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Actualizado:Alcanar, Santa Bàrbara y Ulldecona, tres municipios de la comarca del Montsià (Tarragona), fueron los núcleos más afectados por la gota fría -DANA- que impactó esta zona de las Terres de l'Ebre a principios de septiembre, con trombas de agua que superaron los 200 litros por metro cuadrado en algunos casos. El temporal provocó inundaciones e importantes daños materiales, hasta el punto de que las tres poblaciones han sido declaradas zona catastrófica por el Gobierno español.
Fue el tercer episodio de graves inundaciones vivido en Catalunya en poco más de tres años y medio, después del temporal Gloria (2020) y la borrasca Filomena (2021). Fenómenos de este tipo han sido recurrentes en el territorio, pero como consecuencia del cambio climático se están convirtiendo en cada vez más habituales -un hecho compartido en el conjunto del Mediterráneo- y su virulencia va a más.
La previsión es que la tendencia se acentuará en el futuro, cosa que explica porque la comunidad científica defiende poner en marcha medidas de adaptación a unos impactos que ya son tangibles, y que en el caso de las inundaciones tendrían que comportar importantes medidas a nivel urbanístico: desde el traslado de líneas ferroviarias, a la reforma de paseos marítimos e, incluso, demoler edificios en las zonas de más riesgo donde, de entrada, no se tendría que haber construido nunca.
En un comunicado reciente, Protecció Civil de la Generalitat recordó que "el riesgo de inundaciones es la primera causa de pérdidas económicas y de vidas humanas entre los riesgos naturales graves en Catalunya". Según el informe RiskCat, que se encarga de evaluar los riesgos de los fenómenos naturales en Catalunya, un 15% de la superficie urbanizada del país se encuentra en zona inundable, ya sea fluvial o marítima.
"Las inundaciones son la primera causa de pérdidas económicas y de vidas humanas entre los riesgos naturales graves en Catalunya"
El Baix Ebre y el Montsià -las dos comarcas donde se ubica el Delta de l'Ebre-, partes del litoral del Maresme y la Selva -sobre todo el tramo final del río Tordera, entre Malgrat de Mar y Blanes-, las zonas más próximas a los ríos Llobregat -especialmente al Delta- y Besòs del área metropolitana de Barcelona, puntos del Alt Empordà (Girona) y zonas de la ciudad de Lleida o Girona están entre las de mayor riesgo de inundación, en parte también porque la mayoría tienen un elevado nivel de urbanización.
Construcción en terrenos inundables
"Durante años se ha construido en zonas inundables y lo tenemos muy identificado, pero esto no significa que tenga una solución fácil", apunta Carles Ibáñez, director científico del Centre en Resiliència Climàtica, un espacio dedicado a impulsar la investigación y la innovación en la adaptación a la emergencia climática. Ibáñez recalca que "es una hipoteca que arrastramos de las pasadas décadas, cuando se construyó en zonas en las que no se tendría que haber hecho".
El alcalde de Alcanar, Joan Roig, reconocía hace unas semanas en el 324.cat que entre los años 60 y 90 del siglo pasado "había una manera de entender el urbanismo frenética, sin atender a los circuitos del agua y se han construido casas en medio de los cauces de los barrancos y estamos viendo las consecuencias".
Carles Ibáñez: "Se hicieron planeamientos sin tener en cuenta los riesgos y ahora tenemos un problema"
Ibáñez añade que "se hicieron planeamientos que no tenían en cuenta estos riesgos y ahora es evidente que tenemos un problema". Y es que la solución, según apuntan los diversos expertos consultados, tendría que partir de un gran acuerdo de país, requiere una gran inversión y tendría que implicar "repensar toda la costa" y las zonas de mayor riesgo, y "rehacer infraestructuras a medida que haya oportunidades". Para el científico, es imprescindible "dar más espacio al agua" para evitar tener los "mismos problemas". Una de las maneras de hacerlo, por ejemplo, es reducir la densidad de edificación de las urbanizaciones del Delta.
La regresión de las playas
En el caso de los temporales marinos, Carles Ibáñez subraya que ahora mismo el principal factor de vulnerabilidad y de riesgo es "la mayor exposición de las playas", que acumulan años de regresión -un hecho especialmente visible en Delta de l'Ebre-, como consecuencia de la "menor aportación de sedimentos" de los ríos, a causa de la proliferación de embalses durante sus cursos. En la primera línea marítima se añaden "obstáculos" como "espigones o puertos deportivos" que también aumentan la erosión de las playas.
"Las playas no son eternas, por ejemplo, las de Arenys o Vilassar [en el Maresme, al norte de Barcelona] se formaron durante los últimos siglos, pero hoy la naturaleza por sí misma no renueva la playa. Si un temporal se lleva la arena, lo que se hace es ponerla de nuevo artificialmente. Hay que tener en cuenta que las playas nos protegen y si las perdemos paseos marítimos o infraestructuras, como líneas de Rodalies o la N-II, están expuestas al mar", reflexiona David Pino, profesor del departamento de Física de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). Una playa de mayor amplitud tiene más capacidad de disipar la energía de las olas y la subida del nivel del mar, puesto que actúa como un mecanismo natural de defensa de la costa.
"Las playas nos protegen y si las perdemos paseos marítimos o infraestructuras están expuestas al mar"
Pino también es coordinador del proyecto MEDIFLOOD, un catálogo que recoge 14.500 casos de inundación pluvial y fluvial en la costa mediterránea peninsular durante un milenio y que permite ver los efectos del urbanismo ante fenómenos naturales para poderlos prevenir con mayores garantías.
Más allá de las tormentas y las inundaciones pluviales y de los temporales marítimos, poco a poco aparece un nuevo factor de riesgo, que es el progresivo incremento del nivel del mar, estrechamente relacionado con el cambio climático. Sobre la cuestión, Ibáñez expone que "está subiendo de media unos cuatro milímetros al año y se está acelerando", si bien matiza que "los problemas graves con el aumento del nivel del mar los tendremos a finales de siglo".
"Es como un tsunami a cámara lenta, una oleada que cada vez crece más rápido. Nos cuesta visualizarlo porque va despacio, pero se va acelerando y se va acumulando la subida", comenta, lo que lo convierte en un elemento que también hay que tener en cuenta para desarrollar una planificación del urbanismo y las infraestructuras a medio y largo plazo.
Planificación de país
Con todo este escenario, ¿qué hay que hacer? Los dos científicos coinciden en manifestar que hay que llevar a cabo una planificación de país, con cambios importantes y que requiere una inversión importante, pero que es imprescindible a medio y largo plazo ante la insostenibilidad de mantener ciertas estructuras. Simple y llanamente, se trata de poner en marcha desde ya acciones para adaptarse a unos impactos climáticos que ya son visibles e irán a más.
Pino recalca que "sabemos que estos fenómenos continuarán pasando y, por lo tanto, nos tenemos que hacer la pregunta de qué queremos hacer. ¿Continuar haciendo una inversión para intentar paliar puntualmente los efectos de una inundación y volver a la situación anterior? ¿O hacer una inversión mucho más grande y ver en qué zonas nos podemos ahorrar que cuando haya inundaciones afecten a la población? Porque si no vive nadie, el impacto es mucho más pequeño".
"Hay que hablar de las inundaciones y de qué queremos hacer para afrontar sus impactos"
El investigador de la UPC considera que esta tendría que ser una "discusión de país", pero lamenta que "no se acabe de hacer". "Ahora mismo parece un problema mucho más grave la sequía que las inundaciones, a pesar de que haya sequía no quiere decir que no haya inundaciones, y pese a entender que sea difícil, se tiene que hablar y tendría que estar en la agenda política de los próximos años, porque en casos como las recientes inundaciones de Alcanar es evidente que ya vamos tarde".
Carles Ibáñez, director científico del Centre en Resiliència Climática, comenta que "la adaptación es un componente muy local y en cada lugar es conveniente hacer una cosa, de forma que nos encontraremos con lugares donde será inevitable demoler, otros en que habrá que recular los paseos marítimos porque puedan ser sostenibles, trasladar infraestructuras,... Incluso en cada municipio las medidas de adaptación pueden cambiar en función del tramo de costa". Para el experto de lo que se trata "es de hacer este análisis para identificar los puntos críticos y pensar en el rediseño del urbanismo y las infraestructuras para adaptarse a la nueva situación, no simplemente reconstruirlas" cuando sean dañadas por un temporal.
Carles Ibáñez: "Si no nos anticipamos a los problemas lo acabaremos pagando más caro"
Como Pino, Ibáñez recalca que "se tienen que hacer cosas muy relevantes y, por lo tanto, es un tema que hay que poner encima de la mesa y que sea una prioridad de la agenda política y social". Subraya que "si no nos anticipamos a los problemas lo acabaremos pagando más caro en costes económicos y de infraestructuras, pero también en vidas humanas". "Una planificación, por ejemplo, a 30 años vista para rediseñar y evitar daños tiene un coste, pero también es una inversión y oportunidad para transformar los paseos marítimos y fluviales para que sean más agradables".
Falta una "reacción adecuada"
Insiste David Pino: "sabemos que hay puntos críticos y poblaciones e infraestructuras críticas y que necesitamos hacer alguna actuación. En Barcelona, por ejemplo, se hicieron depósitos sótanos [para canalizar el agua de lluvia que baja de Collserola] y se ha reducido el impacto de las inundaciones". El investigador puntualiza que algunas soluciones empleadas hace algunas décadas ya no son válidas actualmente: "La canalización de las rieras del Maresme con estructuras de hormigón que se hizo en los 70 ya no sirve, ahora habría que buscar soluciones en la naturaleza, es decir, que antes de llegar a la ciudad o en el territorio urbano la riera se desborde e inunde los campos y sea la naturaleza la que absorba el grueso de la inundación".
"Se podrían rediseñar kilómetros de costa en vez de invertir en la alta velocidad"
Ibáñez tiene claro que, hasta ahora, a pesar de los avisos recurrentes que hemos sufrido en forma de los temporales Gloria o Filomena, "falta reacción adecuada y suficiente a lo que pasa y no se le da la prioridad que tendría que tener". En este sentido, comenta que, por ejemplo, "se podrían rediseñar kilómetros de costa en vez de invertir en la alta velocidad, y seguramente sería más rentable, pero sobre todo es un error no abordarlo".
Una de las infraestructuras golpeadas de manera cada vez más recurrente por los temporales es la línea R1 de Rodalies, que pasa por la primera línea de costa de un Maresme con unas playas que han ido perdiendo amplitud. El científico defiende que se tendría que trasladar a un trazado por el interior: "todo el mundo sabe que hay que hacerlo, pero no se le da la prioridad en inversión. No estamos dirigiendo recursos hacia estas cuestiones, que son prioritarias, y cuanto más tardemos peor será. ¿Por qué no se hace en el caso de Maresme, cuando sí que se ha hecho el traslado de la línea de tren de costa que pasaba por Cambrils y Salou?".
Pese al creciente número de voces que defienden este traslado, de momento no se llevará a cabo, porque el Gobierno no apuesta por él, a pesar de los evidentes impactos que tiene el cambio climático, por sus costes económicos y las dificultades técnicas. De momento, el ejecutivo estatal ha optado por priorizar las inversiones en los puntos más vulnerables de la línea con el objetivo de poder seguir prestando el servicio, a la espera que la evolución climática determine si esto simplemente es un parche temporal y toca abordar sí o sí un cambio de ubicación de la R1. A nivel de país cambios profundos son inevitables si se quieren prevenir mayores daños en un futuro.
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