Este artículo se publicó hace 6 años.
Una hora en el Pazo de Meirás con la Fundación Francisco Franco
'Público' acompaña a la delegación de eurodiputados que ha visitado este viernes el castillo que la familia Franco quiere vender y que las instituciones gallegas quieren recuperar para su ciudadanía.
Alejandro Torrús
Sada (A Coruña)--Actualizado a
En el Pazo de Meirás no se pronuncia la palabra dictador. El visitante tampoco la leerá por ninguna parte. El guía prefiere usar las palabras "generalísimo" o "jefe del Estado". Tampoco se escuchan las palabras golpe de Estado o crímenes de lesa humanidad. Nada de eso existió. Ni mucho menos escuchará hablar de la II República. Solamente de "las tropas del Frente Popular". No es casual. El guía es miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, institución que gestiona las visitas al Pazo. "Siento una profunda admiración por Franco", reconoce ya en la intimidad, lejos del gran grupo.
"Fue el último militar en unirse a la sublevación. Él fue el que salvó al Gobierno de Lerroux del golpe de Estado de la izquierda en el 34. Salvó a España de una guerra fratricida y la colocó como la décima potencia mundial. Su crecimiento solo es comparable en la época con el de Japón. Ahí está la historia" comenta el guía, que dice querer evitar polémicas.
Este viernes una delegación de eurodiputados del Grupo de Memoria Histórica del Parlamento Europeo ha visitado el Pazo de Meirás, el histórico castillo que un día perteneció a Doña Emilia Pardo Bazán y que fue entregado a Franco a través de un contrato simulado en 1941, aunque la primera vez que la familia visitó el Pazo fue en 1938, año en el que el dictador, por ejemplo, mandó construir una pista de tenis.
El grupo está formado por Ana Miranda (BNG), impulsora de la iniciativa, Izaskun Bilbao (PNV), Jordi Solé (Esquerra), Miguel Urbán (Podemos) y Jill Evans (Plaid Cymru, Gales), que no dudan en calificar la visita como "un día histórico". "Aquí no había entrado la prensa antes", dice Miranda.
Dentro nos recibe un guía, un trabajador "esporádico" del Pazo y un vigilante de seguridad. Están nerviosos. Hay muchas cámaras, mucho político y demasiado periodista. "¿Debería ser devuelto este edificio a la ciudadanía?", preguntan al guía. "¿A usted le gustaría que le quitaran una propiedad privada a su familia para hacerlo público?". "Es muy fácil hablar ahora tomando una cervecita de lo que sucedió en 1938. Las cosas fueron como fueron. Un notable coruñés pone la práctica totalidad del dinero para regalarlo a la familia Franco. Así se aseguraban de que veranearía aquí y eso traería beneficio a A Coruña. Y así fue", prosigue el miembro de la Fundación Francisco Franco, mientras el guía trata de evitar que el grupo haga fotos. "No sé puede. Lo puedo decir en español y en gallego. Ya somos mayores", insiste. Y con razón.
El recorrido turístico, de la mano del guía y bien vigilados por el trabajador de seguridad, salta constantemente de Emilia Pardo Bazán al dictador. De propiedad de la académica a propiedad de Franco. Del día a día de la autora de Los pazos de Ulloa a la cotidianidad del hombre que le dolía la mano de firmar penas de muerte. El visitante puede dejarse llevar por la imaginación al contemplar esta construcción romántica de 1893. Puede imaginar todavía a la académica bajando a por flores al jardín a las 4 de la madrugada, antes de desayunar y ponerse a escribir, como hacía cada día, y de repente ver interrumpido ese bonito instante por un tapiz de "una, grande y libre". Son muchas españas dentro de un único castillo. Son la creatividad y el arte y las armas y el poder dictatorial, por otro.
Los escudos de las dos familias están presentes en la fachada del edificio. La visita comienza, no obstante, en la capilla que se encuentra en el lateral de este enorme castillo, como le gustaba definirlo a Pardo Bazán. La misma capilla que la académica inauguró en 1910 para dar casamiento a su hija con un militar, héroe en la guerra de Marruecos. La misma que años después sería frecuentada por el dictador y Carmen Polo durante sus veraneos en el edificio.
"Los asientos y los reclinatorios son originales. Ahí estuvo sentado el generalísimo", dice el guía. Se trata de la misma habitación, también, que alberga las dos estatuas de Abraham e Isaac que pertenecen al ayuntamiento de Santiago pero que los Franco han disfrutado durante los últimos 80 años y que, de momento, se niegan a devolver. "Yo no comento esos asuntos", replica el guía cuando se le pregunta por la propiedad de las mismas.
El grupo se introduce ahora en la primera sala del castillo. Una estancia con cuadros del dictador y Carmen Polo, hasta seis cabezas de ciervo y una escalera imperial presidida por un tapiz con el escudo franquista: "Una, grande y libre", reza. "Es el escudo del Águila de San Juan. Ya lo usaron los reyes católicos. No es franquista", explica el guía. Los ciervos que presiden esta sala no son una excepción. Prácticamente todas las habitaciones que se muestran al público están decoradas con la cabeza de varios animales. Incluido un búfalo y una sala con cerca de 60 piezas que hay que atravesar para llegar a la biblioteca del dictador.
La sala de lectura es probablemente la más impactante de las que se enseñan al público. Quizá por los cientos de libros que llenan el lugar, desde La España de las autonomías a obras de Lorca pasando por la enciclopedia Espasa o quizá también por ese cuadro que preside la sala y en el que se aprecia a Franco haciendo el saludo fascista a las tropas a su mando sobre la leyenda "volverán banderas victoriosas", una de las frases de la canción Cara al sol. La enorme mesa que preside el despacho también ayuda a dejar volar la imaginación y ver al dictador ahí sentado, delante de libros, mapas... o sentencias a muerte. "La lectura te dará el saber", se puede leer en una de las paredes.
La visita guiada corre a cargo de la Fundación Nacional Francisco Franco. La familia delegó en ella esta obligación legal adquirida tras la declaración del espacio como Bien de Interés Cultural por parte del gobierno de Galicia. "Aquí no comemos a nadie", resalta el hombre. Los miembros de diferentes asociaciones de Memoria Histórica que acompañan a la delegación nos advierten de que la versión que se está ofreciendo en el día de hoy es "light". "Hoy no está enalteciendo mucho", dice uno de ellos, que denuncia los vínculos del guía con la dictadura.
Las asociaciones locales de memoria histórica piden la "recuperación" del edificio. También las instituciones gallegas. Especialmente la Diputación de A Coruña, donde el Partido Popular también se posicionó a favor de su devolución a la ciudadanía. "No hay que expropiarlo. Eso implicaría pagar a la familia Franco por algo que nunca compraron. Se trata de recuperarlo para la gente. Ese es el concepto. El Pazo ya no es un lugar en sí mismo, es un símbolo de un sistema de corruptelas con los recursos públicos. Por eso es muy importante su recuperación", zanja un veterano activista por la Memoria Histórica.
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