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MADRID.- "Nadie puede presumir de infabilidad". Con esa frase zanjó Mariano Rajoy su brevísima mención a la corrupción en su discurso de investidura. El todavía presidente en funciones reconoció, durante unos segundos, que ese mal afecta a su partido, pero sólo para recordarle también al PSOE que nadie está libre de pecado.
El futuro jefe del Ejecutivo abrevió su intervención en la primera sesión del pleno que renovará su estancia en la Moncloa -apenas duró 50 minutos- y se limitó a remitir al diario de sesiones del Congreso del pasado agosto a todo aquel que quiera recordar sus propuestas de Gobierno. Entre ellas, los pactos firmados con Ciudadanos en materia de anticorrupción, a los que invitó al resto de grupos a "enriquecer el acuerdo con sus aportaciones".
"Realizo esta invitación desde la humildad y el reconocimiento de los casos que han protagonizado personas de mi partido, pero también desde la certeza de que en este campo, nadie puede presumir de infabilidad", sentenció tras asegurar, como le había pedido Albert Rivera, que el pacto PP-Ciudadanos "sigue vigente".
También siguen vigentes, incidió, las propuestas de pactos ofrecidos al PSOE en materia de pensiones, financiación autonómica o educación, entre otras. Así, prometió -respectivamente- convocar al Pacto de Toledo antes de final de año, la Conferencia de Presidentes en el Senado "de inmediato" y crear una subcomisión parlamentaria que busque el Pacto por la Educación en el plazo de seis meses.
Rajoy ya prometió un pacto por la educación en 2011. Después llegó la Lomce de Wert aprobada por el rodillo del PP
Justo el día en que los alumnos salieron a la calle para manifestarse contra las reválidas, Rajoy repitió en esta materia el mismo discurso que ya pronunció en 2011, cuando prometió "buscar el más amplio consenso para abordar los cambios que requiere la situación" y así evitar "replantear el modelo (educativo) al compás de cambio de Gobierno". Poco después de aquella promesa llegó Wert, su Lomce y la aprobación de la misma gracias al rodillo de la mayoría absoluta del PP.
Hoy Rajoy prometió otra vez buscar un "acuerdo que debe contar, además, con la colaboración de la comunidad educativa" pero esta vez asumió su minoría y mostró su lado más humilde: "Estoy dispuesto a negociar cuanto sea necesario todas las decisiones. [...] Si hemos de pagar un precio y aceptar un sacrificio, por ninguna otra causa lo haremos con mayor orgullo que por el bien de España", concluyó su intervención.
Sin guiños al PSOE
Por lo demás, y como se preveía, pocos guiños ofreció a los socialistas, pese al giro de éstos al permitir que sea investido. Por un lado, defendió que permitir el desbloqueo "no supone que se fuerce la voluntad de nadie, ni que nadie tenga que renunciar a sus principios".
Por otro, casi les exigió que el apoyo llegue más allá de la investidura y den estabilidad a su Gobierno: "Que no existan pactos de legislatura no significa que podamos conformarnos con un Gobierno en el que no importe el cómo ni el para qué. Flaco favor haríamos a los españoles dejándoles creer que basta con cubrir la vacante del Gobierno para que todo quede resuelto", les dedicó.
Rajoy exige al PSOE que dé estabilidad a su Gobierno: "Flaco favor haríamos a los españoles dejándoles creer que basta con cubrir la vacante del Gobierno para que todo quede resuelto"
Es más, Rajoy reconoció su inmovilismo al afirmar que lleva ofreciendo lo mismo -sin buscar tentar al PSOE- desde "el 21 de diciembre" y, especialmente, desde su primera investidura fallida. Además de los citados pactos, el presidente recordó algunas de las cosas que defendió entonces, como la referente al desafío independentista en Catalunya.
"Mi primera obligación es defender la soberanía nacional y, con ella, la unidad de España, la igualdad de los españoles y el respeto a la ley y a los derechos fundamentales", resumió. "Es de sobra conocida mi posición", agregó.
Y, de nuevo, presumió de su gestión al frente del Gobierno -también en estos 10 meses que ha estado en funciones- al asegurar que pese a la "incertidumbre", España no había perdido la confianza todavía del exterior. Pese a todo, insistió y mucho en que cumplirá los compromisos exigidos desde Bruselas, que pide un ajuste de 5.500 millones de euros para reducir el déficit. "Hoy el bien común se llama que España cumpla cuanto antes sus compromisos con Europa para mantener, dentro de ella, la posición que los españoles se merecen", defendió sin citar en ningún caso futuros recortes.
Eso sí, igual que hizo en 2011, amenazó con remitir al Parlamento de forma inminente los nuevos objetivos de déficit, para los que también pidió la colaboración del resto de partidos: "La estabilidad presupuestaria debe seguir siendo un compromiso que se respete desde el Gobierno y no se ignore en el Parlamento", concluyó.
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