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Cuesta encontrar a un ser humano más tradicionalista y conservador que Javier Garisoain. Al menos en el mundo de la política partidista española, ese mismo mundo que Garisoain hoy promete abandonar para recorrer otras vías no del todo especificadas. El objetivo, dice este navarro que se autodefine como “contrarrevolucionario”, es el mismo de siempre: salvar al país de las hordas revolucionarias, masonas y anticristianas que los carlistas detectan por todos lados. Se trata, en el fondo, de lanzar una penúltima cruzada.
Este abnegado militante de profundísimas convicciones ultrarreligiosas –“no me llame ultracatólico… ¡ojalá fuera ultra en ese sentido!”, exclamó a este periódico- es hoy secretario general de la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC), el partido más católico y conservador que existe sobre la faz del suelo español. ¿Cuántos son? “Militantes cientos, simpatizantes miles. No puedo decirle más”, responde al otro lado del teléfono Garisoain, a quien le espera un fin de semana –puente incluido- de lo más ajetreado: la CTC celebra del viernes al domingo su congreso general, una instancia del partido que se reúne cada cuatro años.
El lugar elegido para el encuentro es el Centro Riojano de Madrid, una entidad que –según figura en su página web- mantiene convenios de colaboración con grupos del calibre de la Fundación de Defensa de la Nación Española (DENAES), que inventó el actual líder del partido Vox, Santiago Abascal.
Quiso el destino que en CTC estén pensando, por activa o por pasiva, en este nuevo partido de extrema derecha, con el que comparten algunos temas a nivel de ideario ultraconservador. “Hay algunos puntos en los que coincidimos. No le daremos nuestro respaldo de manera oficial, pero otra cosa es que como mal menor algunos simpatizantes o afiliados decidan finalmente votarle”, dice Garisoain mientras ultima detalles para el congreso de este fin de semana largo.
De hecho, en esta pequeña formación carlista está bastante arraigada la creencia de que si en las pasadas elecciones europeas Vox no consiguió un parlamentario fue, precisamente, porque CTC, el Partido Familia y Vida y Alternativa Española (un grupo ultraderechista liderado por el yerno de Blas Piñar) consiguieron 17 mil votos. Dicho de otra manera, porque esos apoyos fueron para la coalición “Impulso Social” que integraban esos tres partidos ultras en detrimento de Vox, que bebe de la misma fuente electoral.
Olvídense de que eso vuelva a ocurrir. En la conversación mantenida con Público, Garisoain dejó meridianamente claro que no piensa volver a presentarse a unas elecciones, al menos no a corto plazo. “Somos muy críticos con el sistema de partidos, hay que romperlo y funcionar de otra manera”, afirmó. ¿Qué significa concretamente eso? Sin terminar de precisarlo, el hasta ahora secretario general de los carlistas –se prevé que en el congreso delegue su cargo en otra persona, aunque seguirá ocupando un puesto en la dirección- dice que él y los suyos son de la idea de promover “otros medios de participación”.
“Reducto de resistentes”
Todo tiene su explicación. En una de las tres ponencias que se abordarán este fin de semana, CTC admite que no atraviesa su mejor momento: allí asegura que se ha “desgastado” hasta llegar a ser “un pequeño reducto de resistentes” que por “pura providencia”, consiguen mantener viva la “memoria o el germen de la España tradicional”. Con esas cartas sobre la mesa, creen que es momento de “alentar la creación de redes sociales, de núcleos de resistencia, de auténticas ‘células madre sociales’ que sean capaces de reactivar una auténtica vida social desde abajo, desde cada calle y cada pueblo”.
Los carlistas de ultraderecha equiparan esta nueva cruzada con “la estrategia de la guerra de guerrillas que tan buenos resultados ha ofrecido a los españoles contrarrevolucionarios en más de una ocasión histórica”. “Si no es posible un enfrentamiento en campo abierto con el Goliat en que se ha convertido el sistema liberal, procuremos obtener al menos pequeñas victorias que eleven la moral de los nuestros y nos permitan soñar con una suerte de espacios sociales ‘liberados’ –continúa-. Tenemos que soñar con ámbitos sociales en los que se preserve la paz social, y el bien común y que sirvan para vacunar a las nuevas generaciones contra la manipulación de las ideologías”.
Así las cosas, consideran “lógico prepararse para una autodefensa pura y dura frente a los abusos del poder”. “La historia nos enseña que los regímenes totalitarios nunca se contentan con el mero control del poder. Siempre buscan el dominio total y el aplastamiento de cualquier disidencia”, apunta, al tiempo que llaman a “fortalecer” algunas herramientas como el denominado “Socorro Blanco” –creado para ayudar a personas mayores-, así como apostar por el “voluntariado” o unas no del todo definidas “cajas de resistencia”.
Divorciarse es malo para la salud
Los mensajes alarmistas de los “contrarrevolucionarios” –término preferido por Garisoain para autodefinirse y definir a los suyos- incluyen apelaciones directas a otros temas de la vida actual. Por ejemplo, en la ponencia sobre familia critican que la separación y el divorcio son “males morales” e incluso físicos, ya que pueden provocar “aumentos de enfermedades cardíacas, aumento de dependencia a medicación (por insomnio, ansiedad, estrés, etc.), aumento de suicidios en menores, aumento de las tasas de fracaso escolar, de la adicción al alcohol y otras drogas”. En otras palabras, creen que el divorcio es “perjudicial para la salud”.
También se llevan las manos a la cabeza por la “deformación del concepto de familia” a causa de las “parejas de hecho”, “parejas homosexuales” o “familias monoparentales”. Del mismo modo, consideran que “el feminismo manipula a la mujer” y que el aborto está vinculado con el aumento de las “enfermedades mentales” e incluso del cáncer. Piropos similares dedican a la “ideología de género”, sinónimo, según ellos, de “dictadura”.
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