Los Panteras Negras en España: así se gestó la vanguardia revolucionaria que combatió las agresiones nazis y racistas
Las palizas, el racismo y la conciencia política llevaron a varios jóvenes ecuatoguineanos a crear "una estrategia secreta de autodefensa" ante el auge de la ultraderecha en los noventa.
Madrid--Actualizado a
A comienzos de los noventa, los cabezas rapadas campaban a sus anchas por Madrid y otras ciudades. Hartos de agresiones e insultos racistas, los jóvenes del movimiento negro decidieron organizarse y desarrollar una "estrategia colectiva basada en la autodefensa contra la impunidad del terrorismo nazi". Así nacían los Panteras Negras en España, aunque el embrión se había gestado años atrás en el contexto de las protestas estudiantiles —cuyo icono punk fue el Cojo Manteca—, el auge del hip hop y el furor de las bandas callejeras.
Sin embargo, necesitaban una organización que vertebrase a sus miembros y unos líderes que les inoculasen una ideología y una conciencia para emprender la lucha racial. Abuy Nfubea, un joven de origen ecuatoguineano, fue uno de los responsables de captar y formar a elementos subversivos, comprometidos y combativos para nutrir de cuadros a los Black Panthers, reconocidos en 1994 como sección española del estadounidense Nuevo Partido Pantera Negra.
Conocía la teoría, pero había que pasar a la práctica. Él y otros compañeros se habían empapado de la doctrina de Malcolm X y leído el libro de Kwame Ture Poder Negro, aunque eran conscientes de que la causa estaba disgregada y necesitaba el pegamento de lo que luego serían los Panteras Negras, cuyo primer congreso estatal se celebró en 1992. El escenario fue Alcalá de Henares, que albergaba dos instituciones decisivas para el desarrollo del movimiento: el campus de la Universidad Laboral y el instituto Pedro Gumiel.
"La inspiración de Malcolm X nos llega por el rap y por la base aérea de Torrejón de Ardoz, donde íbamos a la discoteca Stone's, frecuentada por estadounidenses. Además de su autobiografía, leíamos las revistas Mundo Negro, Tam-Tam o África Negra", explica Abuy Nfubea, quien se propuso divulgar su tesis más allá de los ambientes académicos y trasladarla a las calles. No solo a las pandillas, sino también a otro tipo de hermandades, pues había una semilla reivindicativa en los cristianos de base y en otros colectivos.
En los campus, según él, surgió una confrontación entre dos facciones: "Los negros Tío Tom, arrodillados y colonizados, que estaban en torno al Colegio Mayor Nuestra Señora de África [adscrito a la Universidad Complutense de Madrid]; y otros más radicales, concienciados políticamente y de una clase social más baja, que estaban en torno a la Universidad Laboral de Alcalá y el padre Asier". Aunque Abuy Nfubea era un chaval de clase media educado en los jesuitas, se convirtió a la causa obrera y panafricanista.
Mientras algunos catalogaban a los suyos como inmigrantes o, en el mejor de los casos, como ciudadanos negros, él abogaba por el concepto de comunidad negra. Las diferentes perspectivas a la hora de abordar la lucha social contra el racismo venían de lejos y, a ojos de hoy, pueden resultar chocantes y contradictorias. Había organizaciones vinculadas a los católicos y a los evangélicos —y hasta afines al Opus Dei—, así como militantes de partidos de derechas y de izquierdas, tanto españoles como ecuatoguineanos.
De hecho, los padres de varios cuadros de los Panteras Negras eran franquistas y algunos, militares, como el abuelo de Enrique Okenve Martínez o el padre de Javier Siale Bonaba, un antifascista aficionado al ska que fue miembro de los Sharp (Skinheads contra los Prejuicios Raciales). Por su parte, Abuy Nfubea es nieto de un procurador de las cortes franquistas e hijo del fundador de Unión Popular, un partido conservador heredero de diversas formaciones políticas independentistas de Guinea Ecuatorial.
Con los antecedentes de la oposición a los dictadores Macías y Obiang, así como del movimiento Free Mandela, aquellos chicos conocieron o vivieron algunos hitos fundacionales que precedieron a la creación de los Black Panthers, como la agresión sexual a dos mujeres guineanas en Móstoles, durante el Mundial de España en 1982, cuya reacción fue el nacimiento del Colectivo Feminista Panteras Negras; o la campaña contra la retirada del negro de Banyoles y la posterior defensa su libertador, el haitiano Alphonce Arcelín.
También fue sonado el asalto a la embajada surafricana para denunciar el apartheid en 1986, que luego motivó la creación del comité de solidaridad con Marcelino Bondjale, líder de Maleva. Una acción que remitía a la toma de la legación diplomática guineana diez años atrás, en protesta contra el régimen de Macías. La lucha de muchos padres —algunos vinculados a Falange o Fuerza Nueva— por la independencia y contra la dictadura, primero en su país y luego en el exilio, se había quedado desfasada. Cuando sus hijos tomaron el relevo y pasaron a la acción, los enemigos estaban en casa: los neonazis, a veces integrados o amparados por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado. De hecho, el asesino de Lucrecia Pérez en 1992 fue un guardia civil.
Para hacerles frente, reclutaron a miembros de las bandas y hermandades más poderosas: Radical Black Power, Simplemente Hermanos, los Colours, MAN, West Side, los BRA —fundada por Fermín Nvo, conocido como T-7 y considerado por los Panteras Negras el padrino del hip hop—, Black Stones, Public Enemy Fan Club, Boricua, FTP y Madrid Vandals, a los que se unieron algunos skins antirracistas. "Teníamos que organizarnos militarmente para que no nos partieran la cabeza", explica Abuy Nfubea, quien recuerda la agresión neonazi que sufrieron en un restaurante de Móstoles los africanos que celebraban la victoria de Camerún sobre Argentina en el Mundial de Italia en 1990.
"En principio, la sección española del partido Black Panther no se crea para vengarnos de los nazis, sino porque España estaba diluyendo a los negros en la hispanidad, negándolos", matiza el periodista y escritor. Sin embargo, en 1995, con motivo del segundo congreso estatal, el diario El Mundo titula: Los panteras negras se organizan para luchar contra el fenómeno skinhead. La violencia de la ultraderecha es una constante a comienzos de la década, como refleja otra noticia publicada en 1993: Dos cabezas rapadas acaban apuñalados tras emprender una pelea contra tres negros.
Cuatro neonazis habían subido a un cercanías que se dirigía de Atocha a Fuenlabrada y gritaron: "Vamos a matar a los negros". Los heridos lo negaron, pero El País dejaba claro que la versión policial confirmaba los insultos iniciales proferidos por los skinheads, uno de ellos militar. Hechos como este habían motivado, tres años antes, que el movimiento Panteras Negras abogase por "la creación de una estrategia secreta inmediata de autodefensa contra el terrorismo skin nazi", al tiempo que algunos barrios de Alcalá de Henares amanecían en sus muros con la pintada: "Panteras Negras: por cualquier medio necesario".
"Los jóvenes eran agredidos por los porteros de las discotecas y por los nazis, que amedrentaban a los chicos y a las chicas. Entonces, tras el suceso del cercanías, los negros empezaron a patrullar los trenes y a hacerles frente", recuerda Abuy Nfubea. ¿Y, a la inversa, había caza de nazis? "Claro, había un contexto de enfrentamiento. La situación era esa", reconoce el también fundador del Frente Organizado de Juventudes Africanas (FOJA). "Sin embargo, la violencia racista quedaba impune, mientras que los activistas sufrían no solo represalias del Estado, sino también de Free Mandela, que llama violento a Marcelino Bondjale, lo expulsa y provoca la ruptura del movimiento".
"Teníamos una vocación nacional y queríamos extender el partido Panteras Negras por todo el Estado. Ya había personas luchando en otros sitios, pero nosotros les proporcionamos una base orgánica, política, ideológica y filosófica", comenta el autor del libro Afrofeminismo: 50 años de lucha y activismo de mujeres negras en España (Ménades). Así, logran expandirse desde Madrid —y ciudades como Móstoles, Torrejón, Fuenlabrada o Alcalá— hasta Barcelona, Valencia, Barcelona, Zaragoza y Bilbao, aunque también llegan a pueblos como Bembibre (El Bierzo) o Burela (Lugo), donde la comunidad caboverdiana trabajaba en la mina y en la pesca.
Abuy Nfubea considera que el principal legado de los Panteras Negras fue la creación de la comunidad negra en España. "Era una organización disciplinada cuyo objetivo no solo era la retaliación nazi, sino también la formación en política y la enseñanza de nuestra historia. Queríamos aglutinar a los negros, porque Adolfo Suárez había llevado a cabo políticas de acción afirmativa, como el decreto sobre la concesión de la nacionalidad española a determinados guineanos. Sin embargo, tras esa la ley de reparación y reconocimiento del pueblo negro, aprobada por un Gobierno de derechas, el PSOE creó un modelo igualatorio", comenta el periodista y escritor.
"Es decir, para la izquierda todos son iguales, no hay negros ni blancos. Pero nosotros fuimos conscientes de que ese proceso nos conducía a la aniquilación, por lo que tuvimos claro que debíamos crear un movimiento para defender a nuestra comunidad", concluye Abuy Nfubea, quien a comienzos de siglo decidió refundir el partido Panteras Negras, junto a decenas de organizaciones del Estado español, en el movimiento panafricanista. Sus miembros ya tenían demasiada edad para seguir luchando en las calles, pero seguirán presentes en las páginas de un libro que ha escrito sobre la vanguardia revolucionaria de la juventud negra.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.