Este artículo se publicó hace 2 años.
Las claves para luchar contra el acoso escolar
Uno de cada tres estudiantes en todo el mundo ha sufrido acoso por parte de sus compañeros en el último mes. Este tipo de violencia escolar puede prevenirse con factores como la sensibilización, la igualdad y la empatía en las aulas.
Antonia Martí Aras (Universidad Internacional de Valencia) / Ana Isabel Agustí López (Universidad Internacional de Valencia)
-Actualizado a
En todo el mundo, uno de cada tres (32%) estudiantes ha sido acosado por sus compañeros en la escuela en el último mes, durante uno o más días.
El acoso escolar es un tipo de violencia escolar específico, que se distingue porque:
1. Las agresiones son entre iguales y normalmente van dirigidas hacia una persona.
2. Existe un desequilibrio de poder entre agresor y víctima, ya sea físico, psicológico o social.
3. Tienen una duración prolongada en el tiempo.
4. Se produce dentro y fuera del centro escolar.
¿Por qué sucede y qué persigue?
Los menores agresores suelen tener problemas de control de la ira, alta impulsividad, baja tolerancia a la frustración, sintomatología depresiva y en algunos casos trastornos de conducta.
Desde el punto de vista familiar o social, son menores que pueden haber sufrido otros tipos de violencia o haber sido testigos de violencia dentro del hogar.
Los estilos educativos con los que han crecido también juegan un papel importante; una educación excesivamente laxa, sin límites ni normas claras y con una comunicación escasa o ambivalente y agresiva, es responsable de este tipo de agresiones.
Normalmente, niños, niñas y adolescentes que agreden lo hacen por mitigar alguna de sus dificultades o bien como medio para ensalzarse como líderes dentro del gran grupo.
Tolerancia cero
Teniendo en cuenta la gravedad de las consecuencias a nivel psicológico (desde depresión a riesgo de suicidio) y en ocasiones también a nivel físico, es de gran importancia que todos los agentes educativos, las familias y la sociedad tome partido en este problema. En el caso de los centros educativos, todo el equipo docente debe estar coordinado para tomar acciones que vayan hacia el mismo objetivo.
Una cuestión fundamental es no dejar nunca que la acción se repita: esto puede provocar una habituación a las situaciones de violencia y una deshumanización de la víctima.
Poner en valor a todos los alumnos
La sensibilización del grupo de iguales ante estos actos es una de las herramientas más importantes. Esto se puede trabajar mediante charlas, tutorías grupales, películas, literatura, etc, recordando siempre que este tipo de ejercicio debe ir acompañada de una reflexión en equipo.
Es importante crear ambientes de igualdad y empatía en las aulas, fomentando los puntos fuertes de cada uno de los alumnos. De este modo, todos podrán aportar al resto de compañeros experiencias y conocimientos desde su punto de vista, siendo este igual de importante para todos. Se debe trabajar en el aula por igual con todos los alumnos y crear un clima cercano y de respeto a nivel individual y grupal.
También es muy importante trabajar con los menores para que no ejerzan de agentes pasivos ante conductas violentas y se sientan libres de compartir con el equipo docente cualquier inquietud al respecto.
El castigo puede ser contraproducente
El profesorado puede observar desde un punto de vista privilegiado los signos de alerta ante el acoso. El castigo positivo, regañar o aislar al agresor o agresora no son formas eficaces de tratar la situación; incluso puede ser contraproducente.
En cambio, se tienen que seguir unos pasos fundamentales:
1. Tratar con respeto a todos los alumnos es el único modo de que un niño o niña acosado se sienta libre para contarlo.
2. Programar actividades y talleres que condenen el acoso, sin dejar de lado las consecuencias emocionales y psicológicas que puede causar.
3. En caso de observar intimidación, imponer autoridad y frenar de golpe la situación.
4. Hablar con el agresor o agresora en privado, avisar de lo ocurrido al centro y realizar un seguimiento del caso.
Docentes: modelos y vigilantes
Los docentes son el principal modelo a seguir durante gran parte del día, por ello es de suma importancia que su conducta sea ejemplar.
La prevención por parte del docente se centra en detectar las primeras señales de agresión para tomar medidas activas trabajando con el resto del equipo del centro, incluidos el departamento de orientación y los tutores.
Las familias, elemento clave
El papel de las familias es fundamental, ya que la escuela no puede trabajar en este problema sin su colaboración. La familia es el primer agente de socialización de los niños y niñas y donde se forjan en gran parte los valores, como el respeto y la tolerancia hacia los demás, la empatía y el modo de relacionarse con el mundo.
Según se resuelvan los conflictos en casa, los niños y las niñas los repetirán en otros ámbitos: los actos de los adultos que los rodean son un modelo para los menores. Con su comportamiento modelador, la familia puede prevenir el acoso tanto si sus vástagos son víctimas como si son agresores o agentes pasivos.
Protocolos en el centro
Cuando existe una situación de presunto acoso escolar, el centro educativo pone en marcha el protocolo de actuación. Se entrevista al agresor o agresora, y por separado a la víctima; también a los observadores; y se recaba además el punto de vista del tutor o tutora con las observaciones pertinentes en referencia al clima de convivencia en el aula.
Si se confirma que hay acoso, se pone en conocimiento de las familias. Éstas tienen derecho a conocer todas y cada una de las actuaciones del centro.
Apoyar y restaurar
En el caso de que sea la familia la que observa indicios de un posible acoso, en primer lugar se debe hablar con el menor y recabar toda la información posible. Llevarlo al pediatra si se observan agresiones físicas y que queden registradas en el sistema. Posteriormente debe comunicarse al centro para que éste actúe según el protocolo y aplique las medidas oportunas.
No debemos olvidar que es sumamente importante trabajar con la víctima para restaurar el daño causado en todos los ámbitos, social, psicológico y emocional; con el agresor se deben trabajar los motivos por los que agrede y reeducar para que no vuelva a suceder. Y con los espectadores, se trabaja la empatía y las secuelas de haber presenciado actos de violencia.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
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