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MingorrubioCinco horas para no ver a Franco: fascistas 'de los buenos', el chino-facha, un cura rumano y Tejero como estrella
Crónica de la concentración que ha aglutinado a 300 personas que, en su mayoría, tenían poco de nostálgicos y mucho de fascistas, en los alrededores del cementerio de Mingorrubio para protestar contra la exhumación del dictador del Valle de los Caídos.
Madrid--Actualizado a
FOTOGRAFÍA: JAIRO VARGAS
Pepe Herrera es un buen fascista. Eso sí, en su variante española. Pepe es un franquista de los de toda la vida. De los de siempre. Ojo, no lo digo yo. Lo dice él. Orgulloso. Tuvo "la suerte" de nacer en "los años 40" y "más suerte", todavía, de haber estado rodeado siempre de "buena gente". Es decir, de más fascistas en su versión española. Se deshace en elogios con Francisco Franco y, también, con Manuel Fraga. Cuenta que los conoció personalmente ya que su padre, otro buen fascista, fue fundador de la "Sanidad del Ejército del Aire". "Se lo encargó Yagüe, en Burgos", prosigue este hombre, que afirma no haber votado nunca. A ningún partido político. Ni siquiera a Don Manuel Fraga Iribarne. "A mí es que partido me suena a roto y no me gusta", explica. La conversación, distendida hasta el momento, se tuerce cuando surge el nombre del rey Juan Carlos. A Pepe no le gusta criticar. "No quiero hablar de ese señor", arranca. Parece que se va a quedar callado... Pero no. Habla. Aunque ya en otro tono: "No han arriesgado nada por defender el legado de Franco. A ver... es que los borbones son unos puteros", concluye. Y hasta aquí. Pepe nos estrecha la mano y se despide.
Este hombre ha decidido, como otras 300 personas aproximadamente, acudir a las inmediaciones del cementerio de Mingorrubio. Estamos en la concentración profranquista que ha tenido lugar este miércoles a escasos metros del cementerio de Mingorrubio. Los restos de Franco llegarán sobre las 15.30 de la tarde y hay, aproximadamente, cinco horas por delante. A su lado, un joven de 18 años aguarda firme como una estatua. Recto. Con una bandera franquista en la mano, bien agarrada, porque nunca sabes cuándo puede hacer falta la bandera del aguilucho. Y, honestamente, no trasmite la misma tranquilidad que Pepe, el buen fascista. De repente, se le acerca un camisa azul. Sí, un falangista. Tendrá alrededor de 50 años. Comienza el diálogo.
— ¿Qué años tienes?
— 18
— Yo tengo un hijo con 28 años. Está bandera que llevas es la más antigua que hay en España. Funciona desde los Reyes Católicos aunque fue un poco modificada por Franco. Yo no sé por qué tienen que prohibirla.
— No, no. No está prohibida.
— Es que esto parece Venezuela y yo no quiero un país como Venezuela. Lo que están haciendo en el Valle es una bestialidad. Están manipulando a los muertos cuando el Valle es un símbolo de reconciliación.
— Los políticos es que no sirven para nada.
— Me llamo Carlos.
— Yo Miguel. Encantado.
El camisa azul y el joven se despiden. Quizá Carlos no ha encontrado al interlocutor que esperaba. Miguel, el joven, no es el más locuaz del lugar. Después, cuando suene el Cara al Sol, demostrará que le gusta más cantar que hablar. Al menos, en esta concentración. Para los periodistas, que a veces parecen casi tantos como manifestantes, no es fácil del todo hablar con los asistentes. Los gritos de "prensa española, manipuladora" se repiten. Se lanzan abucheos contra el gremio y se nos acusa de ser todos "unos rojos".
— Buenos días, soy prensa. ¿Podemos hablar unos minutos?
— ¿De qué medio eres?
— De Público.
— Con vosotros no hablo. Sois basura.
— Estupendo. Buena mañana.
El padre Marius, en cambio, está encantado de hablar con la prensa y con quien quiera acercarse a conocer su historia. Es sacerdote en una localidad del norte de Rumanía. Concretamente, en la preciosa región de Maramureș. Llegó ayer, miércoles, y se vuelve a Rumanía mañana, viernes. Hablando en plata, ha venido única y exclusivamente para estar presente en la concentración profranquista de Mingorrubio. Pero Marius, y eso hay que dejarlo claro, no es fascista. No se reconoce como tal y rechaza el término. Marius es católico y, sobre todo, anticomunista. Este viaje exprés, de hecho, responde a su deseo de querer agradecer al otrora Centile de Occidente su esfuerzo en la lucha contra el comunismo.
"Mi padre estuvo 16 años preso en las cárceles comunistas. Únicamente por ser comunista. Desde 1948 a 1964. Así que vengo aquí a agradecer a Franco su lucha contra el comunismo", cuenta Marius, que también nos explica que conoce al prior Santiago Cantera, que es una "gran persona", que está algo descontento con la alta jerarquía eclesiástica por no "protestar ante este atropello" y muestra su admiración por el Valle de los Caídos.
— ¿Sabe usted qué simboliza el Valle de los Caídos?
— No.
— Para mí el Valle de los Caídos es donde España toca el cielo. Es un lugar donde te sientes próximo a Dios.
— Pero eso no cambiará aunque Franco ya no esté allí, ¿no?
— No sé cómo será. Pero no será igual.
Pasan las horas y el número de manifestantes crece. Los jóvenes son, sobre todo, los que más han tardado en llegar. El ambiente cambia. La media de edad ya no es tan elevada. Los gritos de "Franco, Franco" son cada vez más seguidos, más sonoros, más potentes. También los Cara al Sol y los Novio de la muerte. En esas, aparece por la concentración Manuel Andrino, jefe nacional de Falange, acompañado de un buen número de personas de su organización. Público le pide una valoración de lo que está sucediendo. "Sólo si no me manipuláis". "Pondré lo que has dicho", responde el periodista. Ahí va:
"No he venido a apoyar a ninguna persona en concreto, ni siquiera a la que van a enterrar aquí hoy. Creo que era mi deber estar aquí hoy ante la profanación que se ha cometido. El general Franco será el primero, luego José Antonio, intentarán cerrar el Valle de los Caídos, si pudieran volaban la cruz, luego toca el cementerio de Paracuellos y Aravaca e intentar ganar una guerra que perdieron y que provocaron. Quieren cambiar la historia de cómo fue y cómo sucedió".
La mezcla de personas que se han concentrado en las inmediaciones de Mingorrubio es brutal. Falangistas de nuevo y viejo cuño. Fascistas de tomo y lomo que pasan media mañana con el brazo en alto. Alguna cabeza rapada. Y mucho bolso de marca, mucho fachaleco, mucha raya al lado y mucho pin de España como complemento ideal. También ha acudido a la convocatoria Chen Xiangwei, el conocido como "chino facha" que regenta un bar en Madrid. En conversación con este periódico muestra su pena ante la inminente ruptura de España, carga contra los políticos incompetentes que han destrozado el legado franquista y, sobre todo, reparte decenas y decenas almanaques con publicidad de su bar. La gente le adora y él adora a la gente. La simbiosis perfecta.
Hay otras personas, los más mayores, a los que se les ve realmente apenados. Se sienten acorralados ante una democracia que ya no reconocen. La Policía no les deja salir del perímetro marcado. Uno de ellos, de raya al lado, gabardina y botas de piel, muestra su indignación: "Policías, sois unos traidores. El honor es más importante que un sueldo y vosotros, hoy, estáis trabajando para Pedro Sánchez". La Policía ni se inmuta. Otros manifestantes le afean que cargue contra los Fuerzas y Cuerpos de Seguridad: "He pedido el alta voluntaria en el Hospital para estar hoy aquí", prosigue, a grito pelado.
Mercedes, por contra, es una de las personas que nos transmite su tristeza. Se define como "exiliada en Madrid por el terrorismo vasco". Cuenta que se tuvo que exiliar de su tierra natal por "ejercer de españoles". Su marido trabajaba en Hacienda. Su padre, luchó en la contienda del lado de Franco. Y el último concierto al que acudió fue el de Raphael. Lo cuenta así. Todo bastante seguido. También nos cuenta que está afiliada a Alternativa Española, partido cercano a la extinta Fuerza Nueva de Blas Piñar, pero que en las elecciones votará a Vox. No siempre fue así, claro. Hasta los penúltimos comicios votó al Partido Popular. Pero ya no. En los últimos su voto se fue a Vox y así seguirá. "Yo conozco a Santi Abascal, ¿sabes?", cuenta Mercedes.
La mujer, que afirma tener 67 años, habla con cara de pena por la situación que atraviesa España y comienza a enumerar los problemas. Repite Catalunya y País Vasco varias veces. Dicen que prácticamente son independientes ya. ¿La culpa? De nuestros políticos. "Sobre todo de los rojos". También nos habla de la miseria que sufren las familias, que el "presidente es un desastre" y que "solo queda rezar" para luchar contra esta vergüenza nacional que supone la exhumación de Franco. Ahora toca hablar de los éxitos del dictador. Sí. Toca hablar de pantanos, de seguridad social y de clase media.
A su lado e inseparable está su amiga Carmen Madrigal, ataviada con una bandera de España. Rechaza dar su edad y muestra su malestar por la pregunta del periodista. La conversación, ahora a tres, se hace complicada. La voz de Mercedes predomina. "En los últimos meses he ido cuatro veces al Valle de los Caídos. Me vine de Marbella y viajaba con Intereconomía, que montaba autobuses y para allá que me iba. Como en los tiempos del camarada Blas Piñar".
De repente, y sin aviso previo, hay una avalancha de gente que se lanza contra las vallas que acotan el espacio. La Policía no tiene más remedio que ceder. Escoltan a un hombre de muy avanzada edad. Hay rumores. Rápidamente la multitud se da cuenta. "Tejero, Tejero, Tejero". La concentración ha alcanzado su clímax. El protagonista del golpe de Estado del 23F aparece por la manifestación y la Policía se lo tiene que llevar a unos metros. Los gritos continúan. "Tejero, Tejero, Tejero". Mercedes aprovecha para soltar la pulla.
— Este hombre solo cumplía órdenes.
— ¿De quién?
— Ah. Eso no te lo voy a decir. Pero te lo puedes imaginar.
Entre unas cosas y otras, llegan las 15.30 de la tarde. El helicóptero que lleva los restos de Franco se oye claramente en la concentración. Muy a lo lejos de la silueta del aparato. Está por el lado que pega el sol. Pintiparado. Los asistentes levantan su mano derecha y comienzan el cántico. Después, toca el himno de la Legión y, entre una cosa y otra, ya está aquí el pequeño bus con familiares del dictador. Saludan desde dentro cual futbolistas en la previa de un importante partido de Champions League. Y, poco a poco, la concentración se va desvaneciendo. Tejero se mete en su coche y se va. Los más mayores abandonan el lugar rápidamente y Franco es enterrado en su nueva tumba, en Mingorrubio, junto a su mujer. Un mausoleo de titularidad pública cuyo mantenimiento pagarán todos los españoles.
Ajenos a todo y cuatro calles por detrás, pegado a un hermoso huerto urbano, pasea un matrimonio de avanzada edad. Los dos vestidos de punta en blanco, ella con zapatillas de andar por casa.
— La que tienen liada hoy en el barrio, señora.
— Sí. Está imposible.
— ¿Qué le parece que entierren a Franco aquí?
— Mal. Muy mal. Tenía que estar en el Valle de los Caídos.
— Bueno, al menos en este cementerio Franco conoce a más gente. Tiene a Carrero Blanco, entre otros.
— (Ríe) Eso es verdad. Además, ha sido nuestro vecino muchos años y ahora vuelve a serlo.
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