madrid
Un año ha pasado ya desde aquel 21 de mayo de 2017 en el que, en contra de la mayoría de los pronósticos, con todos los históricos dirigentes del partido remando en su contra y con una amplia mayoría mediática que no ocultaba mayor simpatía por Susana Díaz —su principal rival en las primarias—, Pedro Sánchez emuló al ave fénix y renació de sus cenizas, ganando unas primarias de forma incontestable con más del 50% de los votos de la militancia.
Sánchez recuperó su despacho en la cuarta planta de la sede de Ferraz —del que había sido desalojado ocho meses antes por un golpe orgánico orquestado por la propia Díaz para hacerse con las riendas del partido—, con la idea de que muchas cosas iban a cambiar de su primera etapa como secretario general del PSOE y, 365 días después, se puede concluir que así ha sido.
El año I (2ª parte) de la era Sánchez tiene muchas diferencias con su anterior etapa al frente del partido y, aunque es discutible eso del “nuevo PSOE” que propaga Ferraz, lo que sí hay es un PSOE muy distinto.
La gran diferencia es que ahora es “el PSOE de Sánchez”, para lo bueno y para lo malo. El líder socialista aprendió la lección de su primera etapa y ha blindado su poder, el de la Ejecutiva y se ha rodeado de fieles e incondicionales, dejando sin protagonismo político a las voces críticas.
Primero lo hizo en el Congreso del partido, decidiendo que no habría ningún secretario general en su Ejecutiva, eliminando la tradición de que los secretarios de Organización y vicesecretarios estuvieran en el Comité Federal y constituyendo un grupo de ejecutivos con áreas, que fueron los comandantes de su campaña en las primarias. Y, por si aún no era suficiente, aprobó un Reglamento que hace imposible otro golpe orgánico como el del 1 de octubre.
Sus primeros pasos fueron fieles a los mensajes lanzados durante la campaña de las primarias. Primero, emprendió una clara ofensiva contra el PP —pidiendo un día sí y otro también la dimisión de Mariano Rajoy— y luego buscó una “unidad de acción” con Unidos Podemos en el Congreso, despertando la ilusión de todos aquellos, de ambos partidos, que claman por el entendimiento entre la izquierda.
Lo de Rajoy se fue diluyendo y no quedó más que en una petición cansina y sin eco; y lo de la “unidad de acción” se circunscribió a una pomposa reunión al máximo nivel de ambos partidos en el verano, que luego no tuvo mayor recorrido. PSOE y Unidos Podemos siguen haciendo la guerra por su cuenta en el Congreso, presentando iniciativas similares y emprendiendo una carrera absurda por ver quién la lleva antes al registro para ponerse la medalla de haber sido el primero.
Sánchez se apuntó el mérito de haber conseguido que el 155 sólo tuviera como objetivo convocar elecciones
Y, a media que fracasaba la unidad de la izquierda, Sánchez se encontró con la tesitura de tener que acercarse al PP por la situación de Catalunya. Dudó mucho en apoyar la aplicación del artículo 155, lo que provocó gran malestar interno en buena parte del PSOE, pero finalmente se sumó al Ejecutivo en esta medida, intentando dulcificar su apoyo con las enmiendas de no intervenir TV-3 y apuntándose el mérito de haber conseguido que dicho artículo sólo tuviera como objetivo convocar elecciones.
Sánchez, no obstante, no estaba cómodo en ese debate y quería marcar la actualidad política en otros campos. Así, a primero de año emprendió toda una ofensiva en favor de las pensiones públicas, celebrando asambleas abiertas por toda España y logrando colocar este tema en primera línea de actualidad.
La otra iniciativa era trabajar en lo que se denominó, Los diez acuerdos de país, un proyecto que consistía en preparar propuestas de diez temas concretos para llevarlas en el segundo periodo de sesiones al Congreso con la aspiración de que algunas pudieran salir adelante.
Sánchez quería, de esta forma, marcar otra agenda política, que acompañó con otras propuestas nunca desarrolladas por el PSOE, como una nueva y valiente Ley de Memoria Histórica, la ley de eutanasia, la igualdad salarial, etcétera.
La intención de voto se mantiene inmóvil
Sánchez combinó esta acción política elevando, de nuevo, el tono de crítica al Gobierno y sorprendió a todos cuando exigió que Mariano Rajoy se presentase a una moción de confianza si no lograba sacar adelante los Presupuestos. Pero ha habido acuerdo para los Presupuestos y, una vez más, el conflicto de Catalunya lo ha vuelto a tapar todo.
Así que Sánchez ha terminado su primer año envuelto de nuevo en su apoyo al Gobierno en esta cuestión, como aliado fiel y dispuesto a apoyar otro 155 si es necesario. La diferencia en esta ocasión, con respecto a hace unos meses, es que el líder socialista ha asumido “sin complejos” hacer frente al desafío secesionista y vestirse de hombre de Estado. En Ferraz, en contra de lo que se pensaba hace unos meses, creen que este posicionamiento no sólo no le perjudica, sino que es entendido por su electorado y una gran parte de la población.
Todos estos movimientos, sin embargo, no han hecho cambiar nada las expectativas de voto del partido. Su victoria en las primarias disparó la intención de voto del PSOE en más de cinco puntos, pero un año después los socialistas siguen anclados en torno al 22% de los votos, según las últimas encuestas, un porcentaje similar al obtenido en las dos últimas elecciones generales.
Aun así, en Ferraz sigue el optimismo. Recuerdan que no están por debajo del 20% de los sufragios como le daban las encuestas tras la crisis del 1-O y la oscura etapa de la Gestora. Mantienen que su electorado aún no está movilizado, que va a primar el voto útil y que están en porcentaje muy cerca de PP y Ciudadanos, por lo que es reversible. Por todo ello, mantienen que cuentan con posibilidades de ser primera fuerza política.
Buscar los consensos a pesar de las fricciones
No obstante, el año II de Sánchez va a estar claramente marcado por las elecciones municipales, autonómicas y europeas del último domingo de mayo de 2019. No parece que vaya haber conflictos internos en cuanto a candidaturas —prácticamente están todas decididas, salvo la alcaldía de Madrid y quién encabezará la candidatura a Europa— y se tienen grandes expectativas sobre estos comicios.
Tampoco se prevén divisiones internas. El partido internamente está más tranquilo, a nadie le conviene crear conflicto en año electoral, y aunque hay gran malestar por la purga interna que se está haciendo con los que apoyaron a Díaz, se quiere optar por buscar los consensos siempre que sea posible, pero habrá fricciones.
En Ferraz se aspira a ser el partido más votado en las municipales, y a mantener los gobiernos autonómicos que ya tiene (Extremadura, Baleares, Comunidad Valenciana, Aragón, Asturias y Castilla-La Mancha), siendo la aspiración máxima ganar en la Comunidad de Madrid.
Sánchez, el líder socialista que más elecciones ha vivido como líder del PSOE en menos tiempo, se enfrentará así a un nuevo desafío sobre su liderazgo, porque nadie duda que lo que pase en mayo marcará las elecciones generales, donde el líder socialista es consciente de que sólo le vale conseguir ser la fuerza más votada para estar una tercera etapa al frente del partido.
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