Público
Público

¿Si quieres, puedes?: cómo las élites utilizan el mito de la meritocracia para justificar sus privilegios

El 80% de los hijos de profesores y arquitectos van a la universidad, mientras que solo el 9% de los que tienen padres agricultores completan estos estudios.

Imagen de archivo de varios jóvenes durante los exámenes de selectividad.
Imagen de archivo de varios jóvenes durante los exámenes de selectividad. Kike Rincón / Europa Press

"Si trabajas y eres honesto, si das todo lo que tienes, la vida siempre te devuelve algo bueno. Si te dejas la piel, la vida te recompensa". Luis de la Fuente celebró con estas palabras la cuarta Eurocopa de la selección española de fútbol masculino. El seleccionador de La Roja, nombrado por Rubiales tras la salida de Luis Enrique, sacó de nuevo a la palestra el mito de la meritocracia. Los resultados, sin embargo, tienen poco que ver con los niveles de esfuerzo: el 70% de las desigualdades de renta en España vienen dadas por las herencias y otros factores externos a las decisiones individuales. 

Los investigadores Pedro Salas-Rojo y Juan Gabriel Rodríguez señalan en el mismo artículo que el porcentaje sube hasta el 75% en el caso de la riqueza no financiera. El género, la raza, el lugar de nacimiento y la educación de los padres también ayudan a inclinar la balanza. Los expertos tampoco pasan por alto el papel de los colegios y la "estructura meritocrática" que embebe el sistema.

"Estudia más". "Si quieres, puedes". "Las notas dependen de tu esfuerzo". "Llegarás tan lejos como te propongas". Estas son algunas de las frases –motivacionales– con las que hemos crecido. Los gurús, sin embargo, suelen ignorar una larga ristra de componentes accesorios que también contribuyen al éxito personal y profesional de las clases trabajadoras. Funcas señala en un estudio reciente las principales causas de las diferencias económicas en España: el desempleo, la precariedad laboral y un sector público que redistribuye la riqueza menos de lo que debería.

La Real Academia Española (RAE) define la meritocracia como el "sistema de gobierno en el que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales". La derecha y la extrema derecha hace años que abanderan esta filosofía. Albert Rivera prometía en sus mejores tiempos ser "el presidente de la meritocracia" y Aznar mostró su temor ante la posible "desaparición" de este modelo socioeconómico. Ayuso saca pecho cada vez que puede de la "cultura del esfuerzo" y Abascal acusa sistemáticamente al Ejecutivo de "castigar" el mérito.

"Los trabajadores que no recogen sus frutos sienten que han fracasado"

Javier Carbonell, politólogo y coautor del libro La desigualdad en España (Lengua de Trapo), asegura que el debate tiene más miga de la que parece. "La gente tiene visiones bastante mezcladas y contradictorias. La meritocracia es un mito que funciona para justificar la desigualdad y los discursos no pueden reducirse a estar a favor o en contra. Es una ideología legitimadora del capitalismo. Las personas que más confían en esta cultura y las que más se esfuerzan no siempre son las que mejor viven. Esto provoca una frustración enorme y repercute sobre la salud mental", sostiene.

En España, solo el 15% de los ricos se hicieron ricos por crear su propia empresa, según datos del Peterson Institute for International Economics. ¿Quiere esto decir que solo uno de cada diez emprendedores hizo bien su trabajo? Negativo. El ideal de la meritocracia asume que existen suficientes recompensas para todos aquellos que sudan la gota gorda, pero en la práctica es materialmente imposible.

Gastón Souroujon, doctor en ciencia política y autor del artículo Las trampas de la meritocracia, desmonta esta teoría. "Los recursos del sistema capitalista son limitados, ningún juez puede evaluar cuánto esfuerzo se requiere para premiar el talento. Los trabajadores que no recogen sus frutos sienten que han fracasado. Ni es justo, ni tiene sentido", matiza. El ascensor social lleva más de una década averiado: los de arriba casi nunca bajan y en su planta tampoco hay sitio para más.

"Las circunstancias en las que nacemos son fundamentales para determinar nuestro futuro. La meritocracia oculta esto, pone a todo el mundo al mismo nivel cuando no lo está. El esfuerzo de todas las personas no se mide de la misma manera. La gente privilegiada parte con una serie de ventajas", continúa Carbonell. El sociólogo Fabrizio Bernardi publica en el libro La desigualdad en España un dato revelador: el 80% de los hijos de profesores, economistas, jueces y arquitectos van a la universidad, mientras que solo el 9% de los que tienen padres agricultores o que trabajan en la construcción completan estos estudios.

"La meritocracia solo tiene sentido si hay alguien por debajo de nosotros"

El Informe sobre la Desigualdad Global de 2022 del World Inequality Lab recuerda que en España el 10% más rico acumula casi el 60% de la riqueza total, mientras que el 50% más pobre tiene menos del 7% de los recursos económicos. "La meritocracia presupone que las personas en situación de vulnerabilidad tienen esa condición por su falta de esfuerzo y promueve una legitimación moral de las desigualdades propias del capitalismo. El sistema oculta las causas y las razones por las que algunas familias son más vulnerables que otras", prosigue Souroujon.

La trampa del "todos contra todos"

Luis de la Fuente no ha sido el primero ni el último en subirse al carro de la meritocracia para presumir de éxitos. Estopa, Elon Musk, Tamara Falcó y Samantha Hudson también hicieron públicas sus opiniones sobre la cultura del esfuerzo –y no todas coinciden–. Los expertos rechazan las visiones "negativistas" y defienden una postura a medio camino entre la desconfianza y el fervor, una especie de "equilibrio" que escape de la constante "polarización ideológica".

"Uno de los principales obstáculos que nos impiden avanzar es el individualismo. Necesitamos recuperar la noción colectiva y estar juntos en esto, porque es un problema colectivo. La gente tiene que entender que es más fácil ascender y conseguir mejoras a través de asociaciones, plataformas y sindicatos", defiende Javier Carbonell. El politólogo reconoce que la falta de reflexiones comunitarias genera una especie de "lucha de todos contra todos" por ver quién consigue rascar "las pocas recompensas que quedan". Los de arriba siempre son el modelo a seguir y las barreras para escalar en la pirámide son más altas de lo que parece.

Gastón Souroujon trata de explicar este conflicto y recuerda que fueron los neoconservadores los que empezaron a utilizar el mantra del talento para darle una "justificación moral" a la distribución de la riqueza. "La meritocracia fomenta una competitividad que solo tiene sentido si tenemos a alguien por debajo de nosotros. Esto genera un egoísmo brutal, pero encaja en el imaginario de la sociedad capitalista", advierte. Las fuentes consultadas por este diario creen que el modelo es "difícil de romper" y ponen el foco en la postura de los líderes progresistas. "El gran reto de las izquierdas no es criticar la meritocracia, sino plantear una alternativa que poner en su lugar", sentencia Javier Carbonell.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias