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Julio Anguita El líder carismático que pudo no serlo

Una inesperada carambola colocó a un desconocido maestro de escuela llamado Julio Anguita en la cabeza de lista del PCE a la Alcaldía de Córdoba en las primeras municipales de la democracia. Así se forjó el mito del 'Califa Rojo'.

Imagen de archivo datada el 28 de septiembre de 1989 de Julio Anguita en Anchuras (Ciudad Real). EFE/José Luis Pérez
Imagen de archivo datada el 28 de septiembre de 1989 de Julio Anguita en Anchuras (Ciudad Real). EFE/José Luis Pérez

Escasos meses antes de las primeras municipales democráticas después de la Segunda República, la lista del PCE a la Alcaldía de Córdoba se encontraba aún vacante. El candidato propuesto iba a ser Rafael Sarazá, conocido abogado laboralista y antifranquista cristiano que años después formaría parte del Consejo General del Poder Judicial.

Pero un episodio aparentemente sin importancia cambió el curso de la historia. En la recta final de las elecciones del 79, la cúpula local del PCE celebró una reunión protocolaria con el alcalde todavía franquista. Y, en medio de aquel encuentro formal, el regidor Antonio Alarcón les confesó que tenía la convicción de que iban a obtener más votos de los que podían llegar a sospechar.

El entonces secretario general del PCE, Ernesto Caballero, histórico militante de la clandestinidad con seis años de cárcel sobre sus espaldas, recuerda aquella reunión con nitidez. "Las palabras de Alarcón empezaron a darme vueltas en la cabeza. Y planteé en una reunión del partido que teníamos posibilidades de sacar la Alcaldía. Muchos me dijeron que pusiera los pies en el suelo". Ante la eventualidad de un pacto municipal con el PSOE, se pensó en situar a un miembro del partido como cabeza de cartel. Sarazá era independiente. Fue entonces cuando Ernesto Caballero sugirió el nombre de un maestro de escuela que había conocido diez años antes en el barrio del Naranjo, uno de los bastiones obreros de Córdoba.

Julio Anguita tenía entonces 37 años. Militante del PCE desde 1973, no era en modo alguno ninguno de los referentes del antifranquismo local que se habían batido el cobre en los años duros de la subversión. En términos políticos, era un perfecto don nadie. Serio y lector voraz, apuntaba maneras como orador las pocas veces en que había tenido la oportunidad de ponerse delante de un atril.

Su vocación política había cuajado unos años antes. A finales de los sesenta. Miembro de una familia conservadora y de padre militar, Anguita consiguió su primer trabajo como maestro de escuela en la localidad cordobesa de Montilla. Fue allí donde coincidió con la persona más influyente de su vida. Dramaturgo y director del instituto donde ejercía Anguita, Rafael Balsera le abrió un sugerente mundo más allá del asfixiante universo de la dictadura. "Rafael era un liberal antifranquista, pero nos suministró libros clandestinos: Carlos Marx, Marta Harnecker, Nicos Poulantzas. Julio se entregó de pies y manos. Se bebía los libros. Fue como san Pablo cayéndose del caballo", recuerda con su secular socarronería Herminio Trigo, estrecho amigo de Anguita desde los años de Magisterio y sucesor suyo, años después, en la Alcaldía de Córdoba.

Fue en Montilla donde cultivó su formación marxista. "Era un leninista convencido, con ese ímpetu que tenía. Quería transformar el mundo y la herramienta era el PCE", afirma Herminio Trigo. "Era un hombre de principios. Y los que descubrió cuando se convirtió al marxismo ya no los ha cambiado nunca. Planteaba soluciones en la utopía. No era gestor ni la gestión le interesaba. Quería hacer la revolución. Las farolas y los acerados no eran lo suyo", agrega en relación a su etapa al frente del Ayuntamiento de Córdoba.

Se afilió al PCE en torno a 1973. Ernesto Caballero le perdió la pista del barrio del Naranjo tres años antes. Habían trabado una incipiente amistad a finales de los sesenta y se habían involucrado en la Asociación de Cabezas de Familia con el conocido cura Ladrillo. Integraban juntos una comisión vecinal y ya en la primera reunión Ernesto Caballero no se presentó. Había sido detenido y encarcelado por segunda vez. No salió de prisión hasta 20 meses después. Y se volvieron a encontrar en la Junta Democrática, la plataforma política y ciudadana que desafió al franquismo en su agonía. Anguita era ya coordinador del grupo de profesores y Caballero participaba en calidad de representante del PCE.

Julio Anguita, durante su alcaldía en Córdoba. E.P.
Julio Anguita, durante su alcaldía en Córdoba. E.P.

"Anguita tenía al principio una vena ácrata",  asegura. "El padre de Antoñita Parrado [su ex mujer y madre de Julio A.Parrado, muerto en la Guerra de Irak] había sido de la CNT en la República. Y había tenido muchas conversaciones con su suegro, que seguía teniendo espíritu anarquista. Julio se quedó maravillado de la pelea de los anarquistas. Y ese tufillo lo tenía aunque sin llegar a militar en la CNT", rememora Ernesto Caballero por teléfono desde su casa del barrio del Naranjo, donde sigue viviendo tantos años después.

Por aquellos años, el PCE construyó en Córdoba capital una red de apoyo popular muy eficaz, a través de las asociaciones de vecinos y la lucha sindical. Anguita era todavía apenas un maestro de escuela, metódico y austero, cada vez más involucrado en el activismo político. "Ya se vislumbraba el gran comunicador que luego fue", señala Herminio Trigo. "Es un hombre que convence. Que argumenta muy bien. Y perfeccionó sus cualidades de maestro cuando tenía que dar mítines. Los preparaba muy a fondo".

Sus primeras intervenciones públicas las protagonizó en la campaña del PCE del 78. Y entonces ya dio muestras de sus cualidades comunicativas innatas. Meses después, ese fue uno de los rasgos que pesaron en su elección inesperada como cabeza de lista en sustitución de Sarazá. "No recuerdo la primera vez que se subió a un escenario", admite Caballero. "Pero los mítines los hacía muy bien. Y la gente le entendía todo. Ya por entonces le echaba bronca a los asistentes desde el escenario. Y le decíamos: 'Hombre, Julio. Habrá que echarle la bronca a los que no vienen'. Ese era su estilo. Dominaba muy bien el lenguaje. Y era un profesor muy bien armado en su oficio. Muy estudioso de las ideas marxistas y perfectamente documentado".

Enrique Carmona tenía apenas 23 años cuando se incorporó al equipo de campaña de las municipales. "La primera impresión que me produjo era la de un hombre muy serio. Y poco accesible. Yo le tenía mucho respeto. Pero era muy inteligente y siempre respetuoso con la gente". Carmona era de los convencidos de que el PCE iba a sacar mejor resultado del que muchos pronosticaban. "Pensaba que era posible. Por la fuerza del partido y por el carisma que demostró Anguita". Y así fue. Contra todo pronóstico, Anguita ganó las elecciones con el 28% de los votos, a 2.000 papeletas de la UCD. Con 8 concejales, uno más que los centristas y el PSOE, y tres más que el PSA, el joven maestro se alzó como el primer comunista al frente de un Ayuntamiento de capital de provincia de España.

Rafael Carmona, hermano de Enrique, fue el secretario de la asamblea que confeccionó la lista de Anguita. La reunión se celebró en una vieja vaquería del barrio del Santuario, que se usó durante años como local del PCE. "Yo empecé a tener relación estrecha con él en 1978. Era una persona seria y retraída. Pero con mucha formación", subraya quien fuera secretario general de Juventudes Comunistas de Andalucía. "Tenía capacidad de transmitir. Y lo hacía de forma muy sencilla". Tanto que empezó a llenar los mítines que protagonizaba en la recta final de una campaña electoral que lo auparía a la Alcaldía.

La victoria fue un acontecimiento decisivo para el PCE. Y catapultó la figura de Anguita al ámbito nacional. "Fue la leche. Una noche de lágrimas. No nos lo creíamos. Y Anguita sentía la responsabilidad que se le venía encima". Rafael Carmona integraba los puestos finales de la lista ganadora, pero acabó entrando como concejal un año después tras varias renuncias.  "Se preparaba muy bien los temas y, si perdía votaciones, lo aceptaba. Yo eso no lo he vuelto a ver".

Julio Anguita, durante el XII congreso del PCE donde fue elegido secretrio general del partido, en el año 1999. E.P.
Julio Anguita, durante el XII congreso del PCE donde fue elegido secretrio general del partido, en el año 1988. E.P.

En cuatro años, el Califa Rojo acumuló un crédito indiscutible en el municipalismo peninsular y reforzó su imagen de hombre de convicciones y comunicador insuperable. Tanto que en 1983 pulverizó todos los límites al acaparar nada menos que el 58% del electorado y reventar el pleno municipal con 17 concejales de un total de 27. Ahí comenzó a fraguarse su proyección autonómica, primero, y nacional, años más tarde. En 1988, y en medio de una crisis agónica del PCE, todas las miradas se dirigieron a Anguita. "Yo me opuse al principio a que fuera secretario general", declara Ernesto Caballero. "Pensaba que debía quedarse en Andalucía. Era una responsabilidad muy compleja y lo veía bastante inmaduro políticamente".

Anguita se resistía a aceptar el reto. Se encontraba cómodo en el Parlamento andaluz y no sentía ninguna atracción personal por trasladarse a la capital de España. "No quería ir a Madrid ni muerto. Odiaba el mundillo político y mediático de la corte", manifiesta Herminio Trigo. En ese contexto, llegó el Congreso del PCE. Y Gerardo Iglesias anunció que no se presentaría. "Las presiones eran tremendas. Pero Anguita se cerró en banda. Recuerdo un camarada de Granada que se puso de rodillas con los brazos abiertos rogándole que se presentara. Entonces, Manoli Corredera [ex concejala comunista] y yo nos lo llevamos a tomar una copa a un bar para refrescarlo. Y a las tres de la mañana dijo: 'Vámonos, que me voy a poner a escribir'. Y así fue como se puso a redactar las palabras del día siguiente en su primera intervención como secretario general".

Las relaciones entre Anguita y Herminio Trigo se enfriaron años más tarde, a colación del conflicto del Tratado de Maastricht. El ya coordinador general de IU se opuso frontalmente al acuerdo y se abrió un colosal cisma en el interior del partido, que se saldó con la dramática salida de Cristina Almeida, Diego López Garrido y Nicolás Sartorius. Trigo, su compañero de décadas, se posicionó a favor del tratado europeo. "Recuerdo que entré en su despacho y allí estaba como siempre: rodeado de papeles. Me acerqué y le dije que no estaba en su posición. Que Maastricht no me gustaba pero que era un paso adelante en la Unión Europea".

Anguita no le hizo nunca un comentario negativo. Ni entonces ni cuando Herminio Trigo, al frente del Ayuntamiento de Córdoba, se alienó con las posiciones de Nueva Izquierda, una de las bestias negras del Califa Rojo, y terminó ingresando en el PSOE. Sus relaciones se descongelaron cuando Anguita regresó a Córdoba, golpeado por dos infartos que le apartaron de la política activa, y se reintegró en el aula del maestro que siempre fue.

Hace apenas un mes, Trigo recibió una llamada suya bien entrada la noche. Necesitaba confirmar un dato. Charlaron unos minutos por teléfono. "Y antes de colgar me dijo: cuando salgamos del confinamiento, te llamo para tomar café". Nunca se produjo esa llamada. Y la fatalidad ha querido que la taza de café se haya quedado pendiente hasta la eternidad.

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