del estado de Río de Janeiro, Wilson Witzel, otrora excesivo, parece en estos días un estadista conciliador e íntegro. Tras las primeras medidas de Witzel, que incluían la suspensión de vuelos, Bolsonaro protestó: "Solo le ha faltado proclamar la independencia".
Ajenas al eco de estos enfrentamientos políticos, las organizaciones comunitarias lamentaban este fin de semana la divulgación de los primeros casos positivos oficiales en la favela de Ciudad de Dios, uno de los barrios más maltratados de Río de Janeiro. El desafío comenzará por allí.
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