Este artículo se publicó hace 5 años.
Feria SpannabisEl boom del cannabis: entre el uso terapéutico y el negocio 'cazaturistas'
El sector del cannabis está en crecimiento, con la expansión de tiendas especializadas, ferias consolidadas como Spannabis, o la entrada de los bancos como inversores en algunas compañías. En Catalunya ya funcionan más de un millar de asociaciones de fumadores, que piden una regulación para diferenciar el uso terapéutico del recreativo y mantener su actividad.
Barcelona-
Distinguir el uso terapéutico del recreativo y acabar así con una normativa demasiado equívoca. Esta es la demanda de los clubes cannábicos catalanes para regular su actividad y dejar de estar siempre en el punto de mira. De droga prohibida, la marihuana y el hachís han pasado a ser un negocio. Este fenómeno no se ha producido en los lugares donde se ha legalizado su consumo, como el caso de Uruguay o algunos estados de los Estados Unidos. Fuentes del sector indican que el debate está mal enfocado, ya que se está centrando en el ámbito recreativo, cuando debería hacerse en el terapéutico. En caso de un escenario de legalización, aseguran, el consumo suele bajar.
El certamen, que ha llegado a la 16ª edición, es considerado como la feria de cannabis más importante del mundo
En Catalunya, ya hay registrados más de un millar de clubes cannábicos. La potencia del sector se visualizó en la reciente celebración de Spannabis Barcelona, el pasado fin de semana en la Feria de Cornellà. El certamen, que ha llegado a la 16ª edición, es considerado como la feria de cannabis más importante del mundo. Este año recibió más de 25.000 visitantes y reunió a más de 300 expositores y a las primeras marcas del sector. El promotor de Spannabis Barcelona, Raúl del Pino, asegura que "nuestra reivindicación sigue siendo que la Administración cree un nuevo marco legal para regular el sector". Según añade, "la ley es muy ambigua y hace falta honestidad para tener un sector normalizado, que diferencie claramente los usos recreativos de los terapéuticos".
En este contexto, Barcelona se ha convertido en un polo de atracción para el sector del cannabis. La capital catalana ha sustituido Amsterdam como punto de proliferación de los clubes de fumadores, ya que en la ciudad holandesa el cambio de regulación ha frenado su liderazgo. En 2016, Weedmaps, una aplicación que geolocaliza los dispensarios de marihuana, con una facturación superior a los 7 millones de euros anuales, abrió una sede en Barcelona. Durante la misma época, la compañía más importante del sector en el ámbito mundial, Greenhouse Seeds, también aterrizó en la ciudad.
Barcelona, destino de turismo cannábico
Estos movimientos empresariales se han producido por la consideración que ha adquirido Barcelona como destino de turismo cannábico. Aunque el boom de los clubes ha facilitado la normalización del fenómeno, también ha derivado en un lado más oscuro: un negocio que busca la caza del turista. "Bajo la figura de un captador que actúa como cebo, algunos falsos clubes de fumadores ofrecen marihuana a los turistas". Así lo explica Ferran Roig, propietario de la tienda online Cactus Martorell, una de las primeras grow-shop que se abrió en Catalunya.
"Bajo la figura de un captador que actúa como cebo, algunos falsos clubes de fumadores ofrecen marihuana a los turistas", explica Ferran Roig
Roig comenta que en el ámbito de las tiendas físicas se está llegando a un punto de colapso. Por ello, se "crean auténticas tapaderas que se hacen pasar por coffee-shop y que hacen mucho daño a los clubes cannábicos". En este sentido, precisa que las agrupaciones de fumadores necesitan una regulación para seguir funcionando. "La mayoría de clubes cumplimos con lo establecido por Salud Pública. Incluso, a veces vamos por delante". Entras los requisitos, detalla la necesidad de que una persona sólo puede comprar el dispensador del club si viene avalado por otro socio y si ha consumido previamente.
Los mismos clubes admiten que cada vez está ganando más peso la vertiente terapéutica y medicinal de la marihuana. Más allá de convertirse en un punto de encuentro para fumar cannabis, las asociaciones defienden su valor como clubes sociales que ofrecen un servicio de proximidad. Aunque el comercio de marihuana y hachís está prohibido en España, los clubes aprovechan un vacío legal: el consumo individual está autorizado y en un círculo cerrado y reducido se puede compartir el cultivo.
El Constitucional rechaza la ley de clubes catalana
El pasado septiembre, el pleno del Tribunal Constitucional (TC) anuló la ley catalana que regulaba a las asociaciones de consumidores de cannabis. Además de considerar que invade las competencias, cree que protege una actividad declarada como delictiva. Pese a poseer un principio activo que permite aplicaciones terapéuticas, el tribunal la ve como una sustancia estupefaciente. Este supuesto es lo que impide que Catalunya legisle sobre el sector. La sentencia vuelve a dejar a los clubes cannábicos en el limbo legal, ya que en los clubes se puede consumir la droga, pero el transporte o el cultivo con fines comerciales están prohibidos.
Recientemente, los Mossos d'Esquadra pusieron en marcha un dispositivo policial que acabó con 12 detenidos. Todo ellos están acusados de un delito contra la salud pública para captar clientes para clubes cannábicos del barrio de Ciutat Vella de Barcelona. Estas personas suelen cobrar entre 10 y 15 euros por cada socio nuevo que aporten al club. En este aspecto, estas empresas tratan al cannabis como un negocio.
La oportunidad de negocio también la han detectado las entidades financieras. Algunas, como el BBVA, Caixabank y Bankinter han invertido tres millones de euros en empresas del sector como Canopy Growth, Aurora Cannabis y Aphro. Argumentan que su interés radica en las propiedades medicinales del cannabis.
La necesidad de establecer una normativa más concreta sobre el funcionamiento de los clubes cannábicos refleja los límites de los derechos individuales protegidos por la Constitución. Por un lado, el texto garantiza valores como el de la intimidad y la asociación, pero sin que la actividad vulnere la ley y se haga en una esfera privada. Este es el aspecto teórico. En cambio, el día a día dibuja una escena totalmente diferente. Un paseo por las Ramblas de Barcelona sirve para comprobar cómo cada pocos metros aparece un cazaturistas que intenta reclutar a un visitante ofreciendo el servicio de un coffee-shop.
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