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El cierre de una escuela desvela la política real de despoblación de PP y Vox en Aragón

El Gobierno de Aragón deja a 21 niños sin maestros y sin servicio de traslado a otro centro tras clausurar el centro escolar de un pueblo del Pirineo.

Imagen de la escuela O Chinebro de Caneto, que ha sido la clave para que el pueblo haya podido revivir, a 8/11/2023. - Escuela O Chinebro.

Eduardo Bayona

“Han desescolarizado a los niños, los han dejado sin escuela y sin transporte. En lugar de ayudar a mantener un pueblo que ha renacido, vienen a cerrar la escuela y a intentar matarlo”, dice Eduard Jubert, uno de los padres de Caneto. Desde este martes, 21 chavales de menos de 11 años se han quedado sin maestros en la pequeña localidad del prepirineo oscense, a caballo entre los valles del Cinca y del Ésera, por decisión del Gobierno de Aragón.

Sí, en Caneto, un pueblo que entró en fase de agonía cuando el pantano de El Grado comenzó en 1969 a embalsar las aguas del Cinca y que empezó a renacer hace ocho años, hay 21 niños en edad escolar, otro que la alcanzará el año que viene y cuatro que ya van al instituto: son 26 en un núcleo con 55 habitantes. Es una pirámide demográfica local tan infrecuente como extraordinaria en la montaña aragonesa y, posiblemente, en cualquiera otra de la península ibérica.

El cierre de la escuela O Chinebro (el enebro, en aragonés) no deja de ser, en el fondo, el enésimo peaje que una cadena de episodios de depredación del territorio ha ido imponiendo a esa zona, a caballo entre los históricos de la Ribagorza y el Sobrarbe. Unas cargas que, de tan incrustadas, hasta se les canta: “Sobrabas país, solo querían agua, montañas y electricidad”.

La imagen, más que poética, se revela factual por su recorrido histórico y administrativo, que tiene su último episodio, hasta la fecha, en el cierre de esta escuela por el mismo Gobierno autonómico que mantiene en la capital otra con más de 400 niños en el cauce de un barranco cuya crecida arrasó sus instalaciones en julio, aunque ahora está rodeada de unos muretes.

Un despropósito de burocracia y urbanismo

“No se puede cerrar lo que nunca se ha abierto, porque la escuela de Caneto nunca ha tenido código de centro”, aseguró este miércoles Luis Mallada, director general de Planificación de la Consejería de Educación del Gobierno de Aragón. “Hemos tratado de regularizar una situación” para “la falsa escuela”, remarcó, que se encuentra “en una zona de pastos” y rodeada por una valla “que puede ser electrificada”.

“Si el Ayuntamiento de La Fueva quiere que la escuela se abra tiene que pasar por los requisitos que cumplen todas las escuelas. Fundamentalmente, por disponer de un terreno que sea edificable y que además sirva para uso educativo. Y, a partir de ahí, veremos cómo podemos ir progresando”, añadió.

La clave está en el suelo, en el urbanismo y en los papeles, y eso remite de nuevo a esa historia de depredación del territorio que lleva décadas azotando a la Ribagorza y el Sobrarbe, y a la que, en este caso, se le añaden las exigencias de la burocracia.

El suelo de Caneto, uno de los 25 núcleos del municipio de La Fueva, de 600 habitantes tan dispersados como para requerir una malla de carreteras, caminos y pistas de más de 80 kilómetros, pertenece a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) desde las expropiaciones para construir el pantano de El Grado. Dichas obras provocaron, junto con las de Mediano y Barasona, el final de 17 pueblos que sumaban más de 1.600 habitantes.

La depredación eléctrica de pantanos y renovables

Sin embargo, aunque la CHE ya ha cedido el terreno de la escuela al Ayuntamiento, su catalogación para acoger el equipamiento escolar está pendiente de que salga adelante el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de La Fueva después de que la modificación del anterior para evitar una invasión de centrales solares, tanto en el monte como sobre las aguas, fuera tumbada por el Tribunal Superior de Justicia de Aragón.

“El avance del nuevo PGOU, que se encuentra en fase de exposición pública, recoge el uso del suelo para la escuela”, señala Carlos Espluga, concejal de La Fueva. “La preocupación son los niños, la situación a la que se les está sometiendo”, insiste. “Hay que dialogar, y tienen que decirnos a donde tenemos que ir para tener una escuela en Caneto”, afirma el concejal.

“Es una detrás de otra”, lamenta, ante una de las consecuencias inesperadas del conflicto por las placas. “Los que vivimos aquí, en los pueblos, somos conscientes de que formamos parte del discurso, pero a la hora de la verdad el mundo rural no cuenta para nada. Es todo mentira”, añade.

“Los que vivimos en los pueblos somos conscientes de que formamos parte del discurso, pero a la hora de la verdad el mundo rural no cuenta para nada”

Carlos Espluga, concejal de La Fueva

La situación, para la que el consistorio reclama diálogo y consenso, “ante una realidad que no es otra que la de dar atención a un colectivo en riesgo, como es el de la infancia en el medio rural, que no entiende de colores políticos ni usos del suelo”, desnuda, en cualquier caso, la realidad de las políticas de despoblación y de medio rural del Gobierno PP-Vox de Jorge Azcón y Alejandro Nolasco.

“Ofrecemos el servicio de transporte y comedor gratuito, que los alumnos podrán disfrutar a partir del día 13,” declaraba Mallada, despejando cualquier duda sobre este aspecto. Retirar a los dos maestros destinados en Caneto y enviarlos a la escuela de Tierrantona, de la que formalmente dependen los escolares, resultó tener mayor prioridad que facilitar el acceso de los chavales al centro “en el que realmente están matriculados”.

“El pueblo ha revivido porque está abierta la escuela”

El panorama muestra una pequeña casa de madera equipada con agua corriente, electricidad, estufa y wifi, pero sin los dos maestros que había tenido asignados como escuela pública, y a 21 alumnos a los que, a falta de saber qué ocurre a partir del día 13, la misma Administración que toma la primera decisión no ha facilitado medios para incorporarse al colegio de Tierrantona.

“Vamos a hacer una educación en casa, los niños no se van a mover del pueblo. Pero nos hemos de organizar, porque la gente trabaja”, explica Eduard Jubert, vecino y padre de un alumno. “Cuando decidimos repoblar Caneto, lógicamente era algo vinculado al proyecto de abrir la escuela. Cerrarla puede acabar con el pueblo”, afirma.

“No entienden el contexto. El pueblo se ha vuelto a repoblar porque tenemos hijos y queremos que tengan esta infancia, que crezcan en el campo, porque es enriquecedor que pasen esa etapa aquí”, coincide Alba Gálvez, madre de otros dos alumnos. Ella pasó su niñez en una casa familiar aislada a cinco kilómetros de Caneto.

“Cuando decidimos repoblar Caneto, era algo vinculado al proyecto de abrir la escuela. Cerrarla puede acabar con el pueblo”

Eduard Jubert, vecino y padre de un alumno

“El pueblo ha revivido porque está abierta la escuela”, anota. “Nadie ha caído de rebote y después ha llevado a los niños a la escuela, sino que hemos venido para crearla”, añade.

Una hora de ruta por una pista de montaña

Caneto había vuelto a tener escuela hace tres décadas, cuando en el pueblo vivían dos familias que sumaban diez hijos, aunque la experiencia no superó los tres años. Tres de aquellos críos forman parte ahora del grupo de padres que ha logrado que el lugar haya pasado de cuatro a 55 habitantes en ocho años tras irse abriendo las casas cuyo derecho de uso iban obteniendo de la CHE sus nuevos ocupantes.

“Somos una luz en esto de la despoblación y la natalidad que tanta falta le hace al Pirineo. No hay derecho a que de un día para otro nos impongan un cambio tan radical en la vida y sin ningún tipo de diálogo”, señala Jubert.

La alternativa de que los niños bajen a estudiar a Tierrantona resulta inquietante para las familias: requiere un recorrido de más de veinte kilómetros por una estrecha pista asfaltada, con la velocidad limitada a veinte por hora en varios tramos y en la que en invierno, por su orientación al norte, es frecuente la existencia de placas de hielo, con el riesgo que eso conlleva para los vehículos.

Y la duración del trayecto no baja de 45 minutos en un turismo y en verano, pero se va por encima de la hora para vehículos de mayor volumen, como los que serían necesarios para el transporte de los 21 niños, cuya jornada escolar se extendería, como mínimo, una hora por delante de las clases y otra por detrás. “Llevar a nuestros hijos a la escuela de Tierrantona no tiene ningún sentido”, indica Gálvez. “Es un riesgo. Hay que ponerse en la piel de los padres”, refuerza Espluga.

Cinco iniciativas parlamentarias en el próximo pleno de las Cortes

El cierre de la escuela O Chinebro de Caneto será uno de los temas centrales del pleno que las Cortes de Aragón van a celebrar el jueves 16 y el viernes 17 de noviembre, con cinco puntos (de 51) del orden del día sobre el asunto, aunque con planteamientos no precisamente coincidentes entre sus impulsores.

Por una parte, la consejera de Educación, Claudia Pérez, ha pedido comparecer “al objeto de informar sobre la situación del aula no legalizada de Caneto”, cuyo cierre se activó tras recibir el departamento una carta en la que así lo planteaba la directora del colegio de Tierrantona.

Mientras tanto, el PSOE defenderá una propuesta de resolución en la que reclama “realizar las gestiones necesarias y adoptar las medidas oportunas para evitar el cierre”, y Podemos lleva otra en la que propone “realizar los trámites pertinentes en la Escuela Rural de Caneto para que permanezca abierta”. En ambos casos “en colaboración con el Ayuntamiento de la Fueva”.

Por último, y ya en la segunda jornada del pleno, Cha preguntará a Pérez si “tiene previsto” atender las demandas de los padres para “poder mantener abierta la escuela”, e IU la interrogará sobre “qué opciones se han planteado para mantener al alumnado de Caneto asistiendo a la escuela en su pueblo”.

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