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Una muestra para la reivindicación del legado cultural del exilio catalán

¿Memoria para qué?

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Arriba, Frontera de El Portús, en el Semanario 'Le Patriote Illustré' (5 de febrero de 1939). Fons Xavier Andreu / MUME (La Jonquera). Abajo, refugiados kurdos sirios cruzando la frontera./ AFP

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AGULLANA (GIRONA).- El drama de los refugiados que hoy intentan cruzar fronteras, con criaturas a cuestas, muchos de ellos sin nada más que lo puesto y otros cargando con lo que pueden hacia un destino incierto, huyendo de la guerra y de la muerte, después de haber perdido casi todo, trae de nuevo a la memoria conflictos recientes y antiguos, dolorosos episodios históricos, entre ellos los de Bosnia y Croacia hace más de 20 años, o los que tuvieron por escenario tierras catalanas, en febrero de 1939, en la frontera entre los estados español y francés. Se parecen demasiado todos ellos.

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Algunos expertos se empeñan en rescatar del olvido los bombardeos con los que la aviación franquista castigó a la población de Figueres, el bloqueo al que se vio sometida la masa de refugiados en El Pertús tras una penosa marcha, los últimos reductos de los gobiernos de la Generalitat y de la República en masías y casas, los campos de concentración a los que fue conducida la multitud por parte de las autoridades francesas, las ejemplares pero demasiado aisladas muestras de solidaridad en lugares como Elna, Banyuls o Cotlliure. Tratan de poner en valor la resistencia de las víctimas y al mismo tiempo aprender de la historia, con la voluntad de evitar la reproducción de este tipo de episodios.

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¿Memoria para qué?

“Ante episodios traumáticos como éste, el olvido es la peor de las medidas. Cuando una persona padece un trauma no se le puede decir que lo olvide. Justamente lo que hay que hacer es profundizar, para hacer posible la superación. Colectivamente también es necesaria la catarsis, contra el trauma, contra el miedo, en beneficio de la salud social”, explica el historiador.

Enric Pujol, comisario de la exposición./ MUME

En su opinión, si en los años cincuenta se pudo iniciar una cierta recuperación de la lengua y la cultura catalanas fue debido al “embrión de resistencia” que se generó durante los cuarenta, lejos de la propia tierra. “El propio Vicens Vives, que no estuvo marcado por el exilio, lo reconoció en Noticia de Catalunya”, señala el artífice de la muestra. “Se fueron las grandes figuras de la Universitat de Barcelona, científicos, filólogos, historiadores como Pere Bosch Gimpera, pintores como Pablo Picasso, músicos como Pau Casals… Hubo excepciones, pero fueron muchísimos los que se fueron. Entre ellos había personas conservadoras. El abanico ideológico era muy amplio”. “Se produjo un genocidio identitario”, asegura Enric Pujol.

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Resistencia cultural

En un espacio expositivo de poco más de 70 metros cuadrados, muy aprovechados, se ofrece un recorrido a través del pensamiento perseguido, que arranca con un montaje que simboliza con objetos de guerra abandonados un adiós a las armas, y un entorno de portadas de libros editados en el exilio, para representar a la cultura como herramienta de resistencia.

Otra masía cercana, Can Barris, en otro pueblo fronterizo, La Vajol, fue el lugar en el que residieron durante aquellas fechas el presidente de la República, Manuel Azaña, y el presidente del Gobierno, Juan Negrín, antes de partir hacia el extranjero. A unos centenares de metros de esa casa, se encuentra otro lugar, en cierto modo enigmático, una mina en la que Negrín dispuso la custodia de oro del Banco de España y de un cierto número de obras de arte.

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Un exilio fructífero, a pesar de todo

“El exilio generó una diáspora, que se extendió por buena parte de América Latina y por otros países de Europa, como Gran Bretaña, Suiza… y ya en una segunda fase más tardía, por Italia. Se produjo una dispersión que hizo que la cultura catalana como tal recibiera influencias de lugares muy diversos”, explica Pujol. “El exilio fue durante esos años el único espacio en el que había libertad para discutir sobre ideas contrapuestas y de poder hacerlo en catalán”. “Es por eso que luego el exilio se mantuvo como referente durante los años 60 y 70”.

Uno de los espacios de la exposición./ MUME

Y ese mismo espacio invita a la reflexión sobre lo que representó la posibilidad del retorno todavía bajo la dictadura ¿Fue una claudicación? La gente del exilio se enfrentaba a un gran dilema, al tiempo que empezaba a plantearse irremediablemente la “dialéctica entre interior y exilio”.

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La persecución de los enseñantes

La educación, las ciencias sociales y el pensamiento ocupan un lugar fundamental en la exposición. “La enseñanza y la renovación pedagógica eran señales de identidad republicanas”, explica Enric Pujol. Los profesores fueron por ello uno de los colectivos más perseguidos. “Los maestros se fueron en masa. Eran vistos como sospechosos. La exclusión del magisterio fue una cosa terrible”, insiste.

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