Este artículo se publicó hace 3 años.
El otro Tour de Francia: batallones ciclistas en la Gran Guerra
La primera víctima del ejército británico en la Primera Guerra Mundial fue un explorador sobre dos ruedas, aunque las tropas italianas y alemanas también usaron las bicicletas porque eran ligeras, silenciosas y no necesitaban gasolina.
Madrid-
"¡Ciclistas! ¡Vuestro rey y vuestro país os necesitan!". El artículo, publicado en la revista británica Cycling en abril de 1915, llama a las armas y a los pedales. Los amantes de la bicicleta son invitados a alistarse en un batallón sobre ruedas del Regimiento de Essex.
"¿Qué más puede pedir un joven ambicioso que un puesto en un cuerpo como este… y en una guerra como esta?", preguntaba retóricamente el autor, quien subraya que se buscan ciclistas de 19 a 38 años entusiastas, fuertes, con buena vista y dispuestos a ser enviados al extranjero. Ellos ponen las piernas y el Ejército, las bicicletas.
Hace casi un año que ha estallado la Primera Guerra Mundial, que enfrenta a la Triple Entente (Reino Unido, Francia e Imperio ruso) con la Triple Alianza (Imperio alemán, Imperio austrohúngaro e Italia, que cambiaría de bando en 1915). Cycling subraya que los batallones ciclistas "crecen como champiñones" por todo el país y que se han alistado "un gran número" de voluntarios.
La propaganda trata de atraer a los rodadores y, pese a que deja claro que tienen que estar dispuestos a trasladarse a los países en conflicto, es conmiserativa con su higiene bucal: "Las malas dentaduras no están vetadas", reza un cartel estampado en los muros de las localidades de las South Midlands.
En Francia les esperan misiones de reconocimiento y envíos de comunicados, aunque también realizarán patrullas y llevarán a cabo acciones de guerrilla. ¿Pero qué pinta un ciclista en medio de los obuses y del fuego de artillería?, podrán pensar algunos. La bicicleta, además de ser más ligera y circular sin gasolina, no hacía ruido, al contrario que una moto. Y tampoco relinchaban ni se desbocaban, como los caballos, siempre necesitados de forraje.
Si bien en la guerra de los bóeres su actuación no había sido destacable, debido a las dificultades del terreno surafricano, su desempeño en la Primera Guerra Mundial fue alabado por John French. "Se han producido muchas bajas en sus filas, pero ninguna dificultad o peligro ha detenido jamás la energía y el ardor que ha distinguido a este cuerpo", escribía el comandante en jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica.
La revista War Illustrated recogía en 1915 sus palabras, que reflejaban el pundonor de los ciclistas en Francia, Flandes y Galípoli (Turquía): "Llevando despachos y mensajes a todas horas del día y de la noche en todo tipo de clima y, a menudo, atravesando carreteras en mal estado bloqueadas por el transporte, han tenido un éxito notable en el mantenimiento de un grado extraordinario de eficiencia en el servicio de las comunicaciones".
El Cuerpo de Ciclistas del Ejército había tenido su precedente décadas atrás en Francia, aunque los Bersaglieri italianos también se desplazaron en bicicleta, así como los alemanes de las Radfahr-Kompanie. Además de sus labores de exploración y mensajería, llegaron a transportar heridos en unas silenciosas ambulancias con camillas, más llamativas que las bicis plegables o los ciclos con enganches para sujetar armas y otros pertrechos militares.
"Millones de hombres fueron enviados al frente de los Alpes, a disparar a través de los collados, a matarse en los glaciares. Miles se movían a pedales", escribe Ander Izagirre en Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey (Libros del K.O.). "El Ejército italiano contaba con 12 batallones de bersaglieri (tiradores) ciclistas, que llevaban un sombrero de ala ancha emplumado y, plegada a la espalda, una bicicleta Bianchi de 14 kilos, neumáticos macizos, amortiguadores y parrillas para transportar fusiles, ametralladoras o municiones".
Suspensión del Tour de Francia
La Primera Guerra Mundial provocó la suspensión del Tour de Francia y del Giro de Italia durante cuatro años, aunque Izagirre apunta que otras vueltas como las de Lombardía, Piamonte, Emilia o Milán-Sanremo siguieron disputándose, por lo que a algunos corredores como Costante Girardengo y Gaetano Belloni les dieron permiso para competir y proclamarse vencedores.
La contienda, en cambio, truncó la carrera de Carlo Oriani, vencedor del Giro en 1913. Enrolado en los Bersaglieri, murió de una pulmonía tras adentrarse en las aguas del río Tagliamento para salvar a un conmilitón durante la retirada de la batalla del Caporetto.
Durante la Gran Guerra también fallecieron tres ganadores del Tour de Francia. Pese a que su sordera lo libró del servicio militar, Octave Lapize se alistó en el ejército galo, se formó como piloto y su avión fue derribado por los alemanes. Lucien Petit-Breton, quien trasladó a las tropas al frente a bordo de un taxi requisado en París, pereció en un accidente de tráfico cuando iba a ver a su mujer. Y al luxemburgués François Faber, primer no francés en proclamarse vencedor de la Grande Boucle, le pegaron un tiro cuando dio un salto de alegría en su trinchera tras enterarse de que había tenido una hija.
La batalla había frenado las competiciones y, al mismo tiempo, se libraba sobre dos ruedas. Sin embargo, la guerra de trincheras provocó que las bicicletas no fuesen tan prácticas y los ciclistas pasasen a engrosar las filas de diversas unidades de infantería. Volverían a utilizarse en conflictos posteriores, como la guerra chino-japonesa, donde destacaron los raudos 50.000 soldados nipones. Menos conocido es el uso de bicis por parte del ejército de Finlandia en las guerras de Continuación y de Laponia.
"Un corredor puede transportar cualquier cosa que pese hasta 45 kilos y —con la bicicleta al hombro— puede atravesar muros, agua y otros obstáculos que ningún otro vehículo terrestre podría sortear. No es de extrañar que en 1890 [cuando Dunlop creo los neumáticos] este invento causase sensación. Y en la guerra nos ha seguido sorprendiendo", asegura el escritor Len Deighton en la crítica del libro The Bicycle in Wartime, de Jim Fitzpatrick.
El escritor australiano se propuso investigar el uso de la bicicleta en los conflictos armados y, curiosamente, se encontró con que los cuerpos del ejército de su país y de Nueva Zelanda (ANZAC) habían sido los únicos que participaron en la guerra de los bóeres, en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, en la invasión japonesa de Malasia y en la de Vietnam, donde los ciclistas tuvieron un especial protagonismo.
Avatares de la historia, el primer soldado británico muerto en la Primera Guerra Mundial fue el explorador John Parr, quien se desplazó en bicicleta hasta el pueblo belga de Obourg, fronterizo con Francia y cercano a Mons, escenario de la batalla homónima. Su misión era localizar al ejército alemán, pero el 21 de agosto de 1914 se cruzó con una patrulla de reconocimiento enemiga que lo mató de un tiro. Tenía diecisiete años.
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