El PP de Ayuso reconoce el pasado franquista de la Casa de Correos, pero se niega a considerarlo lugar de memoria
La Comunidad de Madrid ha difundido un vídeo en el que minimiza la huella de la dictadura en el edificio y destaca, en cambio, su papel durante las concentraciones contra el terrorismo de ETA.

Madrid-
La Real Casa de Correos cumple este año cuatro décadas como sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid. El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha difundido un álbum y un documental para conmemorar los dos siglos de historia del edificio, construido durante el reinado de Carlos III y presentado ahora como "la esencia de la madrileñidad", en palabras de Esperanza Aguirre. Joaquín Leguina, Alberto Ruiz Gallardón, Cristina Cifuentes y Andrés Trapiello también han participado en el vídeo.
La selección de imágenes resulta cuando menos llamativa: los populares reconocen el pasado franquista del edificio, hablan públicamente de "torturas" y lo sitúan como un "centro de persecución", mencionan incluso su etapa como sede de la Dirección General de Seguridad (DGS). Lo hacen al mismo tiempo que rechazan declarar el recinto como lugar de memoria; porque, según la misma Aguirre, poner una placa para recordar a las víctimas de la dictadura implicaría "resucitar el guerracivilismo, el enfrentamiento entre españoles".
Las voces que intervienen en el documental reparan en capítulos de la historia como las primeras campanadas de Nochevieja, la creación del kilómetro cero, las movilizaciones contra el terrorismo de ETA y la proclamación de la Segunda República, con "miembros del comité revolucionario que habían impulsado la caída de la monarquía de Alfonso XIII". La grabación dura 17 minutos; las referencias al régimen franquista, menos de dos. El álbum ni siquiera recoge imágenes de la dictadura.
"Se le quiere resignificar malamente"
El primero en intervenir cuando se habla del lugar como un foco de violencia y represión es Pedro Corral, escritor y diputado del PP en la Asamblea de Madrid. "La Real Casa de Correos es el Ministerio de Gobernación del Frente Popular, desde aquí se va a coordinar la actividad de limpieza de retaguardia de las centenares de checas (...) de partidos y sindicatos, con el resultado del secuestro, la tortura y los asesinatos de miles de madrileños", arranca, para luego añadir: "Al terminar la guerra, como va a suceder en tantos edificios –recalca– que habían servido a la represión republicana, el régimen franquista va a utilizar la Real Casa de Correos para llevar a cabo la represión contra los vencidos".
Joaquín Leguina fue el último presidente socialista de la Comunidad de Madrid. Ayuso lo fichó hace justo un año, colocándolo al frente de la Cámara de Cuentas, con un sueldo de 100.000 euros anuales. El expolítico reconoce en la grabación que "durante y después de la guerra hubo muchas barbaridades en este edificio" y explica luego cómo decidieron instalar allí la sede del Ejecutivo autonómico: "José Barrionuevo era ministro del Interior, me llamó una mañana y me dijo que quería deshacerse de la DGS, pensó que me podía venir bien como sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid".
Gallardón llega a expresar "orgullo" por la función actual del edificio y apunta: "Es indudable que para una generación de madrileños no es el pasado de la proclamación de la Segunda República, (...) no es el pasado de la Dirección General de Seguridad con lo que nosotros identificamos este edificio. Lo identificamos con el presente: la sede de la Comunidad de Madrid". En esta línea se pronuncian el resto de líderes y participantes, sumidos en una laguna de contradicciones: reconocen su pasado como arma de la dictadura, pero niegan la colocación de una placa que lo ilustre.
El escritor Andrés Trapiello, votante confeso del PP de Ayuso, explica así los motivos por los que rechaza la declaración del edificio como lugar de memoria: "Se le quiere resignificar malamente, sólo con un significado, y sería un disparate". Aguirre y Gallardón van un paso más allá. La primera ve con buenos ojos que el edificio tenga un letrero para conmemorar a las víctimas del 11M, habla de "un homenaje a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado", pero considera que la finca "fue muchas cosas y ellos -no especifica quién- sólo quieren resignificar una". La fachada tiene otra placa en recuerdo de las víctimas de la pandemia. Lo único por lo que el lugar guarda relación con el coronavirus es porque allí se firmaron los protocolos de la vergüenza.
Gallardón, por su parte, destaca que "en los años de ETA" la Puerta del Sol "se convirtió en un punto de encuentro, donde los madrileños manifestamos esa repulsa cada vez que había un atentado o un muerto, sin ninguna distinción de colores políticos". El popular sí ve en la resignificación del espacio como lugar de memoria un componente ideológico, de hecho, trata de anular los argumentos que caminan en esta dirección, mencionando el caso de su padre, encarcelado durante la dictadura en los calabozos de la DGS: "No querría que se recordase que estuvo preso aquí, sino que [el edificio] representa la mayor manifestación de la democracia que podemos tener".
¿Qué sucedió en la Casa de Correos?
La Comunidad de Madrid ha rechazado negociar con el Gobierno de Pedro Sánchez una propuesta para declarar como lugar de memoria la Real Casa de Correos. "[La iniciativa] es irrespetuosa con la historia de un edificio que el pueblo de Madrid asocia con la libertad y la concordia, (...) no con divisiones y enfrentamientos", argumentó la presidenta autonómica en una carta de tres páginas remitida en febrero al Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática. La popular no menciona en la misiva que la finca en la que está su despacho fue durante cuatro décadas el kilómetro cero de la represión franquista. Ayuso ni siquiera participa en el documental emitido por su equipo.
El ensañamiento, los abusos y la sangre llegaron al espacio nada más terminar la Guerra Civil. El edificio funcionó durante toda la dictadura como sede de la Dirección General de Seguridad y de la policía política de Franco. "En la primera planta estaban los despachos, donde nos interrogaban y nos torturaban. En el sótano, los calabozos, para quienes nos oponíamos a la dictadura", recordaba Rosa García, activista de la asociación de presos y represaliados La Comuna, en este artículo de Público.
Los malos tratos y las torturas fueron sistemáticos durante toda la dictadura e incluso en la transición. José Américo Tuero, militante comunista, contó en su biografía Mi desquite cómo eran las semanas en los calabozos de la Puerta del Sol: "El ambiente era maloliente. El silencio estaba amenizado por los lastimeros quejidos de cientos de torturados, lo cual imposibilitaba el alivio del sueño más allá de un estado de semiinconsciencia", explica en el libro. Entre los presos había opositores políticos, trabajadoras sexuales y personas sin hogar. La Puerta del Sol también fue el lugar en el que se proclamó la Segunda República, dos episodios clave para la historia del país que los populares insisten en mantener –al menos, de cara al público– escondidos.
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