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Instagram es puro postureo. Eso ya lo sabemos. Lo que no imaginábamos es que las 'influencers' tendrían que competir por los 'corazones' con seductores platos de comida. Esta tendencia se conoce como “food porn”, el arte de fotografiar alimentos de alto contenido calórico de forma que nos hagan salivar.
El término no es de cuño millennial ni mucho menos. La primera que lo utilizó fue Rosalind Coward en su libro Deseo femenino (1984), donde escribía que "cocinar los alimentos y presentarlos bien es un acto de servidumbre". Quién le iba a decir a ella que ese 'vasallaje' de la cocinera iba a dejar paso a una exhibición empoderada.
La cuidada iluminación de estos alimentos, sus salsas llovedizas y los dulces XXL saturados de color configuran una trampa calórica mortal. Esta oferta tan 'sexy' viene lista a taponar tus arterias mientras entona un canto de sirena contra la poderosa industria de los productos 'light'. ¿Quién querría rendirse ante los encantos del brócoli con semejante operación de marketing?
Sin embargo, una generación de aguerridos nutricionistas ha venido a plantar cara al fenómeno con la ciencia de su lado. Roberto Vidal es diplomado en Nutrición y Dietética Humana, pero en redes se pone la capa del ‘Coach Nutricional’ para luchar contra lo que él denomina como "azucaca" con un vocabulario coloquial y el objetivo de que cualquiera pueda adquirir el superpoder de tomar decisiones saludables.
El destierro de las listas negras
Para Vidal, una de las razones por las que triunfan estas odas a lo 'gocho' es la necesidad de rebelarse contra la condena perpetua de hábitos a los que nos arrastran irremediablemente los ritmos de la 'vida moderna'. "Ya está bien de culpabilizar a la gente y usar argumentos gordofóbicos para tratar de imponer un modelo nutricional", reclama este nutricionista. "No se trata de clasificar los productos como buenos o malos. Los frutos secos, por ejemplo, pueden ser un alimento estupendo porque nos aportan energía y nos mantiene más activos, pero son alimentos bastante calóricos. La clave es que cada uno valore si le interesan o no", explica este nutricionista.
-Comparativas de calorías
— Aitor Sánchez García (@Midietacojea) 12 de septiembre de 2019
-X productos sanos del super
-Alimento malo a la izquierda, alimento bueno a la derecha
Luego nos quejaremos de que la gente no comprende nada.
¿Os imagináis "móvil bueno" vs "móvil malo?
"¿Libro bueno vs libro malo?" pic.twitter.com/VHOj8tZWlz
El discurso de Vidal se centra en el estigma que todavía persigue algunos alimentos saludables, mientras que otros más perjudiciales reciben un trato más benévolo. "La mayoría no saben que eso que están comiendo afecta a su salud, no tienen la capacidad para dar valor a lo que comen y van tomando malas decisiones. Por eso, lo principal es concienciar a los consumidores de que pueden mejorar su composición corporal con conocimiento", resume.
Las frutas son una de esas 'injustamente condenadas'. Los bulos relacionados con su consumo son casi tan conocidos como el de 'la chica de la curva': "La fruta engorda", "la fruta no se puede tomar de postre en las comidas", "no tomes fruta por la tarde"... La lista es larga y, en la mayoría de los casos, infundada.
Estos son los bombones caja roja que le podéis llevar a vuestros familiares si están en un hospital, y no los otros 😉 pic.twitter.com/q1SLORMrUq
— Aitor Sánchez García (@Midietacojea) 24 de abril de 2018
"La única forma en la que no te interesa tomar la fruta es en un batido detox", adelanta el 'Coach Nutricional'. "Estos preparados han sido bautizados con un nombre que evoca sensaciones de limpieza o de depuración del organismo. Seguro que cuando lo cogiste de la estantería del supermercado esperabas que fuera tu antídoto contra los excesos de las vacaciones, pero esa botella tan atractiva puede esconder un producto muy procesado, plagado de azúcares añadidos", advierte.
La comida rápida y saludable también existe
No solo los 'smoothies' llevan sorpresa en la etiqueta. Nuestros carros de la compra van repletos de bolsas de ultraprocesados: nuggets, pizzas precocinadas, packs de bebidas carbonatadas, bollería y cereales refinados, entre otros.
El consumo de ultraprocesados ha aumentado considerablemente desde hace 50 años. El ritmo de vida frenético de la mayoría de la población condiciona la dieta, que cada vez es más pobre en nutrientes y rica en grasas saturadas. Aitor Sánchez, codirector del Centro de Nutrición Aleris en Madrid y autor del blog Mi dieta cojea, se niega a adjudicar la responsabilidad absoluta a la industria alimentaria. "El ciudadano medio compra mal. No quiere dedicar demasiado tiempo a llenar la despensa o a cocinar y es comprensible. Estamos cansados, pero es fundamental que la gente comprenda que la comodidad no tiene que ir ligada a lo malsano", señala Sánchez. "Solo hay que cambiar el chip. Los supermercados han sabido adaptarse a la demanda y ya ofrecen un catálogo muy amplio de productos saludables que nos solucionan la papeleta rápidamente. No se tarda nada en abrir un bote de judías verdes y hacer un huevo cocido, o volcar una bolsa de canónigos con unos tomates", defiende.
Vidal se suma a esta reivindicación. "La clave está en la planificación. Hay que llevar la lista de la compra hecha y tener claro qué es lo que te vas a llevar a la boca. No hace falta que nos empollemos todas las etiquetas, es más bien un ejercicio de pensar en serio qué necesitamos", puntualiza.
Estos dos profesionales coinciden en que esta 'nutrición responsable' no es solo una labor individual, también el Estado debería tomar las riendas. "La Administración es consciente del escenario en el que nos encontramos: la población española es una de las más sedentarias de Europa, la mitad de los adultos son obesos y uno de cada tres niños tienen sobrepeso", recuerda Sánchez. "Sin embargo, los productos más accesibles en máquinas de vending, en la oferta de restauración en colegios e incluso en hospitales siguen siendo los más superfluos. Esos ultraprocesados tienen un valor nutricional pésimo, pero son los más baratos. No podemos permitir que siga siendo así", denuncia.
La cocina de la abuela no es la mejor opción
En nutrición, también hay nostálgicos. "¡Antes comíamos mejor que ahora!" es un clásico que todos hemos escuchado a nuestros abuelos pero, sin ánimo de desmerecer a los mayores, esta proclama se sostiene a duras penas.
Voy a hacer una encuesta de este plato, concretamente sobre el nombre que le ponemos a algunos platos versionados.
— Aitor Sánchez García (@Midietacojea) 25 de septiembre de 2019
(Encuesta en el siguiente tweet) pic.twitter.com/FJtsUnt2i6
"La alimentación actual es mucho más completa y variada que la de antes. Además, ha aumentado la seguridad alimentaria gracias a la normativa y controles de calidad", argumenta el responsable de Mi dieta cojea. "Además, nuestros hábitos de vida han cambiado mucho. Tenemos ocupaciones que exigen menos esfuerzo físico y no sería buena idea hacer una regresión a la comida de los pueblos rurales, donde predominaba la cocina de aprovechamiento, plagada de embutidos y harinas", desarrolla Sánchez. "A la gente no hay que decirle que coma como antes, sino que apueste por el producto de la huerta: fresco y saludable", zanja.
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