Este artículo se publicó hace 6 años.
La cara oculta de Feijóo: lo que no conoces del posible sucesor de Rajoy
La imagen de brillante gestor del presidente de la Xunta esconde un pésimo balance económico y un mandato plagado de recortes en políticas sociales, corruptelas, enchufismos y casos de clientelismo político.
A Coruña--Actualizado a
Alberto Núñez Feijóo es el candidato preferido por las bases del PP para suceder a Mariano Rajoy, porque ofrece esa cara amable y joven de gestor modélico que da tan bien en los telediarios estatales y que la mayoría de militantes y simpatizantes consideran fundamental para emprender la renovación del partido. Feijóo se les aparece en las antípodas de Rajoy y de la asociación que buena parte de la opinión pública hace del nombre del expresidente del Gobierno con la corrupción y las políticas antisociales. Y a simple vista Feijóo sale bien en la comparación. Pero el dibujo que el presidente de la Xunta ha hecho de su propia imagen para venderse como reemplazo de Rajoy dista mucho del que se desprende del análisis de los resultados de su acción política en Galicia.
Feijóo ha sido el alumno aventajado de las medidas neoliberales que el Partido Popular ha desarrollado en España durante los últimos años
Feijóo ha sido el alumno aventajado de las medidas neoliberales que el Partido Popular ha desarrollado en España durante los últimos años. Y la comunidad que preside es el ejemplo perfecto de las consecuencias de esos recortes y de la depauperación de la mayoría de la población, por mucho que el discurso popular se empeñe en afirmar que la crisis ha pasado. Los siguientes son datos del Instituto Galego de Estatística, la oficina estadística de la Xunta, el equivalente al Instituto Nacional de Estadística a nivel autonómico.
Galicia tiene hoy 25.400 parados más que cuando Feijóo llegó al poder en mayo del 2009. En nueve años la tasa de desempleo ha pasado del 12,2% al 15,1%. El número de afiliados a la Seguridad Social –es decir, el número de trabadores que cotizan al sistema, incluidos autónomos y empleadas y empleados del hogar- ha caído desde los 1.031.552 del primer trimestre del 2009 a los 998.091 del mismo período del 2018. El desempleo de larga duración se ha duplicado en este tiempo, desde el 3,4% al 7%. La tasa de paro entre los jóvenes de 20 a 24 años ha crecido desde el 28,6% al 33,6%, mientras que la del tramo de edad de 16 a 19 años pasaba del 41% al 53,7%.
Feijóo llegó al poder con la crisis económica ya en marcha, con el crac financiero en su apogeo, casi en plena recesión y con la economía gallega hecha migas. Así que si la comparación se hubiera hecho con alguno de los años de bonanza, saldría mucho peor parado. Pero él insiste en que gracias a la acertada gestión de su mandato la economía se ha recuperado, y que de hecho el gasto público autonómico es hoy mayor al del gobierno bipartito del PSOE y el BNG.
El presidente gallego también presume de austeridad, pero bajo su mandato la deuda pública se ha disparado un 185%
La afirmación no se sostiene con los datos del IGE en la mano: el presupuesto consolidado de la Xunta y de los organismos autónomos y las agencias públicas adscritas a ellas ascendió en el 2009 a 11,8 millones de euros. Para este ejercicio están previstos poco más de 10,7 millones. Es decir un 9,3% menos, y sin tener en cuenta la corrección al alza que registraría ese porcentaje si a esas cifras si se les aplicase el efecto de la inflación.
El presidente gallego también presume de austeridad, pero bajo su mandato la deuda pública se ha disparado desde los 3.923 millones de euros del primer trimestre del 2009 a los más de 11.200 millones del último cuarto del 2017. Un incremento del endeudamiento, según el IGE, del 185% en esos nueve años.
Amistad con 'narcos' y casos de corrupción
Feijóo se ha dotado de una imagen de buen gestor que no es aplicable a su acción política, pero sí a su propia figura. Porque ha conseguido sortear escándalos que a cualquier otro le hubieran costado de inmediato su carrera.
El más sonado ha sido el de su reconocida amistad con el narcotraficante Marcial Dorado, con quien apareció en unas fotos a bordo del yate del primero tomadas en 1995, cuando él era secretario xeral de la Consellería de Sanidade de José Manuel Romay, su mentor político.
Las fotos aparecieron en el 2004 en una redada policial en el chalé de Dorado, en el marco de una operación antidroga que terminaría con su dueño condenado a catorce años de cárcel por tráfico de cocaína. Pero no se hicieron públicas hasta el 2013. Feijóo ha reconocido que sabía que habían aparecido, aunque nunca ha desvelado quién le advirtió de que obraban en poder de la policía. Incluso hace unos meses llegó a decir que el PSOE quiso chantajearle con ellas poco antes de la campaña electoral del 2009,sin explicar por qué no lo denunció entonces.
Feijóo y el 'narco' Marcial Dorado compartieron durante años paseos en yate y fines de semana en Andorra y los Picos de Europa
Las fotos con Dorado no fueron fruto de un error de político bisoño al que sorprenden por un encuentro casual con malas compañías. El presidente de la Xunta y el contrabandista reconvertido al tráfico de drogas frecuentaron su amistad y compartieron durante años paseos en yate y fines de semana en Andorra y los Picos de Europa. Feijóo dice que no se acuerda bien de quién pagó aquellas vacaciones, pero sí asegura que por entonces no tenía ni idea de las actividades ilícitas del narco.
La afirmación también es cuestionable. Toda Galicia sabía en aquella época que Dorado era uno de los más importantes capos de la droga de la ría de Arousa, entre otras cosas porque había ocupado portadas de periódicos y minutos de telediarios por su implicación en casos de contrabando y en la operación que derivó en el juicio de la Nécora. Decir que no sabía quién era y a qué se dedicaba viene a ser como decir que compartió yate con Bebeto y Mauro Silva sin saber que jugaban en el Deportivo, o que se fue de fin de semana con Amancio Ortega sin saber que presidía la empresa que a mediados de los noventa estaba empezando a poner a Galicia en el centro del mapa mundial de la industria textil.
De aquel escándalo todavía quedan algunos aspectos por aclarar. Como el empecinamiento del PP en negar el acceso a la documentación de la Xunta que demostraría la tesis que sostiene la oposición gallega: que las gasolineras que Dorado empleaba para surtir de gasolina a los barcos, las planeadoras y los camiones que transportaban la coca con la que traficaba, también tenían contratado el suministro de carburante a los hospitales y las ambulancias de la Consellería de la que Feijóo era secretario xeral.
El presidente de la Xunta salió indemne de la operación Pokemon y de la Campeón. Tampoco le salpicó la operación Cóndor ni la Gürtel
Las fotos en el yate de Dorado siempre le perseguirán. Aunque Feijóo parece untado de aceite y todos los escándalos semejan resbalarle. Salió indemne de la operación Pokemon, por la que varios alcaldes gallegos del PSOE y el PP fueron acusados de obtener mordidas de una empresa que también subcontrataba con la Xunta, y de la operación Campeón, por la que el primer director que nombró al mando del Instituto Galego de Promoción Económica, Joaquín Varela da Limia, fue acusado de tráfico de influencias para lograr ayudas europeas para la compañía de un empresario afín al PP.
Tampoco le salpicó la operación Cóndor, a pesar de que se demostró que el principal encausado acostumbraba a regalarle por Navidad botellas de Vega Sicilia que alcanzaban un valor de 2.300 euros. Ni la Gürtel, pese a que uno de sus principales protagonistas, Pablo Crespo, mano derecha de Francisco Correa y ex secretario general del PP gallego en los tiempos de Fraga y Romay, ocupó un cargo de responsabilidad en la Consellería de Política Territorial de la Xunta cuando él fue nombrado por Fraga conselleiro del departamento.
Recortes y nepotismo en sanidad
La presidencia de Feijóo ha estado y sigue estando plagada de escándalos, muchos de ellos consecuencia directa de su gestión política. Los drásticos recortes en sanidad que ordenó nada más llegar al poder han ido acompañados de una verdadera purga en el estamento médico de Galicia, con profesionales cesados en los puestos de mando intermedio de los hospitales que se negaban a apoyar los recortes. La Justicia ha anulado varias de las oposiciones convocadas y amañadas por la Xunta para sustituirlos por médicos afines del PP, pero la Administración sanitaria sigue sin ejecutarlas, a pesar de que son firmes.
A Feijóo le resbala. Incluso si se trata de casos de nepotismo que afectan a su exconselleira de Sanidade, Rocío Mosquera, cuyo esposo obtuvo una de esas plazas con una oposición trucada y a quien ha premiado con la dirección general de la empresa que gestiona las millonarias subcontratas del Servicio Galego de Saúde (Sergas).O a su prima, Isolina Núñez, a quien ha situado al frente de la gestión del área sanitaria de Santiago, una de las más importantes de Galicia.
Lo cierto es que más allá de amiguismos y enchufismos, la gestión de la sanidad de Feijóo ha tenido consecuencias directas sobre la vida de las personas, como se puso de manifiesto tras la muerte de varios pacientes de hepatitis C a los que el Sergas negó el tratamiento que sus médicos les habían indicado porque la Xunta estaba en pleno desarrollo de sus políticas de austeridad. Dos altos cargos del Sergas están acusados de homicidio por ese caso, pero Feijóo se ha negado a destituirlos y los ha apoyado desde la tribuna del Parlamento gallego.
Lo cierto es que más allá de amiguismos y enchufismos, la gestión de la sanidad de Feijóo ha tenido consecuencias directas sobre la vida de las personas
El caso de la hepatitis C está en un juzgado de Instrucción de Santiago, que ha tenido que retrasar las declaraciones de los médicos del Sergas que lo denunciaron por la huelga de los funcionarios de la administración de justicia. Ese conflicto mantuvo paralizado el sistema judicial gallego durante tres meses en los que se suspendieron miles de juicios y trámites judiciales y de los registros civiles, como la expedición de certificados de defunción, que impidieron que centenares de viudos y viudas pudieran tramitar sus pensiones, y que otras tantas familias pudieran registrar oficialmente a sus recién nacidos.
Durante esos tres meses, en los que los funcionarios perdieron millones de euros en salarios, en los que los abogados, procuradores y agentes judiciales se quedaron sin carga de trabajo, y en los que los abogados de oficio dejaron de cobrar, el vicepresidente de la Xunta y conselleiro de Presidencia, Administracións Públicas e Xustiza, Alfonso Rueda, mano derecha y delfín del presidente, se negó a reunirse con los sindicatos si no desconvocaban antes la huelga. Obviaba así que la huelga es un derecho constitucional de los trabajadores cuya renuncia nadie puede exigir como condición para dialogar. De la misma manera que los trabajadores no pueden exigir que se acepten sus demandas como condición para sentarse a la mesa de negociaciones.
Lo cierto es que Feijóo ganó aquel conflicto por agotamiento. Como parece que va a ganar el suscitado por la fracasada fusión de las cajas gallegas. El presidente de la Xunta fue el impulsor de la unión de Caixa Galicia y Caixanova, que justificó en su día esgrimiendo una supuesta auditoría secreta que avalaría el éxito de una operación que permitiría mantener la identidad gallega de Novacaixagalicia, la entidad resultante. La fusión se hizo, pero fue un fracaso. El Estado tuvo que intervenir y rescatar Novacaixagalicia inyectándole cerca de 8.000 millones de euros, antes de vendérsela por mil millones a un grupo financiero con sede en Venezuela.
A ojos de la militancia popular, el presidente gallego ha logrado aparecer con una imagen de intachable gestor
Los responsables de KPMG, la consultora que redactó aquel documento, han reconocido en la comisión del Congreso que investiga el crac financiero que no era una auditoría, sino un mero análisis previo que no avalaba nada pero por el que cobraron más de un millón de euros. Feijóo se ha negado a comparecer en el Parlamento gallego para explicar por qué dijo que tenía una auditoría cuando simplemente tenía un informe de diagnóstico, y se ha limitado a decir que “volvería a hacer lo mismo” con las cajas.
Pese a todo lo anterior, a ojos de la militancia popular, el presidente gallego ha logrado aparecer con una imagen de intachable gestor que le ha permitido auparse a las posiciones de salida de la carrera para suceder a Rajoy. Y entre sus méritos, que también los tiene, está el de reconocer algunos de sus errores. Como cuando admitió que la Xunta había perdido durante unas horas el control de la situación con la oleada de incendios del pasado otoño, que arrasaron más de 36.000 hectáreas en el sur y el centro de Galicia y que costaron cuatro vidas.
O como cuando reconoció que no debía haber posado con zapatos y camisa de vestir manguera en mano, simulando que ayudaba en las tareas de extinción de un incendio en el verano del 2006, cuando todavía no era presidente pero aspiraba a serlo. Admitió que la foto y su empeño en difundirla fueron un error. Pero meses después seguía culpando a la Xunta del PSOE y el BNG de no actuar con eficacia contra el fuego, e incluso responsabilizó a las dos formaciones de las cuatro muertes que también ocasionaron aquellos incendios.
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