madrid
Actualizado:En dos países de Sudamérica se está hablando estos días casi simultáneamente, de la urgencia de una Ley de Medios. "¿Qué ha pasado?", preguntarán aquellos que se fueron de vacaciones junto con La Base y no han seguido los videos que he estado sacando los viernes en el canal de Youtube de Público. Los que los han visto intuirán a qué dos países me refiero. Por supuesto, Argentina y Chile.
El 1 de septiembre la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, fue víctima de un intento de magnicidio. Todos hemos visto aquellos videos en el que le apuntan una pistola a unos centímetros de su cara. Una pistola cargada de 5 balas, ninguna de las cuales, por puro milagro, salió.
En un principio -estamos hablando literalmente de unas horas- hubo una especie de impulso inicial por parte de los principales medios argentinos, de informar de manera aséptica sobre el atentado, limitándose a la pirámide invertida: qué pasó, dónde y cuándo. Pero luego llegó el momento de enseñar la patita finalmente.
Primero, la balanza en los medios se inclinó a favor de todo aquel que sembrara dudas en torno al atentado, que insinuara como quien no quiere la cosa que podría haberse tratado de un simulacro, porque bueno, estamos en un momento en el que hay un caso abierto en contra de Cristina por el que le piden 12 años de cárcel por, presuntamente, liderar una asociación ilícita. Entonces, podría haber sido una maniobra para desviar la atención.
Luego pasaron a añadir la palabra "presunto" al referirse del atentado. Así tal cual, "presunto atentado" luego de que le restregaran una pistola por la cara. En las redes las cuentas cercanas al ultraderechista Javier Milei, así como el propio Javier Milei, sugirieron que la pistola ni siquiera era real, sino una de agua, convirtiendo en trending topic el hashtag #pistoladeagua.
Cuando esta patraña cayó por su propio peso, a medida que salían a la luz nuevos detalles sobre el atacante y su cómplice, pues no quedó otra que decir que la culpa por el atentado era, en el fondo, de la propia Cristina Kirchner por convocar vigilias en apoyo cerca de su casa, y salir a saludar a la gente por ahí. Tan egocéntrica ella.
Así que ya se pueden hacer una idea nuestros seguidores de por qué, de repente, surgió en el Congreso la idea de elaborar un proyecto de ley contra el odio. Porque en realidad en Argentina esa ley urge desde hace tiempo.
Han sido años y años y años de violencia mediática contra Cristina Kirchner personalmente y contra su proyecto político. Si tú como medio, como periodista, pones un micrófono frente a personajes que llaman a contratar un sicario para que "esa mujer desaparezca", frente a personajes que la llaman en directo "delincuente" sin presentar prueba alguna de ello, que la llaman "psicópata", tú como periodista tienes parte de la responsabilidad. No puedes lanzar o prestarte a difundir mensajes de odio y ampararte en el derecho a la libertad de expresión. Y cuando digo mensajes de odio transmitidos por la televisión durante años, no exagero. El otro día se ha hecho viral una recopilación de algunas de las declaraciones de periodistas, voceros políticos, actores, manifestantes… Les invito a que lo escuchemos y pensemos un poco si eso merece llamarse "periodismo de opinión".
Frente a esto, se planteó, tan solo se planteó, considerar esa ley contra el odio que pueda regular este tipo de mensajes en los medios de información. ¿Cuál creeis que ha sido la reacción a la propuesta de medios como Clarín, La Nación y compañía? Correcto, anunciar desde el titular que se trata de una iniciativa para limitar a los medios y recordar que existe una ley parecida en Venezuela, obvio.
Viene muy bien Venezuela como espantapájaros para cualquier situación: como la han aprobado allí, pues ya no hace falta que analices nada más, rechazala de plano así nosotros podremos seguir con lo nuestro, con nuestra libertad de expresión a ver si los lobos solitarios como Fernando Sabag se multiplican.
En Chile se ha hecho viral la etiqueta #LeyDeMediosYa por otro motivo (aunque en el fondo, sigue siendo el mismo: manipulación mediática y ausencia de pluralidad).
Luego de que se impusiera el rechazo de la nueva constitución en el plebiscito hace una semana, ha habido toda una serie de análisis sobre los motivos de ese resultado. Pablo ha hecho uno, por cierto, búsquenlo en sus redes sociales.
Más allá de las noticias falsas que han abundado a lo largo de la campaña, que han hecho a la gente creer que les quitarían las casas, que cambiarían la bandera o que no habría más agua embotellada, más allá de todo este cacao que han logrado meter a unos cuantos en la cabeza, es la falta de pluralidad mediática, la concentración de los medios conservadores que han determinado el resultado del plebiscito.
El Mercurio, La Tercera, no necesitaron inventarse noticias falsas. No tuvieron su momento de "es muy burdo, pero voy con ello". Les bastó con dar tribuna únicamente a los adeptos del rechazo. Meses de campaña en los principales medios a favor de rechazar la nueva constitución.
No se debatían las propuestas, no se explicó en qué cambiaría la nueva carta magna la vida de un chileno común y corriente. Se centró en hablar de la farándula que rechazaba el proyecto, en banalizar algunas propuestas en concreto (como por ejemplo, el artículo sobre los derechos de naturaleza por el que se presentó a los que lo redactaron como una panda de hippies tarados).
El grupo de Estudios de La Universidad Abierta de Recoleta presentó una investigación en la que concluyó que la aplastante mayoría de los titulares de los medios escritos estaban a favor de la opción rechazo. Evaluaron más de 1500 artículos que aparecieron en los principales medios en las primeras dos semanas de agosto y bueno, señalaron una "evidente tendencia pro rechazo".
Y 200 veces es la cifra que da el propio diario La Tercera, ahora, cuando ya el resultado está sobre la mesa, y no hace semanas, cuando a lo mejor podría de alguna manera influir en él. Así que ya ven, no se cortaron en nada los grandes medios de Chile. Han transitado el camino marcado por el Washington Post que dedicó meses de sus columnistas para avisar del supuesto desastre al que llevaría a Chile la nueva constitución, y unas horas antes del plebiscito sacó una editorial llamando a rechazar el proyecto porque podría poner en riesgo el tratado de libre comercio con EEUU que EEUU necesita mantener para poder acceder a las enormes reservas que tiene Chile del litio. Tal cual, sin taparse.
Además de esto, según informó el Centro de Investigación Periodística de Chile, han logrado identificar al menos 29 cuentas en redes sociales (Facebook e Instagram principalmente) que, a lo largo de 5 meses, invirtieron unos 116 millones de pesos chilenos (que equivalen a unos 128.000 dólares) en publicidad pro rechazo. Y ahí sí que se dio rienda suelta a las fake news, de ahí salieron todas las mentiras sobre supuestos riesgos para los fondos de pensiones, viviendas, colegios privados, etc., etc. En esa misma línea otra investigación apuntó que las cuentas de Twitter favorables al rechazo difundieron 20.000 veces más mensajes que las del apruebo. Y es así, como entre las campañas publicitarias engañosas en redes, pagadas por sectores más conservadores, y un absoluto desequilibrio en la correlación de las fuerzas mediáticas, el rechazo ganó por goleada.
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