Entrevista a Steven Forti, historiador"La extrema derecha no es la causa principal de la caída de las democracias, pero es un síntoma"
El profesor charla con 'Público' a raíz de la presentación de su último libro.
Madrid--Actualizado a
El 71% de la población mundial vive en autocracias; dicho de otra manera, sólo tres de cada diez personas votan en países completamente democráticos. El dato es del Instituto V-Dem, afincado en Suecia. Los niveles de democracia han alcanzado este año cifras de 1985; un paso atrás de casi cuatro décadas. Steven Forti (Trento, Italia, 1981) era por aquel entonces un crío. Ahora trabaja como profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde investiga sobre los populismos, los fascismos y el auge de las extremas derechas en todo el mundo. El historiador charla con Público sobre la llegada de los ultras al poder y alerta de los "peligros" de debilitar las democracias desde dentro, una cuestión que aborda de lleno en su nuevo libro, Democracias en extinción: el espectro de las autocracias electorales (Akal).
Trump, Meloni, Orban y Milei han llegado al poder en sus respectivos países. ¿Las democracias están en peligro? ¿Este es uno de los síntomas?
Llevamos 15 años sufriendo un retroceso democrático. En los mejores casos, vemos un recorte de derechos conquistados, como la libertad de expresión y la de prensa. Pero también tenemos una serie de países que han pasado de ser democracias plenas a caminar hacia sistemas autocráticos. No son sólo Milei, Trump, Meloni y Orbán los que suponen una amenaza, tenemos una ola autoritaria y autocratizante generalizada que recorre el mundo. La extrema derecha no es la causa principal del debilitamiento de las democracias, pero es un síntoma de su debilidad. El auge de estas formaciones puede hacer que seamos la última generación que vive en un sistema democrático como los que conocemos.
Los escépticos pueden creer que lo de que las democracias no tienen futuro suena exagerado…
No es para nada exagerado, los datos son los que son. Tenemos estudios de instituciones académicas e independientes, como el V-Dem, que evidencian una tendencia clara hacia la desdemocratización. En el siglo XX y hasta principios del XXI, hemos vivido varias olas democratizadoras; cada vez más países dejaban de ser regímenes autoritarios para convertirse en democracias plenas. En los últimos 15 años, sucede justo lo contrario. Las cifras son demoledoras: sólo el 29% de la población mundial vive actualmente en democracias plenas.
Los escépticos pueden pensar que esto es una cosa cíclica, que en unos años todo pasará y volveremos a los valores democráticos. Esto no va a ocurrir si no se resuelven una serie de problemas que están demostrando su debilidad. En 1919, la gente que pasó a convivir con los fascismos no sabía lo que era vivir en una democracia plena; el sistema todavía tenía muchos límites, las mujeres no podían votar. El escenario ha cambiado, ahora sí que tenemos esa experiencia. Es difícil que los votantes vuelvan a creer en las democracias liberales si no ven cambios; para muchos, siguen sin satisfacer sus necesidades.
Es un asunto que hace pensar en tanques y soldados, pero la caída de las democracias llega por vías más sutiles...
Mussolini y Hitler llegaron al poder ganando elecciones; luego instauraron dictaduras. Los golpes de Estado siguen siendo una realidad en algunos países, pero en general, la tónica es otra: los líderes de extrema derecha ganan elecciones y luego caminan hacia regímenes autocráticos. Orban y Bukele son dos ejemplos, han convertido la democracia en una cáscara vacia y lo han hecho desde dentro.
La fachosfera ha llegado a decir que los principios democráticos corren peligro con la presidencia de Pedro Sánchez. ¿Es cierto o estamos ante otro de sus mantras?
Esta comparación no se sostiene por ningún sitio [bromea]. Mira el caso de Hungría. Orbán ha reformado el sistema electoral y ha introducido cambios legislativos para concentrar todo el poder; ha dejado el parlamento sin apenas posibilidades de actuación. El sistema judicial también lo tiene en sus manos. Hungría no tiene pluralismo informativo, Orbán controla nueve de cada diez medios. En España, pasa justo lo contrario. Y luego tenemos toda una estrategia relacionada con las políticas identitarias y la restricción de derechos para las minorías. España, en cambio, hizo un esfuerzo por ampliar derechos para las mujeres, las personas migrantes y la comunidad LGTBIQ+. La comparación me parece sencillamente una trampa, juega con la posverdad.
¿El PP es un partido democrático? ¿Los abrazos a la extrema derecha le han pasado factura?
La radicalización de la derecha mainsteram es una cuestión de fondo. Es relevante, porque hablamos de partidos que participaron en la construcción del proyecto europeo y aceptaron las reglas del juego tras el final de las dictaduras del siglo XX. En las últimas dos décadas, han virado hacia posiciones reaccionarias, acercando posturas con sus competidores de extrema derecha. El PP está en esa fase de radicalización, cada vez le cuesta más defender con firmeza los valores democráticos. Esto lo vimos con Pablo Casado y lo vemos ahora con Núñez Feijóo.
La palabra fascismo ha sufrido una devaluación semántica, quizá de tanto usarla, o de hacerlo de manera incorrecta. ¿Qué es el fascismo?
El fascimso es un movimiento político que surge en un contexto concreto; la Europa de la primera posguerra. Tiene una serie de características diferenciadoras, como el totalitarismo, el uso legítimo de la violencia y las pretensiones expansionistas e imperialistas. Las extremas derechas actuales no comparten de momento estos rasgos que son, para mí, cruciales. La violencia es el único que hemos visto y siempre en pequeños grupos o dosis menores. No podemos definirlo todo como fascismo. Trump, Milei y Abascal no son menos peligrosos para los valores democráticos, pero no todo lo que es ultraderecha es de por sí fasctista. Esto no quita que guarden ciertos elementos de continuidad...
Es parecido a lo que ocurre con el adjetivo radical, lo utilizan a menudo para izquierdas y derechas. Podemos y Vox, ¿por qué no son lo mismo?
La izquierda que tenemos ahora mismo en el mundo occidental no propone subvertir el sistema democrático; critica sus desigualdades e intenta llenarlo de contenido, ampliar derechos y políticas sociales. La mal llamada derecha radical, en cambio, no sólo es crítica, sino que defiende directamente proyectos antidemocráticos, quiere caminar hacia autocracias electorales, recortando derechos y eliminando la separación de poderes. La palabra radical no puede utilizarse a modo de espejo. No es lo mismo una supuesta izquierda radical que la extrema derecha 2.0. Esta definición –un tanto provocadora– me gusta porque tiene en cuenta los elementos que han ido incorporando estos grupos; cómo utilizan las nuevas tecnologías y cómo se sienten parte de una misma familia.
Milei ha llamado precisamente esta semana a la unión global de las extremas derechas. ¿Qué quieren conquistar?
Estamos hablando de un fenómeno global. Estos partidos discrepan en algunas cuestiones, pero tienen muchas más cosas en común, tienen una red de think tanks y organizaciones que trabajan para elaborar una agenda global y forjar lazos transoceánicos. Estos movimientos los tenemos que analizar desde dos planos; uno más propiamente europeo y otro que se enmarca en una escala global. Meloni, Le Pen y Orbán han reajustado su estrategia; empezaron pidiendo la salida de la zona euro y ahora hablan de "ocupar" Bruselas. La extrema derecha ha entendido que fuera de la Unión Europea hace frío, prefieren estar dentro y tocar poder. Los proyectos siguen sin ser europeístas, pero la estructura les sirve. En términos generales, han conseguido forjar una red transoceánica que va más allá de las divergencias y demuestra su capacidad para trabajar de manera conjunta.
En el libro habla también de Italia como el gran laboratorio de estas formaciones. ¿Por qué Roma?
Meloni no es más moderada desde que llegó al poder, simplemente ha aprendido a ser pragmática, sabe que tiene dos líneas rojas que no puede transpasar: las relaciones con EEUU y las relaciones con Bruselas. Las políticas antimigratorias y la persecución del aborto evidencian, sin embargo, que sigue siendo la de siempre. ¿Por qué despierta interés? Italia es un país importante en las dinámicas europeas, sobre todo si tenemos en cuenta la debilidad de Francia y Alemania. Tiene además conexiones con el mundo anglosajón y con América Latina. Es una pieza más conquistada por la extrema derecha; pero una pieza grande, donde han conseguido tocar poder.
El voto a la derecha extrema aumenta a la par que las desigualdades, pero no siempre entre quienes más tienen, todo lo contrario. ¿Por qué las clases trabajadoras tienden a escoger la papeleta de la extrema derecha?
El aumento de las desigualdades no es baladí, provoca una fuerte sensación de desportección y frustración, sobre todo entre las clases medias y populares. Tampoco podemos pasar por alto la reacción a los cambios y avances culturales que hemos vivido. La extrema derecha aprovecha esto de manera consciente para pescar en río revuelto. El mejor ejemplo lo tenemos con la inmigración, la utilizan como estandarte. Y por último, el papel de los medios y la pérdida de confianza, dos factores que terminan de movilizar a la población.
¿Los cordones democráticos funcionan?
Los cordones democráticos funcionaban al principio, pero ahora no existen en casi ningún país, la derecha tradicional los ha roto. En cualquier caso, tampoco son la solución al auge de la extrema derecha, lo que son es un paliativo fundamental. Las fuerzas que dicen ser democráticas tienen que cerrar acuerdos para excluir a estos grupos de los puestos apicales en las institucions. La gente puede seguir votándolos, pero si se aplicasen cordones, la extrema derecha no tendría influencia en las decisiones políticas...
¿Todavía estamos a tiempo de salvar las democracias?
Estamos a tiempo, pero el tiempo apremia. Tenemos que ponernos las pilas para defender los valores democráticos; no sólo es una cuestión de salvar lo existente, sino de mejorarlo, solucionar sus deficiencias y dar respuesta a las demandas de la población. Esto nos atañe a todos, tenemos que llenar de contenido social las democracias.
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