Este artículo se publicó hace 4 años.
Cómo acabar con la basura invisible
Chicles o colillas de tabaco permanecen en la vía pública y pasan desapercibidos. Tras este tipo de residuos se esconde un problema difícil de combatir, tal y como denuncian los ecologistas.
Alejandro Tena
Madrid-
No deberían estar incrustados en el suelo. Su lugar debería ser otro, pero el ser humano se ha acostumbrado a caminar sobre ellos. Chicles derretidos, unidos con dureza a la acera o a la pared, pasan desapercibidos a la vista del ser humano. Está la basura que vemos a diario; la que se tira al contenedor y la que se acumula negligentemente en vertederos ilegales. Y, después, está la basura invisible.
Los chicles son uno esos elementos más llamativos. Según los datos de Greenpeace, la media de chicles adheridos al suelo en el mundo es de entre 3 y 5 unidades por metro cuadrado. "Su gestión es muy complicada, no hay casi alternativas", explica Julio Barea, responsable de la campaña de Residuos del grupo ecologista, que señala como en cierta medida hemos aprendido a convivir con este tipo de materiales.
Su adhesión al suelo supone, además de un problema de contaminación, un gran coste para las arcas públicas, ya que su limpieza es algo costosa debido a sus cualidades. Según una información de la Agencia EFE, retirar de la vía pública cada unidad de chicle tiene un coste de unos doce céntimos de euro. Algo caro, si se tiene en cuenta que una goma de mascar puede valer entre cinco y diez céntimos. A ello se debe sumar el hecho de que la limpieza requiere materiales químicos poco amables para el medio ambiente.
"Es difícil encontrar una solución. Creo que el camino, en este caso es la concienciación", opina Barea. No en vano, existen alternativas para su reciclaje. Buen ejemplo es el de la diseñadora británica Anna Bullus, que convierte los chicles de las aceras en suelas de zapatillas, botas de agua, bolígrafos o fundas para teléfonos.
Una plaga de colillas de tabaco
A los chicles, se debe añadir el problema de las colillas de tabaco que se extienden por toda la geografía de España. Tal es la magnitud del problema, que un reciente estudio de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) estima que el 73% del espacio público de Madrid está contaminado por estos restos de cigarrillos.
Anualmente, según un informe realizado por SEO/BirdLife, se fuman cerca de 6 billones de pitillos en todo el planeta. De estos, 4.5 billones terminan depositados en espacios públicos, sean urbanos o naturales. De esta forma, la ONG Ocean Conservancy informa de que las colillas suponen el 13% del total de los desperdicios que se recogen anualmente en el mundo.
"Los filtros de las colillas están hechas de acetato de celulosa, un componente derivado del petróleo no biodegradable. Los fumadores deben ser conscientes del impacto de abandonar estos residuos y los productores deben ayudar a sensibilizar sobre este problema. Hay que ser consciente no solo de los impactos del tabaco en la salud sino también del problema ambiental de su abandono en entornos naturales, que acaba afectando a la salud de los ecosistemas y por tanto a la de todos los seres humanos", afirman desde SEO/BirdLife, organización integrada dentro del proyecto Libera contra los desechos.
Barea, por su parte, denuncia la cantidad ingente de colillas que terminan en playas y vías públicas. Sin embargo, el experto en residuos explica que sus características hacen que sean más fáciles de limpiar que los chicles y, sobre todo, más sencillas de reutilizar en un sistema de economía circular. "El sistema de retorno podría servir. Es decir, un sistema que permita que el consumidor pague un porcentaje más alto por la caja de tabaco, pero que se le reintegre si devuelve las colillas después de fumar", agrega.
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