madrid
Operarios con trajes blancos pasean por las playas de Huntington, en el sur de California, donde la arena es cada día más oscura. Desde que el pasado sábado se identificó una fuga en la plataforma marina Elly, se han liberado 570.000 litros de petróleo que, lejos de ser controlados, están contaminando la costa norteamericana con el equivalente a unos 3.000 barriles de crudo. Aunque todavía es pronto para cuantificar el daño de esta catástrofe, el daño ecológico se empieza a constatar con un simple vistazo al horizonte marino. No sólo porque las aguas se han vuelto espesas y hediondas, sino porque ya empiezan a llegar a las costas, empujados por la corriente, centenares de peces muertos.
El fiscal del condado de Orange, lugar donde se ubican los municipios costeros afectados por el vertido, ha avisado de que "las consecuencias del derrame se sufrirán durante generaciones", pero todavía no se ha hallado el culpable. Las primeras hipótesis no apuntan a compañías petrolíferas que operan en la zona, sino un ancla de un barco que pudo haber roto algún conducto de la plataforma. El pasado, no obstante, enseña que este tipo de accidentes suelen saldarse con cierta impunidad o con sentencias que dejan fuera a los altos cargos empresariales y políticos implicados.
El colectivo ecologista estadounidense Sierra Club ha apuntado en esa dirección y ha recordado que el desastre que hoy tiñe de negro la costa californiana no es una anécdota aislada. "Cuántos derrames más tendremos que presenciar antes de que nuestros líderes electos comprendan que no existe una manera segura de extraer y transportar los combustibles fósiles", valoraba en declaraciones a la Agencia EFE Monica Embrey, portavoz del grupo conservacionista. Y es que, la lista de vertidos petrolíferos es tan extensa como peligrosa. Si bien las pequeñas fugas son constantes, sólo en las grandes y mediáticas catástrofes se acumulan cerca de 900.000 toneladas de hidrocarburos liberadas a aguas de ríos y mares del planeta.
El chapapote del Prestige
En España, las imágenes del lodo negro cubriendo agua, rocas y arena evocan al pasado gallego. Concretamente a noviembre de 2002, cuando el Prestige, un buque cargado de crudo, se hundió a poca distancia de la costa española cubriendo las playas de chapapote y dejando un destrozo ambiental sin precedentes en Europa. Las más de 70.000 toneladas de petróleo que transportaba fueron liberadas en el mar, con unas graves consecuencias en el ecosistema marino y unas importantes pérdidas económicas en el sector pesquero gallego que, según la Fiscalía, ascendían hasta los 400 millones de euros.
Julio Barea, portavoz de Greenpeace, recuerda como el caso se terminó cerrando, pese al macrojuicio, con una sentencia que libró a todos los responsables políticos que habían estado detrás del episodio. "Al final pagó las consecuencias el capitán", expone. "Suena a chiste, pero en la mayoría de estos casos suele pagar las consecuencias el operario de turno, mientras empresas y dirigentes salen de rositas".
Exxon Valdez, 37.000 toneladas de crudo en Alaska
En la primavera de 1989 se produjo uno de los accidentes más mediáticos. El petrolero Exxon Valdez quedaba encallado en la bahía de Prince William Sound, en Alaska. El accidente, que se produjo después de que el buque golpease un arrecife de coral, se tradujo en el derramamiento de 37.000 toneladas de hidrocarburo, el equivalente a cerca de 40 millones de litros de crudo que llegó hasta la costa alaskeña. Para su limpieza se utilizaron disolventes químicos que, pese a su efectividad, no pudieron emplearse de manera continuada por su impacto negativo en los ecosistemas marinos. También se procedió a la quema de todo el combustible que se conseguía retirar a través de bombas extractoras.
Fue la primera vez que un gigante petrolífero fue condenado. Aunque fue en 1995 cuando la Justicia norteamericana ordenó a Exxon Mobil a pagar 5.000 millones de dólares como compensación de daños, el proceso judicial se alargó hasta 2009, cuando el Tribunal de Apelación de San Francisco condenó a la compañía a indemnizar con 500 millones de dólares a los empresarios y pescadores locales damnificados por el vertido.
'Deepwater Horizon', el mayor vertido de la historia
La plataforma de extracción de petróleo Deepwater Horizon, explotada por la compañía BP desde su construcción en 2001 apenas funcionó una década. En el año 2010 una explosión provocó su hundimiento y el vertido de al menos 779.000 toneladas de petróleo crudo en el Golfo de México, lugar donde se asentaba esta plataforma, y la muerte de once trabajadores.
Las consecuencias de este accidente todavía no han sido cuantificadas con exactitud. De hecho, una publicación en la revista Science ampliaba la magnitud del vertido al detectar que parte del crudo se había quedado en el fondo marítimo. Según los cálculos de los científicos la mancha negra que emanó de la plataforma alcanzó un tamaño similar a la isla de Manhattan.
Diez años después del vertido, la Federación Nacional de Vida Silvestre publicó un informe en el que se acreditaba que la mayoría de especies marinas que habitan en el Golfo de México siguen padeciendo las consecuencias de la catástrofe. El delfín es uno de las mayores víctimas del accidente, pues todavía el 55% de las especies que habitan en la zona padecen enfermedades pulmonares asociadas al contacto con el crudo derramado. Además, ejemplares nacidos después del hundimiento de la plataforma presentan algunos problemas de salud que no se contemplan en otros individuos que habitan zonas no dañadas. Las poblaciones de gaviotas, por su parte, han experimentado un repunte poblacional, pero el número de aves descendió hasta un 60% durante los tres años posteriores al desastre ambiental.
Diésel en el Ártico de Rusia
El año 2020 fue un año difícil para el Ártico ruso. A las temperaturas de récord y el deshielo acelerado de la tundra se sumó uno de los grandes vertidos de carburante de la historia. Un falló de una planta termoeléctrica en la ciudad de Norilsk provocó la fuga de cerca de 20.000 toneladas de diésel a los ríos de la zona. El hidrocarburo se extendió, según denunció en su momento Greenpeace, hasta llegar al mar abierto.
El suceso provocó un escándalo que puso en el punto de mira al Gobierno, pero también a la empresa propietaria de la planta, que no avisó a las autoridades del derrame hasta dos días después de producirse y trató de poner freno al vertido con sus propios medios. Una escena similar, aunque de menor magnitud, se repitió este mismo verano con la fuga de petróleo de un buque en el Mar Negro. La mancha de contaminación alcanzó cerca de 80 kilómetros cuadrados según el Instituto de Estudios Espaciales de la Academia de Ciencias de Rusia.
Shell, culpable de la destrucción del delta del río Niger
En el delta del río Níger, una filial de la compañía Shell derramó 24.000 litros de petróleo, anegando cultivos y aldeas locales. Los hechos ocurrieron en el año 2004, pero la carrera judicial no terminó de cerrarse hasta 2020, cuando la Justicia de los Países Bajos declaró culpable a la empresa y ordenó indemnizaciones para los campesinos que perdieron sus cosechas.
El caso de Shell en el sur de Nigeria es el reflejo de cómo los desastres se alargan en el tiempo en los países del Sur Global. Si la maquinaria de limpieza tomaba ritmos vertiginosos en el escándalo de Alaska o en las costas gallegas, en el momento de la sentencia apenas se había comenzado a restaurar el ecosistema. Según Amnistía Internacional, en 2020 sólo se habían iniciado trabajos de descontaminación en el 11% de las zonas afectadas por los vertidos fósiles. Esta catástrofe, además de tener un impacto ambiental para el delta, ha dejado a numerosas poblaciones con problemas para acceder al agua. El Níger, una década después, sigue contaminado.
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