Este artículo se publicó hace 5 años.
Cinco vidas recuperadas y 242 incógnitas que permanecen en un almacén
LA ARMH de Valladolid ha conseguido identificar a cinco personas de los 247 cuerpos que recuperó de cuatro fosas comunes del cementerio del Carmen. El reto es poder identificarlos a todos y que el franquismo no logre borrar sus nombres de la Historia. Su traslado a un memorial está a la espera de resolver el conflicto con la UGT, que acordó con el PSOE y el Ayuntamiento incluir en el mismo un busto de Pablo Iglesias Posse.
Alejandro Torrús
Madrid--Actualizado a
Las recomendaciones de la ONU para rendir homenaje a las víctimas de violaciones de Derechos Humanos son claras. Hay que evitar las políticas o símbolos partidistas. Sin embargo, las recomendaciones internacionales parecen no llegar a algunos puntos de España. En un almacén de la ARMH de Valladolid están los restos de 247 víctimas de la represión franquista que fueron exhumados entre 2016 y 2017 a la espera de ser enterrados de forma definitiva en un memorial construido a tal efecto por el Ayuntamiento de Valladolid. ¿El problema? Que PSOE, Ayuntamiento y UGT acordaron que el memorial incluyera un busto de Pablo Iglesias, fundador del sindicato y del partido. La ARMH de Valladolid, que custodia los cuerpos, rechaza este símbolo partidista y el nuevo secretario general del PSOE de Valladolid, Manuel Escarda, también. "Hay que tener altura de miras", decía hace apenas unos días el líder de los socialistas vallisoletanos a Público.
Entre tanto, mientras políticos y sindicalistas llegan a un acuerdo, los huesos siguen esperando en cajas de plástico en un almacén. Y ya van casi dos años a los que se suma otros 80 años de olvido y desidia. Huesos que corresponden a 247 personas que sufrieron la represión franquista, que fueron asesinadas por sus ideas políticas y por defender la democracia republicana. 237 de ellos son esqueletos completos y otros 10 son restos que no han podido ser completados al ser afectados por la construcción de un panteón cercano. Por contra, otros 320 cuerpos, según los registros, continúan enterrados en fosas comunes en algún lugar del cementerio sin que la ARMH de Valladolid haya podido dar con ellos.
Lo que sí está claro es que los cuerpos que han podido ser recuperados ha sido gracias a la obstinación y lucha de personas como Saturnina (87 años) y Abilio (90 años) que durante décadas mantuvieron vivo el recuerdo del lugar exacto donde fue sepultado el padre de Saturnina, Julián Carlón, el 1 de octubre de 1936. A veces con montones de arena, otras con cadenas e incluso con crucifijos mantuvieron señalizado el lugar que el sepulturero del cementerio indicó aquel mes de octubre de 1936 al tío de Saturnina. Y ellos, junto con otros familiares que no renunciaron a honrar a sus muertos, han permitido que se localicen cuatro fosas comunes y sacar a la superficie lo que el franquismo quiso mantener enterrado.
"Sólo recuerdo el día que se lo llevaron y el sitio donde lo enterraron, que me lo contó mi tío", confiesa Saturnina
El objetivo, ahora mismo, cuenta Julio del Olmo, presidente de la ARMH de Valladolid, es poder dar a todas las víctimas una sepultura digna en el memorial construido. Sin símbolos partidistas, tal y como recomienda la ONU. Por otro lado, y en paralelo, la Asociación prosigue el arduo camino de identificar a todas las víctimas y contactar con sus familiares. Es decir, poder dar un nombre a cada esqueleto y recuperar así sus historias de vida y de lucha. Sólo así se podrá, más de 80 años después, reparar mínimamente la barbarie franquista y su 'cruzada' para borrar estos nombres y personas de la faz de la tierra.
La tarea no es nada fácil. Tampoco imposible. Saturnina y Abilio, de hecho, no saben a día de hoy si el padre de Saturnina, Julián Carlón, es uno de los cuerpos que ha podido ser recuperado o, por contra, es uno de los que continúan bajo tierra. Saturnina, de hecho, apenas sabe nada de su padre. Tenía cuatro años cuando se lo llevaron. "Sólo recuerdo el día que se lo llevaron y el sitio donde lo enterraron, que me lo contó mi tío", confiesa entre lágrimas en su casa de Valladolid. "No sé ni cómo lo mataron. Sólo sé que se lo llevaron, que nunca más regresó y que, a partir de ahí, en mi casa solo hubo lágrimas. Mi madre nunca me habló de mi padre por miedo", prosigue.
Sin embargo, el esfuerzo de Saturnina y Abilio por mantener señalizado el lugar de los enterramientos no ha tenido una recompensa personal, aunque sí colectiva. Hay indicios, eso sí, que permiten pensar a los investigadores que los restos del padre de Saturnina se encuentran entre los 247 cuerpos recuperados. Concretamente, hay dos. Por una parte, las indicaciones que el sepulturero del cementerio le dio el mismo día del fusilamiento al tío de Saturnina. Por otra, que la inmensa mayoría de los fusilamientos se produjeron en verano, mientras que el de su padre se produjo el 1 de octubre y los restos de una de las cuatro fosas encontradas llevan una ropa de abrigo muy diferente a la del período estival.
Sin embargo, Julio del Olmo, presidente de la ARMH, reconoce que no dispone de pistas de las que tirar para poder identificar a las personas que fueron enterradas en dos de las cuatro fosas descubiertas. "Necesitamos un hilo del que poder ir tirando. Creo que el padre de Saturnina puede estar ahí, pero no lo puedo afirmar porque no tenemos ningún dato científico para corroborarlo", incide.
Saturnina escucha las malas noticias de Del Olmo con cierta resignación. No es la primera vez que las oye. Esta vez, está sentada en el salón de su casa. Escucha mientras observa una y otra vez la última carta que su padre escribió desde las Cocheras de Valladolid, lugar que fue habilitado como cárcel durante los primeros años de la Guerra Civil, antes de ser fusilado. La guarda como si fuese oro. "Adiós Plácida, adiós hijos queridos", comienza la carta. Es incapaz de continuar leyendo. "Estoy segura de que mi padre estaba en esa fosa. Me lo dijo mi tío", prosigue Saturnina, que no se da por vencida.
Los dos ancianos hablan del miedo que vivieron durante su niñez. Del silencio y los llantos. De tener que esconderse hasta para llorar. De los 1 de noviembre llevando flores a un lugar donde aparentemente no había nada. También de la lucha para que una vez recuperada la democracia el Ayuntamiento de Valladolid se pusiera manos a la obra para abrir las fosas. La impotencia. Los intentos fallidos por comprar ese trozo de tierra del cementerio. Y, por último, la seguridad de que su padre, por fin, ha sido exhumado y que, dentro de poco, cuando políticos y sindicalistas se pongan de acuerdo, será enterrado en un lugar digno. "Estoy segura de que mi padre está ahí", sentencia.
Sólo cinco personas identificadas
Hasta la fecha, la ARMH de Valladolid ha conseguido identificar "con total seguridad" a cinco de esas personas. Se trata de tres mujeres y dos hombres: Lina Franco Meira; el sargento del Ejército republicano Francisco González Mayoral; el alcalde de Casasola de Arión Mateo Gómez Díez; y la madre y la hija María Doyagüez y María Ruiz Doyagüez.
Este último caso, el de la madre y la hija, sirve para ilustrar lo complicado que es deshacer 80 años de olvido para recuperar la identidad de los asesinados por el franquismo. La ARMH de Valladolid no consiguió dar con ningún descendiente de estas dos mujeres para realizar una prueba de ADN. Sin embargo, sí conocían que su ejecución se había producido junto a la del entonces alcalde de Casasola Mateo Gómez Díez. Y la manera en la que encontraron sus cuerpos en la fosa común les dio la pista que necesitaban para seguir. Los expertos detectaron que había tres cuerpos que hacían una especie de 'sandwich', por lo que parecía que habían sido tirados a la fosa a la vez.
La primera prueba de ADN determinó que los cuerpos de arriba y abajo eran madre e hija, por lo que podían ser las Doyagüez, mientras que también mostró que el cuerpo que estaba en el medio respondía al de un varón de entre 45 y 55 años. Bingo, Gómez Díez tenía 47 años. Entonces la ARMH de Valladolid consiguió contactar con una hija de avanzada edad del entonces alcalde y pudieron corroborar al 99% que, efectivamente, aquellos huesos que habían aparecido juntos correspondían sin miedo a equivocarse al alcalde, por lo que los otros dos también serían de la la madre y la hija, de 55 y 24 años respectivamente.
"De las cuatro fosas con los 247 cuerpos que hemos encontrado solo hemos podido certificar casi al 100% esas cinco personas. De otras muchas, podemos asegurar casi con toda seguridad que corresponden a un grupo o a otro de fusilados, pero no podemos poner nombre a cada esqueleto. Nos faltan medios y es un proceso tremendamente complicado", lamenta Del Olmo.
Así, casos como el de Lina Franco Meira son excepcionales. Sus huesos han podido ser identificados gracias a una prueba de ADN a una de sus hijas, de 93 años. Un caso excepcional de longevidad que ha permitido dar nombre y apellidos a unos huesos y que, además, permite creer que el resto de sus compañeros de fosa son sus otros 14 vecinos de la localidad de Castromocho (Palencia) que fueron llevados junto a Lina Franco a Valladolid para ser ejecutados y enterrados con el objetivo de hacerlos desaparecer de la Historia.
Condecoraciones y fracturas como pistas a seguir
Pero estos casos, en los que se consigue dar con el nombre y apellidos, son los menos habituales. Mariangeles Valriberas escribió recientemente a Público para contar la historia de su abuelo, Teodomiro Valriberas Carreras, que fue fusilado el 15 de septiembre de 1936 junto con otros cuatro vecinos de la localidad segoviana de Labajos (Anastasio Domínguez, Félix Merinero, Juan García Martín y el sargento Francisco González) cuando tenía 27 años. Sus restos también fueron 'tirados' a una de las fosas comunes del cementerio del Carmen de Valladolid.
Cuatro de los cinco fueron acusados y condenados sin ninguna prueba de ser los autores de la muerte de Onésimo Redondo, el fundador de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica (JCAH), organización política que fue el embrión de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS).
Teodomiro está en la misma fosa que el sargento de la República Francisco González, que sí pudo ser identificado gracias a los símbolos y condecoraciones de su uniforme militar que aún eran visibles. La prueba de ADN con un sobrino, sin embargo, sólo alcanzó un 76% de complementariedad, un dato que Julio del Olmo califica de "insuficiente", pero que combinado con las pruebas históricas y arqueológicas sí permite afirmar que se trata del sargento de la II República.
Esta identificación permite pensar que los otros cuatro esqueletos pertenecen a las personas mencionadas de Labajos, pero aún así no hay pruebas contundentes para poder afirmar con total seguridad que son ellos. Aunque hay indicios que son casi certezas. Un ejemplo es el caso de Félix Merinero, compañero de fosa y vecino de Labajos. Se presupone que está en la misma fosa que el sargento del Ejército y de Teodomiro y se conocía que tenía una pierna rota, fruto de las torturas que sufrió tras su detención y encarcelamiento unos dos meses antes de ser fusilado.
Uno de los esqueletos presenta una fractura en la pierna, por lo que podría ser Merinero. Pero siguen faltando pruebas más definitivas para poder asegurarlo al 100%. "Necesitamos pruebas de ADN para poder afirmar taxativamente que estamos ante los restos de una persona concreta. Y para eso hace falta ayuda económica. Hay instituciones que apoyan o ayudan, pero no se hacen cargo del coste total de este proceso", incide Del Olmo.
Más allá de las siglas
Estas son solo algunas de las averiguaciones que la ARMH de Valladolid está llevando a cabo para poder dignificar a los fusilados en Valladolid durante la Guerra Civil. El reto es identificar a los 247 personas rescatadas, encontrar a las 320 que faltan y, antes de todo esto, darles un enterramiento digno a los que hoy están en un almacén. De momento, el memorial que los acogerá incluye una cámara de conservación de los restos para poder seguir trabajando en la identificación de los cuerpos en un futuro inmediato.
Hubo cientos de víctimas de la represión franquista que fueron fusiladas y enterradas en Valladolid. 567 de ellas fueron enterradas en fosas comunes en el cementerio del Carmen. Personas y vidas como las de Isaac Fernández; Cayo Astorga; Onofre Sanchez; Anastasio Muñoz; Cayo Margareto; Ezequiel Casquete; o Julián Muñoz de Juan que el franquismo quiso borrar del mapa. Nombres y personas que murieron por defender la democracia republicana. El reto es identificarlos a todos y que el franquismo no gane la batalla, que su nombre nunca más se borre de la Historia. Más allá de las siglas con las que combatieron al fascismo.
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